domingo, 28 de noviembre de 2021

Los enanos, por Concha Alós


 Los enanos, de Concha Alós

Editorial La Navaja Suiza. 255 páginas. 1ª edición de 1962, ésta es de 2021.

 

Coincidí con Agustín Márquez, uno de los editores de La Navaja Suiza en la presentación de la novela Sanguínea de la ecuatoriana Gabriela Ponce, y me informó de la inminente publicación de la novela Los enanos de Concha Alós (Valencia, 1926 – Barcelona, 2011). También me invitó a la presentación que iba a tener lugar en la Residencia de Estudiantes a cargo de Constantino Bértolo y Noelia Adánez. Me apeteció ir, y amablemente los editores de La Navaja Suiza me enviaron Los enanos y el libro de cuentos Rey de gatos para que pudiera leer a Concha Alós y comentarla.

 

Durante una temporada busqué en libros de texto de bachillerato nombres de autores de la época del franquismo, porque me interesaba ver qué se podía escribir entonces y cómo los autores se enfrentaban al problema de la censura. Lo cierto es que nunca me encontré en estos libros con el nombre de Concha Alós, una autora perfectamente olvidada. En 2016 la editorial Recalcitrantes rescató su novela Las hogueras, que ganó el premio Planeta en 1964; pero en la actualidad Recalcitrantes ya no tiene actividad, y está siendo La Navaja Suiza la encargada de acercarnos la obra de esta olvidada e interesante autora.

 

En 1962, Alós presentó Los enanos, su primera novela, al premio Plaza y Janés. Lo ganó, pero el editor acabó pensando que tenía ideas socialistas y frenó su publicación. Alós la presentó el mismo año al premio Planeta y volvió a ganar. Plaza y Janés impidió que se publicara, porque ella tenía los derechos. No encuentro el dato de en qué editorial se acabó publicando Los enanos por primera vez, pero me parece que me he encontrado esta novela en alguna librería de segunda mano y era Áncora y Delfín.

 

En Los enanos, Concha Alós introduce al lector en una pensión humilde de Barcelona, y le acerca a las vidas de sus inquilinos. Diría que una de las influencias de esta novela es La colmena de Camilo José Cela, publicada en Buenos Aires en 1951, que no sé si Concha Alós pudo llegar a leer, puesto que estaba censurada en España.

 

«Somos enanos rodeados de enanos y los gigantes se escondes para reírse.» es la cita con la que inicia el libro. Al principio creía que pertenecía a otro autor y que en la edición de La Navaja Suiza se habían olvidado de señalar su nombre. Pero en realidad es una autocita del libro, tomada del diario de uno de sus personajes. Y es una autocita muy significativa, puesto que Alós va a retratar en su primera novela vidas de «enanos», de personas atrapadas por la miseria y cuyos anhelos de una vida mejor ‒poder comprarse una casa y dejar la pensión, por ejemplo‒, siempre se van a ver truncados por las circunstancias que rodean sus existencias.

 

«Desde la pequeña galería, asomada al sucio patio de luces, se veían las ratas.», es la primera frase de la novela. «Enanos», «ratas»…, las escenas que dibuja Alós en su novela tienden al tremendismo y el feísmo, algo muy típico en la corriente novelística del realismo social de la época.

En la presentación de la Residencia de Estudiantes, Constantino Bértolo y Noelia Adánez hablaron de lo sorprendente que resultaba que algunas de las escenas que dibuja Alós en este libro hubieran podido pasar la censura. Los dos apuntaron ideas interesantes: Bértolo señalaba que al franquismo no le preocupaban los libros de escritores que publicaban en Planeta, o su entorno, porque eran libros que contaban ‒como Los enanos‒ historias de pobres y que iban a leer gente pobre, gente que no tenía poder real frente a la dictadura. Bértolo siguió diciendo que al Régimen le preocupaban los libros de Seix Barral, por ejemplo, porque los leía la clase media alta, o la clase ilustrada, y ellos sí que tenían una opinión que podía influir en la continuidad o no de la dictadura. Adánez, por su parte, se ocupó de las escenas de sexo explícito del libro y la presencia de las prostitutas en los libros de Alós, y dijo que sorteaban la censura porque al censor ni se le pasaba por la cabeza que una mujer pudiera tener pulsiones eróticas, que sus referencias sexuales las asociaba al feísmo y poco más.

