domingo, 17 de marzo de 2024

domingo, 10 de marzo de 2024

Paranoica fierita, por Miguel Ángel Maya

 


Paranoica Fierita, de Miguel Ángel Maya

Editorial Carpenoctem. 106 páginas. Primera edición de 2022

 

Me había fijado por primera vez en el nombre de Miguel Ángel Maya (Madrid, 1978) en 2008, cuando ganó el Premio Caja Madrid de Narrativa con su novela Últimas 2 horas y 58 minutos, editado por Lengua de Trapo. No llegué a leer este libro, pero lo hojeé varias veces. Más tarde, he intercambiado algunos mensajes por las redes sociales con Miguel Ángel, sobre todo tras mi interés por el escritor argentino Salvador Benesdra, del que él estuvo investigando con la idea de escribir una novela. En 2022 me escribió para preguntarme si me interesaría leer su nueva novela, titulada Paranoica fierita. La acepté por esa amistad en la distancia que nos unía y porque la publicaba la editorial Carpe Noctem, donde yo he publicado mi novela Caminaré entre las ratas.

 

La edición de Carpe Noctem presenta algunas peculiaridades: de entrada, en las primeras páginas del libro está dibujada –con fondo negro– la cerradura de una puerta y dentro de ella está el texto inicial de la novela. En estas páginas, un narrador, aún desconocido, observa los movimientos privados de una mujer en un cuarto de baño y la mira, efectivamente, a través de la cerradura de una puerta, una puerta antigua habría que puntualizar. El texto, prescindiendo del uso de puntos, y donde las frases van de corrido, unidas con la conjunción «y» es desasosegante. En él se insinúa la violencia y la locura que va a guiar el relato de esta intensa y corta novela.

 

Después de estas seis páginas iniciales, contadas a través de la cerradura de la puerta, pasamos a un paginado más convencional. Además, se cambia de narrador: ahora pasará ser una mujer que se despierta magullada en una habitación, con un cadáver ensangrentado a su lado, y con claros signos de haber sido asesinado de forma violenta, pero ella no sabe qué ha ocurrido. La narradora, de la que nunca sabremos el nombre, empezará a contarle a la policía su historia. «Me lanzan preguntas. Son cuchillos, las preguntas, que buscan clavarse en mi carne y en mi cuerpo, pero no me encuentran porque de mi boca ni una sola respuesta sale, ni un solo recuerdo se escapa.» (pág. 17)

 

En el siguiente capítulo, la narradora se traslada hasta sus cinco o seis años, cuando vivía con sus padres y su hermana en una casa «al norte de Saint Simons, cerca de donde empieza el desierto». Más tarde se citará el nombre de otros pueblos del desierto: San Elizario, Ruidosa, Candelaria, Las Cruces… Busco estos pueblos en Google y encuentro que San Elizario es una ciudad de Texas, ubicada en el condado de El Paso. No se explicita el país en el que se sitúa la acción, pero el imaginario mostrado sí que hace pensar en la frontera entre Estados Unidos y México. De hecho, estas primeras páginas en las que se rememora la infancia de la protagonista, me hacen pensar en la violencia de los escenarios fronterizos que desarrolló Roberto Bolaño en 2666. La construcción lingüística también parece tener a Bolaño como modelo: de forma continua, Maya traza en la página un misterio y una sensación de amenaza constante, en muchos casos concreta, pero también indeterminada. «Una noche, la gente del circo se va. Lo dejan intacto, como si hubieran sido avisados de una inminente epidemia o sido testigos de algo terrible.» (pág. 19), esta última construcción («testigos de algo terrible») me parece completamente bolañesca.

 

En el resumen de la contraportada, la escritora Sara Mesa apunta que esta obra ahonda en algunas de las obsesiones de Miguel Ángel Maya: «el mundo del circo, los rituales que sostienen la vida, la locura, la magia, la perversidad y el mal, el piano como animal mitológico, el cuerpo como topografía del dolor.» No he leído las anteriores obras de Maya, para poder corroborar las palabras de Sara Mesa; pero sí que me parece que apunta en la dirección correcta cuando dice que la atmósfera puede recordar a las de las películas de David Lynch y la trama salvaje a lo Quentin Tarantino. Toda la extrañeza de Lynch y toda la violencia de Tarantino se pueden encontrar en estas breves, pero intensas páginas de Maya, escritas –como ya he apuntado– siguiendo la estela de Bolaño.

 

Todo lo más terrible que se puede imaginar el ser humano lo ha dibujado Maya sobre sus páginas: pederastia, agresiones, violaciones, asesinatos, abusos y violencias de todo tipo, incluso no faltará la antropofagia… El padre de la narradora la llevará a ella y a su hermana hasta los terribles manglares, donde las entregará a las fiestas de siniestros personajes con las cabezas cubiertas por cabezas de animales. Toda la historia está recorrida por un aire de distanciamiento onírico.

La madre iniciará con la narradora una búsqueda, a través de los pueblos de la región, de algunos de los personajes del libro (no quiero destripar la trama), que, de nuevo, me ha recordado a las búsquedas de detectives salvajes de los libros de Bolaño.

La narradora se encontrará sola a los trece años, viviendo en una caravana a las puertas de un circo abandonado. La presencia del mundo del circo, como misterio y como amenaza, es muy intensa en esta historia, que, sin contar nada extraordinario o mágico, elude el realismo. A la adolescente de trece años le saldrá un protector inesperado, con el que iniciará nuevas búsquedas de detectives salvajes, con una atmósfera opresiva en todo momento.

Además del juego de la cerradura, ya comentado, habrá otras páginas en las que aparezcan partituras de música, que yo no sé leer y, por tanto, no sé si tienen significación real en la historia o son, más bien, decorativas. O incluso una mancha roja, imitando la sangre sobre la página.

En el tramo final, viviremos un nuevo cambio de narrador, que acercará al lector a las primeras páginas leídas, y esta historia misteriosa, en la que yo tenía, en más de una ocasión, la sensación de estar adentrándose en los resortes internos de una pesadilla, en la que la lógica narrativa había quedado abolida, cobrará, en gran medida, unidad y significado. Sin quedar, por ello, unidos todos los cabos expuestos.

