domingo, 26 de enero de 2020

Vivir abajo, por Gustavo Faverón


Vivir abajo, de Gustavo Faverón Patriau

Editorial Candaya. 665 páginas. 1ª edición de 2019.

Llevaba ya unos cuantos meses leyendo que Vivir debajo de Gustavo Faverón (Lima, 1966) era una de las novelas del año en español, y después del verano se la solicité a Olga y Paco, los editores de Candaya, para poder reseñarla. De Faverón ya había leído en 2015 El anticuario, su primera novela, que me pareció notable.

Vivir abajo empieza con un narrador innominado –una figura muy próxima al autor– que sigue la pista a George Bennett, de padre norteamericano y madre boliviana. El narrador parece vivir obsesionado con George, al que conoció durante unas semanas de los años 90 en la Lima de su juventud, cuando empezaba a trabajar como periodista. Esta obsesión se debe a que George consiguió salir con la chica que le gustaba y además se convirtió en el asesino de un extraño caso policial. La novela está compuesta por cuatro partes, de diversa extensión. La primera, titulada La piedra de la locura, apenas llega a las 50 páginas y es trepidante y cautivadora. Contada en varios planos temporales, nos acerca al misterio de George. Tras acabarla, en creciente tensión, el lector ya sabe que acabará con gusto las 665 páginas restantes.

En la segunda parte –La salud de Mrs. Richards– la narradora pasa a ser Laura Richards, casada con Clay, profesor de biología en la universidad. Laura está siendo entrevistada por alguien que el lector intuye que debe ser el narrador de la primera parte. Laura es de origen peruano y al casarse con el norteamericano Clay pasó a vivir en un pequeño pueblo cercano a Boston. Durante una semana le cuenta su vida a su interlocutor. En el colegio del pueblo dará clases de español y uno de sus alumnos de once años será el George Bennett tras cuya pista se encuentra nuestro narrador. La narración de Laura es morosa y llena de meandros, en ningún caso habla solamente sobre su relación con George, o con sus padres. El padre de George tiene su mismo nombre, y en esta parte se empieza a descubrir su turbio pasado como trabajador de la CIA, cuya misión era diseñar cárceles secretas en Latinoamérica. Además, se deja caer que él mismo pudo ser un torturador.

En la tercera parte –Puentes frágilmente construidos– se nos hablará de George siguiendo los pasos de su padre (encarcelado en Estados Unidos en una prisión-manicomio) por diversos países de Latinoamérica (Paraguay, Argentina y Chile). Un viaje alucinado, en el que más de una vez se abandona el realismo.

En la cuarta parte –Las reapariciones– regresa la voz narrativa de la primera, dispuesta ya a dar carpetazo a su historia.

Creo que he de abordar desde ya un tema capital en la propuesta de Gustavo Faverón en Vivir abajo: la presencia de Roberto Bolaño es constante en la construcción de esta novela. Mientras la leía iba anotando ideas sobre la asimilación e influencia del modelo narrativo de Bolaño, y las podría resumir en los siguientes puntos:

1) En Vivir abajo los personajes están en continuo proceso de perseguir a alguien. Principalmente el narrador persigue a George Bennett (hijo) y éste persigue a George Bennett (padre). Bolaño construye de este modo Los detectives salvajes y alguna de las partes de 2666.
2) Algunos personajes de Vivir abajo persiguen a alguien sin alcanzarlo, y este personaje será, sin embargo, presentado al lector. Esto ocurría sobre todo en 2666, con la figura del escritor Benno von Archimboldi, y aquí con George Bennett (hijo).

3) En las obras de Bolaño los protagonistas suelen ser poetas o escritores, o tienen relación con la literatura, porque son profesores o críticos. En Vivir abajo también hay mucha presencia de personajes escritores, sobre todo de poetas (por ejemplo el poeta boliviano Jaime Sáenz). En Vivir abajo, sin embargo, más que escritores hay cineastas. Artistas de documentales, de obras perdidas, espeluznantes o descalabradas.

