Editorial
Alianza.
521 páginas. 1ª edición de 1867, ésta es de 2014.
Traducción de Manuel Sacristán
Selección, introducción y notas
de César Rendueles
Ya me he acercado a la obra de Adam Smith, Thomas Malthus, David
Ricardo y John Stuart Mill, así
que si quería seguir ahondando en mi conocimiento de la historia de las ideas
económicas debía leer ahora a Karl Marx
(Tréveris, Prusia, 1818 – Londres, 1883), el último de los representantes de la
escuela clásica del pensamiento económico y su mayor crítico. Es cierto que en
algún momento debería leer los Principios de economía política
(1848) de John Stuart Mill, texto fundamental para entender los comienzos de la
socialdemocracia europea.
Cuando fui, hace ya más de un
año, a Ecobook, la librería del
Economista de Conde Duque, tuve en mis manos una nueva edición de El capital que ha publicado la editorial Akal, hace no demasiado
tiempo. Una edición con una cajita para guardar los nueve volúmenes de la obra.
Estuve hojeando alguno de ellos y me pareció que estaba muy bien editado, con
una letra de un tamaño bastante atractivo.
En la Feria del Libro de Madrid
de 2015 también visité la caseta de Ecobook y otra vez tuve en mis manos la
edición de El capital de Akal, pero
ya me había fijado en la reedición que había hecho Alianza de una antología de este libro formada por unas 500
páginas. Quería leer El capital, pero
me abrumaba su excesivo número de páginas y acabé pensando que sería mejor
comprar la versión extractada de Alianza y tal vez, si me volvía a apetecer,
enfrentarme en algún momento futuro a la versión completa.
Introducción:
César Rendueles (Gerona, 1975) -sociólogo, ensayista y profesor
universitario- ha sido el encargado de seleccionar las páginas más
representativas de El capital para
esta edición de Alianza. Su prólogo abarca unas 50 páginas, y comienza con la
siguiente frase: “Ningún autor en la historia de las ideas ha tenido una
influencia política tan explosiva e inmediata como Karl Marx (1818 – 1883)”. En
la página dos de su comentario hace una reflexión que me parece interesante
destacar: “”Resulta absurda la idea de que Marx –un pensador riguroso y
jaranero, comprometido y bohemio, de erudición enciclopédica y pronunciada
sensibilidad artística- guarde la más remota relación con el medio ambiente
intelectual oficial de lo que se dio en llamar «socialismo real», una
excrecencia cultural freudianamente siniestra desde su nacimiento.” (pág. 14).
“Karl Marx es uno de los
fundadores de las ciencias sociales pero, además, es un autor crucial para
entender la modernidad.” (pág. 14)
Rendueles comenta que El capital es la obra de toda una vida y
que ni siquiera está claro qué escritos lo componen. “Desde muy joven (Marx)
adoleció de una incapacidad manifiesta para evaluar el tiempo y la dedicación
que merecían ciertos temas.” (pág. 23).
“Marx proyectó El capital en cuatro libros, de los cuales
sólo editó y revisó exhaustivamente el primero. Es más que discutible si
hubiera aceptado las versiones de los Libros II y III en el estado en que
Engels decidió que vieran la luz. Las Teorías
de la plusvalía, que Kautsky publicó como Libro IV, nunca se incluyeron en
las ediciones de El capital y sólo
sirven para dar una idea de los materiales de trabajo de Marx. Todo ello hace
altamente recomendable focalizar la atención en el Libro I de El capital como la exposición más
depurada de la teoría marxista.” (pág. 24)
Libro I.
El proceso de producción del capital
Más de una vez he escuchado que
El capital era una obra de difícil
comprensión. Normalmente este tipo de comentarios provenían de personas
interesadas en la política y la historia que trataban de leer la obra sin
entender desde el principio de dónde partían las palabras de Marx. Como
economista de la escuela clásica, Marx conversa con Adam Smith y principalmente
con David Ricardo.
El capital, en
esencia, es una crítica a la obra
Principios
de economía política y tributación de Ricardo (pinchar
AQUÍ para leer el
comentario que hice de este libro). En el epílogo a la segunda edición –que
abre aquí el Libro I- Marx escribe: “Tomemos Inglaterra. Su economía política
clásica cae en el período de lucha de clases no desarrollada. Su última gran
representante, Ricardo, hace final y conscientemente de la contraposición de
los intereses de clase, del salario del trabajo y el beneficio, del beneficio y
la renta de la tierra, el centro vivo de sus investigaciones, concibiendo
ingenuamente esa contraposición como ley natural social. Pero con eso la
ciencia burguesa de la economía llegaba a su límite insuperable.” (pág. 62-63).
