domingo, 30 de agosto de 2020

El libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen, por Rafael Courtousie

Me he grabado hablado y leyendo poemas de El libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen del uruguayo Rafael Courtoisie (Montevideo, 1958).



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miércoles, 26 de agosto de 2020

Mis documentos, por Alejandro Zambra (vídeo reseña)

Me grabé hablando del libro de cuentos de Alejandro Zambra, Mis documentos.
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domingo, 23 de agosto de 2020

Reseña de Caminaré entre las ratas en el blog Las inquilinas de Netherfield

En el blog Las inquilinas de Netherfield han leído mi novela Caminaré entre las ratas y han escrito una extensa y exhaustiva reseña.

Muchas gracias, Inquilinas.



SINOPSIS

La muerte inesperada de un amigo de infancia sorprende a Domingo en una encrucijada vital. A punto de cumplir cuarenta años, el protagonista de esta novela es un teleoperador que trata de convertirse en profesor de Economía, se refugia en el sexo por Internet y lucha contra la frustración de ser un escritor sin lectores ni interlocutores. Durante las últimas semanas del año habrá de hacer frente a diversos desencuentros, mientras deambula, cada vez más angustiado, por un Madrid inquietante, recorrido por la presencia fantasmal de un partido de ultraderecha, por la sombra de la crisis económica y por una plaga creciente de ratas gigantes que no parecen preocupar a nadie. En Caminaré entre las ratas lo cotidiano y lo anecdótico sumergen al lector en una atmósfera de rareza costumbrista. Entre el realismo, el leve expresionismo y la crítica social, la nueva novela de David Pérez Vega desvela una voz innovadora y original que, como toda buena novela, se convierte al final de la partida en un espejo que devuelve al lector una imagen siempre perturbadora: la de sí mismo.


OPINIÓN
«Yo soy un tipo de casi cuarenta años, de barba canosa, que cobra 800 euros al mes, sin mujer y sin hijos que, tirado en el suelo, juega medio borracho, entre unos niños pequeños, con una figura de un pato Donald de plástico.»

Nuestro tipo se llama Domingo y es la voz narrativa protagonista de esta historia. En Caminaré entre las ratas se nos describe a un hombre que por lo visto no ha encontrado su sitio (ese sitio que él cree o siente que se merece en el mundo), ya sea por elecciones pasadas entre lo que debía, le convenía o verdaderamente creía. Después de haber subido y bajado por la escalera social se encuentra ante nuevos comienzos que le producen más cansancio que entusiasmo; siente que camina entre ratas, roedores gigantes que, literal y metafóricamente, a los demás no parecen importarles.

Domingo atraviesa una crisis personal, ve como su inminente llegada a los cuarenta viene acompañada de una situación laboral precaria y desencantada. A lo largo del camino ha ido perdiendo fuelle y eso es algo que no termina de comprender, pues pertenece a la generación que siguió el método universidad=trabajo estupendo, y aun así ve como muchos otros tampoco han alcanzado los resultados que pensaban que se merecían... Nos lo encontramos en un nuevo reciclaje, terminando el máster que le habilitará para ser profesor y deambulando con su ejemplar de En vida, de Haroldo Conti, el cual le encanta leer en la barra de un bar mientras saborea un café con leche. Si alguna o alguno le preguntara por casualidad qué lee, nuestro protagonista le miraría con condescendencia para contestarle que literatura hispanamericana.

«Veo que delante de ella, encima de un libro de texto y un taco de redacciones con el título de Figuras literarias en la canción Hijo de la Luna, tiene una novela que yo nunca me atrevería a leer y a reseñar en mi blog, porque después de siete años de andadura literaria por internet uno ya posee una reputación que cuidar.»
Haroldo Conti, Antonio Di Benedetto, Roberto Bolaño, Mario Levrero, Primo Levi, Dostoyevski... esta es la literatura que nutre la mente del protagonista, referencias constantes en su trasiego vital.

David Pérez Vega construye un relato íntimo y social de Domingo, un hombre que al principio puede parecernos un tanto aguado, que ha perdido fuerza e intensidad a lo largo de los años, al que parece que la vida no le ha compensado y cuya riqueza intelectual acumulada no le resulta suficiente al carecer de la seguridad económica y el estatus social a los que aspira. Las grandes expectativas que no se cumplieron siguen siendo losas pesadas que no le permiten avanzar; en sus reflexiones vemos su buceo y remembranza constante a aquellos tiempos (parejas, trabajos y demás situaciones pasadas) que casi le hacen tocar el ansiado Olimpo.
Tampoco vamos a juzgar al protagonista con doblez y falsedad, pues de alguna forma y en muchas de sus facetas nos vemos reflejados. Y si algo hay que concederle es su generosidad: se abre en canal ante los lectores para opinar sobre lo público y lo privado, la política, la religión, el racismo, el sexo, la familia, la amistad... temas que convergen en su crisis existencial, en su pérdida de rumbo y en su volver a dejarse llevar por lo que le conviene más que por lo que quiere.