4) Uno de los libros que empezó a dar fama a Bolaño fue La literatura nazi en América, un diccionario falso de escritores fascistas en Latinoamérica. En Vivir abajo, nos encontramos con un falso Jaime Sáenz, poeta filonazi, y con un George Bennett (padre fascista) aficionado a leer poesía, que además idolatra a Robert Frost.

5) Ya desde el título, en Vivir abajo hay una obsesión por los sótanos y lo que puede ocurrir en ellos, principalmente torturas que tienen que ver con la represión política que ha sufrido Latinoamérica en el siglo XX. Una de las escenas clave de Nocturno de Chile de Bolaño tenía lugar en el sótano de una casa burguesa, en cuyo salón se celebraban tertulias literarias. De hecho, el narrador de Nocturno de Chile es un crítico literario religioso basado en una persona real. De esta misma persona aparece otra versión en Vivir abajo.

6) Uno de los temas principales de Bolaño es la pérdida de la juventud; algo que será clave en libros como Los detectives salvajes y sobre todo en la escena final de Estrella distante, cuando el narrador, que quiso ser poeta, trata de dar caza a un poeta nazi con el que se relacionó en su juventud, como nuestro narrador (profesor de literatura), que se relacionó en los 90 con el joven cineasta George Bennett. En la cuarta parte, el narrador de Vivir abajo se encontrará con uno de los fantasmas a los que persigue, y una de las claves compositivas de las últimas páginas es que los dos han dejado ya de ser jóvenes, como ocurre en la escena final de Estrella distante.

7) Los personajes de Bolaño cuentan sueños, argumentos de libros leídos o imaginados, o de películas, que se acaban convirtiendo en relatos dentro de la estructura de la novela. Este recurso también lo usa Faverón, sobre todo cuando narra los argumentos de los 135 manuscritos que les llegan al matrimonio Richards, supuestamente desde Chile. Además es frecuente que el relato se bifurque en otros relatos, en un retorcimiento inverosímil. Esto ocurre sobre todo cuando Laura habla de la intervención de su marido en la Segunda Guerra Mundial y en la invasión de Yugoslavia. El tema de la Segunda Guerra Mundial también es, por cierto, muy del agrado de Bolaño.

8) Faverón, además de usar muchas técnicas de Bolaño, también parece jugar a construir sus párrafos como lo hacía Bolaño. En ellos suele percibirse la presencia de un misterio y una amenaza. También juega a las metáforas sorprendentes, construidas con contrastes de conceptos.

9) Las narraciones de Bolaño (sobre todo en Los detectives salvajes y 2666) suelen ser muy cosmopolitas, con sus narradores en continuo peregrinaje por el mundo. Esto mismo ocurre en Vivir abajo.

10) Bolaño cita en sus obras continuas listas de escritores y obras desconocidas o inventadas; esto también lo hace Faverón, aunque en su caso el juego tiene más que ver con películas y cineastas.

También existe una serie de elementos en los que Faverón juega a distinguir su obra de la de Bolaño:

1) En más de una ocasión rompe el realismo de su obra y elige el camino de lo fantasioso. Me encantó la escena en la que Clay trata de localizar al librero que supuestamente le envía manuscritos desde Chile. También podemos encontrar personajes capaces de soñar el mismo sueño, o de transmitir una historia inventada en la cabeza de otros. Algunos personajes pueden contar el argumento de películas o libros que aún no se han filmado o publicado.

2) Faverón también rompe con el realismo jugando con la coincidencia exagerada. «Me pregunté cómo era posible tanto azar», piensa el narrador en la página 620. Personajes evocados en Estados Unidos le salen a George al paso en su viaje por Latinoamérica, por ejemplo, según aterriza en alguna de estas ciudades. También se jugará, en el final del libro, a insinuar que gran parte de lo narrado está influido por los testimonios de George, que es un narrador poco fiable, un narrador desbaratado y loco.