 

«Huele a orín y a basura podrida», es una descripción de la pensión que aparece en la página 18, aunque también en otras páginas podemos encontrarnos con más de un toque poético: «La señora Lola lleva siempre unos delantales muy almidonados, muy bordados de pájaros y mariposas. Es como si estuviera en un baile y fuera disfrazada de cometa.» (pág. 30)

 

Usando el presente verbal, Alós va dando paso a escenas protagonizadas por diferentes huéspedes de la pensión. En ningún momento se dan fechas concretas del momento exacto en el que está situada la novela, pero diría que no es el año 1962, en el que está publicada, sino algún punto de la década anterior, la de 1950, porque los recuerdos de la guerra parecen aún muy presentes. Algunos personajes se plantean volver al pueblo del que han emigrado, pero les frena la idea de que sus vecinos les tilden de fracasados. Está muy presente aquí la España de la emigración a las ciudades durante los años 50 y las dificultades con las que se encuentran estas personas en las grandes urbes.

Más de un personaje no deja de pensar tampoco en un supuesto pasado glorioso o mejor, como la señora Cleo, que fue bailarina en un espectáculo de Tánger, hasta que conoció a Alfredo y se casó con él, consiguiendo así la honorabilidad social a la que aspiraba. El problema es que a Alfredo, vendedor ambulante, ya no le va tan bien como antaño y se siente frustrada.

Alfredo es judío y es éste un dato llamativo de la novela. Noelia Adánez señaló en la presentación que Concha Alós se ocupaba de algunos temas que no tocaba nadie en la narrativa española de entonces y habló del tema racial. Alfredo es judío y vive afectado por lo que le ocurrió a los judíos unos años antes en la Alemania nazi. Otro de los inquilinos de la pensión es Mohatá, que es un joven marroquí al que un promotor de boxeo trajo del país vecino porque pensaba que tenía cualidades para el ring, pero pierde una pelea tras otra, mientras no deja de adelgazar. Sobre él, otros personajes vierten algún comentario racista. Hacia el final, también ocupan un cuarto de la pensión unos negros musulmanes, y una china. Además, sin ser nunca de un modo explícito, se insinúa la presencia de la homosexualidad en la pensión, un tema tabú para la época.

 

Sobresale sobre el conjunto el personaje de Sabina, una prostituta que también aspira a poder casarse y conseguir así un ascenso social. Es un personaje con aristas, consciente del privilegio de ser hombre en el mundo que le ha tocado vivir. También es rencorosa de su pasado en el pueblo, del que ha huido a la ciudad, ya que su padre, «el Perlao», mató al cura y al señorito, por lo que sería fusilado, y ella se sentía allí señalada. De forma puntual algún personaje recuerda la guerra y, eso sí, la violencia que se recoge en estas páginas parece ejercida solo desde el lado republicano.

 

También destaca María, una joven emigrada a Barcelona desde Mallorca, donde vivió Alós. María ha comprado un cuaderno y en él vuelca sus impresiones sobre los otros miembros de la pensión y nos narrará su historia de adulterio en la isla. Estas páginas están escritas en primera persona y suponen un cambio de estructura frente a la forma en la que se narra la vida de los otros personajes.

 

Me ha parecido que la mirada de Concha Alós es muy moderna e incisiva, y que retrata muy bien un periodo del pasado de España, con una prosa punzante, repleta de frases cortas, que no dejan de ser poéticas. Los enanos es un libro destacado del realismo social de la década de 1960, del que nunca había oído hablar, y que rescata ahora con mucho acierto La Navaja Suiza.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Simpatía, por Rodrigo Blanco Calderón

 


Simpatía, de Rodrigo Blanco Calderón

Editorial Alfaguara. 231 páginas. 1ª edición de 2021.

 

Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) me contactó, a través de Twitter, para ofrecerme su segunda y última novela, Simpatía, después de haber leído mi reseña sobre Granta. Los mejores narradores en español menores de 35 años. Al final quedamos en que me iba a enviar su anterior novela The Night, por la que yo había sentido interés hacía unos años, y esta también, Simpatía. Las he leído las dos seguidas y en orden cronológico.

