domingo, 30 de julio de 2023

Arenas movedizas, por Junichiro Tanizaki

 


Arenas movedizas, de Junichiro Tanizaki

Editorial Satori. 246 páginas. 1ª edición de 1928-30, ésta es de 2018

Traducción de Aiga Sakamoto y Miguel Martín Onrrubia, prólogo de José Pazo

 

En 2022, tras volver con Kenzaburo Oé, decidí acercarme a más obras de la literatura japonesa, que acabaron siendo diez. Uno de los autores clásicos del Japón del siglo XX, que apunté como posible lectura, era Junichiro Tanizaki (Tokio, 1886 – Yugawara, 1965). Volví a aparcar por un tiempo, y por quinta vez, los Cuentos completos de Lorrie Moore, para acercarme a una de las novelas más significativas de Tanizaki, Arenas movedizas, que se publicó, en principio, por entregas en una revista entre 1928 y 1930. Los libros que he estado mirando de Tanizaki han sido en la editorial Satori, especializa en literatura japonesa, porque sé que también los tienen en Siruela, pero las traducciones de Siruela están hechas desde el francés y no directamente del japonés, como hace Satori. En este caso, la traducción es de Aiga Sakamoto y Miguel Martín Onrubia.

 

En el prólogo de José Pazos –que leí al finalizar la novela– descubro que el título, Arenas movedizas, realmente procede de la traducción al inglés de esta novela en 1994, y de ahí pasó a otros idiomas occidentales. En japonés la novela se titula Manji, que es un carácter sin un significado concreto, pero cuyo dibujo tiene cuatro ramas, en forma de esvástica invertida. Al parecer, con ese carácter japonés Tanizaki quería simbolizar el espíritu de su libro, ya que lo que parecía al principio una relación lésbica entre dos mujeres, se complicará en un triángulo, y al final pasará a ser un cuadrángulo.

 

Sonoko, de veinticuatro años, es la narradora principal (aunque no la única) de esta historia. Está casada con Kotaro, un joven abogado, que no parece tener mucho empuje para hacerse camino y prosperar en su profesión, para lo que ha abierto un despacho en Osaka, al que no acuden muchos clientes. Sonoko procede una familia más acomodada que la de Kotaro, y los padres de ella le han ayudado a sufragarse los estudios. Aunque son jóvenes y recién casados, la relación entre Sonoko y Kotaro no parece muy pasional ni alegre. Sonoko se aburre y decide acudir a una academia de pintura. Allí conocerá a Mitsuko, una joven de veintitrés años, hija de una próspera familia de comerciantes de Osaka, que están buscando una buena boda para ella.  Mitsuko es una joven de gran belleza y Sonoko quedará subyugada ante su embrujo. Se conocerán y se harán amantes. Esta situación no parece, en la novela, difícil de mantener, ya que su amor lo harán pasar por una amistad; aunque esto no impide que empiecen a circular rumores por Osaka, que, para los padres de Mitsuko, pueden ser perjudiciales a la hora de encontrarle marido.

 

En algún momento descubriremos que Sonoko, aunque casada hace no mucho, ha tenido ya un amante masculino, fuera del matrimonio, y que está acostumbrada a engañar a su marido para poder llevar la vida que ella quiere. En la página 51, en una conversación entre las dos jóvenes, una de ellas dice: «Pero, una vez casada, aunque tengas la mejor habitación del mundo… ¿No crees que es ser como un pájaro atrapado en una bonita jaula de oro?» La mirada de Tanizaki sobre sus personajes me ha resultado, en muchos casos, muy moderna. De hecho, a veces tenía la sensación de que estaba leyendo una novela escrita en la actualidad y que hablaba de personajes de hace un siglo, pero con la mirada actual. Pero no, esta mirada que me ha resultado tan actual, sobre la posición de la mujer en la sociedad, y sobre temas sexuales, era la de Tanizaki hace un siglo. Imagino que sus libros tuvieron que resultar escandalosos en el momento de su publicación.

 

Aunque la novela es de 1928-1930, en ella aparecen el teléfono y el cine. Me llamaba la atención cuando Tanizaki hablaba de estos avances tecnológicos, que imagino que eran modernos para la época, y el autor desea que aparezcan en su libro, para que sus imágenes resulten así más modernas en el imaginario de sus lectores.

 

Sonoko descubrirá que Mitsuko, además de con ella, se ve con un atractivo hombre joven llamado Watanuki, que es uno de los personajes más interesantes de la novela, y de cuyas características personas no quiero hablar, por no destripar ya, a partir de aquí, parte de la historia al lector. Watanuki hace que una novela que, en principio, parecía una historia de amor prohibido, una historia de ocultación, entre en otro camino más tenso, más ambiguo, quizás en el del thriller que prometía el texto de contraportada de la novela.

 

«Poco a poco, fui sumergiéndome en unas arenas movedizas que me atrapaban, y de las que no podía salvarme. Aunque era consciente de mi crítica situación, ya no había remedido posible.» dice Sonoko en la página 131. En el prólogo, José Pazó crea un paralelismo entre esta novela y La mujer de la arena (1962) de Kobo Abe. Es cierto, que, en las dos, los personajes se ven atrapados por fuerzas que no controlan y en la primera novela se hunden en esas arenas movedizas de un modo metafórico y en la segunda de un modo real y expresionista.

 

En el tramo final del libro, Sonoko dirá de Mitsuko que «era el tipo de mujer que necesita atraer al máximo número de admiradores» (pág. 225). En gran medida, el tema central de Arenas movedizas es el del deseo, y el de conocer la forma en que las personas que poseen una belleza superior la usan con los demás y cómo los demás reaccionan ante esa belleza. La belleza y el deseo acaban con los pensamientos racionales de las personas, parece decirnos Tanizaki en este libro atractivo y seductor.

