domingo, 31 de marzo de 2024

Sale el espectro, por Philip Roth


 Sale el espectro, de Philip Roth

Editorial Mondadori, 254 páginas. Primera edición de 2007; esta es de 2008

Traducción de Jordi Fibla

 

A finales de 2023 estaba terminado el libro Cuentos de Antón Chejov, en una antología de Alba de 870 páginas, y, como iban a llegar mis vacaciones de profesor en Navidad, había programado leer una novela larga, que iba a ser El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura. Sin embargo, el 22 de diciembre, día que empezaban mis vacaciones y finalizaba los Cuentos de Chéjov, casi por casualidad, tuve que pasarme por la biblioteca pública de Móstoles y entonces decidí que iba a entrar allí e iba a sacar un libro, para leer durante la primera semana de las vacaciones, por pura apetencia, como cuando tenía veinte o veinticinco años y usaba aquella biblioteca con genuina alegría. Después de un rato de pasear entre los anaqueles de la biblioteca y de dejarme tentar, tomé en préstamo Sale el espectro (2007) de Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933 – Nueva York, 2018). Era un libro que había hojeado más de una vez en la biblioteca Eugenio Trías del Retiro. Está protagonizada por Nathan Zuckerman, alter ego de Philip Roth, que aparecía (si no me fallan las cuentas) en siete novelas que ya había leído de este autor: La visita al maestro, Zuckerman desencadenado, La lección de anatomía, La orgía de Praga, Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana.

Dentro de esta colección de novelas, Sale el espectro actuaría como una especie de coda final, porque en ella Roth nos acerca a un Zuckerman decadente que, cuando empieza la narración, lleva once años viviendo retirado en una casa de campo, y sin pisar Nueva York. Zuckerman tiene setenta y un año, pero ha sido operado de próstata y, desde entonces, sufre incontinencia urinaria e impotencia. Cuando comienza la historia, Zuckerman vuelve a Nueva York para someterle a una operación quirúrgica que podría hacer desaparecer, o al menos disminuir, sus problemas de incontinencia. Zuckerman ha de salir a la calle con unos pañales debajo de la ropa interior que no acaban de cumplir a la perfección su labor, y además está empezando a sufrir pequeños problemas de memoria. Será este último problema el que de verdad le preocupe: durante la última década ha ido cortando el contacto humano y vive recluido en su cabaña escribiendo, la actividad que es el verdadero motor de su vida. Sigue leyendo, pero ya solo se acerca a releer aquellos clásicos que más le impresionaron durante su juventud, como las obras de Joseph Conrad. De hecho, es alguien que no conoce internet en octubre de 2004, momento en el que está ambientada la novela.

 

En la clínica de Nueva York se va a encontrar con una persona del pasado: Amy Bellette, una joven que, medio siglo antes (en 1956), se había convertido en la amante del escritor judío E. I. Lonoff quien, después de su muerte, se encuentra ya casi olvidado en Estados Unidos, pero que fue uno de los maestros literarios del joven Zukerman cuando deseaba ser escritor. En una de las primeras novelas de Roth, protagonizada por Zuckerman, La visita al maestro, se narra precisamente una visita que hará Zuckerman a la casa de Lonoff y allí podrá asistir al momento en el que la mujer de Lonoff le deja tras descubrir que mantiene relaciones con una de sus exalumnas, Amy Bellette. Zuckerman va a sentir el impulso de seguir por la calle a Amy, que parece haber sufrido recientemente una operación en el cerebro, pero no se atreverá a abordarla. Lo que sí hará será comprar en una librería de segunda mano la primera edición de los relatos de E. I. Lonoff, aunque son libros que ya tiene, quiere poder acercarse a ellos, de nuevo, en el hotel, mientras tenga que permanecer en Nueva York. De hecho, la importancia de Lonoff en la vida de Zuckerman es tan que vive aislado en las montañas Bershire, donde vivía Lonoff cuando fue a visitarle por primera vez.

Zuckerman visita un restaurante italiano, donde aún se acuerdan de él, porque fue su cliente asiduo hace más de una década. Allí abrirá, después de once años, un ejemplar de la revista The New York Review of Books y se topará con un anuncio que propone un intercambio de casa por un año: un piso en Nueva York por una casa en el campo. Zuckerman, animado por el posible éxito de su operación, va a sentir que ese anuncio estaba ahí para que él lo leyera y contactara con la pareja que lo ha puesto. Así va a conocer a Billy Davidoff y a Jamie Logan, jóvenes aspirantes a escritores. La trama se irá complicando porque un amigo de Jamie, llamado Richard Kliman está escribiendo una biografía de E. I. Lonoff, con la intención de revitalizar para la literatura norteamericana la olvidada figura de este autor, que destacó unas décadas antes. Kliman cree haber descubierto un secreto que Lonoff ocultó de su biografía y, gracias a la posible provocación de un escándalo, piensa que se va a volver a hablar del autor. Kliman también está acosando a Amy Bellette, que fue su última compañera. Además, Zuckerman descubre que Lonoff, que solo había publicado libros de relatos, durante los últimos años de su vida estaba escribiendo una novela que es posible que dejara inconclusa.

