domingo, 28 de enero de 2024

Cuentos, de Antón P. Chéjov


Cuentos
, de Antón P. Chéjov

Editorial Alba, 871 páginas. Primera edición de 1883-1902; esta es de 2023

Traducción de Víctor Gallego Ballesteros

 

Leí mis primeros cuentos de Antón P. Chéjov (Taganrong, 1860 – Badenweiller, 1904) en un pequeño librito de la editorial Alianza –dentro de su colección Alianza Cien– que se titulado La corista y otros cuentos, que solo contenía cuatro cuentos, y que compré en El Corte Inglés, exactamente el 10 de febrero de 1996 (al abrir el librito estaba el ticket en la primera página). Los cuentos eran: La corista, El hombre enfundado, Enemigos y La señora del perrito, que son cuatro de sus relatos más significativos. Por esos mismos días descubría yo los cuentos de Juan Rulfo y sentí que los de este último me parecían mucho mejores que los de Chéjov. Aún tendrían que pasar unos años para que yo me enamorara de Chéjov. Leí, más tarde, en marzo de 2005, una antología más extensa de Alianza que se titulada La señora del perrito y otros cuentos, que tenía diez; y también Cuentos imprescindibles, seleccionados por Richard Ford, que también leí en marzo de 2005, y que en España editó Debolsillo. Esta última, que contaba con veinte cuentos, fue la selección que finalmente me hizo caer subyugado ante el encanto de Chéjov. En 2016 y 2017 leí dos libros de Chéjov de la editorial Alba, titulados Cinco novelas cortas y La estepa / En el barranco, que contenían siete novelas cortas de Chéjov, que me encantaron y que me parece que es una parte de su obra que se conoce mucho menos.

En casa tengo sin leer, desde hace ya bastantes años, otra antología de cuentos de Chéjov en la editorial Pre-Textos, y que contiene diez piezas. Sin embargo, antes de acercarme a este libro me apeteció pedirle a la editorial Alba una de sus novedades en Alba Minus, que apareció en marzo de 2023, y es este Cuentos de Chéjov, que hoy reseño, que contiene 60 cuentos, con 871 páginas, y que están traducidos por Víctor Gallego, que es el autor de las estupendas traducciones de los rusos para Alba.

De la introducción me llaman la atención unas palabras: no es fácil realizar una antología de los cuentos de Chéjov, debido a su gran producción, y a que ni siquiera los grandes autores clásicos se ponen de acuerdo sobre cuáles son sus mejores cuentos. De hecho, he comprobado que de los diez cuentos de la antología de Pre-Textos no coinciden muchos con los de Alba.

 

Los primeros cuentos de esta antología están fechados en 1883; es decir, cuando Chéjov tenía veintidós o veintitrés años. Los orígenes de Chéjov son humildes y, desde muy joven, ha de ganar dinero publicando cuentos en revistas, para costearse sus estudios de Medicina y poder ayudar económicamente a sus padres y hermanos.

En la barbería es el primer cuento y acaba siendo una pequeña crítica de costumbres de personajes rusos, más o menos esperpénticos, escrito con intención cómica. Debo decir, desde ya, que me gusta que la selección de Alba pretenda abarcar una muestra significativa de todas las etapas creativas de Chéjov y que no solo ha seleccionado los cuentos que se suponen que son más brillantes, aquellos en los que Chéjov dominaba perfectamente su arte. De este modo, En la barbería es un cuento que está muy lejos de ser uno de los que entendemos como representativos del autor. Se lee con simpatía, porque el lector sabe de qué es capaz el autor, y que aquí, aún, no ha conseguido.

Esto mismo va a ocurrir con los siguientes cuentos: La muerte de un funcionario y La hija de Albión. Además, son cuentos bastante más cortos que los que van a ser sus piezas más significativas.

El cuarto es La cerilla sueca y me parece que destaca un poco, respecto a los anteriores, porque es más largo y mantiene una pequeña trama de detectives. Sin embargo, será de nuevo una pequeña crítica de costumbres, sobre personajes perdidos que no consiguen alcanzar sus aspiraciones.

Cirugía es de 1884 y seguimos con lo mismo: dos personajes comienzan hablando amablemente para acabar enfadándose.

En El camaleón se critica a ese tipo de personas que apoya una causa u otra según la capacidad que esta tenga para generarle o no problemas. Las intenciones son demasiado claras y Chéjov sigue sin brillar. Igual ocurre con De mal en peor, donde se critica a un hombre intratable.

 

El octavo relato es Las ostras (1884), que, a diferencia de los otros, está escrito en primera persona. En él, desaparece el humor y la melancolía gana espacio a la crítica de costumbres, sin llegar ésta a desaparecer. Un hombre evoca un recuerdo de niño, en el que va a sufrir una cruel humillación. Aquí se ha producido ya un salto de calidad.

En De mal humor, un cuento de apenas tres páginas, volvemos al principio. Más simpático me parece Los nervios, que introduce el tema del espiritismo y el miedo, y acaba siendo una comedia un poco pícara.

Los cuentos de 1885 empiezan a ser un poco mejores. Los simuladores es, de nuevo, una crítica de costumbres con tintes cómicos, pero me ha parecido mejor que otros cuentos anteriores. Algo parecido siento con Apellido de caballo, El cazador, El Malhechor (quizás este es el mejor cuento de los seleccionados en este año) y ¡Qué público!