3) Bolaño hablaba del horror estatal, pero este horror está más presente y es más definitorio en la obra de Faverón.

Es indudable que durante, al menos, los últimos quince años Roberto Bolaño ha sido uno de los autores más leídos y emulados por los escritores más jóvenes que escriben en castellano. He comentado muchos libros en los que la presencia de Bolaño se me hacía clara, y donde la he visto de forma más abrumadora, hasta ahora, ha sido en Vivir abajo. Diría incluso que Vivir abajo, más que un libro escrito bajo la influencia de Bolaño, parece un libro que Bolaño podría haber escrito si siguiera vivo (y éste es un gran elogio para Faverón).

El día que acabé de leer Vivir abajo escribí en Facebook un comentario en el que calificaba la novela de «obra maestra». Mi entusiasmo era grande en ese momento. Ese mismo día estuve conversando en Facebook, en modo privado, con otro escritor que también había leído Vivir abajo y que me preguntaba si realmente consideraba que un libro podía ser una «obra maestra» estando escrito, de una forma tan evidente, bajo la influencia de otro autor. La cuestión me parece pertinente. ¿Es posible?

Mi respuesta, ahora que ya han pasado unos días, no es clara. Yo admiro mucho a Roberto Bolaño y he disfrutado a lo grande con sus libros, así que leer otro escrito con un impulso similar, de un modo tan conseguido, me ha hecho disfrutar sin duda. He leído Vivir abajo con sumo interés; aunque en su fraseo reconocía la voz narrativa de los libros de Bolaño, también he sentido que Faverón había hecho un gran esfuerzo imaginativo para concebir sus personajes y sus tramas. Sus historias dentro de otras historias, espeluznantes y poéticas, me impulsaban a seguir leyendo. Vivir abajo es un libro muy ambicioso y oscuro, un gran espejo deformante de un siglo de terrores en América, un gran ejemplo de aquello que Bolaño llamaba «el infierno latinoamericano».

Me ha encantado Vivir abajo, y sin duda lo incluiré en mi lista de las diez mejores lecturas del año.

domingo, 19 de enero de 2020

De cabo roto y Elocuencias de un tartamudo, por Eduardo Halfon


De cabo roto y Elocuencia de un tartamudo, de Eduardo Halfon

Editorial Littera y Pre-Textos. 126 y 63 páginas. 1ª edición de 2003 y de 2012.

Después de leer El boxeador polaco de Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), reeditado recientemente por Libros del Asteroide, me acerqué a los libros por leer y tomé de la estantería otros dos ejemplares de Halfon que esperaban lectura. Cuando en 2018 leí seguidos cinco libros suyos, acabé pidiendo en Iberlibro dos más que me llegaron ese verano, pero que se me quedaron pendientes. Pensé que ahora había llegado el momento de leerlos.

De cabo roto apareció en 2003 y es uno de los primeros libros de Halfon. La acción nos lleva a Guatemala, y el personaje principal es Eugenio Salazar, que trabaja en el Archivo General de Centroamérica. Gracias a Penélope, su ayudante, Salazar empieza a investigar uno de los documentos que llegan a su archivo porque tiene una llamativa peculiaridad: parece constatar que el escritor Miguel de Cervantes estuvo en Guatemala en 1602, ya que cruzó un paso fronterizo llamado La Garita de las Ánimas. Hasta entonces se pensaba que, aunque Cervantes solicitó a la Corona española ser destinado a América, nunca la había pisado. El documento que los personajes acaban de descubrir puede revolucionar la historia académica en torno a Cervantes. En De cabo roto, Halfon hace uso de varios trucos cervantinos: Salazar va adquiriendo una personalidad cada vez más mitificadora y quijotesca según va avanzando en sus investigaciones, y además se juega la baza del «manuscrito encontrado». Si bien el personaje de De cabo roto es Salazar, el narrador es Eduardo Halfon, que está escribiendo sobre la información que le ha transmitido Salazar. Además, Halfon usa las notas a pie de página para aclarar algunos hechos y hacerse presente como narrador en el texto. Es curioso cómo Halfon hace aparecer a Andrés Trapiello como personaje, mezclando planos de realidad con otros de ficción.