 

 

Quizás el punto débil que le podría sacar a Paranoica fierita es que todo lo terrible que se muestra en esta obra es tan exagerado que a veces parece bordear la parodia o la búsqueda de lo epatante por encima de la limpieza narrativa. Las apenas cien páginas de Paranoica fierita son realmente intensas. Es esta una narración que da más importancia a la creación de atmósferas que a la de una trama clara (aunque ya he apuntando que sí que acabará existiendo una trama que se mostrará al final de la novela). El lenguaje es poético, misterio y oscuro. Lo contado es terrible, violento y opresivo. Paranoica fierita es una novela extraña y pesadillesca para amantes de los cócteles fuertes.

domingo, 25 de febrero de 2024

Estupor y temblores y Ni de Eva ni de Adán, por Amélie Nothomb

 


Estupor y temblores y Ni de Eva ni de Adán, de Amélie Nothomb

Editorial Anagrama. 143 y 173 páginas. Primera edición de 1999 y 2007

Traducciones de Sergi Pàmies

 

Había leído Estupor y temblores (1999) de Amélie Nothomb (Kobe, 1967) en enero de 2001, sacándola de la biblioteca de Móstoles. Por esos días yo trabajaba en una auditora norteamericana, en una de las llamadas Big5, un terrible infierno laboral, en el que podías sufrir la condena de padecer 80 horas de trabajo a la semana. Me recuerdo leyendo este libro en un tren de Meco a Madrid, una mañana. La empresa me había enviado a Meco para realizar un inventario en una nave gélida, perdida en medio de un erial. Y aun así me sentía contento por haber podido alejarme de la oficina por unas horas. Reconfortado en el calor del tren, leía Estupor y temblores, que trataba el tema del terror moderno que los seres humanos viven en las oficinas y del que rara vez parece ocuparse la literatura o el cine. Me sentí muy identificado con la Amélie –un trasunto de la autora– que narraba aquella historia de humillaciones y absurdeces. Es posible que la lectura de este libro sea una influencia para mi novela Esto no es Bambi, que escribí sobre mi experiencia en la auditora norteamericana.

 

Estupor y temblores relata el año que vivió la joven Amélie, de veintidós años, en la empresa japonesa Yumimoto, año que se corresponde con el comienzo y el fin de 1990. «El señor Haneda era el superior del señor Omichi, que era el superior del señor Saito, que era el superior de la señorita Mori, que era mi superiora. Y yo no era la superiora de nadie.», con esta frase sobre la jerarquía de la empresa comienza el libro.

Estupor y temblores se lee como si se tratase de una novela autobiográfica puesto que la protagonista tiene el mismo nombre de la autora, la misma edad, y ambas comparten más de un dato biográfico: Nothomb nació y vivió hasta los cinco años en Japón porque sus padres eran embajadores belgas en aquel país, luego pasó a China e Indonesia. En la adolescencia se instaló en la Bélgica de sus padres para regresar a Japón en 1989. En algún momento de Estupor y temblores se evoca esta remota infancia japonesa, pero el lector no va a conocer nada de la vida de Amélie fuera de la empresa, tema que se reservará para la novela Ni de Eva ni de Adán (2007).

 

Uno de los motivos que me han llevado a esta relectura de Estupor y temblores, más de veinte años después, es laboral. A mis alumnos de Economía de primero de bachillerato les pido que lean Rebelión en la granja de George Orwell, y hablo con ellos de los sistemas económicos, y ahora, que cada vez doy más clases de Gestión de empresas en bachillerato internacional he pensado pedirles a estos otros alumnos que también lean un libro. Los temas que trata Estupor y temblores me pueden servir para ilustrar el bloque de Recursos humanos del temario, ya que aquí se tratan asuntos como el de la jerarquía empresarial, la definición de tareas, la unidad de mando, la motivación, los choques culturales… Y, además, recordaba, se cuenta con humor y con un estilo sencillo, elementos que pueden resultar adecuados para alumnos de dieciséis años.

«Seguía sin saber cuál era mi misión en la empresa; pero no me importaba.», dirá Amélie en la página 13, después de varios días en Yumimoto.

 

Desde el comienzo de la novela, se abrirá un calvario laboral para Amélie, ya que nadie parece tener muy claro cuáles van a ser sus tareas en la empresa a la que acaba de llegar. Y así, diferentes jefes, de la inicial jerarquía nombrada, irán encargándole tareas a cada cual más absurda. Hay un momento que, como lector, he sentido incredulidad ante los despropósitos laborales que estaba leyendo, y he llegado a imaginar que Nothomb estaba simplificando las tareas a las que no podía enfrentarse para no aburrir al lector con comentarios técnicos sobre el trabajo, y también con intenciones cómicas. Así, por ejemplo, ha de estar fotocopian el reglamento del club de golf del jefe a mano, porque este opina que, si se usa la función automática, el texto no sale del todo centrado. En cualquier caso, tendrá que repetir las copias (de forma automática o a mano) un sinfín de veces. Cuando un jefe de otro departamento le pida ayuda a Amélie por sus conocimientos de francés, y ésta haga un buen informe sobre un producto que la empresa está pensando importar para Japón (Yumimoto es una empresa de importaciones y exportaciones), solo va a recibir reprimendas y castigos por haberse saltado la cadena de mando y ningún elogio porque su trabajo haya sido útil. Amélie ha firmado por un año de contrato en la empresa y, a pesar de todos los absurdos y las humillaciones, se ha propuesto cumplir con él, porque renunciar a una oportunidad en una empresa es algo inconcebible para un japonés, cultura en la que desea verse integrada.