El capital comienza entrando de lleno en una discusión clásica de
la historia economía: la teoría del valor, ya enunciada por Adam Smith y
corregida después por David Ricardo. Marx se muestra más de acuerdo (en principio)
con Ricardo.
Escribe Marx: “La utilidad de una
cosa la convierte en valor de uso.” (pág. 72)
“El valor de cambio aparece por
de pronto como la razón cuantitativa, la proporción en la cual se cambian
valores de uso de una clase por valores de uso de otra clase, relación que
cambia constantemente con el tiempo y el lugar.” (pág. 72-73).
La clave está aquí: “El valor de
uso, un bien, no tiene valor sino porque en él se objetiva o materializa
trabajo humano abstracto. ¿Cómo medir la magnitud de su valor? Mediante el quantum de «sustancia formadora de
valor», el quantum de trabajo
contenido en él. Por su parte, la cantidad de trabajo se mide por su duración
temporal, y el tiempo de trabajo tiene a
su vez su criterio de medida en determinadas partes del tiempo, como la hora,
el día, etc.” (pág. 76). En el párrafo anterior Marx y Ricardo coinciden, pero
mientras que para el segundo la prosperidad social se basaba en que los obreros
tenían que cobrar siempre salarios al nivel de subsistencia (“Ley de Hierro de
los salarios”), y no se hacía ningún planteamiento moral sobre la justicia o
injustica de esta situación -sino que se tomaba por una ley natural de la
estructura económica de un país dividido entre capitalistas y obreros-, Marx
junta el análisis económico de la teoría del valor al análisis histórico y
social, dado lugar a su teoría de la plusvalía, centro gravitatorio de la
teoría marxista.
La sociedad capitalista produce
mercancías a través de la división social de trabajo: “La forma mercancía y la
relación de valor de los productos del trabajo en que aquélla se expresa no
tienen absolutamente nada que ver con su naturaleza física ni con las
relaciones materiales que brotan de ella. Lo que para los hombres asume aquí la
forma fantasmagórica de una relación entre cosas es estrictamente la relación
social determinada entre los hombres mismos.” (pág. 89)
“La determinación de la magnitud
de valor por el tiempo de trabajo es un secreto oculto bajo los movimientos
perceptibles de los valores relativos de las mercancías.” (pág. 93)
Marx distingue entre una sociedad
clásica (precapitalista) en la que se intercambian unas mercancías por otras
mediante el dinero (circuito M – D – M) de las relaciones que se establecen en
una sociedad capitalista, en las que el productor capitalista establece un
circuito D – M – D (es decir, se invierte Dinero para producir Mercancía, y con
ella conseguir más Dinero). El capitalista no produce interesado en el valor de
uso de la mercancía que crea sino para conseguir más dinero, y con éste volver
a invertir en la empresa para producir bienes que le conduzcan a conseguir más
dinero.
Cuando el intercambio es entre
mercancías, para aprovechar de ellas su valor de uso, Marx apunta “que los dos
sujetos del cambio pueden salir ganando. Ambos enajenan mercancías que les son
útiles como valores de uso y reciben mercancías que les son útiles para el
uso.” (pág. 110) “La situación no se altera por el hecho de que el dinero
aparezca como medio de circulación entre las mercancías y los actos de la compra
y de la venta se separen materialmente.” (pág. 111)
En el intercambio de una
mercancía por otra no se crea plusvalía: aunque un vendedor engañe al otro y le
intercambie su mercancía (con un número de horas contenido en su producción)
por un valor mayor del que debería ser, el valor global en el mercado de esas
mercancías no ha cambiado (aunque una de las partes se apropie de una proporción
del total mayor que la otra).
La plusvalía surge en el circuito
D – M – D, bajo las premisas de la sociedad capitalista dividida entre
poseedores de los bienes de producción y trabajadores. La alteración no
proviene del valor de uso de los bienes: “La alteración, pues, no puede
proceder más que de su valor de uso como tal, o sea, de su uso. Para extraer
valor del uso de una mercancía, nuestro poseedor de dinero habría de tener la
suerte de encontrar dentro de la esfera de la circulación, en el mercado, una
mercancía cuyo mismo valor de uso poseyera la peculiar naturaleza de ser fuente
de valor, una mercancía cuyo uso real, pues, fuera él mismo objetivación de
trabajo y, por lo tanto, creación de valor. Y el poseedor de dinero encuentra
en el mercado una tal mercancía específica: la capacidad de trabajo, o fuerza
de trabajo.” (pág. 119)
El poseedor de la fuerza de trabajo
(el obrero) y el capitalista se encuentran en un mercado de compra y venta, y
jurídicamente son, por tanto, personas iguales. Si el obrero vendiese toda su
fuerza de trabajo de golpe se transformaría en un esclavo. Como persona, el
trabajador debe comportarse respecto a su fuerza de trabajo como respecto a una
mercancía propia.
