Igual que durante los últimos años, dejo aquí un enlace al vídeo de mi canal de YouTube, en el que hablo de mis 10 mejores lecturas de 2023.
domingo, 31 de diciembre de 2023
domingo, 24 de diciembre de 2023
Los que escuchan, por Diego Sánchez Aguilar
Los que escuchan, de Diego Sánchez Aguilar
Editorial Candaya. 539 páginas. Primera
edición de 2023
De Diego
Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974) había leído Nuevas teorías sobre el orgasmo
femenino (Balduque, 2016), un libro de cuentos que ganó el Premio Setenil en 2016, y Factbook
(Candaya, 2018), que fue su primera novela.
Con Los que escuchan (Candaya, 2023),
Sánchez Aguilar le presenta al lector una novela bastante más extensa que la
anterior, con la que guarda más de algún paralelismo.
En Los
que escuchan las protagonistas principales son las hermanas Asunción, de 46
años, durante el tiempo narrativo de la novela, y Esperanza de 41, y Sánchez
Aguilar ha elegido para hablar de ellas la tercera persona, frente a la primera
que escogió en Factbook para acercarnos
a Gustavo y Rosa, una pareja que, en el tiempo narrativo de la historia
contada, ya se había separado. En Factbook
existía un tercer grupo de capítulos en los que unos policías indeterminados
interrogaban a supuestos terroristas que descubrían en la red, y en Los que escuchan hay un grupo de
capítulos, que cubrirían una función similar, en los que la tercera persona se
acerca hasta la figura de Francia, que es la asesora del presidente de Francia,
en una Cumbre del Futuro del G7, que se está celebrando en la ciudad innominada
en la que viven las protagonistas. Además de conocer a Asunción, Esperanza y
Francia, también nos acercaremos a la figura de Ulises, un amigo de Esperanza
de la facultad de Bellas Artes, donde los dos estaban estudiando, y que en la
actualidad habla en un programa de radio, desde el que lanza mensajes, con
tendencia apocalíptica, sobre el futuro del planeta. Y, en algunos de los
capítulos que se dedican a Asunción, también se nos acabará hablando de su hijo
Andrés, un niño apocado que acaba de empezar primero de la ESO en un nuevo
centro, en el que está teniendo problemas de integración.
En el presente narrativo del libro,
Esperanza, que a los dieciocho años abandonó el hogar familiar, se encarga
ahora de cuidar a su madre anciana, tarea que había sido llevada a cabo por
Asunción durante los años anteriores, en los que la hermana pequeña estuvo
desaparecida. Esperanza tiene vagos recuerdos de sus últimos años, que parece
que ha pasado con un grupo similar a una secta. El padre de ambas, que llegó a
ser un escritor con un reducido prestigio, ya ha muerto cuando empieza la
narración.
En Factbook,
Sánchez Aguilar nos presentaba un mundo ligeramente distópico en el que, por
ejemplo, el Mar Menor de Murcia se ha convertido en un barrizal y la educación
y la sanidad pública ahora están gestionadas por completo por empresas
privadas. Y en Los que escuchan
también muestra una ligera variante sobre la realidad que, más que una posible
realidad proyectada hacia el futuro, se basa en un hecho fantástico: algunos de
los personajes pueden oír (o han oído en algún momento de sus vidas) un ruido
de origen desconocido y que es como una crepitación, como el sonido que emitían
las antiguas televisiones cuando no emitían ningún canal.
El trasfondo de Factbook era una crítica al neoliberalismo de la crisis económica
de 2008-2014, que hizo que tanta gente se empobreciera. En Los que escuchan también existe una crítica a este mismo
neoliberalismo, pero ahora centrada en las consecuencias climáticas. Esperanza,
desde muy joven, ha sufrido ecoansiedad, y en el tiempo narrativo de la novela
está volviendo a tener contacto con su antiguo grupo de activistas climáticos,
que parecen planear alguna acción contra la Cumbre del Planeta, que va a juntar
a los líderes del G7, en la ciudad en la que vive, una ciudad indefinida, pero
que tiene metro y que se encuentra al borde de un desierto. Cuando los
capítulos se acercan a Francia, el tiempo narrativo –descubrirá el lector– se
modifica un tanto, porque esos capítulos parecen que se sitúan en un tiempo
ligeramente posterior al de Esperanza y Asunción, y lo que ha ocurrido en esa
Cumbre (donde los líderes mundiales muestran síntomas de haberse quedado
catatónicos), también parece tener relación con lo que se nos va a contar en
las otras partes del libro.
