Editorial Destino. 259 páginas. 1ª edición de 1985, ésta de 1988.
(La foto la he tenido que hacer yo, porque no encuentro en internet la imagen de Glosa en la edición de Destino, sólo aparece en la edición Argentina de Seix Barral)
(La foto la he tenido que hacer yo, porque no encuentro en internet la imagen de Glosa en la edición de Destino, sólo aparece en la edición Argentina de Seix Barral)
Ya comenté, hace unos meses, al hacer balance de las lecturas de 2010, que uno de los descubrimientos de ese año había sido la literatura de Juan José Saer (Santa Fe, Argentina, 1937; París, 2005), y que me había propuesto seguir con él en 2011. A pesar de que sus libros (salvo La grande) son prácticamente inencontrables en librerías, se pueden conseguir de tres modos: librerías de segunda mano, bibliotecas y librerías especializadas en literatura hispanoamericana, donde sus obras, en las nuevas ediciones de Seix Barral, son importadas desde Argentina.
Según la Wikipedia , de nuevo, y un interesante artículo que encontré en Internet, publicado por Milly Epstein Jannai (ver aquí), Glosa toma como modelo El banquete de Platón.
La novela nos lleva a la mañana del 23 de octubre de 1961, y discurre en un tiempo real que apenas alcanza los 60 minutos. Ángel Leto, de 21 años, siguiendo un impulso, se baja del autobús que lo lleva al trabajo y empieza a caminar por “la ciudad” (Santa Fe). En su caminata se encuentra con el Matemático, de 27 años, que acaba de regresar a la ciudad tras un viaje por Europa de 3 meses. Ambos son conocidos, de un amplio círculo de amigos. El Matemático le comenta a Leto que la semana anterior se encontró con Botón (a quien Leto no conoce en persona), y éste le estuvo contando, en un trayecto por el río, cómo fue la fiesta celebrada por el 65 cumpleaños de Washington Noriega en una finca de Colastiné. En la escasa hora que ocupa el tiempo de la novela, y en un paseo de 21 cuadras, el Matemático narrará a Leto lo acontecido en la fiesta de cumpleaños a la que no ha asistido ninguno de los dos.
El tema principal de Glosa –y de gran parte del universo saeriano- es la percepción de la realidad; la imposibilidad de captar todos los hilos que mueven nuestro acercamiento a lo real, lo que sólo podemos alcanzar mediante nuestros sentidos, y cómo, a la vez, ellos mismo nos limitan. “(…) el sentimiento, decía, de no pertenecer del todo a este mundo, ni desde luego, a ningún otro, de no poder reducir nunca enteramente lo externo a lo interno o viceversa, de que por más esfuerzos que se hagan siempre habrá entre el propio ser y las cosas un divorcio sutil del que, por razones oscuras, el propio ser se cree culpable, el sentimiento confuso y tan inconscientemente aceptado que ya se confunde con el pensamiento y con los huesos, de que el propio ser es la mancha, el error, la asimetría que con su sola presencia irrisoria enturbia la exterioridad radiante del universo” (página 91).
El Matemático reconstruye para Leto lo que Botón reconstruyó para él una semana antes. El Matemático conoce a casi todas las personas de las que habla, y el lugar donde tuvo lugar el cumpleaños, no así Leto, nuevo en la ciudad, y para quien la fiesta en la finca de Colastiné, su imagen de ella, será formada por la idea previa de otras fincas y otras personas.
En más de un momento las palabras de ambos evocarán en el otro asociaciones diferentes a las que cada interlocutor podría presuponer. Así, en más de una ocasión, los pensamientos de Leto irán a recaer sobre las circunstancias que rodearon al suicidio de su padre, acaecido un año antes. Y los pensamientos del Matemáticos le llevaran a rechazar a la burguesía, clase social a la que pertenece.
Pasadas las 100 páginas aparece Carlos Tomatis, uno de los personajes emblemáticos del universo saeriano, uno de los protagonistas de la fiesta de Washington, abrumado por un agudo sentimiento depresivo. Tomatis acompaña a Leto y al Matemático durante algunas cuadras más del paseo y dará su propia versión de lo acontecido, una versión que puede contradecir a la de Botón, y, de la que, una vez que Tomatis deja a los andantes, éstos desconfiarán.