El autor ha escrito una obra cuidada, profunda, íntima y personal, narrada en primera persona, donde los pensamientos absorben el espacio para asumir el protagonismo. Un libro enriquecido por la literatura y su mercadeo, el costumbrismo cotidiano que retrata una polarización social indiferente al tiempo que corroe los valores naturales inherentes a las personas.

Caminaré entre las ratas está ambientada en el Madrid de 2013, cuando el país intentaba salir de otra crisis económica, y leyéndola se observa que, siete años después, su historia sigue siendo de lo más actual. En ella encontramos las mismas dicotomías económicas, sociales, políticas y existenciales que se plasman en la travesía que Domingo, el narrador-protagonista, realiza por su noche oscura, descubriéndonos en su peregrinar a un hombre lleno de claroscuros, contradicciones, pesares y quejas, que van también acompañados de honestidad, sensibilidad, emoción y sentimiento.


«Esta comida de Navidad la vamos a celebrar sin José Luis, aunque está claro que su ausencia se va a sentar en nuestra mesa como un comensal más. Es posible que evitemos recordar que no está...»

domingo, 16 de agosto de 2020

Bearn o La sala de las muñecas, por Llorenç Villolanga


Bearn o La sala de las muñecas, de LLorenç Villalonga

Editorial Alfabia. 430 páginas. 1ª edición de 1956, ésta es de 2009.

La primera vez que supe de Llorenç Villalonga (Palma de Mallorca, 1897-1980) fue leyendo En la ciudad sumergida de José Carlos Llop. Durante los últimos años ha sido frecuente que pasara algunas semanas del verano en Mallorca, y en julio de 2015 compré en la librería Literanta de Palma En la ciudad sumergida, libro en el que Llop habla de su ciudad y de su isla. Me pareció un buen recuerdo para leer ya en Madrid. Aquí se habla de la novela Bearn o La sala de las muñecas. Las palabras de Llop En la ciudad sumergida sobre Villalonga se reproducen en el prólogo de esta edición de Alfabia de Bearn. El verano de 2019 compré esta novela en la librería Babel de Palma, y el día de 2020 que compré el billete de avión para volver a Baleares empecé a leer Bearn. No me gustó la idea de volver a la isla sin leer el libro que me traje el año anterior de recuerdo.

Bearn o La sala de las muñecas de Llorenç Villalonga es una novela reputada en la cultura catalana; se suele considera que es su segunda mejor novela después de La plaza del Diamante de Mercè Rodorera. Sin embargo, diría que es poco conocida en el resto de España. Existe cierta polémica sobre si originalmente fue escrita en catalán o en castellano. En 1956 Villalonga presentó esta novela en castellano al premio Nadal, a la edición que ganó El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio. Esto le descorazonó, y no solo por no ganar, sino también porque se daba cuenta de que la literatura de la época reclamaba una mirada neorrealista que se alejaba de su escritura. La novela de villalonga se publicó en 1956 en castellano en una editorial de Mallorca, y tuvo muy poca repercusión. Sin embargo, al publicarse su versión catalana en 1961 sí que alcanzó un notable reconocimiento. Según José Carlos Llop, Villalonga se sentía más cómodo con el catalán, que era su lengua materna, pero trataba de esforzarse por escribir en castellano, porque era en esta lengua en la que deseaba triunfar. Según Llop, el Bearn en castellano de 1956 es el original. Todo esto me parece una curiosidad, y considero que es una suerte que existan dos versiones de esta novela, en castellano y en catalán; y si la reivindicación por parte de la cultura catalana de la novela hace que ésta sea más popular y se lea más, pues bienvenida sea esta reivindicación. La pena es que fuera de Cataluña no se conocen como se debería obras tan valiosas como, por ejemplo, La plaza del Diamante de Mercè Rodoreda, una de las grandes novelas sobre la guerra civil española.