 

En 1886, en la página 137 del libro, se produce el salto definitivo. El Chéjov que conocemos, gracias a las antologías clásicas, empieza aquí su andadura real, cuando tenía veinticinco o veintiséis años. Alguien podría pensar ¿y por qué no empezar el libro aquí? Podría ser una idea, pero, como ya he apuntado antes, no me ha gustado conocer todas las etapas creativas por las que pasó el genio de Chéjov.

De los cuentos de 1886, el primer seleccionado es Tristeza y creo que aquí estamos ya ante la primera obra maestra. Un cochero, al que se le acaba de morir su hijo, busca clientes en las oscuras calles de una ciudad, mientras está empezando a nevar. El cochero no parece encontrar a nadie que quiera escuchar su triste historia. Es un cuento muy bello y melancólico sobre la soledad. El humor inocente de los primeros cuentos ha desaparecido aquí y la melancolía que apareció en Las ostras domina ya la composición del relato.

En cuentos como Aniuta (sobre una joven que suele convertirse en acompañante de estudiantes) o Iván Matveich (sobre un profesor que sufre los continuos retrasos de su joven escriba) –ambos cortos– Chéjov ha dejado atrás el humorismo de trazo grueso anterior, y aparece la compasión hacia sus personajes, que será un sentimiento que va a acompañarnos en la mayoría de sus relatos.

 

La bruja es un relato más largo y, sin ser uno de los más destacados del libro, aquí sí que empieza a brillar el Chéjov adulto, que muestra las frustraciones y la infelicidad vitales de las personas. Me ha parecido muy moderno el modo en el que Chéjov nos muestra el deseo sexual femenino. Agafia también nos habla del deseo de las mujeres en una sociedad de 1886 que, pese al machismo de la época, consigue ser más moderna, que, por ejemplo, la España de 1940. Un atractivo de este cuento es que está escrito en primera persona y Chéjov cuenta la historia a través de un narrador testigo. Una mujer casada joven siente la tentación de acostarse con un atractivo joven de la localidad, que vive casi como un vagabundo. El relato acaba antes del estallido final, insinuando la violencia, pero sin mostrarla.

 

En el prólogo, que no aparece firmado, pero que supongo que se debe al traductor Víctor Gallego, se afirma: «Pueblan los relatos de Chéjov unos seres extraños, inútiles, llenos de buenas intenciones, pero incapaces para la acción» (pág. 18). Esta definición se puede aplicar perfectamente al cuento Pesadilla, donde un hombre, miembro de la comisión de asuntos rurales de su localidad va a visitar al nuevo cura y le avergüenza su aparente falta de tacto y elegancia. Empezará considerando que no es una persona adecuada para el cargo que ocupa, para acabar comprendiendo las condiciones miserables en las que vive, tratar de ayudarle y darse cuenta, en realidad, de que solo ha tenido capacidad para perjudicarlo.

 

La noche de Pascua, en el que un barquero pasa a gente de una orilla del río a otra, donde se celebra una fiesta, el mismo día que ha muerto su amigo, parece una versión extendida de Tristeza. De nuevo el hombre en soledad, sin poder compartir su dolor, frente a la indiferencia del mundo.

 

Normalmente se considera La corista una de las cumbres creativas de Chéjov. En este relato una joven corista, que habitualmente se encuentra rodeada de admiradores, recibe en su casa la inesperada visita de la mujer de uno de estos admiradores. Me parece bueno, pero los hay mejores en este libro.

 

Por casualidad está escrito con la técnica del narrador testigo y en él se cuenta la historia de un amor desgraciado entre dos personajes maduros. Es un relato bello y melancólico.

 

En Pequeñeces de la vida un hombre que visita a una mujer con un hijo, separada de su marido, va a descubrir lo que opina este último de él, a través del hijo pequeño, que al final del relato se sentirá traicionado, «era la primera vez en su vida que se enfrentaba cara a cara, de forma tan brutal, con la mentira» (pág. 249)

 

Vanka es un cuento corto sobre los abusos que sufre un niño de nueve años que trabaja de aprendiz de zapatero. Un cuento muy dickensiano.

 

La helada que muestra la pobreza física de algunos personajes, que tratan de ocultarla, me ha parecido más flojo que los anteriores.

 

Enemigos (1887) es una de las cumbres del libro. Un médico al que se le acaba de morir su único hijo de difteria recibe la visita de un hombre alterado que necesita que vaya a su casa a ayudar a su mujer que ha caído gravemente enferma. No sé si me había dado cuenta en las veces anteriores que he leído este relato, pero en esta ocasión me he percatado de la relación compositiva que tiene con el cuento Parece una tontería de Raymond Carver. Es decir, Carver declarado admirador de Chéjov, había leído Enemigos y había querido darle una vuelta de tuerca. En Enemigos un personaje trata de explicarle su desgracia a otro, lo que hubiera sido todo un alivio para él, pero el otro, lejos de querer entenderle, elije ofenderse, y los dos pasarán a ser enemigos para siempre. En Parece una tontería, los personajes empiezan como enemigos y al final la pareja que ha perdido a su hijo sí que encontrarán consuelo al ser escuchados por el tercer personaje, el pastelero. Dos obras maestras del cuento, que conversan entre sí.

En Enemigos me gustaría destacar también las descripciones de los paisajes nevados. En muchos cuentos de Chéjov, las descripciones de paisajes dan a la composición un toque muy bello y poético.