De cabo roto es una narración correcta, pero aún lejos de textos como El boxeador polaco, donde la página se abre al misterio y lo poético de un modo mucho más claro y eficiente.

En el prólogo de Elocuencias de un tartamudo, Halfon nos cuenta una historia que ya conocía: Paul Auster hizo un programa en la radio en el que pedía a los oyentes que escribieran historias, con dos condiciones: que fuesen cortas y verdaderas. Él iría leyendo esos testimonios en la radio. Auster quería «historias que desafiaran nuestras expectativas del mundo, anécdotas que revelaran esas fuerzas misteriosas y desconocidas que influyen en nuestras vidas, en nuestras historias familiares, en nuestras mentes y cuerpos, en nuestras almas. Es decir, historias verdaderas que parecieran ficción».
A Halfon le gustó esta idea y quiso trasladarla al periodismo, pero temía que «aunque toda persona tiene algo que contar, no toda persona sabe cómo contarla». Puesto que se daba cuenta de que el problema era de forma, de redacción, se le ocurrió una variante de la misma idea de Auster: iba a recopilar historias que la gente le contara y trasladarlas al periódico sin que esas personas lo supieran. Lo hizo en 2009.
En este volumen se recopilan veinte de estas historias reales que Halfon tomó del natural. En términos generales son narraciones bastante breves e inciden sobre momentos extraños en las vidas de los personajes. Hay varias de Guatemala y tienen que ver con la violencia vivida en el país. Otras nos hablan de la desesperación y la muerte. Las supersticiones indígenas americanas también tienen aquí un papel, así como el sexo.

Elocuencia de un tartamudo es un libro breve. Lo acabé el mismo día que lo empecé. Algunas de sus pequeñas historias son potentes y poseen una poesía propia que se parece bastante a las páginas de los relatos de Halfon, pero he echado de menos un desarrollo narrativo más elaborado. En estas narraciones aparece una idea, una chispa, que en un relato normal sería un detalle de una narración más amplia.

He leído con agrado De cabo roto y Elocuencias de un tartamudo, que sitúo en un plano inferior respecto a las grandes obras de Halfon (El boxeador polaco, Monasterio o Duelo). Son libros para admiradores como yo, pero no recomendaría acercarse a estas obras sin haber leído antes las principales de este autor.

domingo, 12 de enero de 2020

El boxeador polaco, por Eduardo Halfon


El boxeador polaco, de Eduardo Halfon

Editorial Libros del Asteroide. 193 páginas. 1ª edición de 2008; esta de 2019.

Ya he contado en mi blog que fue en 2005 cuando leí por primera vez a Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971). El ángel literario fue el primer libro al que me acerqué. Regresé a él en verano de 2018, cuando leí cinco de sus libros seguidos (Monasterio, Signor Hoffman, Duelo, Mañana nunca lo hablamos y Biblioteca bizarra). Unos meses después leí también Saturno. Cuando en 2008 apareció por primera vez el conjunto de cuentos El boxeador polaco en la editorial Pre-Textos estuve varias veces a punto de comprarlo y leerlo. De hecho, me recuerdo en la Fnac de Callao leyendo las primeras páginas del primer cuento y presintiendo que el libro me iba a gustar. Sin embargo no lo compré entonces, porque son tantos los libros que uno puede leer que es imposible abarcarlo todo.

En cualquier caso, después de acercarme en 2018 a los libros que Halfon publicó en Libros del Asteroide y considerarlos entre lo mejor que leí ese año, cuando vi anunciado que esta editorial pensaba reeditar El boxeador polaco me lo anoté para solicitárselo cuando saliera, para poder leerlo y reseñarlo. Creo que mi larga espera ha merecido la pena, porque la edición de Libros del Asteroide, además de contener los cuentos de El boxeador polaco de 2008, añade la novela corta La pirueta, que también publicó Pre-Textos en 2010. Dada la cercanía temática entre algunos de los textos de El boxeador polaco y La pirueta, la decisión de publicar las dos obras en el mismo volumen me parece todo un acierto.