Zuckerman, revivido de repente, empezará a sentir deseos por la atractiva Jamie Logan, y además sentirá la necesidad de enfrentarse virilmente al musculado y alto Kliman, porque él no piensa que hurgar en los secretos o los trapos sucios de un artista sea una forma válida de recuperar su obra, y siente que Kliman solo es un trepa arrogante. «Pero ¿es biógrafo ese espantoso Kliman? Es un impostor. Lo manchará todo y a todos, y lo hará pasar como la verdad. Es la integridad de Manny lo que quiere destruir… y ni siquiera es eso lo que quiere. Así es como se hacen las cosas ahora: exponer al escritor para que lo censuren. Hacer el definitivo ajuste de cuentas de cada pequeño yerro. Destruir reputaciones es la manera que tienen esas nulidades de distinguirse un poco. Los valores, las obligaciones, las virtudes y las normas de la gente no son más que una tapadera, un camuflaje para ocultar el repugnante cieno que hay debajo.», le dirá Amy a Zuckerman hablando sobre Kliman y su deseo de escribir una biografía escandalosa de Lonoff.

El tema del deseo que Zuckerman empieza a sentir hacia la atractiva Jamie y que se verá proyectado en una serie de diálogos inventados con ella que Zuckerman redacta en su hotel, me ha recordado al planteamiento de la novela El animal moribundo también de Roth. El deseo sexual siempre ha sido uno de los temas narrativos de Roth, y también ha sabido plasmar, como en este caso, su decadencia.

 

Me ha chocado el desarrollo de una subtrama: en la página 56 Zuckerman le contará al lector que decidió dejar Nueva York, once años antes, porque estaba recibiendo amenazas de muerte por carta y en el campo pensó que se iba a sentir menos expuesto. No recuerdo que en ninguna de las otras novelas de Zuckerman, en las que ya vivía en el campo se hablara de este tema, y he llegado a pensar que quizás se tratase de un golpe de efecto narrativo un tanto desafortunado.

El contexto histórico en el que se desarrolla la historia es de un Nueva York que está aprendiendo a revivir después de los atentados de las Torres Gemelas, pero donde sus habitantes tienen miedo de ser víctimas de un nuevo atentado. Por este motivo los jóvenes escritores Jamie y Bill quieren irse al campo. Además, las elecciones presidenciales las va a ganar George W. Bush, algo devastador para algunos de los protagonistas de la novela.

 

Me ha gustado regresar, después de unos años sin hacerlo, a una novela de Philip Roth, de quien –hasta que murió en 2018– yo solía decir que era mi escritor vivo favorito. Sin embargo, Sale el espectro no es una de las mejores novelas de Roth. No quiero decir con esto que el libro me haya disgustado, puesto que ha tenido encanto poder acercarme a este Zuckerman decadente y espectral, pero diría que el planteamiento de la novela ha sido superior a su resolución.

Una consecuencia inesperada de la lectura de Sale el espectro ha sido que me llevó a comprar de segunda mano, en la página de Iberlibro, los Cuentos reunidos de Bernard Malamud, el escritor judío norteamericano en cuya figura se supone que está basado Lonoff. A ver si leo estos cuentos pronto.

domingo, 17 de marzo de 2024

domingo, 10 de marzo de 2024

Paranoica fierita, por Miguel Ángel Maya

 


Paranoica Fierita, de Miguel Ángel Maya

Editorial Carpenoctem. 106 páginas. Primera edición de 2022

 

Me había fijado por primera vez en el nombre de Miguel Ángel Maya (Madrid, 1978) en 2008, cuando ganó el Premio Caja Madrid de Narrativa con su novela Últimas 2 horas y 58 minutos, editado por Lengua de Trapo. No llegué a leer este libro, pero lo hojeé varias veces. Más tarde, he intercambiado algunos mensajes por las redes sociales con Miguel Ángel, sobre todo tras mi interés por el escritor argentino Salvador Benesdra, del que él estuvo investigando con la idea de escribir una novela. En 2022 me escribió para preguntarme si me interesaría leer su nueva novela, titulada Paranoica fierita. La acepté por esa amistad en la distancia que nos unía y porque la publicaba la editorial Carpe Noctem, donde yo he publicado mi novela Caminaré entre las ratas.

 

La edición de Carpe Noctem presenta algunas peculiaridades: de entrada, en las primeras páginas del libro está dibujada –con fondo negro– la cerradura de una puerta y dentro de ella está el texto inicial de la novela. En estas páginas, un narrador, aún desconocido, observa los movimientos privados de una mujer en un cuarto de baño y la mira, efectivamente, a través de la cerradura de una puerta, una puerta antigua habría que puntualizar. El texto, prescindiendo del uso de puntos, y donde las frases van de corrido, unidas con la conjunción «y» es desasosegante. En él se insinúa la violencia y la locura que va a guiar el relato de esta intensa y corta novela.