Como ya he dicho, un aire de farsa se desprende del texto. Imagino que, en realidad, Amélie Nothomb (la escritora, no el personaje del libro) se tuvo que enfrentar a muchas tareas absurdas y repetitivas, que le quitaban la energía, y aprovechó esta experiencia para retorcer y simplificar los hechos y acercarse a sus vivencias en la empresa japonesa de una forma simbólica. De este modo más sencillo, pero más irreal, consigue transmitir esa idea de absurdez sin caer en la autocompasión y buscando la simpatía del lector, haciendo el texto más ameno, pero menos punzante. Menos reflexivo y más infantil, más para todos los públicos, en definitiva. Esta idea me la corrobora una frase de Ni de Eva ni de Adán, donde nos narra su vida en Japón, pero esta vez fuera de la oficina. En esta frase dice «por no hablar de algunas noches que pasaba en la empresa por no haber concluido mi trabajo.» (pág. 153 de Ni de Eva ni de Adán), aquí da a entender que esta era una situación habitual, y en Estupor y temblores solo se cuenta que esto de salir tarde le ocurre durante menos de una semana, y la ocupación a la que se le va a asignar durante sus últimos siete meses en la empresa es tan simple que no podía darse el caso de salir tarde de la empresa por no haber cumplido con su trabajo.

También se muestra alguna escena un tanto surrealista, con intención cómica, como que debido a que no consigue enfrentarse a un trabajo sencillo (como es el de comprobar en yenes el importe de unos cargos de dietas de los empleados en otra moneda) acaba varias noches sin dormir en la oficina y esto la lleva al delirio, a quitarse la ropa y a correr desnuda sobre las mesas, para acabar durmiendo bajo una montaña de basura.

 

Como en El castillo de Franz Kafka, Amélie no podrá osar acercarse al líder supremo de la organización, al señor Haneda del que se habla en la primera línea del libro. En cualquier caso, si pudiera estar en presencia del señor Haneda ella debería enfrentarse a él con esos «estupores y temblores» a los que alude el título de forma irónica, ya que esta es la única fórmula según la cual en Japón los súbditos deberían acercarse al emperador.

 

En algunos momentos del libro se le recuerda al lector que se encuentra ante la evocación de los recuerdos de la narradora. El estilo narrativo es sencillo y, de vez en cuando, aparece algún cliché en el texto, como «no daba pie con bola» (pág. 68) o «mujer de primera fila» (pág. 91), que imagino que el traductor Sergi Pàmies elige para trasladar al castellano un cliché equivalente del francés.

Algunas de las páginas más interesantes de Estupor y temblores son aquellas en las que la autora analiza la sociedad japonesa, y sobre todo aquellas que se ocupan de la posición de la mujer en dicha sociedad; que debe alcanzar, por ejemplo, la excelencia en el trabajo y casarse antes de los veinticinco años; pero si se sacrifica por su carrera no podrá encontrar con quien casarse. Y con este tipo de contradicciones y presiones ha de organizar su vida.

 

Como dije al principio, tenía un gran recuerdo de este libro, por la cercanía temática que sentí a él en su momento. Ahora mismo, con el paso del tiempo y las lecturas siento que Estupor y temblores es un libro simpático, escrito con sencillez, que sin ser una gran obra cumple su función de entretener, hablando de un tema que me interesa: el de los abusos laborales. Creo que puede ser una lectura interesante para mis alumnos.

 


Después de terminar Estupor y temblores empecé Ni de Eva ni de Adán (2007) –que saqué de la biblioteca de Móstoles– porque sabía que en esta novela Nothomb volvía al tema japonés y tenía entendido que era una suerte de cara B del otro libro, en el que la autora contaba sus vivencias en Japón, pero, en este caso, las que no transcurrían dentro de la empresa Yumimoto.

En realidad, la historia contada en Ni de Eva ni de Adán comienza a principios de 1989, justo un año antes de lo contado en Estupor y temblores. La voz narrativa vuelve a ser la del personaje llamado Amélie y lo contado va a ser coherente con lo expuesto en la novela anterior; por tanto, he tenido la sensación de estar leyendo una nueva parte de la misma novela.

Amélie, de veintiún años, acaba de llegar a Japón para estudiar el idioma y decide además anunciarse como profesora de francés. «Me pareció que enseñar francés sería el método más eficaz para aprender japonés», es la primera frase del libro y es significativa: Nothomb muestra en ella su búsqueda de las contradicciones con afán cómico. De este modo, va a conocer a Rinri, un joven japonés de veinte años que estudia francés en la universidad. Unos capítulos más tarde, Amélie y Rinri van a dar comienzo a una relación sentimental.

Como en Estupor y temblores, la prosa usada por Nothomb en esta novela es sencilla. «Le quería mucho. Y eso no puedes decírselo a tu novio. Lástima. Por mi parte, quererlo mucho significaba mucho.

Me hacía Feliz.

Siempre me alegraba de verlo. Sentía por él amistad y ternura. Así era la ecuación de mi sentimiento hacia él y aquella historia me parecía maravillosa.» (pág. 53)

A veces, como en la otra novela, también usa algún cliché o alguna expresión demasiado oral como «Mira quién fue a hablar» (pág. 21), «arrojar la toalla» (pág. 24), «se les crucen los cables» (pág. 27), «me importaba un comino» (pág. 41)

 

En Ni de Eva ni de Adán el texto se divide en capítulos, a diferencia de lo que ocurría en Estupor y temblores, donde toda la narración iba de corrido. En los capítulos de Ni de Eva ni de Adán se narran sucesos normalmente amables, en los que Nothomb hace hincapié en mostrarnos los choques culturales de una joven occidental en Japón. Como ya ocurría en Estupor y temblores, en esta novela la narradora también juega al despiste, a mostrarnos que no analiza bien la realidad, con intenciones cómicas. Así, por ejemplo, aunque al lector le queda claro, desde casi el principio, que Rinri es un joven de la clase social alta tokiota, de forma recurrente, Amélie hablará de sus sospechas de que pertenecía a la Yakuza, la mafia japonesa. Se narrará alguna visita a la costa, una escalada al monte Fuji, a la isla de Sado…, y más que una historia de amor hacia una persona, Rinri, esta novela acabará siendo una historia de amor hacia un país, Japón.

Los capítulos tienen encanto, aunque avanzan sin tener tensión narrativa. Lo único que parece mover la casi inexistente trama del libro es la capacidad de Nothomb para generar extrañeza mediante sus exageraciones cómicas, como la de que Amélie se transforma al subir o bajar montañas y entonces puede caminar por ellas a más velocidad que el resto de los humanos. Todo esto es simpático, aunque también algo infantil. En otros capítulos se incide en el exotismo oriental, como la ocasión en la que en la isla de Sado le ofrecen a Amélie en el hotel comer pequeños pulpos vivos, ante su repulsión.

