Un amor, de Sara Mesa
Editorial Anagrama, 185 páginas. 1ª edición de 2020.
Creo que fue con la publicación de Cicatriz (Anagrama, 2015)
cuando empezó a sonar con mucha fuerza ‒a nivel de suplementos culturales‒ el
nombre de Sara Mesa (Madrid, 1976);
aunque ya había leído alguna reseña de su novela anterior, Cuatro por cuatro, que también
se publicó en Anagrama en 2012. Y a partir de entonces, a partir de Cicatriz, aparecen libros suyos en
Anagrama con una gran repercusión crítica: Mala letra (2016), Cara
de pan (2018) y Un amor (2020). Un amor fue elegido como mejor novela publicada en España en 2020
por medios como El Cultural o La Vanguardia. Sara Mesa es una
autora que yo había anotado que debía leer; pero, a veces, son tantos los escritores
nuevos por los que siento interés, que no puedo abarcarlos a todos, y también
es cierto que, en muchos casos, me suelo interesar más por escritores (o
escritoras, en este caso) latinoamericanos que españoles. Tendríamos que llamar
a Freud, quizás, para explicar esto, pero normalmente presiento que un autor
latinoamericano me va a sorprender más que uno español, y Latinoamérica es el
campo de lecturas hacia donde he «especializado» mi pasión. Sin embargo, estaba
hablando de libros, en el colegio donde trabajo con una profesora de Lengua y
Literatura, y acordamos que yo le iba a dejar Los recuerdos del porvenir de
Elena Garro y ella me dejaba a mí, Un amor de Sara Mesa. Así que con todo
este circunloquio, quería simplemente contar que he llegado tarde a Sara Mesa,
de una forma tal vez injustificada. Porque lo cierto es que, lo digo desde ya,
me ha encantado Un amor y me gustaría
repetir con ella.
La protagonista de Un amor
es Nat, una joven treintañera que ha alquilado una casa ‒con bastantes
desperfectos‒ en el pequeño pueblo La Escapa. Aquí parece buscar un espacio de
tranquilidad para ejercer un trabajo de traducción que tiene pendiente. Sin
embargo, el lector empezará a vislumbrar desde el principio que Nat, más que
buscando el silencio del campo, viene huyendo de algo indeterminado. Desde un
primer momento, Mesa dibuja escenas tensas en torno a la llegada de Nat al
pueblo. Las primeras tienen que ver con su casero, un tipo de aspecto
desagradable, marrullero con el dinero y de ademanes machistas.
Nat, además de traducir el libro, con escenas francesas de teatro, que
ha traído consigo, también quiere cultivar un huerto en su jardín. Aquí se ha
producido una coincidencia temática con la novela Los llanos del argentino Federico Falco, también publicada por
Anagrama en 2020. En Los llanos
también hay un personaje treintañero que alquila una casa en el campo y viene
huyendo de su pasado en la ciudad. Pero las coincidencias acaban aquí, ya que
mientras Los llanos es una novela
lírica sobra la pérdida, Un amor es
una novela muy tensa sobre las relaciones de dependencia y poder que se
establecen entre los seres humanos.
Serán pocos los datos que Sara Mesa dé al lector sobre el pasado de
Nat, pero estos ‒en las contadas ocasiones que aparecen‒ serán muy
significativos y simbólicos. Como promete el título, Nat vivirá una historia de
amor en La Escapa, pero no será, en cualquier caso, una historia cómoda o
exenta de tensiones. «Ella no pertenece a este sitio, jamás ha pertenecido.»,
leemos en la página 157 y, esta es de la desubicación, es una sensación que
permanecerá en Nat en todo momento y que marcará su paso por el pueblo, como un
arrastrar de extrañamientos y desencuentros. Los habitantes de La Escapa se
rigen por unas reglas que ella no acaba de comprender, y sentirá de forma
continuada los malentendidos como una losa que pesará sobre la inalcanzable
tranquilidad de sus días.
La novela está escrita en tercera persona, y Mesa hace un inteligente
uso del estilo indirecto libre para acercarnos al desasosiego vital de Nat.
Además se sirve de los elementos descriptivos del clima para cargar de tensión
las escenas desde fuera (el calor, las tormentas, los ladridos de los perros en
la noche…). En apariencia, el lenguaje es sobrio y no llama mucho la atención
sobre sí mismo. Mesa trabaja con ahínco, sin embargo, la contención narrativa,
muy por encima del lirismo.
Al acabar de leer el libro, he tenido la sensación de que todos los
elementos que la autora ha ido dispersando por sus páginas tenían una función
específica y que el incremento de tensión narrativa ha funcionado perfectamente,
tocando todas las teclas que se había propuesto tocar. Por ejemplo, en sus
paseos, Nata pasa por una casa en ruinas con unas pintadas amenazantes. Allí le
acabarán contando que vivían unos hermanos que practicaban relaciones
incestuosas hasta que los vecinos del pueblo les acabaron expulsando. Y estas
páginas en las que se habla de esta casa, cobrarán un significado simbólico
unas cuantas decenas de páginas después. Es decir, Un amor es un prodigio de ingeniería narrativa, la obra madura de
una autora en pleno dominio de su arte. En una crítica que leí, comparaban la
tensión narrativa de Un amor con la
que consigue J. M. Coetzee en sus
novelas. Y la verdad es que me pareció un comentario bastante acertado, sobre
todo pensando en libros de Coetzee como Desgracia. En Un amor leemos esta frase cargada de significado: «Él ostenta el
poder de la víctima», sobre el poder de las «víctimas» sobre las personas que
se sienten «culpables» trataba en gran medida la novela Desgracia, y así mismo lo hace Un
amor. Nat ha estado huyendo del «poder de las víctimas», que pueden
perdonarla o ejercer sobre ella sus privilegios en cualquier momento, pero en
La Escapa se va, de nuevo, a encontrar con él. El final de Un amor es impactante, y remata de forma estupenda una gran novela.
Una novela tensa y sombría sobre las pérdidas y sobre las enfermizas relaciones
de poder que se establecen entre las personas. Como dije, Un amor me ha dejado con ganas de seguir con la obra de Sara Mesa.
Creo que los siguientes libros suyos que voy a leer serán Cicatriz y Cara de Pan.