El narrador de Bearn o La sala de las muñecas es Juan Mayol, el capellán de Bearn, una casa señorial enclavada en las montañas de Mallorca. Juan Mayol le escribe una muy larga carta (que será la novela) a su amigo Miguel Gelabert, «secretario del señor cardenal primado de las España». La carta está fechada en 1890, cuando los señores de Bearn –don Antonio y doña María Antonia– han muerto dos meses antes, sobre los ochenta años de edad. Juan Mayol se propone narrarle a su amigo las circunstancias trágicas en las que han muerto sus señores, y para ello hará previamente un repaso a toda su vida. Según la leyenda familiar la casa (o la estirpe) de Bearn se asentó en Mallorca desde los tiempos de la conquista de la isla; algo que don Antonio a veces desmiente y sobre lo que se muestra escéptico. «Los Bearn son unos señores honorables, que, si no desde la Conquista, porque eso no se sabe, ocupan dignamente un solar conocido por lo menos desde el siglo XV.» (pág. 118)
 Don Antonio y doña María Antonia son primos y su matrimonio pareció siempre un acuerdo entre dos ramas de la familia Bearn para que sus posesiones no se dividieran o perdieran. El matrimonio va a morir sin descendencia, aunque tienen unos sobrinos en la capital, con los que no tienen mucho trato. Los acreedores acechan a las puertas de Bearn y los sobrinos no tienen dinero suficiente para comprar la propiedad una vez que mueran los señores. Por lo tanto, la estirpe de Bearn y la casa Bearn en las montañas de Mallorca van a desaparecer. Ésta es una idea muy presente en el texto y que se repite varias veces. «Con ella (se refiere a la muerte del señor) desaparece todo un mundo, comenzando por estas tierras que me han visto nacer y que habrán de subastarse, porque los acreedores ya han notificado que no quieren esperar.» (pág. 31)
La narración de Juan Mayol abarca más de treinta años. Recordará sucesos desde, más o menos, 1859 hasta 1890. En 1859 tiene lugar uno de los grandes escándalos de Bearn: el señor Antonio huye a París –a sus cuarenta y ocho años– con su prima segunda, Xima, de dieciocho. Tras un gran derroche económico en la Ciudad de las Luces, Antonio regresará solo a Bearn, ya que Xima ha decidido quedarse en París, tras comprobar que la ciudad se rinde a su gran belleza mediterránea. En París llegará a tener relaciones con Napoleón III y competirá en notoriedad y escándalos con mujeres famosas de la época como Eugenia de Montijo. Esto hará que don Antonio y doña María Antonia vivan separados durante una larga época, él en la casa señorial y ella en el pueblo de Bearn.
Los Bearn van a desaparecer, igual que va a desaparecer una época, que sería el siglo XIX. Don Antonio es un afrancesado, un gran conocedor de la cultura francesa, y cree también en su condición de señor. De hecho, Juan nos contará al principio que don Antonio pertenece por formación al siglo XVIII, así que vive desfasado en su propia época. «Yo le he visto azotar con las correas de las caballerías al mayoral de las tierras, una especie de atleta que aceptaba los azotes aullando, y le he visto seguidamente comentar el castigo con el señor vicario, que condenaba aquellas cosas como propias de l´ancien régime y contrarias a la fraternidad cristiana.» (pág. 43). El señor también presiente que el siglo XX, además de no ser el tiempo de los «señores» será el tiempo del socialismo y de los inventos. El socialismo no parece gustarle mucho, pero sí los inventos. De hecho, uno de los temas del libro es el entusiasmo que muestra Antonio por el saber, en general, y por el técnico y científico, en particular. La noche que, después de una década, María Antonia decide perdonarle su romance con Xima y regresa a la casa de Bearn, los esposos se estrellarán –de forma muy simbólica– contra una pared de la casa con un automóvil que ha construido Antonio y que se desplaza gracias al vapor. Un invento que María Antonia y los aldeanos de Bearn consideran algo demoniaco, igual que es demoniaco que el señor no apague las luces de su habitación por la noche y esté leyendo. Una de las condiciones que María Antonia impone a su marido para volver será que queme su biblioteca, que ella considera fuente de ideas perniciosas. Antonio lo aceptará, porque considera que en la primera mitad de la vida uno debe dedicarse a leer y en la segunda a escribir. De hecho, otro de los temas del libro es que Juan Mayol ha recibido antes de morir el encargo de su señor de editar y publicar las memorias en las que lleva años trabajando. Algo que a Juan, preocupado por sus posibles excesos y herejías, le provoca algún cargo de conciencia, como le cuenta a Miguel Gelabert.