El poseedor de dinero encuentra
en el mercado de trabajo una sección especial del mercado de mercancías.
El valor de la fuerza de trabajo
se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción.
Marx realiza una estimación de cuántas
horas de trabajo necesita un obrero que vende su fuerza laboral en una fábrica
para cubrir “sus costes” (es decir, para poder alimentarse, vivir en una casa y
poder tener hijos: tiempo de trabajo necesario para cubrir su nivel de
subsistencia), al resto lo llama la
plusvalía: el plusvalor del trabajador del que se apropia el capitalista,
que surge del plustrabajo del obrero por encima de las horas necesarias para
cubrir el mantenimiento de su fuerza laboral. En sus ejemplos, Marx estima que
este tiempo necesario para cubrir costes es de 6 horas, el resto de la jornada
laboral será plusvalía de la que se apropia el capitalista.
“La tasa de plusvalía es, por
tanto, la expresión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por
el capital, del trabajador por el capitalista.” (pág. 157)
Una vez definida la idea de
plusvalía, uno de los temas más importantes desarrollados en el Libro I es el
de los límites de la jornada de trabajo. El mínimo de la jornada de trabajo es
indeterminado, “pero sobre la base del modo de producción capitalista, el
trabajo necesario no puede constituir nunca más que una parte de la jornada de
trabajo, y la jornada de trabajo no puede, por lo tanto, reducirse jamás a ese
mínimo.” (pág. 159)
Marx apunta que los límites de la
jornada de trabajo tropiezan con límites morales, algo que en ningún momento
llegó a insinuar David Ricardo, al que Marx dedica más de un calificativo poco
amable en este libro. Aunque no lo cite explícitamente, en más de un momento
Marx llama a los economistas políticos como Ricardo “olifantes” (me encantó
leer esta palabra), “teóricos burgueses” o “ideólogos del capitalista”.
El capitalista intentará alargar
la jornada laboral del trabajador para valorizar su capital, pero el trabajador
tendrá que velar para que no se dé un uso excesivo de su fuerza de trabajo. Al
capitalista le interesa alargar las jornadas de trabajo diario para valorizar a
corto plazo su capital, pero esto puede suponer un desgaste excesivo sobre el
cuerpo del trabajador. Se dan al respecto algunos datos sobre la esperanza de
vida de herreros en zonas industriales de Inglaterra en los que Marx muestra
como estas cifras han empeorado en las últimas décadas. Un herrero que podría vender
su fuerza de trabajo durante treinta años, se encuentra con ella agotada por
sobreexplotación a los diez. El trabajador debe administrar su única riqueza,
la fuerza de trabajo. Marx hace homenaje en el prólogo y en la parte central
del Libro I a los inspectores fabriles que velan porque se cumplan las jornadas
de trabajo inglesas ante “el ansia que tiene el capital de chupar
desmedidamente la fuerza de trabajo hasta agotarla.” (pág. 165)
Los ejemplos que se dan en las
páginas 168-169 sobre explotación infantil son escalofriantes. Hablemos, por
ejemplo, de Guillermo Wood, que tenía 7 años y 10 meses cuando empezó a
trabajar, que llegaba cada día de la semana a la fábrica a las 6 de la mañana y
se iba a las 9 de la noche. Estamos hablando de jornadas de 15 horas diarias (7
días a la semana) para un niño de 7 años. De forma implícita, porque de forma
explícita nunca parece haber personas reales en los análisis de David Ricardo,
éste parece considerar que el trabajo de Guillermo Wood en una fábrica es algo
inherente al capitalismo (e inevitable) y que su aceptación conducirá al
“progreso” de la sociedad.
Los datos sobre las expectativas
de vida en los distritos ceramistas de Stoke-upon-Trent y Wolstanton parecen
también extraídos de un cuento de terror: «Cada generación de trabajadores de
la cerámica es más enana y más débil que la anterior», cita Marx en la página
170 al Dr. Boothroyd.
“El capital no pregunta por la
duración de la vida de la fuerza de trabajo. Lo único que le interesa es
exclusivamente el máximo de fuerza de trabajo que se puede hacer fluir en una
jornada de trabajo.” (pág. 175)
“El capital no tiene en cuenta la
salud y la duración de la vida del obrero si la sociedad no le obliga a tenerla
en cuenta. (…) En líneas generales eso no depende tampoco de la buena o mala
voluntad del capitalista individual. La libre competencia impone como ley
coercitiva externa, frente al capitalista individual, las leyes inmanentes a la
producción capitalista.” (pág. 179-180). En este párrafo podemos ver una
crítica directa a esa idea positivista que sobre la competencia tenía Adam
Smith; aunque Smith –como ya comenté en su momento- cuando hablaba de los
incentivos individuales y definía sus ideas de libre competencia estaba
hablando de un mundo ideal de empresas pequeñas donde se respetaban los límites
morales del intercambio justo.