 

Al principio comenté que la narradora del libro esa Sonoko, pero que no era la narradora única, ya que existe un segundo narrador. Sonoko visita a un «profesor» innominado al que le está contando su historia. En la página 47 Sonoko le dice al profesor, que ella le había hablado de él a Mitsuko, y que a ésta le hubiera gustado conocerle, «ya que le gustaban mucho sus novelas», leemos. En algún momento, he llegado a pensar que la figura del «profesor» podía identificarse con la del escritor, con la del propio Tanizaki.

En algunos momentos del libro, aparecen párrafos con letra bastardilla, que se corresponde a anotaciones que el profesor hace a la narración de Sonoko.

En esta narración, de Sonoko al profesor, se le va a adelantando al lector información de acontecimientos que se le van a explicar más tarde, y sobre el lector pesará en todo momento una sensación de amenaza y de final trágico para la historia de amor prohibido entre las dos jóvenes. De hecho, desde el principio de la novela el lector sabrá que más de uno de los personajes principales está muerto. La muerte y la idea del suicidio, como en tantas novelas japonesas, rondan las páginas de Arenas movedizas.

La construcción novelística, con estos dos narradores, es de gran sutiliza. Arenas movedizas es una historia turbia, moderna y muy bien hilada. He de leer más obras de Junichiro Tanizaki porque esta me ha gustado mucho.

domingo, 16 de julio de 2023

Ellos. Secuencias del desasosiego, por Kay Dick

 


Ellos. Secuencias del desasosiego, de Kay Dick

Automática editorial. 134 páginas. Primera edición de 1977, ésta es de 2023

Traducción y notas de Enrique Maldonado Roldán

 

Recibo habitualmente en mi mail noticias sobre las novedades que editan casi todas las editoriales de España, y llevaba años fijándome en el trabajo de Automática ediciones, aunque todavía no había leído ningún libro suyo. Me interesa, por ejemplo, que sacan bastante narrativa rusa (y de los países del Este) del siglo XX y XXI, de autores mucho menos conocidos que los del siglo XIX, pero que me suenan muy llamativos. En mayo me llegó al mail la información de prensa de Ellos. Secuencias del desasosiego de Kay Dick (Londres, 1915 – Brihton, 2001). Su dossier de prensa me resultó atractivo. En él, se contaba que Ellos. Secuencias del desasosiego se publicó por primera vez en 1977 y que había estado descatalogada, durante décadas, hasta que en 2020 una agente literaria la encontró en una librería de segunda mano, la leyó y creyó que sería una buena idea reeditarla. El libro es una distopía, y además su publicidad venía acompañada de unas palabras de Margaret Atwood: «Espeluznantemente profética». Kay Dick trabajó en la librería Foyles de Londres, y también fue la primera mujer en dirigir una editorial inglesa, P.S. King & Son. Colaboró en muchas revistas y periódicos. Además, era lesbiana. Parecía una figura interesante para ser rescatada. Tanto el libro como la escritora me parecieron interesantes y le solicité a la editorial un ejemplar de prensa para poder leerlo y reseñarlo.

 

La novela es corta y está dividida en nueve capítulos. Está narrada en primera persona y el lector nunca va a saber el nombre del protagonista, ni tampoco su género, pues durante todo el libro existe una ambigüedad sobre si quien narra es un hombre o una mujer.

Ellos está ambientada en las costas del sur de Inglaterra. Allí, una comunidad de artistas trata de continuar elaborando sus obras (pinturas, música, literatura…) mientras unas bandas de personas descontroladas recorren el país evitando que se dé el hecho artístico. Por ejemplo, en la página 12 podremos saber que ahora son los libros de Oxford los que están desapareciendo por obra de estos grupos. El narrador (voy a considerar que se trata de «un narrador» para simplificar) se dedica entonces a recordar los poemas de Keats, pues presiente que en el futuro no va a tener ningún libro en el que consultar sus versos. El narrador vive solo y, tras visitar a unos vecinos, al volver a casa descubre que le falta su ejemplar de Middlemarch de George Eliot. En la página 17 se nos informará de que «ellos» no entran en las casas mientras sus inquilinos se encuentran dentro, y solo aplican medidas agresivas cuando alguien se pasa del límite. Aún no sabremos dónde se encuentra ese «límite», pero tiene que ver con el hecho de que Ellos están mandando señales a las personas que se dedican a producir arte (y también a consumirlo) y no frenan en su empeño. La narradora escribe, en algunos momentos cartas y en otros lo que parece el manuscrito de una obra literaria. Pronto algún personaje va a pasar este límite, y así «ellos» dejarán ciega a una pintora, por ejemplo, o queman las manos de alguien que intenta salvar del fuego sus libros de poesía, arrojados al fuego por «ellos». «Solo atacan a los individuos que oponen resistencia.» (pág. 29). «Ellos» es un grupo de personas que se encuentra entre un millón y los dos millones de personas, leemos en la página 30.