Uno de los grandes logros de Bearn o La sala de las muñecas es la creación de la voz narrativa de Juan Mayol, un narrador testigo que, a través de su punto de vista, nos va mostrando a los personajes principales del libro, a don Antonio, doña María Antonia y a Xima. En algún momento, para justificar el conocimiento de Juan de ciertas conversaciones privadas, Villalonga usa el recurso de que su narrador escucha tras las puertas, aunque lo considera una conducta errónea.
De forma velada, Juan se acaba convirtiendo en otro de los grandes personajes del libro. Nunca de forma explícita, pero gracias a diversos guiños, el lector acabará intuyendo (o sabiendo) que Juan es uno de los hijos bastardo de Antonio –que le saca cuarenta años–, y posiblemente el favorito. Juan sabe que el señor ha tenido más de un hijo con campesinas de la zona, niños a los que protege y les da una educación. Dice Juan sobre sí mismo en 1890: «En estos parajes, hará treinta y nueve años, vine al mundo, hijo de un labrador y de una jornalera. No conservo memoria de mis progenitores. De mi madre oí decir que era hermosa, con los ojos negros. Tan pronto tuve uso de razón me destinaron a guardar cerdos.» (pág. 38). En esta descripción se puede observar cómo, de forma sutil, Juan elude hablar de la figura del padre. María Antonia siempre sentirá algo de resquemor hacia él, y esto no le impedirá decirle a Juan que los ojos de Xima se parecen a los suyos (recordemos que Xima es prima segunda de Antonio).

Al principio pensé que Villalonga no quería decir que la isla de la que hablaba era Mallorca, porque se dirige a ella con el apelativo de «la Isla» y a Palma la llama «la Ciudad», pero no ha sido así, los nombres de las localidades de la isla se van filtrando en el texto (Inca, Llucmajor…) y se acaba hablando de Mallorca o Palma y de un dulce tan característico como la ensaimada.

Al empezar a leer la novela, he sentido que Villalonga la escribía influido por Cumbres Borrascosas de Emily Brönte. En esta novela la narradora testigo era la ama de llaves de la casa de unos señores y en su título también se evocaba una finca. De hecho, en Bearn, Villalonga usa dos veces el adjetivo «borrascoso», lo que no me parece algo casual, y se empieza describiendo el lugar de Bearn, perdido entre montañas, igual que en Cumbres Borrascosas se habla de la casa, perdida entre páramos. Quizás al pensar en esta posible influencia, esperaba al leer la novela de Villalonga sucesos más truculentos o románticos, y lo cierto es que la novela mallorquina es –pese a los latigazos que Antonio propina a su mayoral– mucho menos oscura que la de la inglesa. De forma periódica se evoca en Bearn el cuarto de las muñecas, un cuarto clausurado de la casa al menos desde que don Jaime –un antepasado de Antonio– muriera en ella de forma trágica. Jaime fue un hombre enloquecido, un noble dedicado a vestir muñecas. El lector espera que en algún momento, Villalonga haga entrar a sus personajes en la sala de las muñecas y que se descubra algún secreto escabroso; esto llega a ocurrir al final, cuando yo ya había perdido las esperanzas de que fuera a suceder. Quizás la larga espera haya hecho que el secreto no me sorprendiera o escandalizara demasiado. Creo que he echado de menos en Bearn más pasiones desatadas, más irracionalidad; pero también digo que esto posiblemente ha sido porque desde el principio me he imaginado que iba a leer un Cumbres Borrascosas (una de mis novelas favoritas) a la española.

A menudo se ha comparado a Bearn o La sala de las muñecas con El Gatopardo de Giuseppe Tomasi de Lampedusa, novela que se publicó en 1958, y por tanto dos años después de la de Villalonga. El Gatopardo está ambientada en Sicilia, en otra isla mediterránea, también en el siglo XIX, y también trata de la decadencia de una familia de nobles. La leí hace ya más de veinte años y me están entrando ganas de volver a leerla.

En el prólogo José Carlos Llop dice: «En cuanto al estilo, poca voluntad había en el escritor. El suyo fue desmañado y sin traza: era un hombre sordo para el estilo; en Villalonga, el estilo son las ideas.». No estoy de acuerdo con Llop y lo cierto es que su comentario me parece una maldad injustificada, de la estirpe de las sembradas en el prólogo que le hizo Camilo José Cela a este libro en 1956, diciendo que Villalonga era judío, y este juicio antisemita molestó bastante al escritor. A mí me parece que el estilo, que la narración de Juan Mayol, es muy elegante y adecuada a lo contado. A pesar de que al comentar Bearn o La sala de las muñecas de LLorenç Villalonga he apuntado hacia una posible decepción porque la novela no es tan escabrosa como Cumbres Borrascosas, a la que me estaba evocando, he de decir que he disfrutado con ella y que me parece una novela notablemente valiosa dentro del contexto de la narrativa española del siglo XX.

domingo, 9 de agosto de 2020

Tema libre, por Alejandro Zambra


Tema libre, de Alejandro Zambra

Editorial Anagrama. 133 páginas. 1ª edición de 2019.