“La historia de la regulación de
la jornada de trabajo, en algunos modos de producción, y, en otros, la lucha,
que aún continúa, por esa regulación prueban tangiblemente que en determinados
estadios de madurez de la producción capitalista el trabajador aislado, el
trabajador en cuanto vendedor «libre» de su fuerza de trabajo, sucumbe sin
resistencia. Por eso la creación de una jornada de trabajo normal es producto
de una larga guerra civil, más o menos disimulada, entre la clase de los
capitalistas y la clase de los trabajadores.” (pág. 182)
Marx define también el concepto
de plusvalía relativa. El tiempo de
la jornada de trabajo que ha cubierto el coste de producción para el obrero y
del que se adueña el capitalista sería la plusvalía
absoluta. Como en casi todos los países europeos la sociedad ha decidido
poner límites a la jornada de trabajo, al capitalista no le queda más remedio
que invertir en innovaciones técnicas que contribuyan a que el trabajador en la
fábrica pueda cubrir antes sus costes de producción y que el resto se
convierta, por tanto, en plusvalía para el capitalista. Es decir, que si el
Estado impone el límite de la formada laboral en 12 horas, y el trabajador
tardaba 6 en cubrir su coste, el cambio tecnológico va a permitir que ahora se
cubra ese coste en 4 horas, y que se incremente así la plusvalía (relativa, en
este caso), ya que el capitalista no puede legalmente aumentar la jornada por
encima de las 12 horas.
Así se define en la página 190:
“Llamo plusvalía absoluta a las plusvalía producida mediante la prolongación de
la jornada de trabajo; por el contrario, llamo plusvalía relativa a la
plusvalía que brota de la abreviación del tiempo de trabajo necesario y la
alteración correspondiente de la razón cuantitativa entre los dos elementos de
la jornada de trabajo.”
“Cuando un capitalista individual
abarata, por ejemplo, camisas mediante el aumento de la fuerza productiva del
trabajo, no hay necesitad alguna de que tenga en cuenta la finalidad de rebajar
el valor de la fuerza de trabajo y así, por tanto, el tiempo de trabajo
necesario.” (pág. 191).
Recuerdo que el economista
Carlos Rodríguez Braun comentaba en el
prólogo del libro
Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economía política
de
John Stuart Mill, que la
explicación que da éste de la diferencia entre plusvalor absoluto y relativo
parece que inspiró a Marx unas décadas después. (Ver
AQUÍ mi comentario sobre
este libro). Leyendo un párrafo como el último que he trascrito y recordando
las palabras que leí de Mill hace unos meses este comentario de Rodríguez Braun
parece bastante cierto.
La cooperación ha sido muy importante,
apunta Marx, en los comienzos culturales de la humanidad, entre los pueblos
cazadores o agricultores. En la Edad Media y en las colonias modernas la
cooperación se ha producido en relaciones de dominio y servidumbre,
generalmente mediante la esclavitud. “En cambio, la forma capitalista presupone
desde el primer momento la existencia del trabajador asalariado libre que vende
al capital su fuerza de trabajo. Pero históricamente esta forma capitalista de
la cooperación se desarrolla en contraposición con la economía campesina y con
el taller artesanal independiente.” (pág. 205). Para Marx las relaciones
cooperativas que se establecen en la fábrica capitalista tienen más que ver con
el vasallaje de la Edad Media que con el intercambio entre supuestos hombres
libres: “La manufactura propiamente dicha no sólo somete al antiguo trabajador
independiente a las ordenes y la disciplina del capital, sino que, además, crea
una articulación jerárquica de los mismos trabajadores.” (pág. 222)
Los avances tecnológicos pueden
tener algunas consecuencias negativas: La máquina permite prescindir de fuerza
muscular y así pueden entrar en la fábrica los niños y las mujeres, es decir,
todos los miembros de la familia obrera. Este incremento de las personas trabajadoras
hace que el trabajo individual pierda valor. Hasta ahora estábamos suponiendo
que el trabajador y el capitalista se enfrentaban en el mercado como personas
libres; pero al comprar el capitalista la fuerza de trabajo de niños y mujeres
ya no está tratando con personas con plena capacidad de derechos, puesto que en
la época de la que habla Marx las mujeres (y por supuesto los niños) no pueden
votar.