 

El protagonista de Simpatía es Ulises Kan, que se dedica en Caracas a dar talleres de apreciación cinematográfica. La primera frase de la novela es muy significativa y, en gran medida, marca el tono y el contenido de lo que va a ser narrado: «El día en que se su mujer se marchó del país, Ulises Kan decidió buscarse un perro.» (pág. 15)

Casi todas las personas que Ulises conoce parecen están abandonando Venezuela. Llega un momento en el que decide salirse del grupo de WhatsApp de sus amigos porque todos están ya fuera del país, «Así se marchan los que se quedan, pensó.» (pág. 15)

 

Martín, el atractivo suegro de Ulises, es un alto militar retirado que vive en una mansión a las afueras de Caracas y que acaba teniendo mejor relación con su nuero, que con su propia hija Paulina, y con su hijo Paul, dos hermanos mellizos con los que el padre no se habla desde la muerte de su mujer.

 

La trama y la creciente intriga de Simpatía surge a partir de una herencia: la de Martín, que ha dejado el piso de Caracas en el que Ulises vivía con Paulina, para Ulises, si éste se compromete a poner en marcha una asociación, con sede en su mansión, para rescatar de la calle a perros abandonados. Ulises, contactado a través del abogado de Martín, emprende manos a la obra, mientras comienza una nueva relación con Nadine, una antigua empleada del centro en que hacía de profesor de talleres cinematográficos. Paulina, mientras tanto, emprenderá acciones legales para demostrar que su padre había perdido la cabeza cuando redactó su testamento, y que éste no puede hacerse efectivo.

 

«La cosa se fue poniendo cuesta arriba a medida que la crisis y el hambre arreciaban. Todo el que podía se iba del país. Los más afortunados lo hacían en avión, muchos de ellos sin mirar atrás. Cuando ya tenían comprados los pasajes y el gestor les había devuelto los documentos apostillados; cuando ya habían rematado la casa familiar a una cuarta parte de su valor; cuando ya habían renunciado al trabajo y hecho la última ronda de médicos; cuando ya a los niños los habían sacado del colegio, incluso a mitad del año escolar, porque no había tiempo que perder; cuando todo estaba listo, entonces tomaban el carro por última vez y conducían hasta un parque lejano. Allí frenaban, desde dentro abrían la puerta trasera y dejaban salir a los perros; y cuando los perros se bajaban locos de alegría, trancaban de golpe la puerta trasera, aceleraban y huían.» (pág. 29)

El abandono de los perros por sus dueños, con su proliferación de perros callejeros, se convierte en una metáfora del abandono, la crisis, y la huida de un país. Ulises, como quedaba dicho en la primera frase, buscará el consuelo de un perro cuando se sienta abandonado por su mujer. Según alguna historia apócrifa, al libertador Simón Bolívar se le escapó más de una lágrima cuando murió su gran perro Nevado, cuya sombra también planea sobre Simpatía. «Si ni siquiera los perros podían salvarse, aquella tierra estaba de verdad maldita.» (pág. 116)

La metáfora del «perro abandonado» no solo se ocupa de la huida del país por parte de gran parte de su población, sino que se mueve también a otros niveles: Ulises fue un niño abandonado y adoptado de un orfanato por un matrimonio mayor sin hijos. Martín, su cuñado, también fue un niño huérfano y adoptado. En gran medida la relación que acaba uniendo a ambos, y que parece estar para Martín por encima de la consanguineidad con sus hijos, es la de ser huérfanos. Y esta será una de las claves compositivas del libro.

 

Una de las ventajas de haber leído The Night y Simpatía seguidas es que me he podido percatar de algunos detalles técnicos que unen a las dos obras; por ejemplo, a Miguel Ardiles, uno de los personajes principales de la primera novela, Blanco Calderón lo ha hecho aparecer también en la segunda. Ardiles va a ser el psiquiatra forense que Paulina va a contratar para tratar de demostrar que su padre había perdido el juicio cuando redactó el testamento que la perjudica a ella y beneficia a su exmarido.