 

En algún momento de las primeras páginas del libro he pensado que, en cierto modo, en la Inglaterra que se dibuja en el libro podía estar ocurriendo una revolución proletaria, porque más de uno de los artistas, que viven en las costas que se describen en el libro, poseen casas suntuosas, tienen criados y parecen dedicarse a la vida ociosa, pintando cuadros, tocando el piano escribiendo cartas… En más de un momento, el mundo presentado por Kay me estaba pareciendo inverosímil: ¿de qué viven estos artistas? En esta distopía, en la que se persigue tanto la creación de arte como su disfrute, ¿se pueden vender los cuadros o las novelas que producen estos artistas y estas personas viven, a pesar de todo, de su arte? En ningún momento del libro el narrador o sus amigos parecen pasar por dificultades económicas, pese a la aparente imposibilidad de dedicarse al que ha de ser su oficio. En algún momento se habla de los «segadores» y se parece identificar (nada es muy claro, en cualquier caso, en este libro) a «ellos» con estos segadores, y por tanto la idea de «revolución proletaria» se me hacía más plausible.

En la novela siempre que los protagonistas hablan de trabajar se refieren a sus creaciones artísticas: «A lo largo de nueve días trabajamos cada cual a su manera, estimulándonos mutuamente con energías renovadas. Fruto de la presión, nuestras obras avanzaban rápidas y con más fuerza.» (pág. 46)

 

En la página 69 se habla de «cupones de suministro», que los artistas perseguidos también están recibiendo. Aquí se insinúa que de un mundo con bandas descontroladas que persiguen a los artistas se ha pasado a una dictadura donde estos mismos artistas son tolerados y subvencionados por el Estado.

«Representamos un peligro. El inconformismo es una enfermedad. Somos posibles fuentes de contagio. Nos ofrecen oportunidades de… –Rick chasqueó ligeramente la lengua–. De integrarnos. El rechazo queda documentado como respuesta hostil.» (pág. 69)

 

En más de un caso, parece que las reglas que rigen el mundo de la novela cambian de un capítulo a otro. Por esto, en el dossier de prensa, que he leído ahora, de nuevo, con más atención que al principio, se habla de «novela en relatos» o de «secuencia de historias asfixiantes». Hay momentos en los que a las personas disidentes se los lleva a unos centros, donde acaban sedados. «La única luz proviene de las pantallas de los televisores, que están siempre encendidos.», cuando el dolor y los sentimientos se evaporan las personas pueden salir de estos centros (a veces se los llaman «torres») y volver a su vida normal, pero vuelven convertidos en cáscaras vacías, en zombis. Aquí se da a entender que la nueva sociedad no solo persigue ya a los artistas, sino a cualquier individuo que siente dolor. De nuevo, no se sabe si estas personas «reeducadas» tienen que trabajar de algún modo económico para conseguir su sustento.

 

También, hacia el final, se comenta que esta nueva sociedad puede tolerar el trabajo en equipo y no el individual. De este modo, los artistas tendrán que asociarse para colaborar, siendo perseguidos aquellos que realizan sus obras de forma individual. Esta idea me ha parecido una crítica directa a la URSS y sus países satélites, con su creación del hombre nuevo, lejos de peligrosos individualismos.

O también, de repente, el amor se ha convertido en antisocial y es perseguido.

También, además de «ellos», hacia el final del libro, se habla de los «excursionistas», personas que no participan directamente en la persecución de disidentes, pero que parecen disfrutar del momento en el que estos son apresados, y acaban generando su propia violencia.

 

Las influencias más claras sobre Ellos sería el 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

El estilo del libro es rápido y abundan las frases muy cortas. Por ejemplo, voy a mostrar un párrafo de la página 26: «Miramos el mar. El sol volvía a brillar. Suaves tonos rosáceos ensombrecían las olas, ya en calma. Los espigones adquirieron una nueva dimensión. El embarcadero inacabado tenía un aspecto espléndido, como un objeto prehistórico de inmensa solidez. Era una panorámica imponente.» Estas descripciones suenen hablar de la naturaleza y ser bellas. También la novela es profusa en diálogos entre los numerosos personajes. La narradora nos presenta a multitud de personajes, que entran y salen del foco narrativo, sin demasiada continuidad. Son artistas que se visitan entre ellos, que viajan a Londres, que vuelven a la costa, que se informan, unos a otros, sobre cómo está la situación…

 

Creo que una novela que propone un mundo que, en mayor o menor medida, se aleja del real, bien porque sea una novela fantástica, de terror, una distopía… debe funcionar con unas reglas claras y reconocibles para el lector, para que el mundo creado por el escritor resulte verosímil y reconocible. Cuando esto no ocurre, el lector –como ha sido mi caso– empieza a hacerse preguntas sobre el funcionamiento del mundo que está leyendo y al encontrar fallos en su lógica interna se va a sentir expulsado de la propuesta. Es cierto, también, que sí que he entrado en algunas de sus páginas y la lectura me ha desasosegado, pero el conjunto me ha parecido falto de una articulación novelística real, y quizás este libro no deba leerse como una novela (porque como novela me resulta fallida), sino como ese conjunto de relatos o secuencia de historias del que hablaba el dossier de prensa. Ellos. Secuencias del desasosiego tiene el aire de una pesadilla, el regusto onírico de un mal sueño extraño y sin sentido. Lo cierto es que me acerqué a esta novela con ganas y buena predisposición, pero su lectura me ha decepcionado. Me sabe mal que esta haya tenido que ser mi primera aproximación a Automática Ediciones, que, por cierto, edita de una forma impecable. El libro como objeto es bellísimo y no he detectado ni una sola errata. Volveré con Automática ediciones.

domingo, 9 de julio de 2023

Cuentos completos, por Lorrie Moore

 

Cuentos completos, de Lorrie Moore

Editorial Seix Barral. 953 páginas. Libros de relatos publicados en 1985, 1990, 1998 y 2014. Esta edición es de 2020

Traducción de Alejandro Pareja Rodríguez, Isabel Murillo, María José Galilea Richard y Daniel Rodríguez Gascón.