Ya comenté que a raíz de leer la novela Poeta chileno de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) me cambié unos mensajes con el autor y éste me hizo llegar los libros que tenía publicados en Anagrama y que yo aún no había leído. Así me puse con Mis documentos (2014) que –como ya apunté– me gustó mucho. A continuación empecé con Tema libre, que se publicó en 2019. Al principio yo pensé que este libro era también de relatos. Explicaré ahora que mi idea no era del todo cierta.

Tema libre está formado por once textos. Los tres primeros se agrupan bajo el nombre Autorretratos hablados y son conferencias que Zambra leyó en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile (Cuaderno, archivo, libro, 2013), en la Biblioteca Nicanor Parra de la Universidad Diego Portales (El niño que enloqueció de amor, 2014) y en la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales (Tema libre, 2016).

En Cuaderno, archivo, libro Zambra nos habla de su paso por la misma facultad en la que está dando la charla y de su vocación por la literatura. «Querer escribir es un signo de optimismo, de ingenuidad.» (pág. 12). También hablará de la importancia que tiene para él el hecho de escribir a mano (citará a Mario Levrero y su Discurso vacío), a máquina o a ordenador. Esta es una obsesión compartida con Mis documentos. «Soy hijo de un informático y una digitalizadora, por lo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que les debo la vida a los computadores.» (pág. 19). Si bien en un momento de la charla habla del impulso que le llevó a imaginar a los protagonistas de Bonsái, aquella pareja joven que fingía haber leído a Proust sin haberlo hecho, pasará a hablar de un modo cariñoso e irónico del ambiente de poetas que conoció en su juventud, un ecosistema artístico que reproducirá en Poeta chileno. Descubro un dato irrelevante, pero que me ha gustado saber: Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, publicado entre 1876 y 1878, es la primera novela de la historia de la literatura que fue escrita directamente con una máquina de escribir.

En El niño que enloqueció de amor Zambra hace una lúcida defensa de la lectura por placer. Me ha llamado la atención saber que fue profesor de Lengua y Literatura en un colegio privado. «Esto es clave, pienso yo: lo que nos importa de un libro está asociado a la sensación de que hay algo que no entendimos del todo. La felicidad de la lectura está asociada a la posibilidad de la relectura.» (pág. 34). 
También conoceremos su bloqueo ante la lectura de novedades literarias para hacer reseñas (algo que yo también he llegado a experimentar). «Había convertido el ocio en negocio, en obligación. Había contaminado irremediablemente el espacio de la lectura y de la escritura.» (pág. 35)

En Tema libre se habla, precisamente, de una invitación de la Universidad Diego Portales en la que proponen a los escritores escribir sobre lo que quieran. Zambra lo hará de sus impulsos de escritura y perorará sobre dos de sus textos en los que considera que fracasó, relatos que no llegó a incluir en ninguno de sus libros. «Si el texto fracasó fue porque nunca conseguí desprenderme del tema.» (pág. 48)

Tengo la impresión de que los temas de estas tres conferencias guardan relación con los textos ensayísticos de No leer, un libro sobre la relación de Zambra con la literatura.

El segundo bloque del libro –titulado Ropa tendida– empieza con los dos textos de los que hablaba en la conferencia anterior. El primero, La novela autobiográfica, ocupa tres páginas y parecen unos apuntes sobre un amigo escritor que le hizo una entrevista con preguntas hechas, a petición de un editor. Es un texto simpático, pero a una altura inferior a la que Zambra nos tiene acostumbrados.

El amor después del amor es un cuento completo, un cuento de fondo humorístico, con un narrador, que evoca un episodio de su adolescencia, muy cercano a ese narrador de las historias de Zambra que se parece a él. Posiblemente este cuento sea un descarte de Mis documentos. ¿Podría haber estado dentro de este libro? Sí, no lo desmerece, pero, en cualquier caso, hubiera sido uno de los cuentos más flojos de Mis documentos, sin ser un mal cuento.

El cíclope es otro texto breve de características similares a La novela autobiográfica, una narración breve en la que Zambra evoca a una amiga. Un texto que se lee con agrado y sin mayor transcendencia.

Penúltimas actividades parece otro relato descartado de Mis documentos o de otra colección similar. Un relato escrito, más o menos, a modo de decálogo sobre cómo escribir o cómo comportarse en la vida.