El libro se abre con el relato Lejano. En él, un profesor de universidad que imparte literatura a alumnos de primer año se muestra hastiado por la falta de nivel y de interés de su público –jóvenes de la clase alta guatemalteca que acuden a una universidad privada de la capital– y se plantea si todo esto de la literatura sirve aún para algo. Sin embargo, su negatividad cambiará al descubrir que en su clase hay un chico becado, que proviene de un pueblo humilde, cuyas opiniones sobre los relatos comentados en clase destacan sobre la media. Además, Juan Kalel –el alumno– también escribe poemas, con bastante talento, a juicio del narrador. Un día, Kalel desaparece de la clase y el narrador viajará a su pueblo para buscarlo.

En El boxeador polaco Eduardo Halfon ya ha llegado a la madurez de su estilo narrativo. Si bien en sus anteriores libros publicados ha estado tanteando, aquí ya ha centrado su propuesta: el narrador de sus relatos y novelas es un personaje llamado Eduardo Halfon, que se parece mucho a él mismo, pero que no tiene por qué ser él. El personaje fuma mucho, por ejemplo, y el autor no fuma. El personaje Halfon cuenta anécdotas (sobre todo acerca del pasado judío de su familia) que están tomadas del autor Halfon. Gracias a estos detalles, el lector que se ha acercado ya a más de uno de sus libros puede reconocer la misma voz narrativa e incluso anécdotas que se van repitiendo en las narraciones.

Lejano tiene bastante de Roberto Bolaño: comienza con el hastío que siente el ciudadano de a pie hacia la literatura y ésta acaba revelando su verdadera fuerza y misterio, su capacidad para transformar la vida de los personajes. Halfon se adentra en el corazón de su país como un detective en busca de la esencia de la literatura y de la juventud. Es curioso que aquí, igual que en otras narraciones, el personaje Halfon parece moverse como un turista por su propio país, sobre todo cuando tiene que enfrentarse a los mitos de los pueblos indígenas, ya que su familia procede de Europa, con la particularidad añadida de ser de origen judío. «No sabía que hubiera judíos en Guatemala» es una frase dirigida al narrador en más de una de las composiciones de este libro y de otros.

El segundo cuento es Fumata blanca, y en él se narra una historia que ya he leído. Creo que estaba recogida en Monasterio. Halfon conoce a dos viajeras israelitas en un bar escocés de Guatemala. Los equívocos, el misterio y el erotismo recorren estas páginas.

En Twaineando, Halfon nos habla de un congreso universitario en Estados Unidos sobre la figura de Mark Twain. La propuesta me ha recordado a la de algunos relatos de Sergio Chejfec. Hay cuentos mejores en este volumen, pero Twaineando es un texto simpático y con mucho encanto. Aquí ya se evoca al «boxeador polaco», del que se hablará en el siguiente relato.

En Epístrofe, el rumbo del libro parece cambiar. Aparece por primera vez la figura del pianista serbio Milan Rakić, de madre serbia y padre gitano. Este personaje aparecerá en varios relatos más y será una de las obsesiones compositivas del libro. Halfon y su novia Lía conocen a Rakić en el festival de Antigua. En este relato se habla mucho del jazz y sus músicos, otra de las obsesiones de Halfon que se traslada de una narración a otra. «Lía dibujaba sus orgasmos», leemos en la página 75. En más de un relato lo narrado no parece ser realista: Lía hace aquí complicados gráficos sobre sus orgasmos, un componente casi neofantástico que da al relato un aire erótico y brumoso, de territorio onírico. Este relato acaba de un modo muy bello: Rakić reivindica la figura de su padre y la de los músicos nómadas gitanos. Halfon se da cuenta de que, mientras su interlocutor trata de identificar todo su ser con una de sus mitades (su madre es serbia), él tiene problemas para asumir su identidad. El juego de «las identidades» es otro de los temas que se repite en su obra.