 

Recuerdo cuando, hace ya más de dos décadas, los suplementos culturales elogiaron con mucho énfasis el libro Pájaros de América (1998), tercera colección de relatos de la escritora Lorrie Moore (Glens Fall, Nueva York, 1957). El libro, publicado en España por la editorial Salamandra, estaba (y sigue estando) en la biblioteca pública de Móstoles, y yo planeé leerlo durante mucho tiempo. En 2006, pasé un mes en Londres y compré allí su versión en inglés, editado por Faber and faber. Leí, con la ayuda de un diccionario, los dos primeros cuentos, y en el tercero, que, compruebo ahora, tengo subrayadas algunas frases, abandoné el proyecto, y me puse con algún otro libro en inglés. Ahora no recuerdo cuál sería, pero en ese momento me tuvo que parecer más fácil de entender.

 

Pájaros de América seguía en la biblioteca de Móstoles, pero, por una cosa u otra, lo fui dejando pasar. Cuando en 2020, la editorial Seix Barral publicó los Cuentos completos de Lorrie Moore donde, lógicamente, estaba incluido Pájaros de América, pensé que esta vez sí que tenía que leerlo. Cambié un libro que me regalaron por Reyes en El Corte Inglés de Goya por este de los cuentos, y creo que ha permanecido, aun así, dos años en mis estanterías de libros pendientes de leer.

 

Estos Cuentos completos están formados por cuatro libros: Autoayuda (1985, 9 cuentos), Como la vida misma (1990, 8 cuentos), Pájaros de América (1998, 12 cuentos) y Gracias por la compañía (2014, 8 cuentos). En total 37 narraciones; y a algunas, que sobrepasan las 50 páginas, podríamos ya considerarlas casi novelas cortas.

 

Autoayuda (1985) se abre con Cómo ser la otra mujer, que junto al último cuento Llenar, son las dos mejores piezas del libro. Cómo ser la otra mujer está narrado en la segunda persona del futuro: «Os conoceréis con gabardinas caras de color beis, una noche espesa como el caldo.», es su primera frase. Una chica joven empieza un romance con un hombre casado y habrá de aprender a ser la otra mujer, o tal vez a tomar la decisión de ser una mujer independiente y que no acepta esa situación.

El título del libro, Autoayuda, cobra ya sentido en este primer cuento, porque la mayoría de los relatos están escritos como si se tratase de un falso manual de «autoayuda», de ahí la segunda persona y el tono pedagógico. Es un recurso divertido al principio, pero que acaba agotándose y limitando las posibilidades de algunas narraciones.

 

De lo que se apoderan es un relato más tradición, con una narradora en primera persona. Aquí no existe ese juego de la voz que da consejos del falso manual de autoayuda. Es un relato correcto, sobre las madres que se casan con hombres frío; pero, teniendo en cuenta los grandísimos relatos que contiene este libro, este relato aún no está a la altura de los mejores logros de la autora.

Guía de divorcio para niños sí usa esta segunda persona de la que hablaba. Es el cuento más corto de este libro (y quizás de todos). De nuevo es correcto, sobre los dolores de un niño cuyos padres se han divorciado, pero sin más.

 

Cómo, de nuevo, usa el recurso de esa segunda persona que da consejos. Me parece un cuento más distante de la protagonista –que va a conocer a un hombre con el que tal vez no congenie– que el primero, menos conseguido que aquel.

 

Irme de esta manera está escrito en primera persona y es un relato más clásico, sobre una escritora de libros infantiles, a la que le han detectado un cáncer y está pensando en suicidarse. El planteamiento sobre los límites morales o intelectuales de esta decisión me ha parecido bien planteado. Un relato tenso.

 

En Cómo hablar a tu madre (notas), escrito en segunda persona y con escenas que avanzan hacia atrás en el tiempo, me ha parecido que Moore se deja llevar más por el juego literario que por la fuerza por contar una buena historia. Narración demasiado artificiosa para mí.

 

Amahl y los visitantes nocturnos: una guía para el temor del amor, también está escrito en segunda persona, pero aquí sí hay una historia concreta y contada desde la cercanía. El vecino y amigo gay de una mujer, le ha regalado su gato porque le da alergia. La mujer vive con un hombre y empieza a sospechar que le es infiel. Buen cuento.

 

Cómo hacerse escritora, en segunda persona, es un relato irónico, que, en más de una de sus páginas, se puede leer como si fuese autobiográfico. Con comicidad y dolor, se habla del aprendizaje lleno de fracaso e incomprensión para tratar de ser artista.

 

Llenar cierra el primer libro y, con sus más de 40 páginas, se puede leer ya casi como una novela corta. Existe una relación compositiva entre el relato que abre el libro y el que lo cierra. Autoayuda empieza con Cómo ser la otra mujer, sobre una mujer que empieza una relación con un hombre casado, y Llenar trata de una mujer casada que empieza a sospechar que su marido le engaña con otra. Dos caras de una misma moneda, dos puntos de vista diferentes de una misma historia. En Llenar ya se ha acabado la ocurrencia del libro falso de autoayuda y es una narración tensa y muy bien construida. Para mí ha sido el mejor relato de este primer libro.

 

El libro Como la vida misma (1990) empieza con el relato Dos chicos, que habla de una chica joven, que –el título no engaña– está saliendo con dos chicos a la vez. Al acercarnos a este primer cuento, el lector ya sospecha que Moore ha cogido confianza en sí misma y que va a seguir con la senda de Llenar. Dos chicos es un gran relato, lleno de detalles, que lo hacen muy vívido.