 

Cuando comenté The Night dije que estaba suponiendo que cuando Rodrigo Blanco Calderón la escribió (la novela se publicó en 2016) aún vivía en Caracas y que, por tanto, medía bien hasta dónde podían llegar en sus críticas políticas. Simpatía ya la ha escrito y publicado viviendo en España. Esto hace que sus críticas al gobierno venezolano sean mucho más claras y explícitas. «Tiene que llegar el día en que esto no dé para más. O que todo se detenga y todo colapse, pero no se puede seguir así.», dice Ulises en la página 86. «Han robado como pocas veces en la historia, no solo de este país sino de cualquier otro. Por eso prefieren que no quede piedra sobre piedra en Venezuela antes de soltar la presa.», dice un personaje en la página 144.

 

En la reseña de The Night dije que la tensión narrativa, que parecía que la novela iba a tener en sus primeras páginas, se iba diluyendo en la trama, en la que Blanco Calderón daba paso a contar la historia de muchos personajes que se escapaban de una idea de trama principal. Esto está mucho más medido y controlado en Simpatía, que al tener una estructura de novela más convencional hace que no se desinfle la tensión narrativa. En algún momento he llegado a pensar que la rocambolesca anécdota de Simpatía en torno a una herencia no convencional y los intereses y frustraciones que provocaba podían crear una «novela de abogados» que bordease los clichés de un bestseller. Pero Blanco Calderón es un escritor con talento, y sabe bordear estas amenazas y, sin dejar de lado la creación de misterios realmente propios de una «novela de abogados», va mucho más allá y consigue hacer literatura sobre el fondo de un país en descomposición y a la deriva, igual que sus personajes. Es destacable el gran elenco de personajes secundarios del libro, que le dan hondura y vuelo.

 

Diría que en The Night Rodrigo Blanco Calderón trató de hacer una novela más ambiciosa que en Simpatía, pero en Simpatía, siendo una novela más tradicional, logra hacer también una novela más sólida y redonda. Me ha gustado leer seguidas estas dos obras de un autor al que no conocía, un autor latinoamericano nacido ya en la década de 1980 y que considero que tiene un gran futuro por delante.

domingo, 14 de noviembre de 2021

The Night, por Rodrigo Blanco Calderón

 


The Night, de Rodrigo Blanco Calderón

Editorial Alfaguara. 355 páginas. 1ª edición de 2016, ésta es de 2019.

 

Había leído reseñas de The Night, la primera novela de Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981), cuando apareció en 2016, hace unos cinco años. Digamos que es un libro que «sonó» entonces y, en algún momento, sopesé la idea de leerlo. Incluso lo tuve en mis manos en uno de los puestos de segunda mano de la Cuesta de Moyano por 5 euros, pero al final no me decidí y cuando, en 2019, supe que había ganado el Premio Bienal Mario Vargas Llosa me arrepentí un poco de no haberla comprado aquel día de la Cuesta de Moyano. Como ya he dicho muchas veces, uno no puede leer todas las novedades literarias que le llaman la atención, porque el tiempo no es infinito y, durante algunas temporadas, prefiero frenar y atender más a los clásicos que a las novedades.

 

Sin embargo, cuando publiqué mi reseña sobre la segunda selección de Granta de Los mejores narradores en español menores de 35 años, Blanco Calderón se interesó por ella y cambiamos algún parecer en las redes. Unas semanas después, me preguntó a través de Twitter si me apetecía leer su nueva novela, titulada Simpatía, y publicada ‒como The Night en Alfaguara‒. Suelo rechazar este tipo de ofrecimientos, porque para disfrutar de la lectura necesito elegir yo los libros que leo, pero en este caso sí sentí curiosidad por la obra de Blanco Calderón, porque ya la había sentido previamente. Le dije que en realidad me apetecía leer The Night, y quedamos en que me enviaría los dos. Además me los dedicó, lo que le encanta a mi mitomanía libresca. Los he leído seguidos y en orden cronológico.

 

La acción de The Night nos lleva a la Caracas de 2010, cuando el país estaba empezando a sufrir una crisis energética, que le conducirá a continuos y molestos apagones. En el primer capítulo le serán presentados al lector dos de los protagonistas principales de la historia: el psiquiatra Miguel Ardiles, y el tallerista literario Matías Rye. Los viernes suelen quedar a cenar. Matías ha sido paciente de Miguel en su clínica psiquiátrica y Miguel ha pasado a ser alumno del taller de escritura de Matías. Hablarán, en primera instancia, de Pedro Álamo, un alumno del taller de Matías que, unas décadas antes, protagonizó uno de los más grandes escándalos literarios venezolanos, al quedar ganador en el concurso literario de un periódico con un relato a todas luces incomprensible. Además Matías Rye está escribiendo una novela, llamada The Night, sobre los crímenes reales de un famoso psiquiatra nacional.