En El boxeador polaco, Halfon se sienta con uno de sus abuelos, que le cuenta cómo se libró de morir en un campo de concentración nazi gracias a los consejos que le dio una noche (al día siguiente iba a ser interrogado) un boxeador judío que era de su mismo pueblo. La anécdota es sencilla y emotiva. Aquí se habla de los cinco dígitos que el hombre tiene en un brazo, su número de preso en el campo de concentración. El abuelo le había contado al niño Halfon que era su número de teléfono y que lo llevaba escrito allí para no olvidarlo. Esta anécdota ya la conocía.

Fantasma es un cuento que dialoga directamente con Epístrofe. Halfon quiere volar a Serbia para reencontrarse con el pianista Rakić. En el siguiente, Postales, se sigue con el mismo tema, y en realidad lo narrado antecede a lo que se cuenta en Fantasma: Rakić está enviando a Halfon postales, remitidas desde las ciudades en las que el pianista da conciertos. En el breve espacio de la postal, Rakić va contando historias y anécdotas sobre el pueblo gitano de Serbia. De nuevo, un aire onírico e irreal parece envolver la narración, que se va haciendo más poética por momentos.

En La pirueta, Halfon ha llegado a Serbia y trata de encontrar a Rakić. El texto ha entrado definitivamente en el territorio de la extrañeza y de lo kafkiano. Halfon está doblemente obsesionado: por un lado desea encontrarse de nuevo con el pianista Rakić, que ha empezado a tomar una dimensión mítica para él, y por otro trata de encontrar a los músicos callejeros gitanos de los que Rakić le ha estado hablando en sus postales.
Si el libro empezó con un Halfon hastiado de la vulgaridad mundana de sus alumnos, acaba con un Halfon alucinatorio, que persigue una quimera en un Belgrado espectral, entre el misterio de la música gitana y el fantasma de la destrucción y la violencia de la guerra pasada. De Sancho a Quijote, todo un estupendo paseo literario.

Esta edición de El boxeador polaco (con la acertada inclusión de La pirueta) se ha convertido en uno de los mejores libros de Halfon que he leído. Si alguien no conoce la obra de este gran autor guatemalteco, este libro puede ser una buena forma de empezar. Después podría seguir con Monasterio, Signor Hoffman, Duelo... Seguro que no se arrepiente.

domingo, 5 de enero de 2020

Novelas completas, por Hebe Uhart


Novelas completas, de Hebe Uhart

Editorial Adriana Hidalgo. 371 páginas. 1ª edición de 2018.

Desde hace unos años, cada vez me estaba encontrando más con el nombre de Hebe Uhart (Moreno, provincia de Buenos Aires, 1936-Buenos Aires, 2018) como una de las figuras destacadas del cuento argentino. Cuando esta autora murió en 2018, la editorial Adriana Hidalgo se propuso sacar sus obras completas en tres volúmenes: Novelas completas, Cuentos completos y Ensayos completos.

El primero en llegar a España, donde la editorial argentina tiene distribución, ha sido el de las Novelas completas. Lo compré en la Librería Juan Rulfo de Moncloa el día en que presenté, junto a su autor, el volumen de cuentos Lejos del champán de Carlos Torrero.

Estas Novelas completas están formadas por las siguientes nouvelles: La elevación de Maruja (1974), Algunos recuerdos (1983), Camilo asciende (1987), Memorias de un pigmeo (1992), Mudanzas (1996) y Señorita (1999). Suelen abarcar entre 40 y 70 páginas.

Los escenarios característicos son las afueras de Buenos Aires o los pueblos de la provincia (sobre todo Moreno y alrededores, que es de donde procede la escritora). Los personajes suelen hablar de Buenos Aires como de una gran urbe que se rige por ritmos y costumbres extrañas para ellos, que se sienten gente sencilla o apartada de la modernidad.