 

Me gusta la composición de Vérochka, ya que, aunque se narra algo que ocurre aparentemente en el presente narrativo del relato, en realidad el personaje está recordando algo que le ocurrió en el pasado, cuando se dio cuenta de que era una persona incapaz de amar y comprometerse. Un buen cuento sobre los desencuentros vitales.

 

Tifus, sobre la desgracia de la muerte, me parece un cuento inferior a otros.

 

El juez de instrucción, donde un hombre descubre que la vida (al menos la suya) ha dependido más de las causalidades que de las casualidades es un duro cuento, con el anticuado truco de la sorpresa final.

 

Volodia es el relato de un joven de diecisiete años, poco agraciado, que durante un día podrá jugar a sentirse todo un conquistador. Un cuento con un final exageradamente trágico.

 

De Un trotamundos me gusta la originalidad de los personajes, un joven judío que ha cambiado de religión y su peregrinaje a un convento. Original.

 

El caramillo es un cuento curioso en el que un administrador de finca se encuentra con un anciano que sufre de ecoansiedad, ya que siente que cada vez hay menos animales en la región en la que vive.

 

El beso es uno de mis cuentos favoritos de Chéjov, en el que un poco agraciado oficial del ejército recibe un beso por equivocación. Algo que no le había ocurrido nunca va a disparar su imaginación y sus anhelos hacia sueños que solo pueden acabar en la decepción. «Todas las cosas con las que sueño y que me parecen imposibles e irreales, en realidad son absolutamente comunes –pensaba Riabóvich, mirando la nube de polvo que el coche del general dejaba a su paso–. Son cosas ordinarias y les suceden a todos». (pág. 387) Es un cuento bellísimo.

 

Relato de la señorita N. N. destaca porque es el único que está narrado por la primera persona de una mujer. Es un cuento sobre la vida que no tiene vuelta atrás y el lamento por las decisiones del pasado.

 

Ganas de dormir es un cuento sobre los abusos que sufre una niña de trece años que trabaja de niñera, similar a Vanka, pero con un final mucho más terrible. Es un cuento inferior a otros del conjunto.

 

Luces, con sus casi 50 páginas, es el cuento más largo del libro. Un hombre mayor previene a otro joven sobre dejarse llevar por ideas nihilistas. Como ocurre en otros relatos, los personajes citan a autores de la literatura rusa como Gogol, Tolstoi o Dostoievski. Existe aquí un interesante juego de dos narradores, con un relato dentro del relato. Es una gran novela corta sobre la asimilación de las consecuencias de nuestros actos.

 

En El zapatero y el diablo hay un desarrollo casi fantástico (que acaba siendo un sueño) y esto ha hecho que el cuento me parezca inferior a otros.

 

La apuesta es un cuento extraño, que no parece de Chéjov, donde un hombre apuesta con otro permanecer aislado en una celda por dos millones de rublos. Es un cuento sobre las casualidades que me ha parecido más comercial que otros. Es curioso cómo, a veces, he tenido la sensación que los peores cuentos del libro eran más efectistas, como si estuvieran escritos de un modo más apresurado con la intención de ganar un dinero fácil. Sin embargo, este no es un mal cuento.

 

En La princesa aparece de nuevo el tema de las buenas personas que son incapaces de aportarle algo útil al mundo, pero que no dejan de salir de su complacencia.

 

Gúsiev es un cuento extraño, que transcurre en altamar y que nos presenta una conversación entre unos soldados que regresan a casa desde China aquejados de tuberculosis. No he conseguido entrar en él.

 

Campesinas es un cuento con narrador interpuesto que habla de violencia machista, donde una mujer que ha tenido un amante acabará repudiada por el marido y por el amante amante. Es duro, un buen cuento.

 

La cigarra es otro de los mejores cuentos del libro sobre una mujer que se casa con un médico, que cuido a su padre, pero al que no aprecia mucho, ya que ella quiere ser famosa y estar rodeada de artistas. Hasta cierto punto parece que aquí Chéjov se desdobla en dos personalidades, la del artista y la del médico, y al final retrata a los artistas como vanidosos e inútiles y elogia la dedicación y el sacrificio del médico. Muy emocionante.

 

En deportación nos llega a un clima extremo y al trabajo de los barqueros, de nuevo. Es un cuento sobre las diferencias sociales y la pobreza.

 

Vecinos es otros de mis cuentos favoritos del libro. En él un joven lamenta que se su hermana se ha ido a vivir con su vecino, un hombre casado. El joven se acabará dando cuenta de lo vacía que está su vida. La última página del cuento es demoledora: «Toda su vida le pareció de pronto tan oscura como esas aguas en las que se reflejaba el cielo nocturno y en las que se entrelazaban las plantas acuáticas. Y tuvo la impresión de que aquello no tenía remedio» (pág. 594)

 

Terror, donde un narrador acaba sintiéndose atraído por la mujer de su amigo, al que no quiere traicionar, pero que no está seguro de si acabará haciéndolo o no, también es muy bueno.

 

El monje negro (1894) trata de un joven licenciado en filosofía, enfermo de los nervios, que decide visitar en el campo a su antiguo maestro, quien está obsesionado con el cuidado de un huerto. El protagonista sucumbirá a las alucinaciones, cuando se desarrolle la enfermedad mental que sufre. Es un cuento muy inquietante.

 

Como leemos en la introducción, a mediados de la década de 1890 Chéjov sabe que ha contraído tuberculosis y que lo más normal es que no viva muchos años. Por eso, la muerte empieza a estar muy presente en sus cuentos de la última década, pero también el deseo de apresar la belleza de la vida.