Siguen siendo interesantes, como ya ocurría en la novela anterior, aquellas páginas en las que Nothomb nos habla de la sociología japonesa: así sabremos, por ejemplo, que los años universitarios son los años de relajación para el japonés medio, que durante el colegio tendrá que esforzarse mucho para llegar a la universidad, y que en el mundo laboral no tendrá tregua hasta que se jubile, pero durante la universidad puede sentarse a contemplar el paisaje.

 

Me ha gustado cuando el tiempo narrativo de Ni de Eva ni de Adán se acercaba al de Estupor y temblores. Así leemos en la página 152:

«Principios de enero de 1990, entré en una de las siete inmensas compañías niponas que, bajo la apariencia de negocios, tentaban el verdadero poder japonés. Como cualquier empleado, pensaba trabajar allí cuarenta años.

En mi tratado de estupor y temblores, conté por qué apenas conseguí permanecer hasta el fin de mi contrato de un año.

Fue un descenso a los infiernos de una extrema banalidad. Mi destino no difirió radicalmente del de la inmensa mayoría de empleados japoneses. Solo se vio agravado por mi condición extranjera y por cierto genio personal para la torpeza.»

Por fin, en las páginas finales de Ni de Eva ni de Adán conoceremos algo de la vida de Amélie fuera de la empresa Yumimoto: «Llevaba una doble vida. Esclava de día, novia de noche. Habría podido sacar provecho de ello si las noches no hubieran sido tan cortas: nunca me reunía con Rinri antes de las diez de la noche y en aquella época ya me levantaba a las cuatro de la mañana para escribir.» (pág. 153)

En las páginas finales del libro sí que aparecen, al fin, atisbos de tensión narrativa, ya que el lector asistirá a las no fáciles decisiones que Amélie ha de tomar sobre su futuro.

 

En definitiva, me ha gustado volver, después de más de veinte años, a Estupor y temblores, un libro que me ayudó en su momento a pasar un mal trago personal, y me ha gustado también ampliar mis conocimientos –gracias a Ni de Eva ni de Adán– sobre la vida de Amélie en Japón, un país que me resulta fascinante y que sueño poder visitar algún día. Estupor y temblores y Ni de Eva ni de Adán no me parecen gran literatura, pero son libros simpáticos y que tratan temas que me interesan. A veces, solo esto es ya suficiente.

domingo, 18 de febrero de 2024

Un lugar desconocido, por Seicho Matsumoto


 Un lugar desconocido, de Seicho Matsumoto

Editorial Libros del Asteroide, 250 páginas. Primera edición de 1975; esta es de 2021

Traducción de Marina Bornas

 

En 2022, tras mi reencuentro con el premio Nobel Kenzaburo Oé, al que no leía desde la década de 1990, leí más libros de autores japoneses; y ya en 2023, aunque en menor medida, seguí con esta tendencia. Observando la web de la editorial Libros del Asteroide me fijé en que publicaban a un autor, desconocido para mí, al que se le consideraba el más representativo de la novela negra japonesa, Seicho Matsumoto (Kitakyushu, 1909, Tokio, 1992). Sentí curiosidad y solicité a la editorial que me enviaran Un lugar desconocido, para poder leerla y comentarla.

 

Tsuneo Asai, el protagonista de la novela, tiene cuarenta y dos años y trabaja como encargado jefe del departamento de Alimentación del Ministerio de Agricultura. Vive en Tokio y, cuando comienza la narración, se encuentra en Kobe, acompañando al director general Shiraishi en un viaje de negocios, en el que visitan fábricas de alimentos enlatados. Asai va a recibir una terrible noticia, que le llegará desde el teléfono del restaurante en el que se encuentran cenando: su mujer Eko ha fallecido en Tokio por un paro cardiaco. Asai ha de regresar rápidamente a su casa. Aunque es posible que el lector no se dé cuenta en ese momento, la escena en la que Asai se despide de su jefe y de los empresarios con los que está cenando es muy significativa en la construcción de la novela. Asai, lejos de perder los nervios y abandonar el restaurante precipitadamente, organizará el resto del viaje para su jefe. «Mientras recorría el pasillo de vuelta a la sala de banquetes, decidió pedirle al vicepresidente Yagishita que atendiera al director Shibaraishi. No podía pedir al ministerio que enviara un sustituto, así que su jefe tendría que completar solo los dos días de visitas que todavía tenía por delante. Un hombre como él, al que le gustaba darse aires de importancia, se sentiría humillado viajando sin acompañante. Se planteó pedir un sustituto a la delegación de Hiroshima, pero descartó la idea porque le pareció irrespetuoso dejar al director general y a los empresarios con alguien que no fuera de la sede del ministerio. A pesar de la conmoción de haber perdido a su mujer de forma tan repentina, Asai estaba completamente centrado en resolver los asuntos del trabajo.» (pág. 13)

 

Asai se casó con Eko un año después de quedarse viudo, cuando él tenía treinta y cinco años y ella veintisiete. Aunque la diferencia de edad es de ocho años, pronto Asai empezará a tratar a su mujer como si esta diferencia fuese más grande, y no tardará en «malcriarla», a permitirle todos sus caprichos. Esto hará que Eko llegue a pasar días enteros sin salir de la cama. Sin embargo, empezará a animarse cuando se apunte a clases de pintura o de poesía, donde empezará a tener un moderado éxito componiendo haikus.

Asai nunca se ha sentido atractivo para las mujeres y su vida sexual con Eko nunca fue muy intensa; y menos todavía cuando a ella le diagnosticaron una dolencia cardiaca que hacía que las relaciones sexuales no fuesen recomendables para ella. Asai y Eko hacían casi vidas separadas, y Asai se centró definitivamente en el trabajo y en su deseo de ser alguien respetado en ese entorno.