“El código fabril en el que el
capital formula de un modo absolutista y jurídico-privado su autocracia sobre
sus trabajadores, sin la división de poderes a la que la burguesía es tan
aficionada en otros casos y sin el sistema representativo aún más querido por
ella, no es más que la caricatura capitalista de la regulación social del
proceso de trabajo, regulación que se hace necesaria con la cooperación en gran
escala y la aplicación de un medio de trabajo común, y señaladamente de la
maquinaria. En el lugar del látigo del esclavista aparece el libro de sanciones
del vigilante.” (pág. 240)
“La contradicción entre la
división manufacturera del trabajo y la esencia de la gran industria se impone
violentamente. Aparece, entre otros lugares, en el hecho terrible de que una
gran parte de los niños empleados en las modernas fábrica y manufacturas quedan
desde la más tierna edad encadenados a las manipulaciones más simples y son
explotados durante años sin aprender ningún trabajo que más tarde los hiciera
utilizables aunque sólo fuera en la misma manufactura o fábrica.” (pág.
245-246)
En la página 249 Marx hace una
insinuación de que en el futuro podría darse un mundo mejor: “La inevitable
conquista del poder político por la clase trabajadora, conquistará también para
la instrucción tecnológica, teórica y prácticamente, el lugar que le
corresponde en las escuelas obreras.”
Me interesa una idea que aparece
en la página 252: “En la esfera de la agricultura es donde la gran industria
actúa del modo más revolucionario, en la medida en que aniquila el baluarte de
la vieja sociedad, el «campesino», y desliza bajo él el trabajador asalariado.
Sobre esto en la página 254 aparece una idea
ecológica, algo que leo por primera vez en mi acercamiento a los
economistas clásicos y que creo que debe ser destacado: “Todo progreso de la
agricultura capitalista es progreso no sólo del arte de depredar al trabajador,
sino también y al mismo tiempo del arte de depredar el suelo.”
Llegamos a la sección séptima del
Libro I: El proceso de acumulación del capital
“La primera condición de la
acumulación es que el capitalista haya conseguido vender sus mercancías y
retransformar en capital la mayor parte del dinero así conseguido.” (pág. 264)
“Ninguna sociedad puede producir
–o sea, reproducir-constantemente sin retransformar constantemente una parte de
su producto en medios de producción o elementos de la nueva producción.” (pág.
266)
“Una parte del plustrabajo anual
se tiene que utilizar para producir más medios de producción y de vida, en
exceso respecto de la cantidad que se requería para reponer el capital
adelantado. Dicho con otras palabras: la plusvalía es convertible en capital
exclusivamente porque el plusproducto cuyo valor es ella contiene ya los
elementos materiales de un nuevo capital.” (pág. 279)
“Cada año se emplea a más
trabajadores que el año anterior, antes o después tiene que llegar el momento
en que las necesidades de la acumulación empiecen a crecer por encima de la
oferta corriente de trabajo, o sea, en que se produzca aumento de salarios.”
(pág. 290). “La elevación del salario no significa, en el mejor de los casos, más
que una disminución cuantitativa del trabajo no pagado que ha de prestar el
trabajador. Esa disminución no puede proceder hasta el punto en el cual
amenazaría al sistema mismo. (pág. 292)
“Al aumentar la masa de riqueza
que funciona como capital, amplía la concentración de ese capital en manos de
capitalistas individuales. (…) La creciente concentración de los medios de
producción sociales en las manos de capitalistas individuales está limitada, si
las demás circunstancias no varían, por el grado de crecimiento de la riqueza
social.” (pág. 297). Debido a la competencia, los capitalistas pequeños se
lanzan a esferas de la producción de las que la gran industria no se ha
apoderado todavía, necesitan usar el sistema de crédito, y esto y la
competencia acaba con muchos pequeños capitalistas, lo que hace que aumente la
centralización del capital, lo que podría conducir al monopolio en algunas
industrias.
La centralización y los avances
tecnológicos producen siempre una población trabajadora excedente y superflua.
A esta población Marx la denomina “ejército industrial de reserva.” “El
ejército industria de reserva presiona durante los periodos de estancamiento y
de prosperidad media al ejército activo de trabajadores y frena sus
reivindicaciones durante el período de sobreproducción y paroxismo. La
sobrepoblación relativa es, pues, el fondo sobre el cual se mueve la ley de la
demanda y la oferta del trabajo.”
