Vivir abajo, de Gustavo
Faverón Patriau
Editorial Candaya. 665 páginas. 1ª edición de 2019.
Llevaba ya unos cuantos meses
leyendo que Vivir debajo de Gustavo
Faverón (Lima, 1966) era una de las novelas del año en español, y después
del verano se la solicité a Olga y Paco, los editores de Candaya, para poder
reseñarla. De Faverón ya había leído en 2015 El anticuario, su primera
novela, que me pareció notable.
Vivir abajo empieza con un narrador innominado
–una figura muy próxima al autor– que sigue la pista a George Bennett, de padre
norteamericano y madre boliviana. El narrador parece vivir obsesionado con
George, al que conoció durante unas semanas de los años 90 en la Lima de su
juventud, cuando empezaba a trabajar como periodista. Esta obsesión se debe a
que George consiguió salir con la chica que le gustaba y además se convirtió en
el asesino de un extraño caso policial. La novela está compuesta por cuatro
partes, de diversa extensión. La primera, titulada La piedra de la locura,
apenas llega a las 50 páginas y es trepidante y cautivadora. Contada en varios
planos temporales, nos acerca al misterio de George. Tras acabarla, en
creciente tensión, el lector ya sabe que acabará con gusto las 665 páginas restantes.
En la segunda parte –La salud de Mrs. Richards– la narradora
pasa a ser Laura Richards, casada con Clay, profesor de biología en la
universidad. Laura está siendo entrevistada por alguien que el lector intuye
que debe ser el narrador de la primera parte. Laura es de origen peruano y al
casarse con el norteamericano Clay pasó a vivir en un pequeño pueblo cercano a
Boston. Durante una semana le cuenta su vida a su interlocutor. En el colegio
del pueblo dará clases de español y uno de sus alumnos de once años será el
George Bennett tras cuya pista se encuentra nuestro narrador. La narración de
Laura es morosa y llena de meandros, en ningún caso habla solamente sobre su
relación con George, o con sus padres. El padre de George tiene su mismo nombre,
y en esta parte se empieza a descubrir su turbio pasado como trabajador de la
CIA, cuya misión era diseñar cárceles secretas en Latinoamérica. Además, se
deja caer que él mismo pudo ser un torturador.
En la tercera parte –Puentes
frágilmente construidos– se nos hablará de George siguiendo los pasos
de su padre (encarcelado en Estados Unidos en una prisión-manicomio) por
diversos países de Latinoamérica (Paraguay, Argentina y Chile). Un viaje
alucinado, en el que más de una vez se abandona el realismo.
En la cuarta parte –Las
reapariciones– regresa la voz narrativa de la primera, dispuesta ya a
dar carpetazo a su historia.
Creo que he de abordar desde ya un
tema capital en la propuesta de Gustavo Faverón en Vivir abajo: la presencia de Roberto
Bolaño es constante en la construcción de esta novela. Mientras la leía iba
anotando ideas sobre la asimilación e influencia del modelo narrativo de
Bolaño, y las podría resumir en los siguientes puntos:
1) En Vivir abajo los personajes están en continuo proceso de perseguir a
alguien. Principalmente el narrador persigue a George Bennett (hijo) y éste
persigue a George Bennett (padre). Bolaño construye de este modo Los
detectives salvajes y alguna de las partes de 2666.
2) Algunos personajes de Vivir abajo persiguen a alguien sin
alcanzarlo, y este personaje será, sin embargo, presentado al lector. Esto
ocurría sobre todo en 2666, con la
figura del escritor Benno von Archimboldi, y aquí con George Bennett (hijo).
3) En las obras de Bolaño los
protagonistas suelen ser poetas o escritores, o tienen relación con la literatura,
porque son profesores o críticos. En Vivir
abajo también hay mucha presencia de personajes escritores, sobre todo de
poetas (por ejemplo el poeta boliviano Jaime Sáenz). En Vivir abajo, sin embargo, más que escritores hay cineastas.
Artistas de documentales, de obras perdidas, espeluznantes o descalabradas.
4) Uno de los libros que empezó a
dar fama a Bolaño fue La literatura nazi en América, un
diccionario falso de escritores fascistas en Latinoamérica. En Vivir abajo, nos encontramos con un
falso Jaime Sáenz, poeta filonazi, y con un George Bennett (padre fascista)
aficionado a leer poesía, que además idolatra a Robert Frost.
5) Ya desde el título, en Vivir abajo hay una obsesión por los
sótanos y lo que puede ocurrir en ellos, principalmente torturas que tienen que
ver con la represión política que ha sufrido Latinoamérica en el siglo XX. Una
de las escenas clave de Nocturno de Chile de Bolaño tenía
lugar en el sótano de una casa burguesa, en cuyo salón se celebraban tertulias
literarias. De hecho, el narrador de Nocturno
de Chile es un crítico literario religioso basado en una persona real. De
esta misma persona aparece otra versión en Vivir
abajo.