En El violín de Rothschild el personaje es un hombre que vive de fabricar ataúdes, además toca el violín en una orquesta, que le tolera pese a su odio hacia los judíos, religión que siguen algunos de sus otros miembros. Es un cuento que plantea una hermosa reflexión sobre la muerte y la trascendencia de la vida.

 

El estudiante es uno cuento muy corto y más intrascendente.

 

Ariadna, donde un ruso le cuenta su historia a otro ruso en el trayecto en barco entre Odesa y Sebastopol es, otra vez, un gran cuento. De nuevo aparece aquí el tema de las personas que necesitan ser admiradas y que se empeñan en vivir por encima de sus posibilidades.

 

Casa con desván parece prevenir, de nuevo, a la juventud sobre los peligros del nihilismo. Sus ideas desesperadas harán a un joven pintor perder a la que podría haber sido el amor de su vida.

 

En el carro nos presenta, como excepción, a un nuevo protagonista femenina, a una maestra de un pueblo que, tal vez, podría haber sido feliz si hubiera conseguido conquistar a un hombre que le gustaba.

 

El hombre enfundado no me gustó mucho cuando lo leí la primera vez, hace ya casi treinta años, pero me ha gustado ahora, sin llegar a parecerme uno de los cuentos más destacados del libro, creo que su metáfora sobre el hombre que trataba de protegerse es demasiado evidente.

 

Las grosellas y Del amor, de 1898, y que aparecen seguidos en el libro, son dos cuentos entrelazados, ya que en ellos hay dos cazadores, los mismos en los dos relatos, que reciben el peso de una historia. Las grosellas trata sobre la posibilidad de que alguien se pierda dentro de sus sueños y no sea capaz de ver el sufrimiento de los demás. En Del amor un hombre no se decide a amar a la mujer de su amigo y acabará pensando que lo que le frenó fue algo inútil. En realidad, La dama del perrito es una contestación a este cuento, Del amor.

 

Una visita médica es un cuento de 1898, donde ya aparecen los teléfonos, y donde se critican las condiciones en las que viven los trabajadores de una fábrica. Esto me ha recordado a la novela corta de Chéjov En el barranco, que era de 1900, y también se criticaba cómo la modernidad del humo de las fábricas parecía pervertir la belleza de los paisajes rusos. De nuevo un cuento sobre personas aparentemente bondadosas que no consiguen hacer el bien.

 

La nueva dacha, donde el protagonista es un ingeniero que construye un puente en un río, y acaba comprando un terreno, en un pueblo cercano, para hacerse una casa, es un cuento sobre la envidia y el miedo al progreso en el campo ruso.

 

La dama del perrito es de 1899 y lo he debido de leer ya por cuarta vez. No me entusiasmó en su primera lectura de los años 90, y luego me encantó más tarde. Richard Ford decía en el prólogo de su antología que eso fue lo que le pasó a él: que La dama del perrito fue un cuento que le dejó frío con dieciocho años, pero que amó con treinta. Quizás se necesita haber vivido ya algo para apreciar la sutileza de esta gran pieza.

 

En fiestas es un cuento corto sobre las relaciones familiares entre la aldea y los emigrados a la ciudad. Es inferior a otros tratados aquí.

 

El obispo de 1902 es el último cuento que escribió Chéjov, que moriría dos años más tarde. Un hombre, que ejerce de obispo, se encuentra cercano a la muerte y lo que le apetece es sentir el calor de su madre, de los suyos, pero el puesto que ocupa en la sociedad hace que sus seres queridos se acerquen a él de un modo demasiado respetuoso y poco natural. Es un bello cuento crepuscular.

 

Dejo aquí una lista, como recordatorio para el futuro de los que me han parecido los mejores cuentos: Las ostras, Tristeza, La corista, Enemigos, El beso, Luces, La cigarra, Vecinos, El monje negro, El violín de Rothschild, Las grosellas, Del amor y La dama del perrito.

En general, destacaría la modernidad de los cuentos de Chéjov, la sutileza de sus planteamientos, donde lo más importante de las relaciones entre los personajes transcurre en la historia a un nivel subterráneo, y raramente explotan todos los dramas como podrían explotar. Yo leí durante los años 90 a muchos cuentistas norteamericanos, que se acabarían convirtiendo en algunos de mis escritores favoritos: Raymond Carver, Richard Ford o Tobias Wolff, y los tres han bebido de Antón P. Chéjov, que es el autor que ha creado la mirada moderna sobre el relato de ficción. Estos Cuentos de Antón P. Chéjov han sido una de mis grandes lecturas de 2023.

 

domingo, 21 de enero de 2024

Una heroína intergaláctica, por Román Piña Valls

 


Una heroína intergaláctica, de Román Piña Valls

Editorial Sloper. 266 páginas. Primera edición de 2022

 

Conozco en persona a Román Piña (Palma de Mallorca, 1966), porque es mi editor en Sloper, donde apareció mi novela Los insignes (2015). De él había leído, hasta ahora cinco libros: El general y la musa (2013), La mala puta (junto a Miguel Dalmau, 2014), Sacrificio (2015), Y Dios irrumpió de buen rollo (2015) y El arqueólogo (2018).

Estoy suscrito a una oferta de la editorial, según la cual, por 20 €, Román Piña me envía dos libros de la editorial al año. En el último envío metió en el paquete su novela Una heroína intergaláctica, que me llegó a casa con una dedicatoria y con las erratas corregidas a mano por el propio autor y editor. Todo un lujo.