Asai y su cuñada van a visitar una perfumería, cuya dueña llamó a la casa familiar para avisar que Eko había entrado en su comercio, pidiendo ayuda al haberse sentido mal en la calle. Quieren agradecerle a la dueña del local las molestias que se tomó con Eko. En la novela la idea de los convencionalismos y formalismos sociales va ir cobrando cada vez más importancia. La perfumería está ubicada en un barrio residencial de clase alta y, aunque Asai sabe que su mujer acostumbraba a pasear por lugares apartados, con la idea de encontrar inspiración para sus poemas, no entiende bien por qué Eko podía hallarse en ese lugar. Las sospechas de Asia se dispararán cuando descubra que en ese barrio, y cerca de la perfumería, existen una serie de hoteles de citas. En los últimos años, Eko, cerca de los treinta y cinco, y a pesar de su enfermedad cardiaca había comenzado a resplandecer y tener un aspecto más atractivo que antes. Asai empezará a comprender, tarde, que lo más seguro es que Eko tuviera un amante. Esta idea empezará a obsesionarle y a trastocar su ordenada vida de funcionario en el Ministerio de Agricultura. Asai se convertirá en un detective aficionado que investiga la muerte de su mujer y, cuando considere que ya no puede llegar más lejos de lo que ha llegado, no dudará en contratar a unos detectives profesionales para que continúen la labor por él. Eso sí, siempre que acuda a la agencia de detectives lo hará camuflado tras unas gafas oscuras y sin dar su verdadero nombre, ante el temor de que se descubra que su mujer le era infiel y esto pueda perjudicar su carrera laboral.

 

Un lugar desconocido (1975) es la tercera novela de Seicho Matsumoto que publica en España Libros del Asteroide, antes había publicado El expreso de Tokio (1957), La chica de Kyusshu (1961), y, hace poco, han publicado una cuarta, titulada El castillo de arena (1961). Leyendo los argumentos de las otros tres novelas, tengo la sensación de que estas son «novelas negras» de un modo más claro que Un lugar desconocido; porque en ellas hay un asesinato en primera instancia y lo investiga un policía (al menos en dos de ellas). Un lugar desconocido sí acabará siendo una novela negra, pero en realidad parece, más bien, una novela sobre la fatalidad, que en algunos momentos me ha recordado a una película de los hermanos Cohen o a alguna novela de Patricia Highsmith como La jaula de cristal.

Si alguien busca una novela negra convencional, o llega hasta Un lugar desconocido atraído por la idea de que Matsumoto es el gran representante de la novela negra japonesa, quizás se vaya a decepcionar, porque, desde luego, no existe aquí una narración trepidante al estilo de las que pueden ser las de Dashiell Hammett o Raymond Chandler. Sin embargo, sí que se va a encontrar con una narración muy interesante sobre el Japón de comienzos de la década de 1970. Ante el cadáver de una persona asesinada, que aparecerá en la novela, la policía empezará sospechando que se puede tratar de un criminal que imita los asesinatos de Charles Mason (Sharon Tate murió en agosto de 1969, así que lo normal es pensar que la acción de la novela se sitúa a comienzos de la década de 1970), y esto hará que, de forma sutil, Matsumoto haga una pequeña crítica a la sociedad japonesa de la época: Japón no solo imita la economía estadounidense, sino también a sus criminales.

Me ha gustado Un lugar desconocido porque en realidad es, precisamente, una novela que, usando como escusa la resolución de un misterio, critica a la sociedad de la época que retrata. Un lugar desconocido es una novela que nos muestra hasta dónde están dispuestas a llegar las personas por conservar las apariencias sociales (dentro de unos códigos muy rígidos) y por conservar su posición laboral, refugio último de su identidad, una identidad que diluye u oculta todas las pasiones que normalmente no se atreven a mostrar. Me ha gustado mucho la fina ironía, el humor final, que muestra Matsumo en la resolución de la novela. Me he quedado con ganas de acercarme a alguna más de las otras novelas suyas que ha publicado Libros del Asteroide.

domingo, 11 de febrero de 2024

Top 20 de libros latinoamericanos

 En mi canal de YouTube Bienvenido, Bob he publicado una colaboración con la profesora de español nicaragüense Laura Rodríguez, donde cada uno elige sus 10 libros latinoamericanos favoritos:




domingo, 4 de febrero de 2024

domingo, 28 de enero de 2024

Cuentos, de Antón P. Chéjov


Cuentos
, de Antón P. Chéjov

Editorial Alba, 871 páginas. Primera edición de 1883-1902; esta es de 2023

Traducción de Víctor Gallego Ballesteros

 

Leí mis primeros cuentos de Antón P. Chéjov (Taganrong, 1860 – Badenweiller, 1904) en un pequeño librito de la editorial Alianza –dentro de su colección Alianza Cien– que se titulado La corista y otros cuentos, que solo contenía cuatro cuentos, y que compré en El Corte Inglés, exactamente el 10 de febrero de 1996 (al abrir el librito estaba el ticket en la primera página). Los cuentos eran: La corista, El hombre enfundado, Enemigos y La señora del perrito, que son cuatro de sus relatos más significativos. Por esos mismos días descubría yo los cuentos de Juan Rulfo y sentí que los de este último me parecían mucho mejores que los de Chéjov. Aún tendrían que pasar unos años para que yo me enamorara de Chéjov. Leí, más tarde, en marzo de 2005, una antología más extensa de Alianza que se titulada La señora del perrito y otros cuentos, que tenía diez; y también Cuentos imprescindibles, seleccionados por Richard Ford, que también leí en marzo de 2005, y que en España editó Debolsillo. Esta última, que contaba con veinte cuentos, fue la selección que finalmente me hizo caer subyugado ante el encanto de Chéjov. En 2016 y 2017 leí dos libros de Chéjov de la editorial Alba, titulados Cinco novelas cortas y La estepa / En el barranco, que contenían siete novelas cortas de Chéjov, que me encantaron y que me parece que es una parte de su obra que se conoce mucho menos.

En casa tengo sin leer, desde hace ya bastantes años, otra antología de cuentos de Chéjov en la editorial Pre-Textos, y que contiene diez piezas. Sin embargo, antes de acercarme a este libro me apeteció pedirle a la editorial Alba una de sus novedades en Alba Minus, que apareció en marzo de 2023, y es este Cuentos de Chéjov, que hoy reseño, que contiene 60 cuentos, con 871 páginas, y que están traducidos por Víctor Gallego, que es el autor de las estupendas traducciones de los rusos para Alba.