 

Vissi D´arte me ha parecido uno de los mejores relatos de este segundo libro y diría que del conjunto en general. Trata sobre un joven que ha emigrado a Nueva York para tratar de cumplir su sueño de ser dramaturgo. Sus problemas para ser puro con su arte y prosperar están planteados de un modo mucho más maduro que en el cuento del libro anterior Cómo hacerse escritora. Vissi D´arte es un cuento muy intenso y dramático, con un cierre estupendo. Me ha encantado.

 

Alegría nos traslada al Medio Oeste, el corazón de Estados Unidos, donde ha regresado una mujer que vive sola con un gato. En una parte de su composición me ha recordado al cuento Parece una tontería de Raymond Carver.

Después de leer los tres primeros cuentos de este segundo libro, empiezo a pensar que Moore ha entrada en la verdadera gran etapa creadora de su vida como escritora de relatos, porque estas tres composiciones son espectaculares.

 

Además usted es feo es el cuento más famoso de este libro, porque fue elegido para alguna antología importante en Estados Unidos. Quizás el exceso de expectativas hizo que me decepcionara un poco y que no me pareciera mejor que los anteriores, que me habían parecido muy buenos. Trata sobre una profesora que ha de relacionarse con un hombre, que no acaba de gustarle, en una fiesta de Halloween. Es un gran cuento, en cualquier caso.

 

Sitios donde buscar la cabeza trata sobre una mujer de mediana edad que recibe en su casa a un amigo inglés de su hija, que está estudiando en Inglaterra. Es un cuento original, porque hasta ahora los personajes solían ser mujeres solas en busca del amor y aquí se plantea otro tipo de trama, sobre las frustraciones y choques culturales que sufre el chico inglés en América.

 

El cazador judío transcurre en el Medio Oeste, y trata de una mujer que conoce a un hombre de origen judío, algo extraño en esa región. Es un buen cuento, pero no llega al nivel de los primeros.

Aún no he hablado del humor en los cuentos de Moore, cuando es una característica importante en la composición. Es un humor que nace de la ironía de que las cosas no sean como esperamos, un humor que nace de la desesperación. En este relato había marcado este párrafo: «El arma de Pinky disparó repentinamente hacia los árboles. El ruido inundó el bosque como una guerra e hizo caer al suelo las agujas amarillas de un alerce–. ¡Ahhhh! –gritó Odette–. ¿Qué sucede? –Recordó entonces que las armas no eran para chicas. Eran para chicos. Las habían inventado los chicos. Las habían inventado los chicos que nunca habían superado el desengaño de que su propio orgasmo no fuera acompañado por un gran y sonoro “Bum”–.» (pág. 355)

 

Otro vez muerto de hambre recrea una conversación entre dos personas en un restaurante. Una de ellas está deprimida. Creo que este es el peor cuento de este libro. Desde luego, no está al nivel de los anteriores.

 

Como la vida misma es el último cuento y es ligeramente distópico. Trata sobre una pareja que está atravesando una crisis, en un contexto de pobreza material. Es un tanto irónico sobre el capitalismo, ya que describe un mundo en el que está, por ejemplo, prohibido no tener un televisor. De nuevo, no está a la altura de los cuatro o cinco primeros cuentos de este libro, que son realmente muy buenos.

 

El tercer libro, Pájaros de América (1998), comienza con el cuento Dispuesta sobre una actriz cuya carrera no parece ir a ninguna parte y se vuelve a su Chicago natal, desde Hollywood. Allí va a conocer a un hombre que repara coches y que no se parece a los que conocía en su vida pasada, pero que, tal vez, le pueda gustar, aunque parece mirarlo con aires condescendientes. Es un buen cuento, al nivel de los mejores del libro anterior.

 

Que es más de lo que puedo decir de ciertas personas trata de un viaje que una mujer hace con su madre hasta Irlanda. En este viaje se jugará con la idea de dependencia entre ambas y con sus fuerzas y miedos. En la página 447 se habla de la relación que tiene Abby, la protagonista, con un hombre y se dice que «lo había comenzado a tratar como a una especie de mascota». Una idea parecida aparece en el primer cuento de este libro y en varios relatos más. En bastantes casos, Moore nos habla de mujeres que tratan de tener relaciones, o de cortar con ellas, con hombres que sienten que no están a su altura.

Este relato lo recordada, en gran parte, de mi primera lectura en 2006.

 

Danza en Estados Unidos habla de una mujer que se reúne, tras doce años, con un amigo que ha tenido un hijo con una enfermedad seria y degenerativa. Es un relato duro, como va a ser más de uno de aquí en adelante. Este cuento habla del fin de muchos sueños de la juventud y es bello y trágico.

 

Vida en comunidad trata de una mujer, hija de padres rumanos, emigrados a Estados Unidos, que se queda huérfana pronto. Es bibliotecaria de un pueblo del Medio Oeste y siente que no encaja allí, como tampoco encaja con la pareja que ha encontrado. Es un cuento melancólico.

 

Agnes de Iowa trata de una mujer de media edad, que trabaja en un colegio y en una actividad, en la que el colegio trae a dar una charla a un escritor negro de Sudáfrica, siente una fascinación hacia él, que podría ser amor. Me ha gustado mucho el personaje del marido. Moore lo construye con estos apuntes: «Él nunca había adquirido el aspecto de madurez anclado en el sufrimiento que bruñía la cara de tantos hombres. Su desgracia en la vida (una niñez de palizas, una madre moribunda) era como las arenas movedizas, y tenía que mantenerse completamente apartado de ellas. No se permitía ningún recuerdo infeliz en voz alta. Estaba apegado a la misma alegría amable que había ido afilando con éxito cuando era niño, la cual le hacía parecer como un necio incluso ante sí mismo. Quizá le perjudicaba un poco en su trabajo.» (pág. 516).