 

La novela empieza creando unas altas expectativas en el lector, mostrándole unos interesantes personajes torturados, que ‒intuimos‒ se van envueltos en un misterio sangriento, generado a partir de los crímenes que Matías Rye está investigando para su narración. Un misterio sangriento que tiene que ver con crímenes de mujeres, y por tanto me hicieron pensar en la novela 2666. Además, las páginas son muy metaliterarias y se habla sobre el propio arte de escribir, su locura y su misterio. Aparecen en estas páginas muchos escritores, preferentemente de vida descalabrada, como el escritor norteamericana de ciencia-ficción Philip K. Dick. De fondo, una Caracas oscura y decadente, donde se observa una indirecta crítica al gobierno chavista. Por supuesto, todos estos elementos me estaban recordando a la obra de Roberto Bolaño, muerto en 2003, y convertido en las dos últimas décadas en una de las más claras influencias de la nueva narrativa en español.

Cuando uno acaba la novela, la influencia de Bolaño parece innegable, porque la propia estructura del libro es muy similar a la de Los detectives salvajes. Es decir, hay en The Night tres partes, y la primera y la tercera están conectadas. La segunda supone un salto en el tiempo. Si bien en Los detectives salvajes el salto temporal era hacia el futuro, en The Night es hacia el pasado. La segunda parte de The Night se titula Teoría de los palíndromos y su personaje principal es Darío Lancini. Fue en la página final de agradecimientos donde descubrí que Lancini es un poeta real venezolano, especializado en palíndromos y en frases bifrontes. Lancini es un escritor que obsesiona a Pedro Álamo, el alumno del taller de Matías. En esta segunda parte se habla de su exilio europeo de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, durante la década de 1950.

 

Algo que ocurre en esta segunda parte, y en gran medida también en el resto del libro, es que Blanco Calderón nos narra la vida de cualquier personaje secundario que aparece. Me llegó a ocurrir que se abren tantas cajas chinas, una dentro de la otra, que al final me acabé perdiendo más de una vez. Llegó un momento en el que no sabía de quién me estaba hablando el autor, ni por qué ese personaje podía ser importante para la historia. Ya he comentado que los capítulos iniciales de la primera parte ‒titulada Teoría de los anagramas‒ son muy prometedores, pero pronto me empezó a parecer que estaba ocurriendo algo extraño: el foco narrativo abandonaba a Miguel Ardiles, Matías Rye y Pedro Álamo y se empezaba a abrir a otros personajes, y la tensión narrativa de los primeros capítulos se iba diluyendo. Imaginé que la estructura de la novela contendría estos desvíos y que todo se uniría al final. En cierta medida, esto ocurre, pero no del todo.

 

The Night es la primera novela de Blanco Calderón, que hasta entonces había publicado tres colecciones de libros de relatos. Diría que el peso de este trabajo previo se nota en su novela, que en gran medida está construida uniendo narraciones breves de diferentes personajes. Muchas de estas narraciones son talentosas e interesantes, pero apuntaría que falla el conjunto de la estructura. Las partes que componen el libro forman las piezas de un mosaico que no acaba de encajar. En gran medida es como si Blanco Calderón hubiera querido escribir con su primera novela también la segunda. Porque la primera parte del libro junto con la tercera podrían ser una novela y la segunda otra.

 

Diría ‒aunque no estoy seguro‒ que The Night está escrito cuando el autor vivía aún en Venezuela y no se atreve a hacer una crítica directa del gobierno chavista, aunque se deslizan algunas perlas envenenadas. Por ejemplo, en la página leemos «Nuestro presidente es un payaso, un payaso salido de una novela de Stephen King, pero un payaso.» Ya estoy leyendo Simpatía, la nueva novela de Blanco Calderón y la crítica al gobierno chavista es más explícita. Esta segunda novela está escrita con el autor viviendo en España.