 

Después de estas seis páginas iniciales, contadas a través de la cerradura de la puerta, pasamos a un paginado más convencional. Además, se cambia de narrador: ahora pasará ser una mujer que se despierta magullada en una habitación, con un cadáver ensangrentado a su lado, y con claros signos de haber sido asesinado de forma violenta, pero ella no sabe qué ha ocurrido. La narradora, de la que nunca sabremos el nombre, empezará a contarle a la policía su historia. «Me lanzan preguntas. Son cuchillos, las preguntas, que buscan clavarse en mi carne y en mi cuerpo, pero no me encuentran porque de mi boca ni una sola respuesta sale, ni un solo recuerdo se escapa.» (pág. 17)

 

En el siguiente capítulo, la narradora se traslada hasta sus cinco o seis años, cuando vivía con sus padres y su hermana en una casa «al norte de Saint Simons, cerca de donde empieza el desierto». Más tarde se citará el nombre de otros pueblos del desierto: San Elizario, Ruidosa, Candelaria, Las Cruces… Busco estos pueblos en Google y encuentro que San Elizario es una ciudad de Texas, ubicada en el condado de El Paso. No se explicita el país en el que se sitúa la acción, pero el imaginario mostrado sí que hace pensar en la frontera entre Estados Unidos y México. De hecho, estas primeras páginas en las que se rememora la infancia de la protagonista, me hacen pensar en la violencia de los escenarios fronterizos que desarrolló Roberto Bolaño en 2666. La construcción lingüística también parece tener a Bolaño como modelo: de forma continua, Maya traza en la página un misterio y una sensación de amenaza constante, en muchos casos concreta, pero también indeterminada. «Una noche, la gente del circo se va. Lo dejan intacto, como si hubieran sido avisados de una inminente epidemia o sido testigos de algo terrible.» (pág. 19), esta última construcción («testigos de algo terrible») me parece completamente bolañesca.

 

En el resumen de la contraportada, la escritora Sara Mesa apunta que esta obra ahonda en algunas de las obsesiones de Miguel Ángel Maya: «el mundo del circo, los rituales que sostienen la vida, la locura, la magia, la perversidad y el mal, el piano como animal mitológico, el cuerpo como topografía del dolor.» No he leído las anteriores obras de Maya, para poder corroborar las palabras de Sara Mesa; pero sí que me parece que apunta en la dirección correcta cuando dice que la atmósfera puede recordar a las de las películas de David Lynch y la trama salvaje a lo Quentin Tarantino. Toda la extrañeza de Lynch y toda la violencia de Tarantino se pueden encontrar en estas breves, pero intensas páginas de Maya, escritas –como ya he apuntado– siguiendo la estela de Bolaño.

 

Todo lo más terrible que se puede imaginar el ser humano lo ha dibujado Maya sobre sus páginas: pederastia, agresiones, violaciones, asesinatos, abusos y violencias de todo tipo, incluso no faltará la antropofagia… El padre de la narradora la llevará a ella y a su hermana hasta los terribles manglares, donde las entregará a las fiestas de siniestros personajes con las cabezas cubiertas por cabezas de animales. Toda la historia está recorrida por un aire de distanciamiento onírico.

La madre iniciará con la narradora una búsqueda, a través de los pueblos de la región, de algunos de los personajes del libro (no quiero destripar la trama), que, de nuevo, me ha recordado a las búsquedas de detectives salvajes de los libros de Bolaño.

La narradora se encontrará sola a los trece años, viviendo en una caravana a las puertas de un circo abandonado. La presencia del mundo del circo, como misterio y como amenaza, es muy intensa en esta historia, que, sin contar nada extraordinario o mágico, elude el realismo. A la adolescente de trece años le saldrá un protector inesperado, con el que iniciará nuevas búsquedas de detectives salvajes, con una atmósfera opresiva en todo momento.

Además del juego de la cerradura, ya comentado, habrá otras páginas en las que aparezcan partituras de música, que yo no sé leer y, por tanto, no sé si tienen significación real en la historia o son, más bien, decorativas. O incluso una mancha roja, imitando la sangre sobre la página.

En el tramo final, viviremos un nuevo cambio de narrador, que acercará al lector a las primeras páginas leídas, y esta historia misteriosa, en la que yo tenía, en más de una ocasión, la sensación de estar adentrándose en los resortes internos de una pesadilla, en la que la lógica narrativa había quedado abolida, cobrará, en gran medida, unidad y significado. Sin quedar, por ello, unidos todos los cabos expuestos.

 

 

Quizás el punto débil que le podría sacar a Paranoica fierita es que todo lo terrible que se muestra en esta obra es tan exagerado que a veces parece bordear la parodia o la búsqueda de lo epatante por encima de la limpieza narrativa. Las apenas cien páginas de Paranoica fierita son realmente intensas. Es esta una narración que da más importancia a la creación de atmósferas que a la de una trama clara (aunque ya he apuntando que sí que acabará existiendo una trama que se mostrará al final de la novela). El lenguaje es poético, misterio y oscuro. Lo contado es terrible, violento y opresivo. Paranoica fierita es una novela extraña y pesadillesca para amantes de los cócteles fuertes.