En la página 135 tiene lugar uno de los momentos más interesantes de la novela, cuando el narrador nos desvela qué va a ser del Matemático y Leto en 1979, un tiempo que también es ya pasado en la novela. Lo narrado durante la caminata de 1961 se ha incorporado ya a su bagaje de recuerdos, aunque sea recuerdos falsos creados a partir de una evocación personal. El Matemático paseará por París con Pichón Garay en 1979, y evocarán de nuevo la fiesta de cumpleaños. En los recuerdos de Garay, que sí estuvo allí, se ha incorporado la presencia del Matemático, que habrá de desmentir ese recuerdo falso.
En este salto al futuro, Glosa adquiere su dimensión política. A los tres personajes principales del libro, Leto, el Matemático, Tomatis le aguarda, tras su juventud en la ciudad, la muerte violenta a manos de los militares, el exilio, la clandestinidad..., todo un conjunto de despropósitos vitales que hacen trascender el aparentemente banal momento de una mañana de octubre de 1961 y la descripción inocente de una fiesta, en la que el auténtico nexo de unión entre los personajes serían las simpatías políticas.
El estilo que Saer despliega en esta novela está muy trabajado, con continuas repeticiones que crean tonalidades poéticas en el texto. El narrador nos acerca a la historia desde la oralidad; formulas como “decía”, “¿no?”, aparecen continuamente. Pero la oralidad es sólo un primer acercamiento al material narrado, los puntos de vista de los personajes se irán matizando por las continuas reflexiones del narrador sobre la capacidad de los sentidos y la memoria para retener lo real. En la página 218 se lee, casi a modo de resumen de lo expuesto: “como se supone que estamos de acuerdo en que todo esto –lo venimos diciendo desde el principio- es más o menos, que lo que parece claro y preciso pertenece al orden de la conjetura, casi de la invención, que la mayor parte del tiempo la evidencia se enciende y se apaga rápido más allá, o más acá, si se prefiere, de lo que llaman palabras, como se supone que desde el principio estamos de acuerdo en todo, digámoslo por última vez, aunque siga siendo la misma, para que quede claro: todo esto es más o menos y si se quiere –y después de todo, ¡qué más da!
He encontrado algunos paralelismo entre esta novela y la obra póstuma de Saer, La grande. En ambos libros hay una caminada y se narra la conversación que tiene lugar en ella, y los narradores evocan imágenes diferentes; en ambas novelas hay una fiesta, en Glosa ya ha acontecido, y en La grande acontecerá en las últimas páginas; y en ambas, una imagen final nos dará una idea del absurdo del mundo, una pelota de goma en Glosa y una bolsa de plástico en La grande.
Me ha gustado reencontrarme con algunos de los personajes de Saer que ya conocía, Carlos Tomatis, Washington Noriega, Pichón Garay, los Rosenberg… y ese mundo de derivaciones filosóficas, políticas, humanas…
He vuelto a sacar de la biblioteca de Móstoles La grande con la intención de hojearla y comparar el listado de personajes que acuden a la fiesta de Glosa con los que acuden a la fiesta en La grande y he encontrado con más de una coincidencia. Además, casi abriendo La grande al azar, ha aparecido un personaje segundario, un tal César Rey, que intentó conseguir que Gutiérrez perdiera la virginidad en aquella novela y que es el mismo que se emborracha con Leto en Glosa cuando éste se encuentra hundido por el suicidio del padre.
Como comentario final apuntaría que Glosa es una novela plagada de aciertos narrativos, que contiene ideas -innovadoras, profundas- sobre el arte de narrar que aprecio, en buena medida, como escritor. Quizás, como lector, el ritmo me ha parecido un poco lento en algún momento, y la combinación entre lo mundano y lo profundo me interesó más en La grande.
En todo caso, sigo con ganas de profundizar en el rico universo saeriano.