 

Cuando comenté Vivir Abajo del peruano Gustavo Faverón, ya dije que me parecía uno de los alumnos más aventajados de Bolaño, y The Night me ha recordado a Vivir abajo, como heredera también del legado del Bolaño, en el mismo sentido; en el de crear un misterio en cada párrafo, alumbrar la oscuridad de los crímenes, y hacer continuas referencias literarias (o artísticas) que ahondan en la idea de la literatura como locura o enfermedad. Sé que Vivir abajo compitió con The Night por el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa que ganó la novela de Blanco Calderón. Si yo hubiese sido el jurado, le habría dado el premio a Faverón.

 

Aunque The Night no ha acabado de ser para mí la gran novela que prometían sus primeros capítulos, porque en su avance se dispersa su tensión en los innumerables desvíos narrativos, que acaban siendo pequeños cuentos, me ha parecido que en Blanco Calderón hay un autor muy dotado. De hecho, he pensado que me gustaría leer sus libros de cuentos, porque en estas etapas iniciales de su obra, seguramente me hubieran convencido más que The Night. Cuando escribo esta reseña voy por la mitad de Simpatía, que es una novela con una estructura más tradicional y contenida, y me está gustando más. Ya hablaré de ella.

domingo, 7 de noviembre de 2021

¿Por qué Carmen Mola eran tres señores?

 Después de unas semanas, decidí meterme en la polémica sobre el premio Planeta a La bestia, de la escritora Carmen Mola, seudónimo tras el que escondían tres señores, que eran guionistas de series.

¿Es esto lícito?


Si quieres escuchar mi respuesta PINCHA AQUÍ.





miércoles, 3 de noviembre de 2021

Reseña de Esto no es Bambi en El blog de Juan Carlos

 Juan Carlos Galán, del blog llamado El blog de Juan Carlos, que puedes visitar PINCHANDO AQUÍ, leyó mi novela Esto no es Bambi y escribió una reseña sobre ella que dejo aquí. Gracias, Juan Carlos.

 

David Pérez Vega, profesor, novelista, bloguero y you tuber comenzó su aventura como escritor hace ya más de veinte años. Cuenta en su haber con los siguientes títulos publicados: cinco novelas contando ésta que reseño: "Acantilados de Howth" (2010), "El hombre ajeno" (2014), "Los insignes" (2015), y "Caminaré entre las ratas" (2020) [de ésta tengo reseña hecha en este blog]; dos poemarios: "Siempre nos quedará Casablanca" (2011) y "El bar de Lee" (2013); y un libro de relatos "Koundará" (2016). 

 


David es el administrador del blog literario 
"Desde la ciudad sin cines" que abrió en 2009 y que recomiendo vivamente. Desde  2020 administra el canal de You Tube "BIenvenido Bob" en el que prosigue reseñando obras literarias, si bien el carácter más flexible del formato le permite realizar agrupaciones de libros por países, por temáticas, etc. En ambos medios su finalidad es la misma: compartir lecturas y recomendaciones con otros lectores.

 

"Esto no es bambi" aparecida este año 2021 es  su última novela publicada. Es el resultado de echar la vista atrás y contar aunque a través de un alter ego, Daniel Márquez, que él comenzó su vida profesional en el mundo de la Empresa privada, concretamente en una de las que se dedicaban a auditar a otras importantes del panorama mercantil. Es la historia de una decepción, de la evolución de una empresa y de algunos de sus profesionales. Se lee con mucho gusto. En mi opinión es más una crónica que una historia de ficción. 

 

Pérez Vega ajusta cuentas con su pasado. Es un ajuste de cuentas en su más amplio sentido. Quiero decir que no sólo es la confesión de un desencanto laboral, el sufrido por el propio escritor dentro de la prestigiosa empresa de auditoría donde empezó a trabajar, sino también el suyo íntimo personal al meditar que quizás, presionado por el entorno social y familiar, se equivocó al realizar estudios de ingeniería aeronáutica pronto abandonados y sustituidos por los de Dirección y Administración de Empresas, cuando, dice en el propio texto, debía de haber estudiado Filología Hispánica, pues siempre fue la literatura lo que más le gustó:

«Y me cuestiono de nuevo si fue una buena idea cambiarme a Administración y Dirección de Empresas cuando dejé los estudios de Ingeniería Aeronáutica, y debería, en realidad, haberme cambiado a Filología Hispánica y haber asimilado ya entonces que yo era de letras»

 Pero sin duda alguna el autor salda las cuentas con la empresa en la que se estrenó laboralmente. Esta empresa aparece disfrazada bajo un nombre totalmente literario, William Golding, el del escritor británico conocido especialmente por su novela "El señor de las moscas". Además de hacer un guiño a la literatura, David elige para la Firma un nombre que le permite denominar a sus trabajadores con un apelativo derivado del mismo, 'guillermos' o 'guillermitos'. A poco que se piense el lector rápidamente cae en la cuenta de que de quien el escritor está hablando es de la que fue prestigiosa empresa  norteamericana  con sede en Chicago Arthur Andersen fundada en 1913 y desaparecida en 2002 víctima de un sonadísimo escándalo financiero. A los trabajadores de la empresa popularmente se les denominaba 'arturos' o 'arturitos'.

Conocemos la vida interna de William Golding -Arthur Andersen España en la realidad- a través de la experiencia directa de seis de sus trabajadores. Para todos ellos trabajar en una multinacional tan prestigiosa era algo muy deseable. No todos ellos acceden por méritos propios pues hay quienes lo hacen gracias a influencias paternas mientras otros sin padrinos en que apoyarse lo logran gracias a su esfuerzo y mérito. Todos ellos deben realizar cursos de formación en España y también en Chicago; consecuencia de estos cursos son relaciones personales estrechas muchas veces clandestinas dado que la empresa prohibía las mismas entre sus empleados. 

La Compañía somete a sus trabajadores a jornadas maratonianas en las que el horario no cuenta, las horas de entrada y de salida son inexistentes; en definitiva, la vida más allá de la propiamente laboral no existe. Esta situación de casi esclavismo no es bien aceptada por todos, en especial se observa esta incomodidad en el personaje alter ego del novelista, o sea, en Daniel Márquez, cuya experiencia en la empresa no es para nada satisfactoria. Sus aficiones culturales (le gusta mucho el cine y la literatura) chocan de plano con las de otros compañeros a quienes sólo les mueve el afán de progresar en la Firma e ir pasando de nivel laboral por ver de llegar, como le sucede al cabo de los años a Javier Aparicio Llamas quien a base de soportar tratos laboralmente abusivos e incluso vejatorios ha logrado hacerse con el espíritu de los 'Guillermos' por lo que ya al final del relato (han pasado algo menos de 5 años desde su inicio) lo vemos convertido en Senior tras haber pasado por las categorías previas de A 1, A2, A3, A4, semisenior, etc. Quizás el machismo y la xenofobia que emanan las conversaciones que en el último capítulo de la novela mantiene este personaje con su antiguo compañero Rafael López-Osorio sirvan para entender por qué él, a diferencia de Rafa, aún sigue en la Firma.

Verdaderamente lo que sacamos en claro tras leer esta novela es que esta ficticia empresa auditora, al igual que la real que la inspira y las otras cuatro grandes del sector de la auditoría, funcionan como auténticas sectas. Este tipo de empresas sufren un duro varapalo por parte de David Pérez Vega en cuanto corporaciones. También reciben una fuerte colleja la mayoría de quienes entran a trabajar en ellas: niñatos de familias pudientes que han realizado sus estudios en muy prestigiosas universidades privadas de aquí o del extranjero a las que apenas el autor quiere disimular el nombre: EDACI y FENUC. Si se leen estos dos nombres en sentido inverso aparecen bien claritos los de dos universidades, una católica y otra laica dependiente de la Banca. Frente a estas procedencias elitistas Daniel Márquez y Nerea del Río Sánchez proceden de la Universidad Pública; él concretamente de la Carlos III:

«Sé ahora que la mayoría de mis compañeros de universidades privadas, de EDACI y de FENUC, que pronuncian el inglés perfectamente, gracias a sus cursos en el extranjero, a sus colegios privados bilingües, quieren esto. Y que para la mayoría, intuyo, esto no es más que un rodaje que los habilita para el día en que su padre -el directivo o el empresario- o el amigo de su padre -el directivo o el empresario-, los llame y los sitúe, no por unas cualidades especiales, sino por nobleza de sangre, en los puestos que en realidad los están esperando desde el comienzo y a los que la gente como Nerea del Río o como yo, los de las universidades públicas y los padres obreros, aunque nos sitúen la zanahoria delante de la cara, sabemos (o deberíamos saber) que nunca vamos a alcanzar.»

