Los enanos, de Concha Alós
Editorial La Navaja Suiza. 255 páginas. 1ª edición de 1962, ésta es de
2021.
Coincidí con Agustín Márquez, uno de los editores de La Navaja Suiza en la presentación de la novela Sanguínea
de la ecuatoriana Gabriela Ponce, y
me informó de la inminente publicación de la novela Los enanos de Concha Alós (Valencia, 1926 –
Barcelona, 2011). También me invitó a la presentación que iba a tener lugar en
la Residencia de Estudiantes a cargo de Constantino
Bértolo y Noelia Adánez. Me
apeteció ir, y amablemente los editores de La Navaja Suiza me enviaron Los
enanos y el libro de cuentos Rey de gatos para que pudiera leer a
Concha Alós y comentarla.
Durante una temporada busqué en
libros de texto de bachillerato nombres de autores de la época del franquismo,
porque me interesaba ver qué se podía escribir entonces y cómo los autores se
enfrentaban al problema de la censura. Lo cierto es que nunca me encontré en
estos libros con el nombre de Concha Alós, una autora perfectamente olvidada.
En 2016 la editorial Recalcitrantes
rescató su novela Las hogueras, que ganó el premio Planeta en 1964; pero en la
actualidad Recalcitrantes ya no tiene actividad, y está siendo La Navaja Suiza
la encargada de acercarnos la obra de esta olvidada e interesante autora.
En 1962, Alós presentó Los enanos, su primera novela, al premio
Plaza y Janés. Lo ganó, pero el editor acabó pensando que tenía ideas
socialistas y frenó su publicación. Alós la presentó el mismo año al premio
Planeta y volvió a ganar. Plaza y Janés impidió que se publicara, porque ella
tenía los derechos. No encuentro el dato de en qué editorial se acabó
publicando Los enanos por primera
vez, pero me parece que me he encontrado esta novela en alguna librería de
segunda mano y era Áncora y Delfín.
En Los enanos, Concha Alós introduce al lector en una pensión humilde
de Barcelona, y le acerca a las vidas de sus inquilinos. Diría que una de las
influencias de esta novela es La colmena de Camilo José Cela, publicada en Buenos Aires en 1951, que no sé si
Concha Alós pudo llegar a leer, puesto que estaba censurada en España.
«Somos enanos rodeados de enanos y
los gigantes se escondes para reírse.» es la cita con la que inicia el libro.
Al principio creía que pertenecía a otro autor y que en la edición de La Navaja
Suiza se habían olvidado de señalar su nombre. Pero en realidad es una autocita
del libro, tomada del diario de uno de sus personajes. Y es una autocita muy
significativa, puesto que Alós va a retratar en su primera novela vidas de
«enanos», de personas atrapadas por la miseria y cuyos anhelos de una vida
mejor ‒poder comprarse una casa y dejar la pensión, por ejemplo‒, siempre se
van a ver truncados por las circunstancias que rodean sus existencias.
«Desde la pequeña galería, asomada
al sucio patio de luces, se veían las ratas.», es la primera frase de la
novela. «Enanos», «ratas»…, las escenas que dibuja Alós en su novela tienden al
tremendismo y el feísmo, algo muy típico en la corriente novelística del
realismo social de la época.
En la presentación de la Residencia
de Estudiantes, Constantino Bértolo y Noelia Adánez hablaron de lo sorprendente
que resultaba que algunas de las escenas que dibuja Alós en este libro hubieran
podido pasar la censura. Los dos apuntaron ideas interesantes: Bértolo señalaba
que al franquismo no le preocupaban los libros de escritores que publicaban en
Planeta, o su entorno, porque eran libros que contaban ‒como Los enanos‒ historias de pobres y que
iban a leer gente pobre, gente que no tenía poder real frente a la dictadura.