Como ocurría en Factbook (sobre todo en su primera parte), en el tiempo narrativo
de la novela les van a acontecer muy pocos sucesos a los protagonistas. Un
capítulo prototípico nos presentará a Esperanza o Asunción realizando alguna
tarea cotidiana (por ejemplo, ir al trabajo en coche y luego en metro, en el
caso de Asunción, o cuidar a la madre, en el caso de Esperanza) y mientras se
exponen estos hechos minúsculos el narrador nos alumbrará sobre algún episodio
del pasado de los protagonistas. En el caso de Esperanza su pasado es más
turbulento que el de Asunción, porque desde joven mostró una personalidad
antisistema, y Asunción vivió una vida más convencional. Sin embargo, la
supuesta normalidad de Asunción tampoco parece haberle traído la felicidad, ya
que su trabajo en una empresa de marketing se muestra como una continua fuente
de ansiedad y frustraciones. Esperanza empezó a oír «el Ruido» desde que era
pequeña, y Asunción lo está empezando a oír ahora, cuando los nubarrones se
ciernes sobre su futuro laboral.
«El Ruido» se nos presenta como un
fenómeno que no es exclusivo de los personajes de la novela, ya que existen
páginas de internet donde otras personas, que también lo perciben, hablan de
este fenómeno; sin embargo, los médicos no van a saber identificar la dolencia
y se la achacarán al estrés. «El Ruido», en definitiva, parece simbolizar la
angustia de la vida actual, sometida al neoliberalismo y al estrés climático;
en este sentido, es significativo que afecta mucho menos a las personas de
África que a las occidentales.
Me han gustado bastante más los
capítulos dedicados a Esperanza y Asunción (que suelen ocupar unas veinte
páginas) que aquellos dedicados a Francia, que suelen ser más cortos. Sin
embargo, es posible que uno de estos últimos capítulos sea de los más bellos
del libro, aquel en el que se narra como Sonja Horensen, una niña ciega que se
ha convertido en emblema de la lucha por el cambio climático (apenas un
trasunto poco disimulado de Greta Thunberg) pasa a vivir unos meses con los
samis, símbolo de un pueblo en armonía con la naturaleza que va a desaparecer.
Algunos capítulos de esta novela son
soberbios en su construcción: me ha parecido de una gran poesía uno en el que, por
ejemplo, Esperanza y Ulises tratan de escuchar «el Ruido» en el desierto del
Gran Cañón de Estados Unidos, o aquel en el que Ulises busca la realidad
histórica de «el Ruido» en los aparatos que durante la Primera Guerra Mundial,
antes de que se inventase el radar, se usaban, con personas que escuchaban
mediante, para tratar de detectar el vuelo de los aviones enemigos. En la
ligera irrealidad de este capítulo me ha parecido detectar la influencia
benefactora del Gustavo Faverón de Vivir
abajo, una novela que estoy seguro de que Sánchez Aguilar ha leído.
Es cierto que las débiles líneas argumentales
del presente narrativo de Los que
escuchan no quedarán del todo cerradas al finalizar el libro, pero el
despliegue de literatura de calidad del que disfruta el lector de esta novela
es apabullante. La prosa de Diego Sánchez Aguilar ha dado un salto muy
importante desde Factbook, que ya era
una buena novela, hasta este Los que
escuchan, donde sus párrafos inteligentes, misteriosos, evocadores y
poéticos, en los que escasean los adjetivos, convierten a este libro en una
grandísima narración, en uno de las mejores novedades literarias escritas en
español que he leído en los últimos años.
domingo, 17 de diciembre de 2023
Putas para Gloria, por William T. Wollmann
Putas para Gloria, de William T. Vollmann
H&O Editores. 226 páginas. Primera
edición de 1991, ésta es de 2022
Traducción de Rafael Heredero de Pedro
Desde ya unos cuantos años, venía
oyendo hablar a algunos escritores españoles del norteamericano William T. Vollmann (Los Angeles,
1959), como de uno de los más relevantes escritores norteamericanos actuales.