Al tiempo que avanza la experiencia personal del escritor en la Compañía vamos conociendo la manera de trabajar de la misma con las empresas clientes a las que audita. Un control que realiza siempre en connivencia con ellas; tanta es la connivencia que ésta será la causa de que la Firma se vea arrastrada a la desaparición. En España William Golding tiene clientes grandes y pequeños; entre los grandes se cita sobre todo a Modélica de España, nombre ficticio bajo el que se esconde con bastante seguridad una muy importante compañía actual de telecomunicaciones. Me resulta curioso leer que se culpe de ociosidad o vagancia a los empleados de ésta por el mero hecho de haber sido empleados públicos cuando en otros momentos del relato lo Público aparece siempre realzado frente a lo que no lo es.

«cuando vuelvo al archivo, a las 3:30, ya no queda nadie en la tercera planta del Goya II. Me ha contado Fernando que el personal de Modélica de España se va a las tres y nunca parece tener mucho trabajo. Como han sido funcionarios hasta hace muy poco, no pueden despedirlos y, tras los últimos avances informáticos, la mayoría de ellos se han quedado casi sin tareas.»

 "Esto no es bambi", el título de la novela, procede de una frase dicha en los cursos de formación que reciben primero en España y luego en Chicago los jóvenes aspirantes a ingresar en la Compañía. Quien la dice es Pepe, el senior que les imparte el curso en Madrid. Con ella quiere manifestarles que trabajar en la Firma exigirá mucho esfuerzo por su parte, que el dinero que ganarán no se lo darán gratis. Por otra parte la frase transmite al lector la idea de que estas empresas que tanto prestigio tienen no son una bicoca, que esconden muchos elementos negativos y que los sueldos que en ellas se pueden lograr no sirven para hacer olvidar las humillaciones, abusos laborales e incluso personales que en muchos momentos quienes en ellas trabajan han de soportar. 

Lo que más me ha gustado de esta novela que David Pérez Vega, según confesión propia, comenzó a escribir hace casi 20 años, es la estructura polifónica, caleidoscópica, a seis voces, que el escritor ha elegido para mostrar el derrumbe en todos los aspectos de esta empresa ficticia. Una demolición mostrada e través de las experiencias personalísimas de seis jóvenes -tres mujeres y tres hombres- que cuentan en primera persona sus vivencias en la Firma. A través de estas seis voces asistimos a la verdad de la vida, miserias y destrucción de esta empresa española de bandera. Desde el principio, de los seis personajes, Daniel Márquez es quien más muestra falta de sintonía con el voraz mercantilismo que se cuece en la Compañía. Las vejaciones y humillaciones laborales que sufre por parte de sus superiores y formadores le llevan a refugiarse cada vez más en la literatura y en el cine. Incluso, confiesa en un momento, está escribiendo una novela en la que a la manera de Primo Levi quiere dar testimonio de sus sufrimientos en William Golding. O sea que, aunque la comparación sea un tanto hiperbólica, para él WG -David Pérez Vega y AA respectivamente en la vida real- fue su Auschwitz y la novela que tenemos en nuestras manos trasunto de la Trilogía que el autor italiano escribió sobre el inicio del final del Holocausto. 

Concluyo señalando que las fechas que cuidadosamente aparecen esparcidas en el relato corresponden a momentos ciertos y reales: en 2002 fue cuando estalló el escándalo Enron en Estados Unidos que llevaría a la práctica desaparición de la Auditora Arthur Andersen en el mundo. Igualmente febrero de 2005 es la fecha en que la Torre Windsor de Madrid desapareció envuelta en llamas. La novela, por su parte, se inicia dos años antes del escándalo Enron -«el caso Rudel» en la narración-, alcanza su clímax en esa fecha de 2002, y llegamos a ver los restos del naufragio en el último capítulo de la novela que transcurre simbólicamente en torno a esa torre que arde envuelta en llamas en Madrid.