Bértolo siguió diciendo que al Régimen le preocupaban los libros de Seix
Barral, por ejemplo, porque los leía la clase media alta, o la clase ilustrada,
y ellos sí que tenían una opinión que podía influir en la continuidad o no de
la dictadura. Adánez, por su parte, se ocupó de las escenas de sexo explícito
del libro y la presencia de las prostitutas en los libros de Alós, y dijo que
sorteaban la censura porque al censor ni se le pasaba por la cabeza que una
mujer pudiera tener pulsiones eróticas, que sus referencias sexuales las
asociaba al feísmo y poco más.
«Huele a orín y a basura podrida»,
es una descripción de la pensión que aparece en la página 18, aunque también en
otras páginas podemos encontrarnos con más de un toque poético: «La señora Lola
lleva siempre unos delantales muy almidonados, muy bordados de pájaros y
mariposas. Es como si estuviera en un baile y fuera disfrazada de cometa.»
(pág. 30)
Usando el presente verbal, Alós va
dando paso a escenas protagonizadas por diferentes huéspedes de la pensión. En
ningún momento se dan fechas concretas del momento exacto en el que está
situada la novela, pero diría que no es el año 1962, en el que está publicada,
sino algún punto de la década anterior, la de 1950, porque los recuerdos de la
guerra parecen aún muy presentes. Algunos personajes se plantean volver al
pueblo del que han emigrado, pero les frena la idea de que sus vecinos les
tilden de fracasados. Está muy presente aquí la España de la emigración a las
ciudades durante los años 50 y las dificultades con las que se encuentran estas
personas en las grandes urbes.
Más de un personaje no deja de
pensar tampoco en un supuesto pasado glorioso o mejor, como la señora Cleo, que
fue bailarina en un espectáculo de Tánger, hasta que conoció a Alfredo y se
casó con él, consiguiendo así la honorabilidad social a la que aspiraba. El
problema es que a Alfredo, vendedor ambulante, ya no le va tan bien como antaño
y se siente frustrada.
Alfredo es judío y es éste un dato
llamativo de la novela. Noelia Adánez señaló en la presentación que Concha Alós
se ocupaba de algunos temas que no tocaba nadie en la narrativa española de
entonces y habló del tema racial. Alfredo es judío y vive afectado por lo que
le ocurrió a los judíos unos años antes en la Alemania nazi. Otro de los
inquilinos de la pensión es Mohatá, que es un joven marroquí al que un promotor
de boxeo trajo del país vecino porque pensaba que tenía cualidades para el
ring, pero pierde una pelea tras otra, mientras no deja de adelgazar. Sobre él,
otros personajes vierten algún comentario racista. Hacia el final, también
ocupan un cuarto de la pensión unos negros musulmanes, y una china. Además, sin
ser nunca de un modo explícito, se insinúa la presencia de la homosexualidad en
la pensión, un tema tabú para la época.
Sobresale sobre el conjunto el
personaje de Sabina, una prostituta que también aspira a poder casarse y
conseguir así un ascenso social. Es un personaje con aristas, consciente del privilegio
de ser hombre en el mundo que le ha tocado vivir. También es rencorosa de su
pasado en el pueblo, del que ha huido a la ciudad, ya que su padre, «el Perlao»,
mató al cura y al señorito, por lo que sería fusilado, y ella se sentía allí
señalada. De forma puntual algún personaje recuerda la guerra y, eso sí, la
violencia que se recoge en estas páginas parece ejercida solo desde el lado
republicano.
También destaca María, una joven emigrada
a Barcelona desde Mallorca, donde vivió Alós. María ha comprado un cuaderno y
en él vuelca sus impresiones sobre los otros miembros de la pensión y nos
narrará su historia de adulterio en la isla. Estas páginas están escritas en
primera persona y suponen un cambio de estructura frente a la forma en la que
se narra la vida de los otros personajes.
Me ha parecido que la mirada de
Concha Alós es muy moderna e incisiva, y que retrata muy bien un periodo del
pasado de España, con una prosa punzante, repleta de frases cortas, que no
dejan de ser poéticas. Los enanos es
un libro destacado del realismo social de la década de 1960, del que nunca
había oído hablar, y que rescata ahora con mucho acierto La Navaja Suiza.