Editorial Alba. 124 páginas. 1ª edición de 1926; ésta es de 1999.
Traducción de Gema Moral Bartolomé.
Calculé mal. Una mañana, en el autobús que me acerca al colegio donde
trabajo, terminé un libro y no había tomado de mis estanterías otro para después.
Además, a media mañana tuve que afrontar un cambio de planes, y por la tarde
tendría que regresar a mi casa en un largo trayecto en metro sin libro. Este
tipo de situaciones me general una angustia que imagino similar a la del
fumador compulsivo, de repente, privado del tabaco. Para solucionarlo, durante
el recreo me pasé por la biblioteca del colegio y revisé sus estanterías. Desde
hacía tiempo, tenía en mente leer Mi enemigo mortal de Willa Cather (Winchester, Virginia,
1876 – Nueva York, 1947) en la bonita edición de la editorial Alba. Allí estaba esperándome.
De Cather había leído el cuento largo El caso de Paul, en la
fabulosa Antología del cuento norteamericano, elaborada por Richard Ford. Como casi todos los de
este libro, El caso de Paul era un
gran cuento.
La narradora de Mi enemigo
mortal es Nellie, pero la verdadera protagonista de la obra es Myra Henshawe. Cather construye
esta novela usando la técnica del «narrador testigo». Las dos mujeres, Nellie y
Myra, proceden del mismo pueblo, Parthia, en el sur de Illinois. Nellie le da a
entender al lector que Parthia es un lugar tradicional y aburrido y que sólo la
explosiva Myra consiguió romper con su atonía. La primera frase del libro es
ésta: «Conocí a Myra Henshawe cuando tenía quince años, pero recordaba haber
oído hablar de ella desde que tenía uso de razón.», y un poco más abajo, en la
misma página: «En su juventud, Myra había sido la figura más brillante y
atractiva dentro de su círculo de amigos, y había tenido una vida tan
emocionante y variopinta como monótona era la nuestra.»
La novela está dividida en dos partes. La primera comienza cuando la
narradora tiene quince años y va a conocer, por primera vez, a Myra, una amiga
de su tía Lydia, de la que ha oído hablar mucho, y que regresa a su pueblo
después de una ausencia de muchos años. Myra era huérfana y había crecido en
Parthia con su tío abuelo John Driscoll. La casa en la que viven la mejor
propiedad del pueblo. La joven Myra se enamora de Oswald Henshawe, hijo de un
hombre al que el tío abuelo detesta y se opondrá a la relación. Oswald emigra a
Nueva York para tratar de hacerse con una posición y pedir matrimonio a Myra.
El tío abuelo John pondrá ante Myra esta disyuntiva: si no se casa con Oswald
heredará las tres cuartas partes de su fortuna, pero si lo hace la borrará de
su testamento.
Myra elige casarte con Oswald y huir a Nueva York para vivir una nueva
vida. Esta es una historia que la joven Myra, nuestra narradora, ha escuchado
contar en muchas ocasiones.
«—Pero han sido felices, ¿no? —le preguntaba yo algunas veces.
—¿Felices? ¡Oh, sí! Como la mayoría.
Aquella respuesta resultaba descorazonadora; lo que realmente
importaba de su historia era que tenían que ser mucho más felices que otras
personas.»
Quizás este párrafo de la página 27 condense el núcleo narrativo de la
novela. Para la joven Nellie, Myra es una mujer legendaria, alguien que, bajo
su inocente mirada juvenil, encarna los ideales románticos. Como ya he
comentado, la novela comienza cuando Myra vuelve al pueblo y Nellie puede
conocerla, poco después ella y su tía Lydia irán a visitar a Myra y a Oswald a
Nueva York. Una Myra de cuarenta y cinco años –lejos ya de aquellos veinte
legendarios en los que renunció a una fortuna por el amor– resulta en persona
desconcertante para Nellie. Por un lado, le parece alguien de gran personalidad
y carisma y por otro la Myra adulta le da también la impresión de ser una
persona caprichosa e infantil.
La segunda parte del libro empieza diez años después. Nellie tiene ya
veinticinco años. «Las cosas nos habían ido mal a mi familia y a mí», leemos en
la página 71. Si la primera parte transcurría entre el sur de Illinois (el
Medio Oeste) y, sobre todo, Nueva York, en esta segunda parte nos trasladamos a
una ciudad de la costa Oeste. Nellie ha empezado a dar clases en una
universidad de dudosa reputación y, por casualidad, volverá a encontrarse con
Myra y Oswald, quienes se alojan en su mismo hotel. Los negocios no fueron bien
para Oswald y el matrimonio ha perdido la buena posición de la que llegó a
gozar en Nueva York. La novela se publicó en 1926, pero en algún momento tenía
la impresión de estar leyendo una historia de los «felices 20», durante la
primera parte, y de la «Gran Depresión» en la segunda.
Oswald tiene un mal trabajo y Myra está enferma y debe desplazarse en
una silla de ruedas. Nellie comenzará a frecuentar la casa de los Henshawe, y
Myra le hará más de una confesión comprometida.
Willa Cather, llegados a este punto de la novela, podía haber hecho
que Nellie, su narradora, emitierá para el lector algún juicio de valor sobre
sus impresiones acerca de Myra. Pero si hubiera hecho esto, su novela corta
hubiera sido mucho menos sutil de lo que es. Cather dejará para el lector la
tarea de tratar de desentrañar los pensamientos de la escurridiza Nellie sobre
Myra, la verdadera protagonista del libro, ya que cuando acabe la novela le habrá
dado muy escasos datos sobre su vida (¿tiene una pareja?, ¿ha vivido alguna
experiencia traumática que ha hecho que no la tenga?). Unos pensamientos que,
sin desentrañar más el argumento, apuntaremos que posiblemente tengan que ver
con una mirada más clara y desencantada sobre el mundo de los adultos a los
veinticinco años, que la que Nellie tenía a los quince. Esta novela parecía que
no hablaba de Nellie, pero en el fondo sí que lo estaba haciendo, marcando el
paso hacia la vida adulta de la narradora.
Mi enemigo mortal es una
novela corta, pero esto no impide que se concentren en ella los dibujos de
muchas escenas significativas, precisas y sutiles. «Mirada jamesiana», leemos
en la contraportada del libro y sí, estoy de acuerdo. Los velos de la novela
contribuyen a que se expandan sus ecos.
El gran Gatsby de Scott
Fitzgerald se publicó en 1925, un año antes que Mi enemigo mortal, y tengo la impresión de que Cather la había
leído y de que fue una influencia para ella al escribir esta obra.
Recuerdo que cuando leí la Antología
del cuento norteamericano de Richard Ford me deslumbraron muchos de los
cuentos que encontré en ella, y sobre todo recuerdo la buena impresión que me
causaron los que estaban escritos entre las últimas décadas del siglo XIX y las
primeras del XX. Esta antología siempre me pareció una guía muy válida para
indagar con mayor profundidad en la narrativa norteamericana. Gracias a ella,
conocí a Willa Cather y me he acercado ahora a esta novela corta. Entro en la
web de la editorial Alba y veo que han publicado de ella cuatro novelas más y
un volumen con sus libros de cuentos. Seguro que volveré a Willa Cather. Mi enemigo mortal es una gran novela
corta.