Me sonaban sobre todo la novela Europa Central, publicada en Random House (libro que en 2005 ganó el
Nacional Book Award), y otras que han
ido apareciendo en la editorial Pálido Fuego, como La
familia real. Eran novelas de un gran número de páginas. Cuando vi que
la editorial catalana Hurtado y Ortega
publicaban Putas para Gloria (1991), y que era ésta una novela
significativa, dentro de la obra de Vollmann, pero más corta que las anteriores,
me apeteció pedírsela para poder leerla y escribir una reseña sobre ella. De
esta forma, quizás me animase a leer sus libros más largos. Putas para Gloria estuvo publicada en
España por la interesante editorial El
Aleph, pero ahora mismo, cuando H&O la han vuelto a poner en
circulación, estaba descatalogada.
En la primera página, el narrador
del libro nos informa de que «todas las historias de putas aquí contadas son
reales». Al final del libro hay un anexo titulado Perfil de la prostituta callejera
del Tenderloin, en el que el lector podrá acceder a un cuestionario,
donde el autor (suponemos) ha entrevistado a prostitutas reales del Tenderloin,
el barrio de San Francisco que va a ser el escenario principal de Putas para Gloria. Al final también se
sitúa una lista de los precios, por diferentes servicios de prostitución, entre
los años 1985 y 1988.
En la novela no se da una fecha
clara en la que se sitúa la acción, pero los precios que se manejan en ella, en
torno a la prostitución son un poco inferiores a los de la lista suministrada,
en la calle no parece haber demasiado miedo al contagio del SIDA, y además se
dice que la pareja de una prostituta va a salir de la cárcel en 1992, un tiempo
que parece algo lejano en la ficción de este libro, así que he considerado que
la novela debe estar ambientada sobre 1985. La ciudad sí que claramente es San
Francisco, y el lugar principal por el que deambulan los personajes es el
barrio de Tenderloin, lleno de prostitutas, chulos, tirados y traficantes de
droga.
El personaje principal de la novela
es Jimmy, un hombre de edad indefinida, pero más viejo que joven, que fue
soldado en Vietnam en 1968. En el tiempo narrativo de la novela vive en una
pensión del Tenderloin y recibe un cheque del gobierno, que el lector entiende
que es una pensión por haber sido soldado. No llegaremos a saber si es un
herido de guerra o tiene diagnosticada alguna secuela psíquica. Con el dinero
del gobierno, además de pagar la pensión, Jimmy principalmente se dedica a
emborracharse y a mantener relaciones sexuales con prostitutas.
Tanto en el primer capítulo, como en
el último, el narrador le mostrará al lector a Jimmy a través de una mirada
externa, y en el resto de capítulos, su mirada se centrará sobre Jimmy, aunque
también es cierto que, en algunas páginas, el narrador describe algunas
vivencias de las personas que se relacionan con él. «A Jimmy siempre le habían
gustado las putas», leemos en la página 20.
En gran medida, pero de forma
superficial, lo que el lector se va a encontrar en esta novela son páginas y
páginas en las que Jimmy se emborracha y busca prostitutas. En este sentido, Putas para Gloria nos puede recordar a
la propuesta de escritores como Charles
Bukowski y la tendencia del «realismo sucio» norteamericano. Y este no
sería, por tanto, un libro acto para lectores excesivamente sensibles. Ni
siquiera en las escenas de sexo podemos hablar de que Vollmann busque el
erotismo, sino que lo que busca parece ser el feísmo y la depravación. Sin
embargo, la prosa que usa Vollmann para describir este feísmo y esta
depravación acaba siendo poética. «Se llamaba Nicole y parecía más que
jovencita, puede que unos veinticinco, larguirucha, pero no angulosa y dura
como un trozo de cristal roto, solo gastada como una goma de borrar sucia.»
(pág. 24)
También Jimmy se relaciona con Código
Seis, antiguo compañero en la guerra de Vietnam, que después de haber tenido
una casa y una mujer, ahora vive en la calle como un mendigo. Prostitutas blancas
y negras, chulos, travestis, transexuales, traficantes de drogas, mendigos…
este es el mundo de Putas para Gloria.