En La elevación de Maruja, Uhart comienza presentándonos a Arturo: «En un barrio de clase media acomodada sin pretensiones, vivía don Arturo, industrial jubilado» (pág. 21). A don Arturo se le acaba de morir su mujer, y unas cuantas páginas más tarde su soledad y rutina se verán asaltadas por la llegada de su ahijada Maruja, una chica que huye de un hogar infeliz. «Cuando cayó en la casa de don Arturo fue por dos motivos: se enteró de que se había muerto su madrina, quería consolar a su padrino y quería vivir en la casa de él un tiempo para seguir estudios de danza» (pág. 27).

Las costumbres y aspiraciones de Maruja chocarán con la vida ordenada de don Arturo.
La novela está contada en tercera persona, pero en momentos puntuales emerge la presencia de una narradora, que se podría identificar con la propia escritora, y que parece contar la historia que su personaje (Maruja) le contó a ella. En este sentido, la narración tiene algo de decimonónica, pero tomando este recurso desde la ironía. En la novela se habla también del pueblo de Navarro, y durante varias páginas Uhart describe las peculiaridades de las gentes de ese pueblo. En gran medida, uno de los temas principales de estas nouvelles es la crítica de costumbres de la clase media o provinciana. Pero en ningún caso se hace desde un punto de vista hiriente, ya que la narradora no se sitúa por encima de sus personajes, sino que los comprende y los acompaña en sus periplos entre la provincia y la capital. También se hace uso de un fino humor, que en muchos casos pasa casi desapercibido, pero que adereza las narraciones con un aire de broma continua. Además, las costumbres que Uhart critica aquí, o con las que juega de modo burlesco, a menudo son tan extrañas o surrealistas que, en ocasiones, parece que los postulados de sus novelas se acercan a los de la «novela del absurdo». En algunas reseñas recientes he hablado de un género muy practicado por los argentinos y que se ha bautizado como «neofantástico». En apariencia, en la narración no se rompen las reglas de la realidad (no hay fantasmas, nadie vuela, etc.), pero las acciones de los personajes ante una realidad inusual parecen regirse por una lógica propia. Estoy pensando en algunos de los cuentos de Federico Falco o en algunas páginas de César Aira. Así, por ejemplo, Maruja y su pareja tienen la oportunidad de viajar a París; ésta es la descripción que hace Uhart de la impresión que esta ciudad causa en Maruja: «Lo primero que llamó la atención de Maruja en París fue la cantidad de gente con perros: una vez en la misma cuadra vio tres, dos hombres y una mujer. Todos esos perros estaban haciendo pis casi al mismo tiempo, pero sus dueños no atendían a esa función: cada dueño permanecía erguido y reservado, como sumido en pensamientos muy privados e importantes» (pág. 41). En el párrafo anterior se puede percibir la peculiar mirada de Hebe Uhart sobre el mundo que describe y su fino sentido del humor.

Los personajes de Hebe Uhart quieren «elevarse», como ya anuncia el título de esta primera nouvelle; es decir, pretenden trascender su entorno y su condición social y tener opiniones y actitudes más sofisticadas sobre el mundo que les rodea. Esto se verá de forma muy clara en Algunos recuerdos, la segunda narración. Aquí parece que Uhart usa su memoria para construir su propia historia de niña de provincia, y habla del mundo de las relaciones familiares en la infancia. Pero en cualquier caso –como he leído en algunos análisis sobre la obra de esta autora– no podemos hablar de obras autobiográficas, porque Uhart retuerce y modifica sus recuerdos hasta convertirlos en ficción. En Algunos recuerdos aparece, por primera vez, la figura de «la tía loca», que llama poderosamente la atención de la niña (esta nouvelle está contada desde el punto de vista de una niña que observa el mundo de los adultos) por su capacidad de romper las normas del mundo de los mayores. Este motivo de «la tía loca» volverá a aparecer en alguna de las nouvelles de este volumen: se trata de un personaje que está basado en un familiar real de la autora. «¿Cómo puede ser que una chica tan grande, de dieciocho años, quede tan fascinada delante de un frasco de caramelos?», se pregunta la niña Luisa (protagonista de esta narración), al mirar a otra chica que ya tiene citas con chicos, en la página 78, y este interrogante nos da, en gran medida, el tono de la nouvelle. Cuando Luisa crezca, la fascinación por la «tía loca» se transformará en cautela, porque se da cuenta de que le avergonzaría presentársela a un chico con el que ha empezado a salir. Y en este ocultamiento, en esta vergüenza, en este «guardar las apariencias» reside en gran medida la clave del mundo adulto, y de la crítica de costumbres que lleva a cabo Uhart en sus obras.