Este es uno de los relatos que más me ha gustado de este libro.

 

Charadas recrea la conversación de una familia en Navidad, durante una cena. Me pasa igual que con el cuento Otra vez muerto de hambre, del segundo libro, que recreaba una conversación en un restaurante, y creo que aquí baja el nivel del libro.

Considero que a Lorrie Moore se le dan mejor los relatos en los que el tiempo avanza y los personajes cambian con su paso, que estos otros que transcurren en muy poco tiempo y, a través de las conversaciones, aparecen las frustraciones de las personas.

 

En Arre, borriquito, vamos a Belén una mujer tiene que acudir al psicólogo tras la muerte de su gato. De nuevo, es Navidad, y seguramente los motivos de la tristeza de esta mujer van mucho más allá de la muerte de su gato. Está bien, sin alardes.

 

Una nota preciosa sería un relato de campus. Un profesor, que vuelve a estar soltero, se ha liado con una exalumna bastante más joven que él, pero, en realidad, quizás le guste más la mujer de un amigo.

En este relato aparece, por primera vez, una referencia a internet.

 

Después de tres cuentos en los que me ha parecido que el nivel del libro bajaba un poco, llegamos a Si es lo que te apetece, vale, que nos abre una nueva puerta narrativa, y el nivel de nuevo se va para arriba. Aquí nos encontramos con una relación homosexual entre dos hombres de media edad, que hacen turismo en coche por Estados Unidos. Uno de ellos es ciego y además es de clase social más alta que el otro. Los conflictos no tardarán en aparecer entre ellos, ya que además el hombre más humilde ha estado casado con una mujer y es padre de un adolescente.

 

La agencia inmobiliaria trata de una mujer que piensa que su marido le engaña y esto suele ocurrir en primavera. «La clave del matrimonio, concluyó, era no tomárselo como algo demasiado personal.» (pág. 630). Además, hace unos años Ruth ha contraído cáncer. Piensa que, tal vez, sus problemas se puedan solucionar comprando una nueva casa y mudándose al campo. Este relato acaba siendo humorístico, pero habla tan desde el absurdo de las vidas angustiosas que más bien provoca escalofríos. Es muy bueno.

 

Gente así es la única que hay por aquí: farfullar canónico en oncología pediátrica trata sobre una pareja que ha de afrontar el cáncer de su hijo, apenas un bebé. Es un cuento demoledor, que me revolvió por dentro. Las páginas finales son una maravilla. Es muy bueno también.

 

Una madre estupenda habla de una mujer que se casa con un hombre, sin estar muy convencida y le acompañará a Italia, para disfrutar de una beca artística. La premisa del cuento me ha parecido un tanto exagerada: la mujer mata por accidente a un bebé en las primeras páginas y no consigue olvidarse de eso en Italia. No es un mal cuento, porque este libro tiene un nivel medio muy alto, pero los anteriores son mejores.

 

Gracias por la compañía (2014) es el cuarto y último libro de cuentos. Han pasado dieciséis años desde la publicación del anterior, y si el lector hecha la vista atrás podrá comprobar que las protagonistas (casi siempre son mujeres, aunque no siempre) de estos cuentos han ido envejeciendo con la autora. En el primer libro y el segundo se nos presentaba a personas jóvenes que se estaban emparejando o eran matrimonios nuevos. En Pájaros de América ya había matrimonios de mediana edad o personas divorciadas de esta edad que buscaban pareja y en Gracias por la compañía sus personajes son de mediana edad o ya se acercan a la tercera edad.

 

Muda es un cuento muy bueno (casi una novela corta, con sus 50 páginas) sobre un divorciado, que aún no se cree que lo está, que conoce a una mujer, de la que acabará sospechando que está algo loca. Las dudas sobre si seguir con ella empezarán para él. En este libro el humor negro se vuelve más exagerado o grotesco: «Era la primera vez que se relacionaba con enfermos mentales, pero ahora estaba más convencido que nunca de que debían existir leyes internacionales que evitaran que fuesen demasiado atractivos.» (pág. 808)

 

En El enebro una mujer habla de la muerte de una amiga, y de la forma de despedirla de un grupo de mujeres. En este cuento el nivel baja. Al final leo una dedicatoria a una mujer realmente muerta y entiendo que este relato es una despedida real de la autora a una amiga, pero el lector no va a entrar bien en la propuesta.

En este tramo final de los cuentos, en cualquier caso, la muerte va a estar cada vez más presente.

 

Pérdidas de papel trata de un matrimonio en descomposición que, antes de divorciarse, va a hacer un viaje al Caribe. No es un mal cuento, pero no está a la altura de los grandes relatos de este libro.

 

Enemigos trata de un matrimonio de personas de sesenta años, que llevan seis sin hacer el amor porque él está tomando antidepresivos, y son invitados a una cena benéfica de ricos. Guarda alguna relación con las ironías de Una madre estupenda, el último cuento de Pájaros de América. Otra vez tengo la sensación de que el nivel está bajando.

 

Alas es, de nuevo, casi una novela breve, con sus 50 páginas y trata de una joven que ha sido cantante de un grupo musical, ya en decadencia, emparejada con un músico al que empieza a ver como una persona bastante inútil. El cuento trata de la relación de amistad (tal vez interesada) que esta mujer treintañera va a entablar con un anciano vecino. Junto con Muda, el primer relato, creo que es el cuento que más me ha gustado de este libro.