En algún momento del libro, el
lector se puede sentir abrumado por la descripción de cómo se repiten los días
de Jimmy, entre el alcohol y las prostitutas, pero realmente sí que existe una
evolución narrativa en la novela. Pronto sabremos que Jimmy está buscando a
Gloria, que es una prostituta con la que el lector pensará que se ha
relacionado en el pasado y que, en el tiempo de la novela, ha abandonado el
Tenderloin. Pero en realidad Gloria es una prostituta idealizada, y
posiblemente en el ideal de Jimmy ni siquiera sea una prostituta, sino que
Gloria simboliza el deseo de Jimmy de encontrar una pareja y sentirse
comprendido y amado.
«Está bien dijo todas esas putas de
ahí fuera son para mí pero cada una de ellas tiene algo que darle a Gloria
también si puedo descubrir lo que es y ayudar a Gloria como una salpicadura de
luz en el océano cuando todo se mueve y se balancea y brilla en el sol que Dios
me ayude ahora porque Gloria es el gigantesco mar en el que nadan todas esas
putas marinas; que dios me ayude a dejar de comer para que así pueda gastarme
más dinero de mi subsidio en putas y encontrar lo que necesito encontrar y dios
permita a Gloria acercarse a mí porque de lo que estoy seguro es de que no
quiero morir solo.» (Pág. 32). En párrafos como este que he seleccionado,
podemos ver que el narrador acaba cediendo su voz narrativa a algunos de sus
personajes y estos suelen tener unos pensamientos cercanos al delirio. A veces
Jimmy no paga a las prostitutas por sexo, sino por que le cuentes sus
historias, que en su mente pasarán a formar parte del pasado de Gloria. Jimmy,
en realidad, parece alguien a punto de sufrir un colapso mental, posiblemente
un brote de esquizofrenia.
Sin que resulte nada obvio, he
tenido la sensación de que Vollman acaba transformando la búsqueda de Gloria
por parte de Jimmy en una búsqueda religiosa. En la página 72 leemos: «Siempre
que Jimmy necesitaba el olor de una mujer o el peso suave del abrazo de una
mujer, ¡por qué no!, tenía a las putas que eran ellas mismas por Gloria, que formaba
parte de todas ellas y vivía en todas ellas como una diosa celeste atracándose
del humo del sacrificio.» Gloria, el nombre de la mujer idealiza por Jimmy, no
parece casual. Entre las personas más derruidas de la sociedad, Jimmy,
profundamente desesperado, busca «la gloria» o «el amor de Dios», que
representa para él una especie de redención.
Como se ha podido observar en
algunos de los párrafos que he seleccionado aquí, Vollmann prescinde, en gran
medida, de las comas y los puntos al escribir; sobre todo cuando se está
acercando al flujo de conciencia de sus personajes. Putas para Gloria es una narración dura, que ahonda en terrenos
oscuros, pero cuya búsqueda bíblica, dentro de todo su feísmo poético, consigue
emocionar al lector.
Putas para
Gloria ha sido un buen comienzo con Vollmann, un autor del que David Foster Wallace decía que era una
de las voces más singulares de su generación. Ahora me queda acercarme a sus
extensas novelas.
domingo, 10 de diciembre de 2023
Relatos autobiográficos, por Thomas Bernhard
Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard
Editorial Anagrama. 425 páginas. Primera
edición de 1975-82; ésta es de 2023
Traducción de Miguel Sáenz
Los cincos Relatos autobiográficos
de Thomas Bernhard (Heerlen, Países
Bajo, 1931 – Gmunden, Austria, 1989) que componen este volumen son El
origen (1975), El sótano (1976), El
aliento (1978), El frío (1981) y Un
niño (1982). Yo los había leído todos en la segunda mitad de la década
de los 90. No me acerqué a ellos en el orden cronológico, ni seguidos. Su
lectura se intercaló con otros libros durante un periodo que debió de abarcar
unos dos años. Leí tres de la biblioteca de Móstoles, y dos más los compré
porque no estaban allí. Anagrama los vuelve a editar ahora en un solo tomo, con
un prólogo del prestigio traductor del alemán Miguel Sáenz, después de que su reedición en la colección Otra
vuelta de tuerca llevara años descatalogada.