Después de las nouvelles anteriores, Camilo asciende me ha parecido inferior a lo ya leído y, hasta cierto punto, he tenido la sensación de que no me aportaba ideas nuevas con respecto a las de las obras anteriores. Una familia del pequeño pueblo de Paso del Rey deseará trasladarse a Moreno, un pueblo cercano más grande. Veremos aquí el contraste entre los inmigrantes italianos recién llegados a América y los ya asentados. De nuevo, el deseo de «elevarse» o aparentar será el motor de la historia. Los personajes parecen situarse en el mundo a través de la mirada de los demás sobre ellos, nos dice aquí Uhart, y esto es tan patético que no deja de ser cómico.

El libro alza de nuevo el vuelo en Memorias de un pigmeo, que quizás sea la narración más original del volumen. En un pueblo indeterminado, situado en África, o bien en una África imaginaria y no realista, unos misioneros se dan cuenta de que Udo es un niño con talento para el estudio y consiguen apartarle de su tribu y llevarle a la ciudad para que pueda estudiar y formarse. El choque cultural será fuerte para Udo. De nuevo, tenemos aquí el humor para realizar la crítica de costumbres, pero en esta narración la evolución vital del personaje eleva la nouvelle y la hace más trascendente. Creo que Memorias de un pigmeo es la narración que más me ha gustado de las seis recogidas aquí.

Mudanzas es una narración muy parecida a Camilo asciende, que también contiene elementos de Algunos recuerdos. Esta nouvelle no despertó en mí el mismo interés, porque de nuevo tenía la sensación de repetición de ideas narrativas. Aunque compruebo ahora que miro mis anotaciones que en esta narración se emplea –más que en otras– el recurso de la frase hecha con intención crítica y cómica.

En Señorita, sexta y última nouvelle, parece que Hebe Uhart vuelve a usar sus recuerdos de infancia y adolescencia para escribir. Si bien en Algunos recuerdos el punto de vista era el de una niña, ahora parece ser el de una persona adulta que recuerda su pasado. Vuelven a repetirse anécdotas, como la lectura de los diarios de León Bloy. En Señorita se le cuenta al lector, por primera vez, que la narradora ha empezado a escribir cuentos: esto ha hecho que el texto cobrara más interés para mí.

Como conclusión diré que de las seis nouvelles he disfrutado realmente con tres: La elevación de Maruja, Algunos recuerdos y Memorias de un pigmeo. En las otras tres (Camilo asciende, Mudanzas y Señorita) notaba que me hablaban de sucesos y temas narrativos que la autora ya me había contado –de un modo mejor– en otras páginas. Tengo además la sensación de haberme equivocado al acercarme a la obra de Hebe Uhart, una autora reconocida sobre todo por sus cuentos. Debería haber empezado por sus Cuentos completos que, por lo que he leído, son la parte principal de su obra y el espacio donde Uhart ofrece todo su talento narrativo. De hecho, tengo la impresión de que el impulso narrativo de Uhart, su distancia natural, es el cuento, y que estas nouvelles, en gran medida, son cuentos que se le hicieron largos, que no estaban planificados como novelas. No sé si será pronto, pero he decidido leer los Cuentos completos de Hebe Uhart. Ya hablaré de ellos.