Editorial Caballo de Troya. 133
páginas. Primera edición de 2010.
El día que conocí en persona a Alberto Olmos, en septiembre u octubre
de 2010, fue también el día que oí hablar por primera vez de Coradino Vega (Minas de Río Tinto,
1976). Alberto me preguntó si había leído El hijo del futbolista, y recuerdo
que yo lo entendí casi literalmente;
es decir, pensé que me estaba preguntando si había leído al hijo del futbolista. Y empecé a imaginar que el hijo de algún
jugador de fútbol retirado, Andoni
Zubizarreta o Miguel Pardeza,
por ejemplo –que en alguna ocasión mostraron en público interés por la
literatura– había publicado un libro, del que se había hablado en los círculos
literarios y yo no me había enterado de nada. Lo único cierto es lo último: que
yo no me entero de nada. Alberto me comentó entonces que del que se había
hablado en los círculos literarios ese año había sido de Coradino Vega y de su
ópera prima El hijo del futbolista,
publicada en Caballo de Troya por Constantino Bértolo.
Anoté el nombre y el libro y,
junto con Curso de librería y Mi
gran novela sobre La Vaguada de Fernando
San Basilio, pasó a ser uno de los libros de nueva narrativa española
publicados por Caballo de Troya que más me apetecía leer.
Me gustan, asimismo, las reseñas
literarias de Coradino en el blog Estado crítico; siempre me parecen
muy meditadas y documentadas.
Encontré, por casualidad, El hijo del futbolista en la Cuesta de
Moyano, nuevo y al precio de siete euros, y lo compré. Esto ocurrió en
septiembre de 2012. Lo he leído este último noviembre en un solo día.
La historia narrada en El hijo del futbolista nos acerca al
pueblo de Minas de Río Tinto (aunque esto no se dice en la novela hasta bien
avanzada la trama) y al año 1992, lo que queda reflejado por la visita de la
clase del protagonista a la Expo de Sevilla. Martín es una adolescente que vive
su último año de instituto; al curso siguiente tendrá que abandonar el pueblo
para ir a la universidad. “En el fondo no sabe qué estudiar porque no le gusta
ninguna de las carreras de las que le han hablando en el instituto”, nos
informa el narrador al hablar de Martín en la página 19.
El padre de Martín fue un
futbolista de prestigio local que acabó dejando el fútbol en la posible cúspide
de su carrera; durante el tiempo narrativo de la novela es el entrenador de un
equipo de provincia. Martín juega al fútbol, más que nada por complacer al
padre, aunque sabe que no tiene aptitudes para destacar en este deporte. “Él
quiere ser intelectual”, se apunta en la página 41; lo que en el contexto de la
novela sería una rebelión familiar, un matar al padre freudiano.
Para conseguir la aprobación de
Fernando, el profesor de filosofía, Martín escribe un artículo para el
periódico del instituto en el que investiga sobre la historia de Minas de Río
Tinto. El artículo levantará ampollas porque sacará a la luz las ambiguas
relaciones de los habitantes originarios del pueblo con la colonia inglesa que
explota las minas.
Aunque en la visita a la Expo de
Sevilla parece que España se adentra en un futuro altamente tecnológico, las
lecturas que hace Martín en los archivos del pueblo le hablan de heridas no
cerradas del pasado.
“No conoce el significado de la
palabra ‘rebeldía’ porque no sabe la dirección de ningún camino alternativo a
la obediencia” (pág. 64). Pero de esto precisamente nos habla la novela: de ese
camino alternativo a la obediencia que va a tener que recorrer Martín en busca
de su destino.
La novela describe los
encuentros, o desencuentros, de Martín con sus amigos del instituto, su novia
Elisa, sus abuelos, sus padres o algún profesor. La información está bien
dosificada en la novela y esto libra al lector de los titubeos esperables de
una primera obra. Coradino Vega conoce bien la historia que nos quiere contar
antes de sentarse a escribirla y los secretos de la familia de Martín aflorarán
en los momentos precisos, una vez que han sido sugeridos en capítulos previos.
La novela está organizada en
capítulos cortos y el estilo es preciso, con tendencia a la prosa lírica; en
este sentido me resulta destacable el capítulo que abarca las páginas 91-93,
donde se describe un encuentro sexual entre Martín y Elisa de una forma muy
sutil y poética, propia de los sentimientos de Martín, mucho más románticos que
las bravatas de las que se habla sobre estos asuntos en su grupo de amigos.
El hijo del futbolista es una novela que habla de muchos temas: el fin
de la adolescencia, que se describe como una época extraña en la que uno duda
entre seguir su camino o defraudar a sus padres; esa época en la que uno desea
desprenderse del poder del grupo de amigos y a la vez no quiere perder a esos
mismos amigos, y en la que uno sueña con huir aunque sabe que acabará añorando
aquello de lo que huye. Además, la novela aborda algunos temas sociales, como
la situación del colectivo minero en un pueblo en decadencia, explotado por una
potencia extranjera que aunque se declaraba neutral a los conflictos bélicos
del país acabará siendo connivente con la fuerza vencedora. El posible camino a
la modernización del país y la mirada sobre todas las heridas abiertas estarán
presentes en este libro, resaltando las paradojas nacionales.
Coradino Vega sabe ser sutil
porque no remarca los mensajes que sustentan su narración y casi siempre los
deja sólo entrever. Pero ya dije al principio que leí la novela en un solo día
y las 133 páginas (que en un texto más comprimido serían bastantes menos)
acaban sabiendo a poco. Normalmente las mejores novelas cortas que he leído
plantean una historia sencilla pero esencial y simbólica, un camino que el
protagonista (estoy pensando en El coronel no tiene quien le escriba
de García Márquez, por ejemplo) camina
con una sensación de inmediatez e inevitabilidad hacia su final epifánico; en
cambio El hijo del futbolista abre
muchos caminos, que acaban quedando mostrados en sutiles pinceladas narrativas
a las que quizás les falta intensidad (es decir, un querer saber por parte del
lector hacia dónde va exactamente la historia).
En todo caso, no quiero con este
último comentario desmerecer la buena impresión que me ha causado esta primera
novela de Coradino Vega, sino simplemente apuntar que me habría encantado que
desarrollase más los temas de los que habla y haber podido leer una novela de
300 páginas, por ejemplo, con una ambición narrativa mayor. En todo caso, el
talento demostrado en este primer libro es más que suficiente para poder
confiar en las obras que este autor, espero, tiene aún que escribir y mostrarnos
en el futuro. El hijo del futbolista
se publicó en enero de 2010, hace ya cuatro años, y parece extraño que este
autor no haya vuelto a publicar nada. Desde aquí le deseo toda la suerte en su
carrera de escritor.