6) Uno de los temas principales de
Bolaño es la pérdida de la juventud; algo que será clave en libros como Los detectives salvajes y sobre todo en
la escena final de Estrella distante,
cuando el narrador, que quiso ser poeta, trata de dar caza a un poeta nazi con
el que se relacionó en su juventud, como nuestro narrador (profesor de
literatura), que se relacionó en los 90 con el joven cineasta George Bennett.
En la cuarta parte, el narrador de Vivir
abajo se encontrará con uno de los fantasmas a los que persigue, y una de
las claves compositivas de las últimas páginas es que los dos han dejado ya de
ser jóvenes, como ocurre en la escena final de Estrella distante.
7) Los personajes de Bolaño cuentan
sueños, argumentos de libros leídos o imaginados, o de películas, que se acaban
convirtiendo en relatos dentro de la estructura de la novela. Este recurso también
lo usa Faverón, sobre todo cuando narra los argumentos de los 135 manuscritos
que les llegan al matrimonio Richards, supuestamente desde Chile. Además es
frecuente que el relato se bifurque en otros relatos, en un retorcimiento
inverosímil. Esto ocurre sobre todo cuando Laura habla de la intervención de su
marido en la Segunda Guerra Mundial y en la invasión de Yugoslavia. El tema de
la Segunda Guerra Mundial también es, por cierto, muy del agrado de Bolaño.
8) Faverón, además de usar muchas
técnicas de Bolaño, también parece jugar a construir sus párrafos como lo hacía
Bolaño. En ellos suele percibirse la presencia de un misterio y una amenaza.
También juega a las metáforas sorprendentes, construidas con contrastes de
conceptos.
9) Las narraciones de Bolaño (sobre
todo en Los detectives salvajes y 2666) suelen ser muy cosmopolitas, con
sus narradores en continuo peregrinaje por el mundo. Esto mismo ocurre en Vivir abajo.
10) Bolaño cita en sus obras
continuas listas de escritores y obras desconocidas o inventadas; esto también
lo hace Faverón, aunque en su caso el juego tiene más que ver con películas y
cineastas.
También existe una serie de
elementos en los que Faverón juega a distinguir su obra de la de Bolaño:
1) En más de una ocasión rompe el realismo
de su obra y elige el camino de lo fantasioso. Me encantó la escena en la que
Clay trata de localizar al librero que supuestamente le envía manuscritos desde
Chile. También podemos encontrar personajes capaces de soñar el mismo sueño, o de
transmitir una historia inventada en la cabeza de otros. Algunos personajes
pueden contar el argumento de películas o libros que aún no se han filmado o
publicado.
2) Faverón también rompe con el
realismo jugando con la coincidencia exagerada. «Me pregunté cómo era posible
tanto azar», piensa el narrador en la página 620. Personajes evocados en
Estados Unidos le salen a George al paso en su viaje por Latinoamérica, por
ejemplo, según aterriza en alguna de estas ciudades. También se jugará, en el
final del libro, a insinuar que gran parte de lo narrado está influido por los
testimonios de George, que es un narrador poco fiable, un narrador desbaratado
y loco.
3) Bolaño hablaba del horror
estatal, pero este horror está más presente y es más definitorio en la obra de Faverón.
Es indudable que durante, al menos,
los últimos quince años Roberto Bolaño ha sido uno de los autores más leídos y
emulados por los escritores más jóvenes que escriben en castellano. He
comentado muchos libros en los que la presencia de Bolaño se me hacía clara, y
donde la he visto de forma más abrumadora, hasta ahora, ha sido en Vivir abajo. Diría incluso que Vivir abajo, más que un libro escrito
bajo la influencia de Bolaño, parece un libro que Bolaño podría haber escrito si
siguiera vivo (y éste es un gran elogio para Faverón).
El día que acabé de leer Vivir abajo escribí en Facebook un
comentario en el que calificaba la novela de «obra maestra». Mi entusiasmo era
grande en ese momento. Ese mismo día estuve conversando en Facebook, en modo
privado, con otro escritor que también había leído Vivir abajo y que me preguntaba si realmente consideraba que un
libro podía ser una «obra maestra» estando escrito, de una forma tan evidente,
bajo la influencia de otro autor. La cuestión me parece pertinente. ¿Es
posible?
Mi respuesta, ahora que ya han
pasado unos días, no es clara. Yo admiro mucho a Roberto Bolaño y he disfrutado
a lo grande con sus libros, así que leer otro escrito con un impulso similar,
de un modo tan conseguido, me ha hecho disfrutar sin duda. He leído Vivir abajo con sumo interés; aunque en
su fraseo reconocía la voz narrativa de los libros de Bolaño, también he
sentido que Faverón había hecho un gran esfuerzo imaginativo para concebir sus
personajes y sus tramas. Sus historias dentro de otras historias, espeluznantes
y poéticas, me impulsaban a seguir leyendo. Vivir
abajo es un libro muy ambicioso y oscuro, un gran espejo deformante de un
siglo de terrores en América, un gran ejemplo de aquello que Bolaño llamaba «el
infierno latinoamericano».
Me ha encantado Vivir abajo, y sin duda lo incluiré en mi lista de las diez mejores
lecturas del año.