De la introducción me llaman la atención unas palabras: no es fácil realizar una antología de los cuentos de Chéjov, debido a su gran producción, y a que ni siquiera los grandes autores clásicos se ponen de acuerdo sobre cuáles son sus mejores cuentos. De hecho, he comprobado que de los diez cuentos de la antología de Pre-Textos no coinciden muchos con los de Alba.

 

Los primeros cuentos de esta antología están fechados en 1883; es decir, cuando Chéjov tenía veintidós o veintitrés años. Los orígenes de Chéjov son humildes y, desde muy joven, ha de ganar dinero publicando cuentos en revistas, para costearse sus estudios de Medicina y poder ayudar económicamente a sus padres y hermanos.

En la barbería es el primer cuento y acaba siendo una pequeña crítica de costumbres de personajes rusos, más o menos esperpénticos, escrito con intención cómica. Debo decir, desde ya, que me gusta que la selección de Alba pretenda abarcar una muestra significativa de todas las etapas creativas de Chéjov y que no solo ha seleccionado los cuentos que se suponen que son más brillantes, aquellos en los que Chéjov dominaba perfectamente su arte. De este modo, En la barbería es un cuento que está muy lejos de ser uno de los que entendemos como representativos del autor. Se lee con simpatía, porque el lector sabe de qué es capaz el autor, y que aquí, aún, no ha conseguido.

Esto mismo va a ocurrir con los siguientes cuentos: La muerte de un funcionario y La hija de Albión. Además, son cuentos bastante más cortos que los que van a ser sus piezas más significativas.

El cuarto es La cerilla sueca y me parece que destaca un poco, respecto a los anteriores, porque es más largo y mantiene una pequeña trama de detectives. Sin embargo, será de nuevo una pequeña crítica de costumbres, sobre personajes perdidos que no consiguen alcanzar sus aspiraciones.

Cirugía es de 1884 y seguimos con lo mismo: dos personajes comienzan hablando amablemente para acabar enfadándose.

En El camaleón se critica a ese tipo de personas que apoya una causa u otra según la capacidad que esta tenga para generarle o no problemas. Las intenciones son demasiado claras y Chéjov sigue sin brillar. Igual ocurre con De mal en peor, donde se critica a un hombre intratable.

 

El octavo relato es Las ostras (1884), que, a diferencia de los otros, está escrito en primera persona. En él, desaparece el humor y la melancolía gana espacio a la crítica de costumbres, sin llegar ésta a desaparecer. Un hombre evoca un recuerdo de niño, en el que va a sufrir una cruel humillación. Aquí se ha producido ya un salto de calidad.

En De mal humor, un cuento de apenas tres páginas, volvemos al principio. Más simpático me parece Los nervios, que introduce el tema del espiritismo y el miedo, y acaba siendo una comedia un poco pícara.

Los cuentos de 1885 empiezan a ser un poco mejores. Los simuladores es, de nuevo, una crítica de costumbres con tintes cómicos, pero me ha parecido mejor que otros cuentos anteriores. Algo parecido siento con Apellido de caballo, El cazador, El Malhechor (quizás este es el mejor cuento de los seleccionados en este año) y ¡Qué público!

 

En 1886, en la página 137 del libro, se produce el salto definitivo. El Chéjov que conocemos, gracias a las antologías clásicas, empieza aquí su andadura real, cuando tenía veinticinco o veintiséis años. Alguien podría pensar ¿y por qué no empezar el libro aquí? Podría ser una idea, pero, como ya he apuntado antes, no me ha gustado conocer todas las etapas creativas por las que pasó el genio de Chéjov.

De los cuentos de 1886, el primer seleccionado es Tristeza y creo que aquí estamos ya ante la primera obra maestra. Un cochero, al que se le acaba de morir su hijo, busca clientes en las oscuras calles de una ciudad, mientras está empezando a nevar. El cochero no parece encontrar a nadie que quiera escuchar su triste historia. Es un cuento muy bello y melancólico sobre la soledad. El humor inocente de los primeros cuentos ha desaparecido aquí y la melancolía que apareció en Las ostras domina ya la composición del relato.

En cuentos como Aniuta (sobre una joven que suele convertirse en acompañante de estudiantes) o Iván Matveich (sobre un profesor que sufre los continuos retrasos de su joven escriba) –ambos cortos– Chéjov ha dejado atrás el humorismo de trazo grueso anterior, y aparece la compasión hacia sus personajes, que será un sentimiento que va a acompañarnos en la mayoría de sus relatos.

 

La bruja es un relato más largo y, sin ser uno de los más destacados del libro, aquí sí que empieza a brillar el Chéjov adulto, que muestra las frustraciones y la infelicidad vitales de las personas. Me ha parecido muy moderno el modo en el que Chéjov nos muestra el deseo sexual femenino. Agafia también nos habla del deseo de las mujeres en una sociedad de 1886 que, pese al machismo de la época, consigue ser más moderna, que, por ejemplo, la España de 1940. Un atractivo de este cuento es que está escrito en primera persona y Chéjov cuenta la historia a través de un narrador testigo. Una mujer casada joven siente la tentación de acostarse con un atractivo joven de la localidad, que vive casi como un vagabundo. El relato acaba antes del estallido final, insinuando la violencia, pero sin mostrarla.

 

En el prólogo, que no aparece firmado, pero que supongo que se debe al traductor Víctor Gallego, se afirma: «Pueblan los relatos de Chéjov unos seres extraños, inútiles, llenos de buenas intenciones, pero incapaces para la acción» (pág. 18). Esta definición se puede aplicar perfectamente al cuento Pesadilla, donde un hombre, miembro de la comisión de asuntos rurales de su localidad va a visitar al nuevo cura y le avergüenza su aparente falta de tacto y elegancia. Empezará considerando que no es una persona adecuada para el cargo que ocupa, para acabar comprendiendo las condiciones miserables en las que vive, tratar de ayudarle y darse cuenta, en realidad, de que solo ha tenido capacidad para perjudicarlo.

 

La noche de Pascua, en el que un barquero pasa a gente de una orilla del río a otra, donde se celebra una fiesta, el mismo día que ha muerto su amigo, parece una versión extendida de Tristeza. De nuevo el hombre en soledad, sin poder compartir su dolor, frente a la indiferencia del mundo.