Hay una idea inicial en el prólogo de
Sáenz que me llama la atención de entrada: nos cuenta que en 1991 Louis Huguet,
de la universidad de Perpiñán, trató de contrastar los hechos relatados en
estos libros con la esquiva vida de Bernhard, para descubrir que todo lo que
contaba el autor en estas páginas no era real, como habían creído hasta
entonces los críticos germanos. De hecho, yo leí estos libros, hace más de
veinte años, pensando que, efectivamente, sí que eran narraciones que
reflejaban al completo la vida de Bernhard. Pero lo cierto es que realidad y
ficción se entremezclan aquí, igual que en el resto de sus novelas.
El
origen nos lleva al Salzburgo de 1943, cuando el narrador tiene unos doce
años y se encuentra interno en un colegio de secundaria. Mientras se desarrolla
la Segunda Guerra Mundial, él se encierra en el cuarto donde se guardan los
zapatos en el colegio para practicar con su violín, a la vez que los
pensamientos suicidas le asaltan y trata de no sucumbir a ellos. El origen no da tregua al lector desde
su primera frase: «La ciudad, poblada por dos clases de personas, los que hacen
negocios y sus víctimas, solo es habitable, para el que aprende o estudia, de
forma dolorosa, una forma que turba a cualquier naturaleza, con el tiempo la disturba y perturba y, muy a menudo, solo de forma alevosa y mortal.» Y digo
que el narrador no le da tregua al lector en dos sentidos: en uno semántico,
con sus frases largas, alambicadas, llenas de comas, con sentencias que se
persiguen a sí mismas, con matizaciones exasperadas. Además, estas
construcciones semánticas tomarán grupos de palabras como motivo compositivo y se
irán repitiendo como el estribillo de una pieza musical. En este sentido me
llama la atención la construcción «la así llamada», que funciona de un modo
irónico, al rebajar el valor del sustantivo que Bernhard coloca a continuación.
Y también el narrador no dará tregua al
lector porque su propuesta es radical desde el primer momento: los libros de
Bernhard siempre son críticos con su época, sus conciudadanos y sus ideas
políticas (nazis, sin ir más lejos) o religiosas (católicas, que llega a
equiparar a las ideas nazis), y el narrador siempre estará hablando del
suicidio, al que no se atreve a entregarse por cobardía.
El narrador irá, periódicamente,
recordándole al lector que está escribiendo unas memorias, rememorando
acontecimientos que sucedieron hace unos treinta años.
«La época de aprender y estudiar es,
principalmente, una época de pensar en el suicidio, y quien lo niega, lo ha
olvidado todo.» (pág. 23), estas narraciones están repletas de sentencias como
ésta. O esta otra de la página 60: «No hay padres en absoluto, solo hay
criminales como procreadores de nuevos seres, que actúan contra esos seres
procreados por ellos, con toda su insensatez y embrutecimiento, y en esa
criminalidad son apoyados por los gobiernos.»
«Quien está a favor del deporte tiene a
las masas de su lado, quien está a favor de la cultura, las tiene en contra,
decía mi abuelo, y por eso todos los gobiernos están siempre a favor del
deporte y en contra de la cultura.» (pág. 52)
En realidad, los sucesos narrados en una
novela como El sótano son escasos:
tocar el violín en el cuarto de los zapatos del internado, huir hasta los
túneles de Salzburgo cuando hay alarma de bombardeo y contar cómo los símbolos
del catolicismo sustituyeron a los del nazismo en el internado, una vez que se
acabó la guerra. Sobre este tema, cuenta Sáenz en su prólogo que Franz
Wesenauer, al que se refiere Bernhard como «el Tío Franz» en el libro, le puso
al autor una querella por difamación y la ganó. Esto hizo que se tuvieran que
retirar algunas de las páginas del libro, y así nos ha llegado a nosotros.