La tercera parte del libro se titula Léxico familiar y está formado por unas crónicas que creo que Zambra ha publicado en alguna revista o periódico. Son los textos más íntimos del conjunto y posiblemente los más valiosos.
En Por suerte estamos en México y Así que esto es un terremoto Zambra rememora sus experiencias con la emigración desde Chile a México y compara los terremotos chilenos y mexicanos que ha vivido. Aquí nos habla de Jazmina, su esposa mexicana, y de su embarazo; más tarde nos hablará de su hijo. De este modo, estos textos son de los más personales que le he leído al autor. Si uno tiene la sensación al leer una novela como Formas de volver a casa o algunos cuentos de Mis documentos que la literatura de Zambra pertenece, en gran medida, al subgénero de la autoficción, al leer las crónicas de este bloque se dará cuenta de que, aunque en sus novelas y cuentos recrea episodios de su vida, también los modifica a su antojo, siguiendo sus intuiciones literarias. De hecho, aquí explica las diferencias entre cómo narró su experiencia del terremoto de Chile en 1985 en Formas de volver a casa y cómo fue la experiencia en realidad (lo que podría ser también otra forma de autoficción, otra nueva capa en el ejercicio autoficcional).

En Traducir a alguien Zambra evoca un recuerdo sobre el que ya había leído en Mis documentos: en el colegio una profesora chilena de inglés le puso mala nota a un compañero que había crecido en Estados Unidos y que era, por tanto, perfectamente bilingüe. También hablará de su trabajo de teleoperador internacional a los veintitantos años, experiencias que le sirvieron para crear el cuento Larga distancia.
En Traducir a alguien (I) y Traducir a alguien (II) Zambra habla de su relación con el inglés, desde que lo empezó a aprender en el colegio. También de su experiencia como chileno en Estados Unidos, y su capacidad o incapacidad para leer en inglés o para traducir alguna novela del inglés al español. Es curiosa la reflexión sobre que sus libros traducidos al inglés, al leerlos en este idioma, le parecen escritos por otro. Zambra tiene miedo de que al vivir en México acabe perdiendo su acento chileno.

Ya hablé de mi entusiasmo por Mis documentos, un conjunto de cuentos que me ha parecido de los mejores que he leído en los últimos años. He leído a continuación Tema libre y me ha gustado, pero mi entusiasmo es menor. Mi sensación es que Mis documentos es un libro de relatos muy pensado y  trabajado y que Tema libre es un libro entregado a los editores más a petición de estos que por voluntad del propio autor. Alejandra Zambra es uno de los autores latinoamericanos más prestigiosos ahora mismo y diría que posiblemente sea uno de los buques insignia de Anagrama, un autor reputado y al que también acompañan las ventas. Cualquier editor querría tener a un autor como Alejandro Zambra en su catálogo y publicarle nuevos libros. En Tema libre tenemos tres charlas de encargo para centros culturales; cuatro relatos, que parecen descartes de Mis documentos; y cuatro crónicas, que Zambra ha debido de publicar previamente en revistas. Si Zambra fuese un músico, Tema libre sería su disco de rarezas y caras B. ¿Me ha disgustado leerlo? En absoluto, me ha gustado, pero también entiendo –o he de apuntar– que Tema libre no sería un buen libro para iniciarse en la lectura de Alejandro Zambra. Tema libre es un libro para fans del autor, para lectores que, como yo, después de haber leído todos (o casi todos) sus libros estamos ya entregados y queremos conocer más vericuetos de su obra; cómo, por ejemplo, aquí, nos parece que la prosa es más autobiográfica que la de las novelas. Espero leer pronto el ensayo No leer.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Mis documentos, de Alejandro Zambra (vídeo reseña)

Me he grabado hablando de Mis documentos (2014), un gran libro de relatos del chileno Alejandro Zambra.



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domingo, 2 de agosto de 2020

Mis documentos, por Alejandro Zambra


Mis documentos, de Alejandro Zambra

Editorial Anagrama. 209 páginas. 1ª edición de 2014; esta de 2018.

Hace unos meses leí Poeta chileno, la última novela de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) y, como siempre, escribí una reseña sobre este libro, que me gustó bastante. A raíz de esto intercambié unos mensajes con Zambra, al que conocí en persona hace años, cuando participó en la Casa de América de Madrid en una mesa redonda con otros autores latinoamericanos. Como hasta entonces había leído sus cuatro novelas de Anagrama, él me dijo que me podía hacer llegar el resto de sus libros publicados en esta editorial, los dos libros de cuentos Mis documentos y Tema libre y el ensayo No leer. Como Zambra me parece uno de los mejores autores latinoamericanos actuales, acepté, claro.