 

Referencial trata de una pareja con un hijo perturbado. Es un cuento dramático, pero no alcanza la maestría de Gente así es la única que hay por aquí: farfullar canónico en oncología pediátrica, el cuento sobre la pareja del bebé con cáncer.

 

Sujeto a registro trata de un encuentro entre una pareja en París. Él trabaja para el servicio de inteligencia norteamericano y está asustado porque sabe que en breve van a salir al mundo las imágenes sobre los abusos de los soldados norteamericanos en Irak. En más de un cuento, Moore habla de la situación política norteamericana, y en este cuarto libro la guerra de Irak ha sido, en más de un caso, un telón de fondo. Así era en el primer cuento, en Muda, y ese telón funcionaba como elemento amenazante u ominoso del relato, pero aquí, en Sujeto a registro, me ha parecido solo una excusa para hacer un relato político y no me ha convencido.

 

El libro se cierra con Gracias por la compañía. Aquí el acontecimiento histórico de fondo es la muerte de Michael Jackon, una mujer y su hija, van a acudir a la boda campestre de la que fue la niñera brasileña de la hija. Es un buen cuento.

 

En una entrevista leí que Lorrie Moore podía estar pensando, tomando notas y planificando un relato durante semanas, para, finalmente, escribirlo en unas horas frenéticas. Al leer esto relatos es sorprendente la cantidad de detalles que poseen, ya sean sus personajes principales o secundarios. El trabajo de orfebrería en cada uno de los cuentos es sobresaliente. Estos cuentos muestran un mundo amplio, concentrado en 20 o 30 páginas, pero no funcionan con la técnica de la «historia oculta», propia de un cuento de Raymond Carver, o tal vez sí, pero no exactamente. Los personajes tienen debilidades o frustraciones que el lector intuirá durante el relato y, normalmente, se enfrentaran a realidades que no saben exactamente cómo afrontar. En general, son relatos protagonizados por mujeres (y hombres en menor medida) desesperados y asustados.

Con algún altibajo, algo perfectamente normal en los libros de relatos, el nivel medio de estos Cuentos completos de Lorrie Moore es realmente sobresaliente.

domingo, 2 de julio de 2023

La mujer de la arena, por Kobo Abe

 


La mujer de la arena, de Kobo Abe

Editorial Siruela. 206 páginas. 1ª edición de 1962. Ésta es de 2006.

Traducción de Kazuya Sakai

 

Ya he comentado que, a principios de 2022, me apeteció volver a leer al premio Nobel de literatura de 1994 el japonés Kenzaburo Oé, del que había leído cinco libros a finales de los años 90. Después me apeteció seguir con literatura japonesa, y leí libros de Natsume Soseki, Osamu Dazai y de Yuriko Miyamoto. En la mayoría de las páginas web que consultaba, en busca de los autores japoneses más relevantes, solía aparecer también el nombre de Kōbō Abe (Tokio, 1924 – 1993), al que suelen, además, denominar el «Kafka japonés».

 

Tomé de la biblioteca de Móstoles su novela El mapa calcinado (1967), que era la única que tenían. Pero, según la información que leía en internet, ésta no estaba entre sus novelas más señeras, así que saqué, antes de leer la otra, en préstamo, de la biblioteca de Ciudad Lineal, La mujer de arena (1962), que sí se suele señalar como una de sus novelas más significativas.

 

El protagonista de La mujer de la arena se llama Jumpei Niki, aunque este dato del nombre no lo sabremos hasta, exactamente, la última página del libro, cuando podamos leer una ficha de «persona desaparecida», en la que se muestran algunos de sus datos personales. Gracias a esta misma ficha, sabremos que la acción de la novela comienza en agosto de 1955. Jumpei tiene treinta y un años, y este dato sí se da en el propio cuerpo de la narración.

«Cierto día de agosto, un hombre desapareció. Aprovechando sus vacaciones, había ido a una playa, que estaba a medio día de viaje en tren, y no se volvió a saber de él. La búsqueda que emprendió la policía y los avisos en los diarios no dieron ningún resultado.», con este párrafo, en el que se adelanta el propio final de la historia, comienza el libro.

 

El hombre sin nombre —o que solo adquiere uno en la última página del libro—, que protagoniza la novela trabaja como maestro y vive solo en una residencia. Además es un entomólogo aficionado y, precisamente, ha acudido a la playa con la intención de capturar insectos para su colección. «El verdadero placer de los entomólogos es mucho más sencillo, más directo; consiste en descubrir nuevos especímenes. Cuando esto ocurre, el nombre del descubridor aparece en las enciclopedias ilustradas de entomología junto con el nombre técnico en latín del insecto descubierto: es la consagración. Sus esfuerzos serán coronados por el éxito si su nombre se perpetúa en la memoria de los hombres, aunque sea asociado con un insecto.» (pág. 19) En este párrafo creo encontrar humor en Abe, al asociar el triunfo de su personaje a algo nimio, a un propósito intrascendente. Pero además, creo encontrar un homenaje a Franz Kafka. Su famosa novela breve La metamorfosis (1915) comienza así: «Cuando Gregor Samsa despertó una mañana de un sueño inquieto, se encontró en la cama convertido en un monstruoso insecto.»

Ya he comentado que al leer durante 2022 a escritores japoneses me ha llamado la atención la influencia de la literatura occidental sobre ellos: en Kenzaburo Oé y Osamu Dazai se notaba la influencia de la literatura francesa (lengua que estudiaron en la universidad) y en Natsume Soseki la influencia de la inglesa (lengua que estudió en la universidad). Si bien Kobo Abe estudió medicina en la universidad, como su padre (una profesión que no llegó a ejercer), me parece clara la influencia de Kafka, el autor checo de habla alemana. En La metamorfosis, Samsa se va a ver convertido, de un modo simbólico, en un insecto, y en La mujer de la arena, Abe va a jugar continuamente a la idea de que su protagonista se va a ver atrapado en una trampa para insectos, pasando a ser él uno de esos insectos que venía persiguiendo.