Ya he contado alguna vez que el envío de libros a casa, sin consultarlo previamente conmigo, por editores y escritores que tienen mi dirección, es algo que suele descolocarme. En este caso, tras unos meses de descanso en las estanterías de mis libros por leer, me he acercado a la última novela de Piña, que suele ser un autor bastante desconcertante, humorístico y rompedor de las expectativas.

 

El protagonista de Una heroína intergaláctica es Jorge Fuster, un chico de catorce años en la Mallorca de 1981. Según comienza la novela, nos informara de que se encuentra recluido en un reformatorio. Él mismo se definirá como cleptómano, alcohólico y ludópata.

«Me piden ahora que haga memoria de mi vida y yo entiendo que se refieren a mi vida de delincuente. Lo aclaro porque también tengo una vida como víctima», éstas son las dos primeras frases de la novela, un comienzo que ha recordado al de La familia de Pascual Duarte de Camino José Cela. El director del reformatorio ha pedido a Jorge que escriba sobre su vida como ejercicio de reflexión. El texto con el que el lector se va a encontrar (aunque en las páginas finales del libro ya no sea así) será este manuscrito en el que Jorge hable de su vida y de las circunstancias que le han llevado hasta su situación actual. En principio, Jorge ha aceptado la realización de este ejercicio introspectivo considerando que sus palabras no van a tener ningún lector, aunque es frecuente que también interpele a esos lectores inexistentes. «Así que aquí me tienen, contándoles mi vida sabiendo que no la van a leer. Es fantástico. No existen ustedes. Yo cuento mi vida como me da la gana y me invento unos lectores para ella.» (pág. 14)

 

Jorge nos hablará de su casa, donde vive con otros cuatro hermanos, sus abuelos, sus veraneos, sus dos colegios de EGB, porque se cambió a un segundo para hacer Octavo, el último… En gran medida Una heroína intergaláctica nos propone un paseo nostálgico por los programas de televisión, los sucesos históricos (como el golpe de Estado de Tejero o la muerte de John Lennon), los nombres de los bollos, los discos de los grupos de moda… de mediados de la década de 1970 hasta principios de la de los 80… y en medio de estas evocaciones de la Mallorca de hace unas décadas, Jorge tratará de buscar los orígenes de sus días de delincuente, que le han conducido hasta su situación actual en un reformatorio, como aquel día en el que robó un coche de Scalextric en una tienda, o su temprana afición al coñac.

Al principio estaba presuponiendo que Jorge podía provenir de una familia de clase social baja; pero no es así. Vive en una casa que en realidad son dos unidas, y la familia no parece vivir bajo la precariedad económica. En algún momento, Jorge acepta su condición de «burgués».

Más de una de las páginas de la novela se dedican a mostrar el paso de la infancia a la adolescencia, y el gusto por las chicas. Dejas de ser niño, cuando ya puedes ver un beso entre un hombre y una mujer sin sentir asco, nos dirá Jorge. También su escrito autobiográfico acabará siendo una confesión de su amor por Daniela, una chica de su edad, y esta relación de amor, en gran parte, acabará siendo el motor del movimiento de la trama.

 

Un hecho constructivo curioso es que, en algunos momentos del libro, Jorge establece conversaciones con una persona que, al principio, el lector no sabe quién es, para ir comprendiendo más tarde qué clase de relación guarda esta persona con Jorge, relación que no quiero desvelar.

 

Uno de los problemas de leer un libro escrito por alguien a quien conocemos en persona es tratar de especular sobre qué partes de su vida ha introducido en la novela y qué partes se ha inventado. Esto puede conducir a este tipo especial de lector a realizar una lectura no ideal de la obra. Durante la lectura de Una heroína intergaláctica he tenido la sensación de que Piña había usado sus propios recuerdos de la infancia para dar corporeidad al personaje de Jorge Fuster, que es alguien que parece haber nacido el mismo año que él. Así, por ejemplo, Jorge cuenta que más de uno de sus compañeros de clase se mete con él por tener un apellido «chueta», que son apellidos (en principio una lista de quince) que se asocian en Mallorca a los descendientes de los judíos que, en un entorno cerrado como el isleño, han sufrido, en el pasado, algunos tipos de discriminación. He consultado internet y, en esa lista de quince apellidos, uno de ellos es Fuster y otro es Piña. Por tanto, he pensado que Piña estaba usando sus propios recuerdos para la recreación de este tema. Y que, además, le añadía algún detalle a esa personalidad que parecía más tomado de la modernidad que del pasado que se evoca, como el hecho de que en 1981 el protagonista se declara ecologista.

Y también he tenido la sensación de que Piña sí estaba inventando cuando Jorge narraba su vida de delincuente. En este sentido, las partes que considero que son recuerdos de Piña me han resultado más bellas y melancólicas, y las partes de la vida de delincuente más exageradas. En cierto modo he sentido que la vida de delincuente de Jorge no pegaba con los recuerdos de un niño que parece sensible, considerado y reflexivo; y, por tanto, he tenido la sensación de que había un problema en la construcción del personaje. Repito que esto se puede deber al hecho de conocer al autor en persona.

Me ha resultado curioso que Jorge conoce en el reformatorio a otro joven llamado Gabi Beltrán que dibuja cómics. Imagino que esto es un guiño narrativo hacia el autor de la novela La gente no es como tú, que se publicó en Sloper, y Beltrán es un también un reconocido autor de cómics.