 

Normalmente se considera La corista una de las cumbres creativas de Chéjov. En este relato una joven corista, que habitualmente se encuentra rodeada de admiradores, recibe en su casa la inesperada visita de la mujer de uno de estos admiradores. Me parece bueno, pero los hay mejores en este libro.

 

Por casualidad está escrito con la técnica del narrador testigo y en él se cuenta la historia de un amor desgraciado entre dos personajes maduros. Es un relato bello y melancólico.

 

En Pequeñeces de la vida un hombre que visita a una mujer con un hijo, separada de su marido, va a descubrir lo que opina este último de él, a través del hijo pequeño, que al final del relato se sentirá traicionado, «era la primera vez en su vida que se enfrentaba cara a cara, de forma tan brutal, con la mentira» (pág. 249)

 

Vanka es un cuento corto sobre los abusos que sufre un niño de nueve años que trabaja de aprendiz de zapatero. Un cuento muy dickensiano.

 

La helada que muestra la pobreza física de algunos personajes, que tratan de ocultarla, me ha parecido más flojo que los anteriores.

 

Enemigos (1887) es una de las cumbres del libro. Un médico al que se le acaba de morir su único hijo de difteria recibe la visita de un hombre alterado que necesita que vaya a su casa a ayudar a su mujer que ha caído gravemente enferma. No sé si me había dado cuenta en las veces anteriores que he leído este relato, pero en esta ocasión me he percatado de la relación compositiva que tiene con el cuento Parece una tontería de Raymond Carver. Es decir, Carver declarado admirador de Chéjov, había leído Enemigos y había querido darle una vuelta de tuerca. En Enemigos un personaje trata de explicarle su desgracia a otro, lo que hubiera sido todo un alivio para él, pero el otro, lejos de querer entenderle, elije ofenderse, y los dos pasarán a ser enemigos para siempre. En Parece una tontería, los personajes empiezan como enemigos y al final la pareja que ha perdido a su hijo sí que encontrarán consuelo al ser escuchados por el tercer personaje, el pastelero. Dos obras maestras del cuento, que conversan entre sí.

En Enemigos me gustaría destacar también las descripciones de los paisajes nevados. En muchos cuentos de Chéjov, las descripciones de paisajes dan a la composición un toque muy bello y poético.

 

Me gusta la composición de Vérochka, ya que, aunque se narra algo que ocurre aparentemente en el presente narrativo del relato, en realidad el personaje está recordando algo que le ocurrió en el pasado, cuando se dio cuenta de que era una persona incapaz de amar y comprometerse. Un buen cuento sobre los desencuentros vitales.

 

Tifus, sobre la desgracia de la muerte, me parece un cuento inferior a otros.

 

El juez de instrucción, donde un hombre descubre que la vida (al menos la suya) ha dependido más de las causalidades que de las casualidades es un duro cuento, con el anticuado truco de la sorpresa final.

 

Volodia es el relato de un joven de diecisiete años, poco agraciado, que durante un día podrá jugar a sentirse todo un conquistador. Un cuento con un final exageradamente trágico.

 

De Un trotamundos me gusta la originalidad de los personajes, un joven judío que ha cambiado de religión y su peregrinaje a un convento. Original.

 

El caramillo es un cuento curioso en el que un administrador de finca se encuentra con un anciano que sufre de ecoansiedad, ya que siente que cada vez hay menos animales en la región en la que vive.

 

El beso es uno de mis cuentos favoritos de Chéjov, en el que un poco agraciado oficial del ejército recibe un beso por equivocación. Algo que no le había ocurrido nunca va a disparar su imaginación y sus anhelos hacia sueños que solo pueden acabar en la decepción. «Todas las cosas con las que sueño y que me parecen imposibles e irreales, en realidad son absolutamente comunes –pensaba Riabóvich, mirando la nube de polvo que el coche del general dejaba a su paso–. Son cosas ordinarias y les suceden a todos». (pág. 387) Es un cuento bellísimo.

 

Relato de la señorita N. N. destaca porque es el único que está narrado por la primera persona de una mujer. Es un cuento sobre la vida que no tiene vuelta atrás y el lamento por las decisiones del pasado.

 

Ganas de dormir es un cuento sobre los abusos que sufre una niña de trece años que trabaja de niñera, similar a Vanka, pero con un final mucho más terrible. Es un cuento inferior a otros del conjunto.

 

Luces, con sus casi 50 páginas, es el cuento más largo del libro. Un hombre mayor previene a otro joven sobre dejarse llevar por ideas nihilistas. Como ocurre en otros relatos, los personajes citan a autores de la literatura rusa como Gogol, Tolstoi o Dostoievski. Existe aquí un interesante juego de dos narradores, con un relato dentro del relato. Es una gran novela corta sobre la asimilación de las consecuencias de nuestros actos.

 

En El zapatero y el diablo hay un desarrollo casi fantástico (que acaba siendo un sueño) y esto ha hecho que el cuento me parezca inferior a otros.

 

La apuesta es un cuento extraño, que no parece de Chéjov, donde un hombre apuesta con otro permanecer aislado en una celda por dos millones de rublos. Es un cuento sobre las casualidades que me ha parecido más comercial que otros. Es curioso cómo, a veces, he tenido la sensación que los peores cuentos del libro eran más efectistas, como si estuvieran escritos de un modo más apresurado con la intención de ganar un dinero fácil. Sin embargo, este no es un mal cuento.

 

En La princesa aparece de nuevo el tema de las buenas personas que son incapaces de aportarle algo útil al mundo, pero que no dejan de salir de su complacencia.

 

Gúsiev es un cuento extraño, que transcurre en altamar y que nos presenta una conversación entre unos soldados que regresan a casa desde China aquejados de tuberculosis. No he conseguido entrar en él.

 

Campesinas es un cuento con narrador interpuesto que habla de violencia machista, donde una mujer que ha tenido un amante acabará repudiada por el marido y por el amante amante. Es duro, un buen cuento.

 

La cigarra es otro de los mejores cuentos del libro sobre una mujer que se casa con un médico, que cuido a su padre, pero al que no aprecia mucho, ya que ella quiere ser famosa y estar rodeada de artistas. Hasta cierto punto parece que aquí Chéjov se desdobla en dos personalidades, la del artista y la del médico, y al final retrata a los artistas como vanidosos e inútiles y elogia la dedicación y el sacrificio del médico. Muy emocionante.