 

El argumento de La mujer de la arena es, en apariencia, sencillo. Jumpei Niki busca insectos en unas dunas cercanas a una playa. En estas dunas hay un pueblo, con unas casas extrañamente cavadas en las dunas. Un viejo le pregunta si es un inspector del gobierno y al contestarle que no, parece relajarse. El viejo indica a Jumpei que se le ha hecho tarde para regresar a la ciudad y que lo mejor será que pernocte en el pueblo. Le conducirá a una casa, en la que vive una mujer. Solo se puede acceder a la casa, bajando por una escala, ya que la vivienda se encuentra en un pozo excavado en las dunas. Será una sorpresa para Jumpei descubrir que a la mañana siguiente, desde arriba, han retirado la escala y que se encuentra atrapado allí. La mujer le contará que desde el último tifón se ha quedado viuda y ha perdido a su hijo. Así que parece que los habitantes del pueblo han querido reemplazar al hombre muerto por otro para que pueda ayudar a la mujer en sus tareas. «Era una pesadilla demasiado fantástica.», va a pensar Jumpei en la página 52.

La mujer, ayudada ahora por el hombre, debe sacar arena para tratar de que la duna no acabe de derrumbar su casa.

En un momento se insinúa que la cooperativa de la aldea vende la arena y hace negocio con ella, pero en realidad ‒quizás porque olvidé algún párrafo‒ no he acabado de tener claro si la arena que mueven la mujer y el hombre acaba siendo sacada hasta la superficie. En realidad, Jumpei ha caída en un sueño de Sísifo, obligado a mover arena con el único fin de no morir aplastado con ella. Aquí la novela, gracias a este simbolismo expresionista, nos habla sobre la inutilidad de los esfuerzos humanos, que es también uno de los temas de Kafka.

Son continuas las metáforas y las comparaciones que se establecen en la novela entre la situación del personaje y el mundo de los insectos. Así por ejemplo leemos: «Y él había caído estúpidamente en una trampa, en un hormiguero.» (pág. 52), «El hombre parecía una de esas moscas grandes y negras que creen estar volando y solo consiguen chocar contra el vidrio.» (pág. 105) o «Hasta la sensación de vergüenza quedó borrada, como un ala de libélula consumida en un instante por el fuego.» (pág. 173).

La novela está escrita en tercera persona, pero, en más de una ocasión, se pasa a la primera persona de Jumpei, y así el lector puede acceder de un modo directo a sus pensamientos.

 

También se habla de la arena con profusión, casi como si se tratase de un ser vivo. «En última instancia pienso que el mundo es como la arena… No se puede conocer su verdadera naturaleza mientras se la considera como cuerpo estático… No es que la arena fluya; el fluir mismo es la arena…» (pág. 91)

«La belleza de la arena pertenecía al reino de la muerte.» (pág. 157)

 

En la novela se habla en algún momento, muy de pasada, de la guerra, que ha finalizado una década antes. «Recordaba cómo unos diez años antes, cuando solo quedaban ruinas de la guerra, todos anhelaban la libertad de no seguir caminando. Y ahora, pensó, ¿será que nos hemos cansado de la libertad de dejar de caminar? ¿Acaso él mismo no se había dejado seducir por esta arena, cansado ya de juegos caprichosos?» (pág. 82)

 

En la novela también podemos encontrar un componente erótico. Ya dije que Jumpei tiene treinta y un años y la mujer con la que va a pasar a convivir tiene treinta. Entre ellos se establecerá una relación marcada por el deseo y la desconfianza.

 

Ya he hablado de las referencias a La metamorfosis de Kafka, pero diría que La mujer de la arena guarda también referencias a otro de los relatos más famosos de Kafka, el titulado La guarida, que empieza así: «He terminado la guarida y parece que ha quedado bien. Desde fuera solo se puede ver un gran agujero, pero éste, en realidad, no conduce a ninguna parte; después de un par de metros se levanta una pared rocosa natural.» Esta guarida de la que habla Kafka le va a suponer mucho trabajo al ser que la habita y siempre estará teniendo que reparar los continuos derrumbes que sufre, como les ocurre a los protagonistas de la novela de Abe.

En la página 172 leemos la siguiente frase: «A menos que uno fuera un artista del trapecio, tarde o temprano llegaría al límite de la resistencia.» Un artista del trapecio es uno de los más famosos cuentos de Kafka, y esa cita, donde se da el título de forma literal, no puede ser una casualidad.

 

Hacia el final, el protagonista exclama: «¡Su Señoría, exijo que se me diga cuál es el contenido de la acusación! Exijo que se me comunique el motivo de mi sentencia.» (pág. 185), que parece otra referencia clara a la obra de Kafka, en este caso a la novela El proceso, donde su protagonista, Joseph K., se encuentra una mañana con el aviso de que está en un proceso, pero nadie le dice de qué se le acusa.

 

Así que hemos podido comprobar que el apelativo que se le da a Kobo Abe de «el Kafka japonés» está justificado. En definitiva, La mujer de la arena me ha parecido una angustiosa, erótica, bella y misteriosa novela, y Kobo Abe uno de los escritores más originales (pese al peso de Kafka sobre su obra) de los japoneses que he leído hasta ahora.