Leí Bonsái de Zambra en 2006 y fue en el verano de 2011 cuando leí seguidas Formas de volver a casa, La vida privada de los árboles y releí Bonsái. En este momento pensé que Zambra era uno de los autores latinoamericanos de la actualidad que más me gustaban. Por esto mismo, incluso a mí me parece raro que no leyera Mis documentos cuando apareció en 2014. Lo hojeé alguna vez la biblioteca Elena Fortún de la calle Doctor Esquerdo, a la que solía ir cuando vivía en la zona de Retiro, pensando que tarde o temprano lo leería. Si no recuerdo mal, lo deseché porque entonces atravesaba una de mis crisis en las que siempre me digo que debo leer más clásicos y no tantas novedades literarias. Sin embargo, en esta ocasión puedo decir, desde ya, que me equivoqué: Mis documentos me ha parecido uno de los conjuntos de relatos más redondos que he leído en los últimos años.

Mis documentos está formado por once relatos, divididos en cuatro secciones. Los tres primeros, Mis documentos, Camilo y Larga distancia ocupan unas sesenta páginas y en los tres nos encontramos con la misma voz narrativa, la de un adulto que escribe y que mira al Chile de su niñez y adolescencia en los años 80, una voz narrativa muy cercana a la del autor y también a la de Formas de volver a casa. Por eso decía, que debía haber leído este libro antes, porque Formas de volver a casa me parece una de las mejores novelas latinoamericanas de los últimos tiempos y las primeras 60 páginas de este libro (y no serán las únicas) me han trasladado de forma inmediata, casi una década después, al mismo mundo narrativo.

En Mis documentos nos encontramos con un narrador que, cuando era niño, se hizo monaguillo porque no le dejaron –a los ocho años– participar en el coro de la iglesia. «Nunca tuve, en todo caso, esos devaneos racionales sobre la existencia de Dios, quizás porque después empecé a creer, de manera ingenua, intensa y absoluta, en la literatura.» (pág. 16) Será el otro monaguillo, un poco más mayor que él, y su hermano quienes le expliquen por primera vez lo que significa la palabra «revolución» y le hagan ver que ellos viven en una dictadura. «De ellos escuché por primera vez sobre las víctimas de la dictadura, sobre los detenidos desaparecidos, los asesinatos, las torturas.» (pág. 17) Y se insiste en una idea que era uno de los pilares de Formas de volver a casa: «En casa no se hablaba nunca de política» o «Comprendí que una manera eficaz de pertenecer era quedarse callado.», de la página 27.

En Camilo, nos encontramos con un chico –un poco mayor que el narrador– que un día aparece en su casa y se presenta como el ahijado de su padre. El lector no tiene la sensación de haber cambiado de relato, ya que un narrador, que siente como muy cercano al autor, le está contando otro episodio de su vida. A través de Camilo, que acabará siendo una suerte de hermano mayor para el protagonista, nos acercaremos de nuevo a la realidad del Chile pinochetista. El padre de Camilo, en el pasado un buen amigo del padre del narrador, se encuentra exiliado en París. El sueño de Camilo será ir a verle. Es muy bello el salto narrativo final, cuando el narrador ya adulto se encuentra en Ámsterdam con el padre de Camilo y hablan sobre él y el pasado de Chile. Hay aquí algo de aquel Bolaño que hablaba de chilenos perdidos por el mundo.
«Yo escribía poemas desde chico, lo que por supuesto era un secreto inconfesable.» (pág. 38), es una idea que se repite en varios cuentos y que nos remite a los personajes de Poeta chileno.

En Larga distancia el narrador ya es un joven que se ha marchado de casa y por tanto nos encontramos en la década de 1990. La sensación de que los textos que estaba leyendo eran contados por el mismo narrador se acrecienta al percatarme de que hay detalles que nos remiten de un cuento a otro. Por ejemplo, al final de Mis documentos leemos: «En 1999 (…). Trabajaba como telefonista por la noche y en las tardes escribía y miraba por la ventana las piernas, los zapatos de la gente.» (pág. 29). Sobre este trabajo de teleoperador nos hablará en Larga distancia. Aquí conocerá a un chileno mayor que ha viajado a París a ver a su hija y que, de regreso a Santiago, querrá contratar al narrador de profesor de Lengua, algo que ha empezado ya a hacer con un grupo de alumnos adultos y que son todos mayores que él.

El tono de estos relatos es intimista y cordial, un tono en apariencia sencillo y cercano, que nos lleva a los recuerdos de niñez o juventud del narrador sin estridencias y que acaba consiguiendo efectos y asociaciones de trabajada pieza de orfebrería narrativa.