También es cierto que las novelas de Piña tienden al disparate narrativo, en más de un caso, con intenciones cómicas. En este sentido, me ha parecido que dibujar al padre de Jorge como alguien que se licenció de médico, pero nunca ejerció, porque no aguantaba la sangre, y se dedica a repartir refrescos con una camioneta, era una elección inverosímil, sobre todo porque no se corresponde con el nivel de vida de la familia (que asocio a los recuerdos reales de Piña) pero que el autor la elegía por su invitación al juego cómico y paródico. De hecho, igual que ocurre en otras novelas de Piña, como en El general y la musa, donde se recrea (de forma cómica) el tiempo que el dictador Franco vivió en Mallorca, que termina en una explosión de locura narrativa, en cierto modo, esto también ocurre en Una heroína intergaláctica. Un libro que comienza de un modo muy realista y evocador de una época, acaba terminado de una forma que se salta las normas del realismo, y esto acaba sentándole bien a la novela, dándole al conjunto una pátina de parodia narrativa.

Una heroína intergaláctica acaba siendo una novela nostálgica y simpática sobre el fin de la infancia y la asunción de la vida adulta.

 

domingo, 7 de enero de 2024

Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester

 


Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester

Editorial Círculo de lectores. 1.356 páginas. Novelas publicadas entre 1957 y 1962

 

De Gonzalo Torrente Ballester (Ferrol, 1910 – Salamanca, 1999) tenía comprados en casa dos libros: La saga/fuga de J. B. (1972) y Cuadernos de La Romana (1975), ambos de segunda mano y con una letra microscópica; sin embargo, pensé que la forma más adecuada de entrar en su obra era con su extensa novela Los gozos y las sombras, formada por El señor llega (1957), Donde da la vuelta el aire (1960) y La Pascua triste (1962). Además, una de mis compañeras de trabajo es Helena Torrente, sobrina del autor, y que forma parte de una fundación que vela por su memoria, y, desde hace tiempo, le tenía prometido leer a su tío. Este momento ha llegado en el verano de 2023, cuando –sobre todo durante el mes de agosto– suelo dejarlo reservado para leer una novela extensa, que, en la mayoría de los casos, supera las 1.000 páginas.

Ahora mismo, existe una edición de Los gozos y las sombras en un solo volumen, que vende la editorial Alfaguara, pero yo encontré, en la librería de segunda mano Ábaco (mi favorita de Madrid), una edición conmemorativa del treinta aniversario de la publicación de la tercera parte (1992), en tres volúmenes, con caja e ilustrada por Julián Grau Santos, por 15 €, lo que me pareció un gran precio, así que la compré. Empecé con ella a finales de julio y terminé a finales de agosto. Le he dedicado un poco más de un mes.

 

Los gozos y las sombras, pese a su fuerte unidad temática, apareció ante el público dividida en tres partes, El señor llega en 1957, Donde da la vuelta el aire en 1960 y La Pascua triste de 1962.

 

De entrada, voy a comentar que en Los gozos y las sombras existen dos narradores: un narrador en tercera persona, que contará una historia de forma lineal al lector, durante más de 1.300 páginas (es decir, durante más del 98% del total), pero también existe un narrador coral (habla de sí mismo en primera persona del plural), que ocupa unas 30 páginas del libro. Este segundo narrador aparece en las primeras páginas de El señor llega, no lo hace en la segunda parte, y en tres cortes de La Pascua triste, al principio del libro, en el medio y al final. La aparición de este segundo narrador coral –que se correspondería con la voz colectiva de la clase acomodada de pueblo Pueblanueva del Conde, lugar donde se desarrolla la acción– está mostrada mediante letra bastardilla en el texto.

 

El primer narrador se correspondería con la figura del escritor, que acompaña a los personajes de cerca, saltando de una escena a otra; y la voz colectiva marcará tránsitos de tiempo más largos que los anteriores. Es decir, mientras que en el ritmo normal de la novela se narra el día a día de los personajes, de los que se siguen sus andanzas durante días, en la segunda voz se amontonan los meses y el lector podrá saber, a grandes rasgos, cómo ha avanzado la trama de la historia, cómo han sido sus momentos valles, momentos en los que el lector ha de considerar que el narrador principal no consideraba importante registrar con minucia.

 

La acción narrativa de la novela va desde los últimos meses de 1934 hasta la primavera de 1936. Torrente Ballester va a usar de fondo para contar su historia los últimos años de la segunda república española, el llamado «bienio radical-cedista» donde gobierna la CEDA (derecha), una vez que ha tenido lugar la «Revolución de Octubre» de 1934 y el periodo que va desde el triunfo en las elecciones de febrero de 1936 del Frente Popular (izquierda) hasta las puertas de la guerra civil. La cada vez más radicalización política de la época se irá filtrando en la novela.

