Taller de escritura, de Javier Cánaves
Editorial Calambur. 165 páginas. 1ª
edición de 2021.
Javier
Cánaves (Palma de Mallorca, 1973) es mi amigo desde hace años. Empecé leyendo su
obra poética, a través del libro Por fin has conseguido que odio el blues
(premio Hiperión 2003) y, más tarde, nos acabamos conociendo en persona.
Después de libros de poesía como Al sur de todo mapa, Limpieza
y absorción, El peso de los puentes o Momentos
estelares, empezó a trabajar más la prosa. Hasta ahora había publicado
cuatro novelas en la editorial canaria Baile
del sol (donde yo tengo cinco libros publicados). Las tres primeras se
titulan La historia que no puede o no supe escribir, Los
artistas y Piscinas iluminadas, y formarían
lo que Cánaves llama La trilogía de la huida. Su temática
es bastante parecida a la de sus poemas: el amor, las parejas rotas, la
imposibilidad de conservar el amor, etc.; y cuya principal influencia sería la
prosa densa y triste de Juan Carlos
Onetti. Es diferente la cuarta novela, Mi Berghof particular, donde Cánaves
se deja llevar por la influencia de autores como Mario Levrero y Roberto
Bolaño, y escribe una especie de diario metaficcional, que se entremezcla
con narraciones inventadas.
Creo que Javier Cánaves es el único
escritor del que he leído más libros que los que tiene publicados, porque es
normal que nos intercambiemos nuestros manuscritos con el fin de señalar
erratas o proponer cortes y mejoras. Así que de Cánaves he leído dos novelas más
que, por ahora, permanecen inéditas.
Taller de escritura se ha
publicado a finales de 2021 en la editorial
Calambur, pero es un libro que yo había leído en su versión manuscrita en
el verano de 2020. Y en esta novela, de nuevo Cánaves juega a reinventarse a sí
mismo como escritor. Sé que Cánaves empezó en Mallorca a impartir talleres de
escritura creativa, y ha decidido usar esta experiencia vital como sustrato de
su nueva obra de ficción.
El protagonista y narrador de la
novela es Santiago Biza, del que acabaremos descubriendo que trabaja en el departamento
de comunicación de una entidad financiera, mientras que en su tiempo libre
desarrolla una carrera literaria que él mismo considera invisible. Santiago
Biza va a narrarnos una historia, y desde un punto indeterminado del futuro
arranca rememorando el día en el que Alberto Sancevá, otro escritor invisible
de Mallorca, va a visitarle a su casa para ofrecerle un puesto de profesor que
ha quedado vacante en su escuela de escritura. Biza aceptará y se hará
responsable de dos clases. Será de una sola de ellas de la que nos va a hablar
en su narración. Biza admiraba a Sancevá por su última novela, pero, cuando éste
solo consiguió vender cien ejemplares, se desencantó y dejó la escritura, y
también de creer en el arte, y se ha centrado en ganar dinero con los talleres.
Esta será una de las ideas que recorran el libro: ¿qué sentido tiene escribir?
¿Qué se busca al hacerlo? Biza sigue siendo un creyente de este arte, pero
¿podrá seguir siéndolo después de las experiencias que se dispone a contarnos?
El libro se presentó en la librería La biblioteca de Babel de
Palma de Mallorca, y la presentadora fue la escritora Sabina Pons. Me comentaba Cánaves que le gustó una frase de Sabina,
cuando decía que Taller de escritura
es tres libros en uno: una novela policial, un manual de escritura creativa y
un libro de escritura del yo. Es una afirmación que me gusta y quisiera
comentarla. Cánaves mostrará en esta novela ‒a través del personaje de Santi
Biza‒ sus dudas sobre su vocación artística, que ha de compaginar con su vida
laboral y familiar. Esta vocación artística, en la mayoría de los casos, no va
acompañada del deseado reconocimiento de ningún público. En la página 144 el
narrador cita la famosa sentencia de Josep
Pla «el hombre que lee novelas a partir de los treinta y cinco años es un
cretino» para completarla de la siguiente forma: «Por supuesto, también lo es
el que las escribe y no gana dinero con ellas. Somos unos cretinos que juegan a
las adivinanzas, básicamente.» Por tanto la novela tiene componentes de la
literatura del yo y de la metaficción, porque se hacen continuas referencias al
propio acto de escribir. De hecho, en más de un caso se juega con las
enseñanzas propias de un taller de escritura, del que Biza, ha sido profesor.
Así el texto se corrige a veces a sí mismo, cuando Biza se da cuenta de que
está utilizando o abusando de recursos literarios inapropiados para contar su
experiencia, recursos que no le permitiría usar a sus alumnos. Por ejemplo, en
la página 51 leemos: «No había paracaídas ni flotadores capaces de salvarnos.
Y, claro, como suele decirse, de perdidos al río. Si esto lo escribiera uno de
mis alumnos, lo tacharía sin contemplaciones. Nada de frases hechas, ¿lo
entienden?» Este recurso tiene un efecto cómico en la novela, pero también
marca un trasfondo de intrascendencia hacia el hecho literario. ¿A quién le
importa, en realidad, el uso de «frases hechas» en una novela sin lectores?
Taller de
escritura está planteada además como si fuera un ejercicio propuesto en un taller de
escritura; en el propio taller de escritura que se describe en la novela, de
hecho. Santiago Biza ha empezado a recibir en su móvil mensajes amenazantes, a
los que al principio no da importancia, pero que le empiezan a inquietar cada
vez más, sobre todo a partir del momento en el que uno de ellos aparece escrito
sobre la puerta de su propia casa. Sabe que la persona que los envía tiene que
encontrarse entre las personas que acuden a su taller, porque se refieren a él
con el apelativo de «profesor», y encuentra a cinco sospechosos, personas del
taller, o su entorno, con los que ha tenido algún enfrentamiento o problema, o
que se ha revelado que tenía una cuenta pendiente del pasado, y, en cierta
medida, Biza tratará de hacer de detective para averiguar quién es la persona
que ha empezado a quitarle el sueño. De este modo, Taller de escritura se convierte también en una narración policial
que sigue el modelo clásico de la «habitación cerrada»: una víctima (el
narrador y detective) y cinco sospechosos. «Era como estar dentro de una novela
de Conan Doyle o Agatha Christie.», escribe Biza en la página 145.
Además, el narrador, desde el punto
indefinido del futuro desde el que cuenta la historia, juega (desde el primer
párrafo del libro) a adelantar información al lector sobre sucesos que va a
contar más tarde; usando de nuevo un recurso propio de la generación de intriga
en la novela.
La influencia de Roberto Bolaño, con su gusto por los cuentos
dentro de la novela, también está presente en Taller de escritura, ya que Biza nos irá contando las narraciones
que escribe Lourdes García, la alumna con más talento de su taller. Suelen ser
narraciones duras y desconcertantes, que actúan generando un foco de oscuridad
y misterio en el libro.
Taller de
escritura es otro atractivo, y divertido, paso más en la carrera literaria de Javier
Cánaves, que cada vez se está volviendo más original.