Es interesante el comentario
sobre la producción capitalista agraria: en el campo los avances técnicos hacen
que sobre más población, que acabará como proletariado urbano. Este nuevo
proletariado hace que crezca el generado por la ciudad y así se dé una renovada
presión de los salarios a la baja. Cuando más crece el ejército de reserva más
se explota a los trabajadores activos y menos salarios se les pagan. “Esta es
la ley general, absoluta, de la acumulación capitalista.” (pág. 313) “Todos los
métodos de producción de plusvalía son al mismo tiempo métodos de acumulación
y, recíprocamente, toda expansión de la acumulación se convierte en medio de
desarrollo de aquellos métodos. Se sigue de ella que, en la medida en que se
acumula capital, la situación del trabajador tiene que empeorar.” (pág. 314)
En la página 315 nos encontramos
con el capítulo vigésimo cuarto, el titulado El secreto de la
acumulación originaria, que me ha parecido uno de los más interesantes
del libro, ya que une el estudio económico con el histórico, y gracias a
páginas como está queda claro porque Marx es uno de los padres de las ciencias
sociales. Dice Marx: “Esta acumulación originaria tiene en la economía política
aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. (…) Se
explica el origen del pecado narrándolo como anécdota del pasado. En tiempos
remotos hubo, por un lado, una élite aplicada, inteligente y, ante todo,
ahorradora, y, por otro, unos golfos haraganes que dilapidaban en juergas todo
lo que tenían y más.” (pág. 315)
Hasta ahora, nos dice Marx, los
economistas políticos nos han hablando de una sociedad dividida en trabajadores
y poseedores de los medios de producción, y nunca se ha explicado cómo se ha
llegado a esta situación en la que la mayoría de las personas de una sociedad
sólo puede vender su trabajo y sigue siendo siempre igual de pobre y luego
existen unos pocos, que poseen los medios de producción, que son cada vez más
ricos.
“En la historia real tienen, como
es sabido, papel de protagonistas la conquista, el sometimiento, el asesinato,
la violencia, dicho brevemente. En la suave economía política dominó desde
siempre el idilio. Derecho y «trabajo» fueron desde siempre los únicos medios
de enriquecerse.” (pág. 316)
“La estructura económica de la
sociedad capitalista ha nacido de la estructura económica de la sociedad
feudal.” (pág. 317)
“Los capitalistas industriales,
esos nuevos potentados, tuvieron, por su parte, que desplazar no sólo a los
maestros artesanos gremiales, sino también a los señores feudales, que se
encontraban en posesión de las fuentes de la riqueza. Desde este punto de vista
su ascensión se presenta como fruto de una lucha victoriosa contra el poder
feudal y sus irritantes privilegios, así como contra los gremios y las trabas
que éstos habían puesto al libre desarrollo de la producción y a la libre
explotación del ser humano por el ser humano.” (pág. 318)
“El punto de partida del proceso
que engendra tanto al trabajador asalariado como al capitalista fue el
sometimiento servil del trabajador. El decurso ulterior consistió en un cambio
de forma de ese sometimiento, en la conversión de la explotación feudal en
explotación capitalista. (…) La expropiación del productor rural, el campesino,
de su tierra constituye el fundamento del entero proceso.” (pág. 319)
En el siglo XIV la gran mayoría
de la población estaba formada por campesinos libres, que gozaban del
aprovechamiento de la tierra comunal. En la Europa feudal la tierra estaba
dividida entre el mayor número posible de campesinos vinculados. El poder del señor
feudal se basaba en el número de sus súbditos, y esto dependía del número de
campesinos económicamente autónomos.
“El prólogo de la transformación
que creó el fundamento del modo de producción capitalista ocurre en la última
tercera parte del siglo XV y en los primeros decenios del siglo XVI. Una masa
de proletarios se ve proscrita y lanzada al mercado de trabajo por obra de la
disolución de los séquitos feudales.” (pág. 321). En Inglaterra se usurpó a los
campesinos el uso de las tierras comunales. Se dieron dos corrientes que
llevaron a esto: el aumento del valor de la lana, que hizo que el suelo
agrícola se transformara en zona de pastos; y la Reforma, donde se expropian
los bienes de la Iglesia. En los dos casos la tierra se concentra en cada vez
menos manos; esto expulsa de sus tierras a los antiguos campesinos vinculados a
ellas por sucesión, y sus pequeñas explotaciones se van fundiendo.
Bajo la restauración de los
Estuardo los terratenientes impusieron legislativamente una usurpación de la
tierra al abolir la constitución feudal. La Revolución Gloriosa llevó al poder
a los terratenientes y capitalistas: “Estos inauguraron la nueva era ejerciendo
a escala colosal el robo de los dominios estatales, practicado hasta entonces
sólo modestamente. Estas tierras se regalaron, se vendieron a precios
irrisorios, o incluso fueron anexionadas por propiedades privadas mediante
usurpación directa. (…) La propiedad estatal así fraudulentamente apropiada,
junto con la arrebatada a la Iglesia (…) constituye el fundamento de los
actuales dominios principescos de la oligarquía inglesa. Los capitalistas
burgueses favorecieron la operación, entre otras cosas para convertir la tierra
en puro artículo mercantil, ampliar la zona de la gran empresa agrícola,
aumentar su aprovisionamiento de proletarios proscritos del campo, etc. Además,
la nueva aristocracia terrateniente era la aliada natural de la nueva
bancocracia.” (pág. 324)
“El progreso del siglo XVIII se
revela en el hecho de que ahora la ley misma se convierte en vehículo del robo
de la tierra del pueblo.” (pág. 325)
“¿Qué farthing de indemnización recibió jamás el pueblo rural por los
3.511.770 acres de tierra comunal que se le robaron entre 1810 y 1831 y fueron
regalados parlamentariamente por los terratenientes a los terratenientes?