 

En deportación nos llega a un clima extremo y al trabajo de los barqueros, de nuevo. Es un cuento sobre las diferencias sociales y la pobreza.

 

Vecinos es otros de mis cuentos favoritos del libro. En él un joven lamenta que se su hermana se ha ido a vivir con su vecino, un hombre casado. El joven se acabará dando cuenta de lo vacía que está su vida. La última página del cuento es demoledora: «Toda su vida le pareció de pronto tan oscura como esas aguas en las que se reflejaba el cielo nocturno y en las que se entrelazaban las plantas acuáticas. Y tuvo la impresión de que aquello no tenía remedio» (pág. 594)

 

Terror, donde un narrador acaba sintiéndose atraído por la mujer de su amigo, al que no quiere traicionar, pero que no está seguro de si acabará haciéndolo o no, también es muy bueno.

 

El monje negro (1894) trata de un joven licenciado en filosofía, enfermo de los nervios, que decide visitar en el campo a su antiguo maestro, quien está obsesionado con el cuidado de un huerto. El protagonista sucumbirá a las alucinaciones, cuando se desarrolle la enfermedad mental que sufre. Es un cuento muy inquietante.

 

Como leemos en la introducción, a mediados de la década de 1890 Chéjov sabe que ha contraído tuberculosis y que lo más normal es que no viva muchos años. Por eso, la muerte empieza a estar muy presente en sus cuentos de la última década, pero también el deseo de apresar la belleza de la vida.

En El violín de Rothschild el personaje es un hombre que vive de fabricar ataúdes, además toca el violín en una orquesta, que le tolera pese a su odio hacia los judíos, religión que siguen algunos de sus otros miembros. Es un cuento que plantea una hermosa reflexión sobre la muerte y la trascendencia de la vida.

 

El estudiante es uno cuento muy corto y más intrascendente.

 

Ariadna, donde un ruso le cuenta su historia a otro ruso en el trayecto en barco entre Odesa y Sebastopol es, otra vez, un gran cuento. De nuevo aparece aquí el tema de las personas que necesitan ser admiradas y que se empeñan en vivir por encima de sus posibilidades.

 

Casa con desván parece prevenir, de nuevo, a la juventud sobre los peligros del nihilismo. Sus ideas desesperadas harán a un joven pintor perder a la que podría haber sido el amor de su vida.

 

En el carro nos presenta, como excepción, a un nuevo protagonista femenina, a una maestra de un pueblo que, tal vez, podría haber sido feliz si hubiera conseguido conquistar a un hombre que le gustaba.

 

El hombre enfundado no me gustó mucho cuando lo leí la primera vez, hace ya casi treinta años, pero me ha gustado ahora, sin llegar a parecerme uno de los cuentos más destacados del libro, creo que su metáfora sobre el hombre que trataba de protegerse es demasiado evidente.

 

Las grosellas y Del amor, de 1898, y que aparecen seguidos en el libro, son dos cuentos entrelazados, ya que en ellos hay dos cazadores, los mismos en los dos relatos, que reciben el peso de una historia. Las grosellas trata sobre la posibilidad de que alguien se pierda dentro de sus sueños y no sea capaz de ver el sufrimiento de los demás. En Del amor un hombre no se decide a amar a la mujer de su amigo y acabará pensando que lo que le frenó fue algo inútil. En realidad, La dama del perrito es una contestación a este cuento, Del amor.

 

Una visita médica es un cuento de 1898, donde ya aparecen los teléfonos, y donde se critican las condiciones en las que viven los trabajadores de una fábrica. Esto me ha recordado a la novela corta de Chéjov En el barranco, que era de 1900, y también se criticaba cómo la modernidad del humo de las fábricas parecía pervertir la belleza de los paisajes rusos. De nuevo un cuento sobre personas aparentemente bondadosas que no consiguen hacer el bien.

 

La nueva dacha, donde el protagonista es un ingeniero que construye un puente en un río, y acaba comprando un terreno, en un pueblo cercano, para hacerse una casa, es un cuento sobre la envidia y el miedo al progreso en el campo ruso.

 

La dama del perrito es de 1899 y lo he debido de leer ya por cuarta vez. No me entusiasmó en su primera lectura de los años 90, y luego me encantó más tarde. Richard Ford decía en el prólogo de su antología que eso fue lo que le pasó a él: que La dama del perrito fue un cuento que le dejó frío con dieciocho años, pero que amó con treinta. Quizás se necesita haber vivido ya algo para apreciar la sutileza de esta gran pieza.

 

En fiestas es un cuento corto sobre las relaciones familiares entre la aldea y los emigrados a la ciudad. Es inferior a otros tratados aquí.

 

El obispo de 1902 es el último cuento que escribió Chéjov, que moriría dos años más tarde. Un hombre, que ejerce de obispo, se encuentra cercano a la muerte y lo que le apetece es sentir el calor de su madre, de los suyos, pero el puesto que ocupa en la sociedad hace que sus seres queridos se acerquen a él de un modo demasiado respetuoso y poco natural. Es un bello cuento crepuscular.

 

Dejo aquí una lista, como recordatorio para el futuro de los que me han parecido los mejores cuentos: Las ostras, Tristeza, La corista, Enemigos, El beso, Luces, La cigarra, Vecinos, El monje negro, El violín de Rothschild, Las grosellas, Del amor y La dama del perrito.

En general, destacaría la modernidad de los cuentos de Chéjov, la sutileza de sus planteamientos, donde lo más importante de las relaciones entre los personajes transcurre en la historia a un nivel subterráneo, y raramente explotan todos los dramas como podrían explotar. Yo leí durante los años 90 a muchos cuentistas norteamericanos, que se acabarían convirtiendo en algunos de mis escritores favoritos: Raymond Carver, Richard Ford o Tobias Wolff, y los tres han bebido de Antón P. Chéjov, que es el autor que ha creado la mirada moderna sobre el relato de ficción. Estos Cuentos de Antón P. Chéjov han sido una de mis grandes lecturas de 2023.