 

El título de El señor llega hace referencia a la llegada al pueblo gallego de Pueblanueva de Carlos Deza, de treinta y cuatro años, quien ha estado fuera de la localidad durante los últimos quince años. Carlos ha estudiado medicina en Viena, especializándose en psiquiatría, y allí ha conocido y tomado clases del mismísimo Sigmund Freud. En la novela, Torrente Ballester no parece hacer distinción entre las profesiones de psiquiatra y psicología. La madre de Carlos, recientemente fallecida, tuvo que realizar un gran esfuerzo para que su hijo pudiera llegar a ser médico, una profesión por la que Carlos no siente pasión, sino que lamenta que, en toda su vida, se ha sentido dirigido por la voluntad de otras personas (sobre todo por la de su madre y luego por la de una amante). Su padre es un personaje ausente, que abandonó a la madre y al hijo, en la infancia de éste. Ahora que la madre ha muerto, Carlos regresa (por un tiempo que, en principio, él considera que va a ser breve) al pueblo para arreglar sus asuntos y también invitado por un tema que considera freudiano: en la niñez, su madre tapió la puerta de una torre de la casa, que su padre había usado como despacho. Carlos siente ahora, ya adulto, la necesitad de saber qué se esconde tras esa puerta. En Villanueva va a entablar relación, en primera instancia, con Mariana Sarmiento («la Vieja»), una pariente lejana y protectora de su madre, que le acogerá en su casa hasta que decida qué va a hacer con la suya (cerrada desde hace años), y con su vida.

«El señor llega» también es una referencia bíblica: los habitantes del pueblo creen que, tal vez, Carlos Deza pueda hacer frente a Cayetano Salgado, un hombre de su edad, dueño del próspero astillero local, y que es el cacique de Pueblanueva. Además de poder contratar y despedir a su antojo a los trabajadores del pueblo, Cayetano es también el Don Juan local, que periódicamente se encapricha de chicas, que han de ceder a sus deseos sexuales, posición que hará que ellas o sus familiares consigan ventajas económicas. También ha conquistado a más de una mujer casada, y todos los varones del pueblo piensan que Cayetano los puede humillar cuando quiera convirtiéndolos en cornudos.

Carlos Deza es además uno de los últimos descendientes de los Churruchaos, que en el pasado habían ejercido el control de Pueblanueva como nobles rurales. Son varias las ramas de los Churruchaos que aún perduran –aunque ninguno de ellos conserve directamente este apellido–, los hermanos Juan, Inés y Clara Aldán (sumidos en la pobreza), el monje Eugenio Quiroga (que pinta imágenes religiosas) y Mariana Sarmiento, con familiares en París: Gonzalo Sarmiento y su hija Germaine.

Los Churruchaos son reconocibles por mantener algunas similitudes físicas: son pelirrojos, altos, huesudos y de grandes narices. Hasta la llegada de Carlos, la posición económica de Mariana Sarmiento funciona como un contrapoder de Cayetano: Mariana, además de ser dueña de tierras e inmuebles, es la dueña de los barcos del pueblo. En ellos emplea a unos hombres, que representan unas sesenta familias de Pueblanueva, fuera del control salarial de Cayetano. Aunque el negocio de los barcos no le da dinero, Mariana lo mantiene para que su rival no sea el dueño absoluto del pueblo. Además, los Churrichaos tienen el privilegio de poder sentarse en una iglesia, propiedad de doña Mariana, en un banco cercano al presbiterio; algo que desagrada a Angustias, la religiosa madre de Cayetano.

 

Aunque el pueblo tenía esperanzas de que Carlos Deza tuviera fuerzas para enfrentarse a Cayetano, pronto se mostrará como una persona indolente, que no desea plantar cara a nadie, alguien que tampoco tiene deseos de ejercer como médico o psicólogo, y que quiere encerrarse en su casa, medio en ruinas, para revisar los papeles de su padre y, tal vez, escribir un libro sobre Pueblanueva; pero también es alguien capaz de envolver a los demás con su dialéctica. Esto le dirá Carlos a Cayetano, cuando éste trate de contratarle como médico de sus astilleros: «No estoy dispuesto a que me consideres como uno de ésos, algo así como súbdito tuyo, ni tampoco como enemigo. Deseo permanecer al margen; ya lo sabes. Acabo de hablarte de mi libertad.» (pág. 188, libro I)

Sin embargo, Carlos Deza –personaje existencialista– que, en principio, parecía estar de paso por Pueblanueva se va viendo arrastrado por el ritmo vital del pueblo y su partida se irá retrasando, como en una especie de Montaña Mágica gallega.

 

Torrente Ballester ha querido simbolizar en el enfrentamiento entre los Currachaos y Cayetano un cambio de era. Los terratenientes, ricos gracias a la explotación de los recursos de la tierra y el mar, con aires nobiliarios, están en decadencia y tienen que abrir paso a una nueva época de burgueses industriales, representados por Cayetano y su astillero. Cayetano no se ha criado en la pobreza, puesto que su padre ya era el dueño del astillero, y él ha podido estudiar ingeniería en Inglaterra, pero sí que arrastra un complejo de clase contra los Churrachaos (en una escena significativa, Cayetano le echará en cara a Carlos que, cuando eran niños, cuando eran amigos, Carlos Deza y Juan Aldán fueron a visitar las ruinas del castillo de los Churrichaos y a él le dejaron fuera de la excursión por no pertenecer a su estirpe). Cayetano está convencido de que es rico gracias a su trabajo y su empuje.

En algún momento me ha chocado que Torrente Ballester dibuje a Cayetano, el cacique local, que actúa (sobre todo en su trato con las mujeres) como un reyezuelo medieval, como perteneciente a la ideología socialista. Es cierto que Cayetano, pese a la arbitrariedad con la que contrata o no en su empresa a los habitantes de Pueblanueva, es un empresario que cumple con los horarios laborales y paga mejor que la media del sector a sus trabajadores, a los que piensa que ha de tener contentos para que rindan más. En la segunda parte, hay algunos capítulos en los que la acción se traslada de Galicia a Madrid, y cuando alguno de los personajes de Pueblanueva le explique la ideología de Cayetano a un profesor de universidad madrileño, simpatizante socialista, éste dirá que estas cosas solo pueden pasar en España.