En El
sótano el narrador nos contará cómo decide dejar el instituto, a los
dieciséis años, y buscar trabajo en la «dirección contraria», un trabajo que
sea lo contrario de lo que se supone que debe desear. De este modo, acabará
trabajando de dependiente y chico de los recados en una tienda –ubicada, como
nos indica el título, en un sótano– en uno de los barrios marginales de
Salzburgo. En esta novela podemos encontrar algunos motivos sociales, porque
Bernhard pondera positivamente a la población, casi siempre marginal, de este
poblado frente a la del resto de la ciudad; una población con la que se volverá
a encontrar con los años en la sección de sucesos, crímenes y juicios de las
páginas de los periódicos. En el sótano el adolescente Bernhard hará buenas
migas con las compradoras de la tienda y su jefe, en unos años (finales de los
40) en los que solo se hablará de la guerra recién acabada.
En El
aliento se narrará el internamiento del joven protagonista de dieciocho
años en un hospital como consecuencia del enfriamiento (pleuresía húmeda, en realidad) que sufrió una mañana en la tienda
del sótano por descargar un camión de patatas con poco abrigo. En mi primera
lectura, hace ya unos veinticinco años, El
aliento fue el libro que más me gustó del conjunto y creo que ahora ha
vuelto a ocurrir lo mismo. A pesar de que está narrado desde un moridero, desde
una planta terrorífica del hospital, en la que médicos y enfermeras depositan a
los pacientes solo esperando su muerte, El
aliento es un terrorífico canto a la vida, al deseo de vida de un joven,
que además de dedicarse a ser aprendiz de tendero había empezado a tomar clases
de canto, auspiciado por su abuelo, para convertirse en un cantante de ópera.
Un sueño que se verá truncado por los problemas pulmonares que ya va a
arrastrar de por vida.
En El
frío los problemas de salud del joven Bernhard empeorarán al contraer la
tuberculosis en un centro de curación de su pleuresía húmeda. Aquí ya nos
contará Bernhard que a los dieciocho años ha comenzado a escribir. «Mi abuelo,
el escritor, había muerto, ahora tenía que escribir yo, ahora tenía yo la posibilidad de escribir» (pág.
280). La persona que Bernhard más admira, su referente vital, es su abuelo
materno, que ha sido anarquista en su juventud y de adulto trata de ser
novelista con escaso éxito. Bernhard no llega a conocer a su verdadero padre,
alguien que sedujo a su madre y luego abandonó a ésta y a su hijo. La figura
paterna la ocupará alguien distante, pero correcto, al que denomina «mi tutor»,
que tendrá dos hijos con su madre, a los que Bernhard sacará una buena cantidad
de años. El frío acaba con un
Bernhard de diecinueve años enfermo y con bastante desaliento vital por
delante.
Si bien los cuatro libros anteriores
seguían un orden cronológico en los sucesos contados, Un niño empieza cuando Bernhard tiene ocho años. Es decir, el
narrador se va a centrar ahora en los años que preceden a El origen, y nos narrará, principalmente, la relación con su abuelo
materno y sus diversas mudanzas.
Hay personas que prefieren empezar estos
Relatos autobiográficos por Un niño, pero creo que es más
recomendable leerlos en el orden cronológico de escritura y no de
acontecimientos narrados, porque así se puede apreciar mejor la evolución de la
escritura de Bernhard: las repeticiones y frases alargadas y repletas de comas
y subordinadas de El origen se van
apaciguando hasta unos párrafos más limpios en Un niño.
Como me ocurre al leer a Michel Houellebecq –quizás el sucesor más
claro de Bernhard–, al contrario de lo que puede parece a primera vista, aunque
Bernhard hable de suicidios, enfermedades, hospitales, pobreza… su escritura
tiene tanta fuerza, que su rabia y sus desahogos son muy vitales, y al final su
crítica feroz y despiadada, su disparar contra todo (médicos, instituciones,
profesiones respetables, etc.) tiene un punto humorístico.
Opina Miguel Sáenz que Thomas Bernhard
es el mejor escritor en alemán de la segunda mitad del siglo XX (el de la
primera mitad sería Franz Kafka), y
creo que poco más se puede decir. Estos Relatos
autobiográficos los recordaba como una de las grandes lecturas de mi vida,
y mi reencuentro con ellos no me ha decepcionado en absoluto. Todo un acierto
de Anagrama esta reedición de estos libros que ya no se encontraban en el
mercado.