El último gran proceso de
expropiación de la tierra de los campesinos, por último, es el llamado clearing of estates.” (pág. 330)
“En el siglo XVIII se prohibió al
mismo tiempo a los gaélicos, expulsados de la tierra, la emigración, con objeto
de meterlos por la fuerza en Glasgow y otras ciudades fabriles.” (pág. 331)
Estos campesinos de repente sin
tierras son expulsados del campo y se convertirán en mano de obra barata para
la naciente industria manufacturera de las ciudades, pero esta industria no
podía absorber a todos los expulsados del campo. Por eso, a partir del siglo XV
empieza a haber más vagabundos en Europa. La legislación los trató como
criminales “voluntarios” (Esto me recuerda a la idea neoliberal del “paro
voluntario”). Resulta ahora interesante volver a releer las ideas sobre las
“leyes de pobres” de Adam Smith y David Ricardo, después de acercarse al
análisis marxista.
“El «gran partido liberal»
permitió a los jueces ingleses –siempre moviendo el rabo al servicio de las
clases dominantes- desenterrar las añosas leyes sobre «conspiraciones» y
aplicarlas contra las coaliciones obreras.” (pág. 340) “Los trabajadores no
tienen derecho a ponerse de acuerdo acerca de sus intereses, a actuar unidos y
moderar así su «dependencia absoluta, que es casi esclavitud»; y ello
simplemente porque así lesionarían «la libertad de sus ci-devant maîtres (hasta
ahora amos) de los actuales empresarios» (¡la libertad de mantener a los
obreros en la esclavitud!).” (pág. 341)
El capitalismo industrial también
tiene su origen en el colonialismo en América o en África: “Mientras implantaba
en Inglaterra la esclavitud de los niños, la industria algodonera provocaba al
mismo tiempo la conversión de la economía esclavista de los Estados Unidos,
hasta entonces más o menos patriarcal, en un sistema de explotación comercial.”
(pág. 345)
En la página 347 aparece una
crítica directa a economistas políticos como Ricardo que creo que merece la
pena destacar: “En interés de la llamada riqueza nacional busca medios para
producir la pobreza popular.” Esto mismo pensé cuando hace unos meses leí Principios de economía política y
tributación de Ricardo.
Es interesante también el
capítulo 25 en el que se analiza el sistema de las colonias, y principalmente
se habla de Estados Unidos: allí al existir tierras que pueden ser tomadas y
explotadas es mucho más difícil establecer un sistema fabril capitalista. Se
intentó, pero los trabajadores llevados de Europa a Estados Unidos para
trabajar en fábricas, las dejan y se van hacia el Oeste pata establecerse como
hombres libres. Así que para que en las colonias funcione el sistema
capitalista parece que una condición previa ha de ser la de la posesión de la
tierra por el poder capitalista.
“La guerra civil norteamericana
ha tenido, entre sus consecuencias, una deuda nacional colosal y, con ella,
presión fiscal, génesis de la más canallesca aristocracia financiera, regalo de
una parte gigantesca de las tierras públicas a sociedades de especuladores para
la explotación de ferrocarriles, minas, etc., en resolución, la más rápida
centralización del capital.” (pág. 359)
En las conclusiones del Libro I
Marx afirma: Lo que ahora hay que expropiar no es ya el trabajador
económicamente autónomo, sino el capitalista que explota a muchos trabajadores.”
(pág. 362)
“El modo de apropiación
capitalista (…) es la primera negación de la propiedad privada individual,
basada en el trabajo propio. Esta negación de la negación no restaura la
propiedad privada, pero sí la propiedad individual sobre la base de la
conquista de la era capitalista: la cooperación y la posesión común de la
tierra y de los medios de producción producidos por el trabajo mismo.” (pág.
363)
Libro II
El proceso de circulación del capital
César Rendueles ha seleccionado
unas 350 páginas del Libro I de El Capital y unas 60 páginas del Libro II y
otras 60 del III.
Lo cierto es que después de
acabar con las páginas del Libro I, las del II se me hicieron arduas. En estas
60 páginas, Marx profundiza en una idea expresada con anterioridad, la del
ciclo económico D – M – D (Dinero – Mercancía –Dinero). Creo que con la
explicación del Libro I tuve suficiente, y lo cierto es que acabé perdiendo el
interés en la pedregosa abstracción de estas páginas.