Cuando ya pensaba que, más que leer un libro de relatos, estaba leyendo una novela que completaba a Formas de volver a casa, llego al cuarto relato: Verdadero y falso. Aquí Zambra pasa de la primera persona a la tercera, para ocuparse de uno de sus grandes temas, los problemas en las relaciones paterno filiales, un tema que desarrollará en novelas como, por ejemplo, Poeta chileno. Aunque las tres primeras narraciones me parecen mejores, Verdadero y falso es también un buen cuento.
El quinto, Recuerdos de un computador personal, también en tercera persona, repite la intencionalidad de Verdadero y falso, pero considero que en este caso el efecto está más conseguido. Si en Verdadero y falso la relación entre padre e hijo se simbolizaba con la relación que el padre establece con una gata y sus hijos, en Recuerdos de un computador personal será un ordenador el símbolo de cómo está fallando la relación que un padre establece con su hijo.
En el primer cuento, Mis documentos, también juega Zambra a los símbolos familiares que une a los utensilios relacionados con la propia escritura: «Mi padre era un computador, mi madre una máquina de escribir.
Yo era un cuaderno vacío y ahora soy un libro.», así acaba este primer cuento en la página 30.

El sexto cuento, Instituto Nacional, nos remite de nuevo al narrador de los tres primeros. La misma voz narrativa (considero) nos habla ahora de sus andanzas en un exigente colegio de secundaria. «En marzo de 1988 entré al Instituto Nacional. Y luego llegaron, al mismo tiempo, la democracia y la adolescencia. La adolescencia era verdadera. La democracia no.» (pág. 28). Este párrafo es del primer cuento, y en el sexto nos hablará de su paso por este Instituto Nacional. «No sé si es preciso aclarar que esos profesores eran unos verdaderos hijos de puta. (…) Ni el tiempo ni la distancia han atenuado mi rencor. Eran crueles y mediocres. Gente frustrada y tonta. Obsecuentes, pinochetista. Huevones de mierda.» (pág. 104). El narrador nos hablará de un alumno repetidor y de su pequeña rebelión ante una injusticia, marcando el tempo de aquellos años de dictadura.

Yo fumaba muy bien puede remitirnos de nuevo al narrador que nos recuerda a Zambra, del que ya he hablado. Un escritor adulto decide dejar de fumar por prescripción médica, para evitar de esta forma evitar las migrañas. El narrador nos hablará de su relación con el tabaco, de la cercanía que siente entre el acto de fumar y el de leer o escribir. Desde el principio este cuento nos remite a Sólo para fumadores de Julio Ramón Ribeyro, de hecho el propio personaje habla de él, así como de otros textos clásicos sobre el arte de fumar como La conciencia de Zeno de Italo Svevo. También nos hablará de sus recaídas, una de ellas en Buenos Aires instigado por un grupo de escritores, ¿será el Pedrito Maizal del cuento Pedro Mairal?

Gracias habla de un escritor chileno y una escritora argentina que tienen una beca creativa y una relación en Ciudad de México y sufren un secuestro en un falso taxi. En la actualidad Zambra vive en esta ciudad y a mí, cuando estuve allí de visita, también, igual que al personaje, me previnieron ante la idea arriesgada de tomar un taxi en la calle. No es de los mejores cuentos del conjunto, pero sigue siendo un buen cuento.

El hombre más chileno del mundo está escrito en tercera persona, y por tanto pertenece al grupo que el lector no identifica como de autoficción, y es también uno de los mejores cuentos del libro. Si fuera un inédito de Roberto Bolaño, éste cuento sería el mejor cuento inédito de Roberto Bolaño. De nuevo, Zambra nos enfrenta aquí a una pareja joven. Ella consigue una beca en Lovaina, y él decide gastarse todo su dinero e ir a visitarla sin avisar primero. Ella no querrá recibirlo. Él, perdido en Bélgica, es totalmente un personaje bolañesco. Conocerá a unas personas a las que empezará a contar un chiste larguísimo, una historia dentro de una narración más amplia, un recurso muy del gusto de Bolaño. En cada párrafo el lector siente que va a asistir a una revelación que acaba por no producirse (y esto es tan Bolaño).
Vida de familia, sobre un hombre de cuarenta años que recibe el encargo de su primo de cuidarle la casa familiar durante los cuatro meses que estará en Europa, es también un gran cuento sobre la soledad y el fracaso. Martín, el narrador, acabará envolviéndose en una red de mentiras de la que le costará salir, como parecía ocurrirle al narrador de los cuentos iniciales y que hemos identificado con Zambra.

Hacer memoria, sobre un escritor que recibe el encargo de escribir un cuento policiaco latinoamericano, es un cuento más efectista y envarado que otros, pero sigue siendo bueno.
En realidad, los once cuentos del conjunto me han parecido buenos. Mis documentos, como dije ya al principio, es uno de los mejores conjuntos de cuentos que he leído en los últimos años. Ya he empezado Tema libre, el siguiente conjunto de cuentos.