 

Aunque Carlos ha mostrado su deseo de permanecer al margen de las guerras locales, el enfrentamiento con Cayetano se hará inevitable, propiciado por las relaciones que ambos establecerán con algunas de las mujeres de la localidad.

En la novela se muestra más de una situación machista, propiciada principalmente por la mirara de Cayetano sobre las mujeres de Pueblanueva, a las que considera como una propiedad de la que puede disfrutar a su antojo. Sin embargo, la mirada del narrador es crítica con estas situaciones. Torrente Ballester dibuja en su novela a personajes femeninos fuertes; empezando por Mariana Sarmiento, que llegará a decir: «No me importa nada, más que la libertad, y sabía que al casarme con quien fuese, la perdería.» (pág. 140, Libro I). Mariana es una mujer moderna, adelantada a su tiempo y a las costumbres locales, que, en más de un momento, será mostrada por el narrador con rasgos masculinizantes. Otro personaje femenino fuerte será Clara Aldán, uno de los personajes más memorables del libro, una joven atractiva y vista por el pueblo como «una perdida», por su pobreza y por las faltas de respeto que tiene que soportar de algunos de los habitantes del pueblo.

 

A diferencia de lo que solía ser habitual en la novelística del siglo XIX, el narrador de Los gozos y las sombras no interviene de forma directa en el texto. A veces describe, con ligeras pinceladas los pensamientos de los personajes, pero no al nivel de introspección de los escritores del XIX. En gran medida, Torrente Ballester dejará que sus personajes se definan a través de sus palabras. La novela es muy rica en diálogos significativos. En este sentido, la mirada del autor es bastante cinematográfica. No es de extrañar que RTVE hiciera una serie de éxito con esta novela, porque es un texto que invita a ello.

El lenguaje es de ritmo ágil, de estirpe barojiana, y es de destacar la riqueza de vocabulario, que describe realidades rurales o del mundo de la pesca.

 

Considero que la descripción del clima cumple una función simbólica en la novela. Carlos Deza lleva a Pueblanueva envuelto en lluvia, frío y niebla y éste será el telón de fondo de los dramas desarrollados en la historia. De hecho, una de las escenas claves del libro –que será fundamental en la trama– tiene lugar durante una borrasca en la que los barcos de doña Mariana no pueden salir a faenar.

Donde da la vuelta el aire comienza al día siguiente que finaliza El señor llega, y en él sigue el invierno. La Pascua triste comienza con el narrador plural (marcado con letra bastardilla) adelantando unos meses, en los que la historia se salta, y resume, lo que ocurren en la primavera y el verano de 1935, y hace comenzar otra vez la acción cuando llega el mal tiempo, a finales de 1935. La excepción al tema climatológico se producirá solo en el último tramo de la novela, cuando sí se vea algún día soleado en Pueblanueva en la primavera de 1936, que parece marcar la calma justo antes de la tormenta histórica.

 

La novela está escrita en tono realista, que puede recordar a la obra de Benito Pérez Galdós, y en algunas descripciones de personajes a vuelapluma también se puede sentir la influencia de Pío Baroja. Me han encantado unas cincuenta páginas centrales de Donde da la vuelta el aire, en las que la acción se traslada a Madrid. En pleno 1935, en estas páginas ambientadas en la capital se dejan ver las tensiones políticas, y los enfrentamientos callejeros, que van a conducir a la guerra civil menos de un año después. En Pueblanueva, más detenida en el tiempo, las tensiones políticas parecen más lejanas.

 

Los gozos y las sombras es una novela realista, pero, sin embargo, contiene algunos pequeños detalles en los que ese realismo queda un tanto diluido, al estilo semifantástico de los escritores gallegos. Así, por ejemplo, Carlos Deza, pese a su ateísmo, cree, en algún momento, sentir la presencia cercana del demonio, o Paquito el Relojero, el loco oficial del pueblo, cada primavera siente la llamada de iniciar un viaje hasta otra localidad cercana, en la que se encuentra con otra loca, con la que comparte una pasión amorosa en el bosque, y luego regresa siempre a Pueblanueva.

Los gozos y las sombras, pese, como ya he dicho, ser una novela realista, no es puramente costumbrista, ya que los estudios de Carlos Deza en Viena y la carga mental del personaje, la adentran en algunos presupuestos del sinsentido existencialista.

 

El narrador principal, sobre todo al principio, sigue las andanzas de Carlos Deza, pero, según avanza la novela, su mirada se detiene sobre otros personajes y Carlos sale del foco principal. Me parece magistral el control que tiene Torrente Ballester sobre un gran número de personajes, que puede superar la treintena.

 

Es frecuente encontrarse con Los gozos y las sombras en las listas de mejores novelas españolas del siglo XX, una inclusión que me parece plenamente justificada. Hace unos meses grabé para mi canal literario en YouTube Bienvenido, Bob un vídeo en el que proponía una lista con mis 10 novelas españolas favoritas. Si lo volviera a hacer ahora, creo que encontraría un hueco en ella para Los gozos y las sombras, una grandísima novela que se va directa a mi lista de «mejores lecturas del 2023».