Libro III
El proceso global de la producción capitalista
Por fortuna, mi interés lector
tuvo una remontada al empezar las páginas seleccionadas del Libro III.
Retomamos aquí el concepto de
plusvalía, analizado ahora junto a la idea de beneficio: “El beneficio del
capitalista nace del hecho de que tiene para vender algo que no ha pagado. La
plusvalía, o el beneficio, consiste precisamente en el exceso del valor de la
mercancía respecto de su precio de coste.” (pág. 437)
La idea importante aquí es que el
capitalismo tiende a la acumulación en cada vez menos manos y al crecimiento:
cada vez menos personas poseen fábricas más grandes, con una inversión en
capital mayor. Si el beneficio para el capitalista proviene de la plusvalía que
toma de los trabajadores y éste capital variable es cada vez menor en proporción
al crecimiento del capital fijo, lo que ocurrirá es “el paulatino aumento del
capital constante respecto del variable tiene que tener necesariamente como
resultado una caída gradual de la tasa
general de beneficio si se mantiene igual la tasa de plusvalía, el grado de
explotación del trabajo por el capital.” (pág. 458)
“La ley de la progresiva caída de
la tasa de beneficio o de la disminución relativa del plustrabajo apropiado en
comparación con la masa de trabajo objetivado puesta en movimiento por el
trabajo vivo no excluye en modo alguno que aumente la masa absoluta del trabajo
puesta en movimiento y explotado por el capital social.” (pág. 461)
Cuando más desarrollado está un
país en su modo de producción capitalista más se manifiesta en él la existencia
de sobrepoblación.
“Caída de la tasa de beneficio y
aceleración de la acumulación son sólo dos expresiones diferentes de un mismo
proceso en la medida en que ambas expresan el desarrollo de la fuerza
productiva. La acumulación, por su parte, acelera la caída de la tasa de
beneficio, en la medida en que con ella se da la concentración de los trabajos
en gran escala y, consiguientemente, una composición más alta del capital. Por
otra parte, la caída de la tasa de beneficio acelera a su vez la concentración
del capital y su centralización mediante la expropiación de los capitalistas
menores, mediante la expropiación de los capitalistas menores, mediante la
expropiación del último resto de productores directos a los cuales quede algo
por expropiar. (…) Los economistas que, como Ricardo, consideran que el modo de
producción capitalista es el modo de producción absoluto notan en este punto
que ese modo de producción se pone a sí mismo una barrera, y atribuyen
consiguientemente esa barrera no a la producción, sino a la naturaleza (en la
doctrina de la renta de la tierra).” (pág. 470-471)
Aunque lo que normalmente lo que
se reprocha a Ricardo es que no se preocupa por los seres humanos, lo que acaba
de inquietarle –y no se señala- es que la tasa de beneficios se vea amenazada
por el desarrollo de la producción misma.
Conclusión personal
Ahora, tras leer esta antología
de El capital de Alianza me doy
cuenta de que la mayor fuerza de las ideas de esta obra recaen en el Libro I
(plusvalía, jornada laboral, proceso histórico de acumulación del capital…),
aunque también sobre el Libro III (reducción de la tasa de beneficios debida a
la acumulación de capital).
Karl Marx me ha parecido un
economista mucho más moderno que David Ricardo. Como ya comenté en la obra de Ricardo
no había ningún comentario sobre las condiciones laborales de las personas;
sólo se hablaba de la necesidad de que los salarios de los trabajadores se
mantuvieran siempre al nivel de subsistencia. No había ninguna palabra sobre
las jornadas de trabajo, la mano de obra infantil o la explotación laboral, tal
sólo parecían preocuparle las leyes que trataban de ayudar a los pobres que,
según él, deberían ser abolidas porque fomentaban la vagancia. Las ideas de
Marx unen a la economía el debate moral, algo que me parece siempre necesario,
y hace que sea cuestionable la idea de eficiencia económica promovida por
economistas como Ricardo, cuando esta supuesta eficiencia pasa por incrementar la pobreza de una parte cada vez
mayor de la población.
En El capital se critican los abusos del sistema fabril de la Europa
del siglo XIX y las propias limitaciones del modelo de producción capitalista.
No se plantea (al menos en la parte que yo he leído) una sociedad alternativa,
salvo esa idea general de expropiar los medios de producción a los capitalista,
cuya acumulación de capital original se ha conseguido por medios violentos e
injustos.
Frente a la economía aséptica,
desangelada e inhumana de Ricardo, los planteamientos éticos de Marx, y su
estilo irónico son, sin duda, un soplo de aire fresco en la escuela clásica de
pensamiento económico.