Editorial Anagrama. 179 páginas.
1ª edición de 2009.
Ya he comentado en el blog más de
una vez libros de Rodrigo Rey Rosa
(Guatemala, 1958). De hecho, creo que a día de hoy tengo la primera edición (y
única) de cada uno de los libros que ha publicado este autor en España, aunque
todavía no los he leído todos. Me compré en la Fnac de Callao, según apareció
como novedad, Los sordos, publicada en septiembre de 2012, y al final no me
puse con ella de forma inmediata porque mi amigo Federico Guzmán me dijo que no se encontraba entre las más
afortunadas novelas de este autor y que mejor haría leyendo El
material humano, uno de los pocos libros de Rey Rosa que no tenía y que
no había leído. Así que, poco después de comprar Los sordos, me hice con El
material humano, en ese mismo septiembre de 2012. Y al final los dos libros
se han ido quedando en la montaña de inleídos hasta este año, que estaba
leyendo los Cuentos completos de Juan José Saer y me apeteció cambiar de
aires a medio libro.
El material humano empieza con la siguiente nota: “Aunque no lo
parezca, aunque no quiera parecerlo, ésta es una obra de ficción”; pero
paradójicamente acaba con esta otra: “Nota: Algunos personajes pidieron ser
rebautizados.”
De hecho, uno lee este libro como
si se tratase de una obra de autoficción en la que la voz narrativa se
identifica con la del propio escritor. Rey Rosa juega continuamente a esto; por
ejemplo, entre las páginas 81-82 se nos dice: “Hoy a las siete de la noche, en
el Centro de Cultura Hispánica de Cuatro Grados Norte, presentación de mi
novelita Caballeriza”. Caballeriza es realmente el título de
una de las novelas de Rey Rosa (como cualquier lector de este blog ha de saber).
En otro momento de la novela, el narrador viaja a París y allí se encuentra con
el pintor Miguel Barceló, amigo en
la realidad de Rey Rosa. O bien el narrador nos habla de la amistad que tuvo
con el escritor Paul Bowles cuando
vivió en Tánger, otro dato real de la vida de Rey Rosa.
Así que en El material humano intuyo que Rey Rosa construye una novela a
partir de su propia vida y, cuando le parece conveniente, vuelve los hechos
siniestros o amenazantes para dar cuerpo a lo contado. El narrador, un escritor
guatemalteco divorciado y con una niña pequeña, ha tomado la costumbre de
acercarse hasta el Archivo con fichas policiales descubierto en la ciudad de
Guatemala cuando no tiene nada sobre lo que escribir. Acude allí como una especie
de entretenimiento, aunque en un momento dado su experiencia como curioso del
gran Archivo kafkiano comienza a parecerle novelable.
Al principio de la novela, Rey
Rosa coloca una lista de fichas policiales que ocupa catorce páginas y cuya
misión en el libro parece ser la de mostrar lo arbitraria que era la justicia
de su país, que acaba resultado un tanto cansina. Copio aquí algunas:
“Castillo Román Jorge. Nace en
1920. Chaffeur. Fichado en 1955 por comunista.
Gallardo Ordóñez Mario. Nace en
1929. Talabartero. Fichado en 1959 por distribuir propaganda subversiva.
Santos Aguilar Perfecta. Nace en
1922. Fichada en 1943 por padecer enfermedad venérea”.
Y así catorce páginas.
La novela está construida a
partir de las anotaciones que el narrador va tomando en diversos cuadernos, y
tras las anotaciones sobre las fichas policiales, la narración toma más fluidez
al poder leerse las páginas en forma de diario, escrito en esos cuadernos.
El tema principal de El material humano –igual que en toda la
obra de Rey Rosa– es el de la violencia cotidiana (procedente de particulares o
del Estado) con la que tiene que lidiar un ciudadano centroamericano. Una
violencia que en muchas ocasiones proviene de la guerra civil vivida en el país
durante la década de 1980, y cuyas cicatrices parecen no estar todavía
cerradas.
Aunque algunas voces del país
apuntan que sería mejor dejar el pasado sin remover (“¿pero para qué escarbar
en el pasado? Es mejor dejar que los muertos descansen, ¿no?”: pág. 83),
precisamente esto es lo que el narrador no quiere dejar de hacer. “Repasar la
historia es ocuparse de los muertos”, se nos dice en las páginas 83-84.
El narrador empezará a sufrir
amenazas cuando vaya creciendo su interés por los papeles que va encontrando en
ese Archivo policial kafkiano que cada vez parece ejercer una influencia mayor
sobre él.
Si bien las investigaciones
llevadas a cabo por el narrador en el Archivo tenían al principio por intención
“investigar los casos de artistas e intelectuales perseguidos, o reclutados,
por la policía” (pág. 83), al final parece que cobra también interés para él
intentar averiguar si las personas que secuestraron a su madre, unos años
atrás, pertenecían a grupos cercanos al gobierno o a la insurgencia de extrema
izquierda, secuestradores que pueden encontrarse más cercanos a él de lo que
puede sospechar.
De París, el narrador viaja a
Lucca en Italia para visitar a una hermana. Aquí, durante una cena en un
restaurante, el narrador le dice a un interlocutor italiano una frase que
podría ser el resumen del libro, o de toda la literatura de Rey Rosa: “En un
país como Guatemala todo el mundo vive en constante peligro físico” (pág. 124).
Como es habitual, la prosa de Rey
Rosa se hace envolvente, poética en su capacidad para retratar la sensación de
amenaza que se cierne continuamente sobre los personajes de sus obras. Quizás
en esta novela, por encima de otras del autor, al ser más autobiográfica resulte
un poco más metaliteraria que otras, ya que en los diarios que componen sus
páginas se apuntan ideas sobre cómo ordenar de forma literaria el material
conseguido en el Archivo, o el narrador nos informa de los libros que lee. Tampoco
deja de ser interesante el tirón de orejas que le da al que posiblemente sea el
padre de la literatura de su país, Miguel
Ángel Asturias, por haber hecho en su momento declaraciones racistas sobre
la necesidad de atraer desde Europa más sangre blanca para que el país pueda
prosperar.
El material humano, una
vez leídas sus primeras páginas, en las que el narrador parece titubear sobre
el camino que va a tomar su historia, se lee como una novela policial con Rey
Rosa de protagonista y acaba siendo un libro agradable. Pero para mí está un
peldaño por debajo de las que considero sus grandes obras: Lo que soñó Sebastián, Piedras
encantadas o Que me maten si...
No quisiera acabar esta entrada
sin recomendar el libro que Rodrigo Rey Rosa ha publicado hace no mucho en la editorial Alfaguara, titulado Imitación
de Guatemala, que contiene cuatro de las más emblemáticas novelas de
este más que notable escritor en un solo volumen: Que me maten si..., El
cojo bueno, Piedras encantadas y Caballeriza.