Editorial Joaquín Mortiz. 181
páginas. 1ª edición de 1975, ésta de 1997.
Como me gustó mucho Las
muertas decidí seguir leyendo a Jorge
Ibargüengoitia (1928, Guanajuato, México - 1983, Mejorada del Campo,
Madrid). Estas ruinas que ves es la obra narrativa que había escrito
inmediatamente antes de Las muertas.
Una obra que sólo consta de 7 libros (6 novelas y una colección de relatos),
debido a la prematura muerte del autor a los 55 años, en un accidente aéreo que
tuvo lugar cerca de Barajas. Ibargüengoitia viajaba de París –donde residía– a
Madrid, con la idea de tomar un avión que habría de llevarle a la feria del
libro de Bogotá, cuando el avión que llegaba de París se estrelló al intentar
tomar tierra en Barajas. Sin embargo, la obra periodística y de teatro de este
autor es bastante extensa.
Estas ruinas que ves está narrada por Paquito Aldebarán, joven
licenciado en Literatura que, tras vivir y estudiar durante años en Ciudad de
México, regresa a su ciudad natal, Cuévano, en el estado del Plan de Abajo, contratado
como profesor en la universidad. Ya escribí en la entrada correspondiente a Las muertas que el estado del Plan de
Abajo no existe y que es un trasunto de Guanajuato, el estado natal del autor.
Cuévano tampoco existe y sería un trasunto a su vez de la ciudad natal de
Ibargüengoitia, Guanajuato. Algún toponímico más es coincidente en Estas ruinas que ves y Las muertas, como por ejemplo el pueblo
de Pedrones, que ya no sé si es nombre inventado o existe, o es otro lugar al
que Ibargüengoitia le ha cambiado el nombre.
Aldebarán nos hablará en Estas ruinas que ves de los que él
denomina intelectuales de pueblo: las
vidas de un grupito de profesores de la universidad que se van a convertir en
sus compañeros de jarana por las calles y tabernas de Cuévano –“En una ciudad
como ésta, tan chica y donde hay tanta gente tan chismosa” (pág. 119)–; y
también de su propia persecución de mujeres jóvenes y atractivas (ante la
escasez, no le quedará más remedio que fijarse en la mujer de uno de sus
amigos, y en una de sus alumnas, además de vecina, comprometida con un joven
ingeniero de la capital, atractivo y de prometedor futuro).
Si en la entrada del domingo
pasado apunté que el tono con el que está escrito Las muertas es de distanciamiento irónico, debería decir ahora que
el tono de Estas ruinas que ves es
también irónico pero más cercano y gracioso, más celebrativo de lo contado.
Además, en más de una ocasión, hay
una perspectiva pretendidamente ingenua de lo narrado, ya que, por ejemplo,
Aldebarán se cree durante un número sorprendente de páginas un chisme de
borracho que le cuenta uno de sus compañeros de universidad: que Gloria, la
alumna y vecina de la que anda medio enamorado, sufre una grave enfermedad
cardiaca, que hará que muera el primer día que tenga un orgasmo; así que su
posible boda con Rocafuerte, el ingeniero de la capital, es una condena a
muerte en la noche de bodas.
Además, buscando la complicidad
continua con el lector, muchos párrafos de la novela se cierran con preguntas
en las que el narrador de nuevo finge ingenuidad ante cuestiones que
aparentemente le superan. Por ejemplo, leemos en la página 76:
“Es estudiante de Historia, me
dice. Está escribiendo su tesis sobre el liberalismo cuevanense.
¿Tendrá Algarilla algún atractivo
irresistible para las mujeres?”.
Muchas de las escenas dibujadas
por Ibargüengoitia en esta novela, en gran medida provocadas por el contraste
entre las grandes ideas intelectuales y el atavismo de una vida de provincias,
son decididamente cómicas, y el lector no puede dejar de leer Estas ruinas que ves sin una sonrisa
casi constante.
En este libro Ibargüengoitia
parece jugar a la autoficción, ya que él también, tras formarse en la capital,
fue profesor en la universidad de Guanajuato, y además Paquito Aldebarán nos
comenta que ha decidido escribir una historia que el lector atento sabe que va
a ser Las muertas. En la página 75 ya
aparece una referencia al caso: “Justine ha dejado su trabajo habitual de en
las noches –su catálogo de ideas fijas cuevanenses– y está absorta en la
lectura de El sol de Abajo. ‘MACABRO
HALLAZGO’, dice el encabezado. En el pueblo de Rinconada la policía desenterró
los cadáveres de varias mujeres ‘que en vida fueron prostitutas’. El
desentierro fue hecho en el corral de una casa que es propiedad de las hermanas
Baladro, ‘tres notorias lenonas de la localidad’”.
En la página 135, Aldebarán
narra: “Decidí escribir un libro sobre las Baladro, las madrotas asesinas que
habían sido juzgadas en Pedrones y condenadas a treinta y cinco años de cárcel,
y con ayuda de Justine, que había seguido el caso con atención y tenía los
recortes, empecé a recopilar el material necesario: las fotos de las putas, la
historia de los burdeles, las declaraciones del defensor de oficio”.
Y según nos acercamos al final
del libro, el tono chistoso, de cercana ironía, parece dar cabida a una cierta
nostalgia, como si Aldebarán supiera que los divertidos meses que ha pasado
entre los intelectuales de pueblo van a dar pie a la repetición y a la
monotonía de una vida sin demasiados alicientes.
Este paso de la celebración
cómica a la nostalgia me ha recordado, en cierto modo, al Gesualdo Bufalino de Argos el ciego; aunque debería
apuntar que esta última novela me parece mejor que Estas ruinas que ves (aunque también debería señalar que para mí
Gesualdo Bufalino es uno de los autores europeos más importantes de la segunda
mitad del siglo XX, y del que siempre planeo una relectura; al menos de sus
obras La perorata del apestado y de Argos el ciego).
Si bien en Estas ruinas que ves Ibargüengoitia parece elegir un tipo de
narración menor, alejada de los posibles grandes temas literarios (si algo así
existe), tengo que apuntar también que esta novela es un libro con mucho
encanto, que su sentido del ritmo es muy preciso, que me ha mostrado con
solvencia la vida en la provincia mexicana, y que me ha costado reprimir la
sonrisa de la cara según avanzaba por sus páginas felices.
(Nota: esta entrada está escrita hace un mes. Entonces no estaba seguro de que RBA hubiese reeditado este libro. Por si a algún lector de España le interesa: hoy lo he visto en la Fnac de Callao. RBA lo ha reeditado en una edición muy elegante.)
(Nota: esta entrada está escrita hace un mes. Entonces no estaba seguro de que RBA hubiese reeditado este libro. Por si a algún lector de España le interesa: hoy lo he visto en la Fnac de Callao. RBA lo ha reeditado en una edición muy elegante.)