martes, 31 de diciembre de 2019

LAS MEJORES LECTURAS DE 2019


Por decimoprimer año consecutivo publico hoy, en estas horas postreras del año, mi lista de las mejores lecturas de 2019. Como siempre, el orden es el cronológico de lectura.


1) OPERACIÓN MASACRE, RODOLFO WALSH
Se ha dicho que la «novela de no ficción» nace con A sangre fría de Truman Capote, pero en realidad unos años antes ya estaba ahí un argentino haciendo su novela de no ficción.





2) EL ÁNGEL QUE NOS MIRA / DEL TIEMPO Y EL RÍO, THOMAS WOLFE
Tomo las dos novelas porque considero que son una sola dividida en dos partes. De estos libros de Wolfe proviene gran parte de la narrativa norteamericana desde hace un siglo.







3) LAVA / EL HERMANO MAYOR, DANIEL MELLA
Aquí sí que estoy haciendo trampa, ya que elijo como una dos obras diferentes, pero que he sentido bastante unidas, además de que las leí seguidas. Al uruguayo Daniel Mella le ha publicado en España la pequeña editorial Comba, y es una pena que haya pasado algo desapercibido porque es muy bueno.




 4) NIÑO ANÓMALO, FEDE NIETO
Un debut en la narrativa tardío, un gran libro sobre el exilio político y sus consecuencias. La única pega a este libro es que se hacía demasiado corto.





5) SÁNCHEZ, ESTHER GARCÍA LLOVET
Una novela corta sobre los bajos fondos madrileños perfecta, pura fibra narrativa.





6) VILLA, LUIS GUSMÁN
Publicada en Argentina en 1998, es incomprensible que esta novela haya tardado tanto en llegar a España. Una historia espeluznante sobre las implicaciones de las personas corrientes en las dictaduras.





7) LA VIDA DE LAS MUJERES, ALICE MUNRO
Una de las pocas novelas que ha escrito la famosa escritora de cuentos Alice Munro, una delicia sobre el despertar a la vida de una chica de un pueblo canadiense.




8) FORTUNATA Y JACINTA, BENITO PÉREZ GALDÓS
He llegado tarde a Galdós, pero he de decir que me ha entusiasmado. Esta novela puede medirse sin complejos a las grandes novelas del siglo XIX europeo. Mi mejor lectura del año.





9) LA PALABRA DEL MUDO / LA TENTACIÓN DEL FRACASO / PROSAS APÁTRIDAS, JULIO RAMÓN RIBEYRO
De nuevo vuelvo a hacer trampas: tres libros por uno. Los cuentos (primer libro) me encantaron, a la altura de los grandes cuentistas latinoamericanos. El diario (libro segundo) era en gran medida la trastienda de los cuentos, y Prosas apátridas complementa de modo magnífico a los dos libros.


  



10) VIVIR ABAJO, GUSTAVO FAVERÓN
Tomando el legado de Bolaño, Faverón construye una tensa novela sobre los horrores de las dictaduras latinoamericanas.



domingo, 29 de diciembre de 2019

Fortunata y Jacinta, por Benito Pérez Galdós


Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós

Editorial Castalia. 1405 páginas. 1ª edición de 1887; ésta es de 2010.

Cuando se acercaban las vacaciones veraniegas del curso 2017/18, hable con un compañero de lengua del colegio en el que trabajo. Yo tenía el plan de leer en verano alguna de las grandes novelas de la literatura española y me debatía entre La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín» y Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843 – Madrid, 1920). A mi compañero las dos le parecían magníficas, pero tenía en un poco más de estima a La Regenta que a Fortunata y Jacinta. Así que, al final, leí en el verano de 2018 La Regenta y ha sido en el de 2019 cuando me he acercado a Fortunata y Jacinta.

Hasta ahora sólo había leído de Galdós el Episodio nacional Cádiz. Me lo hicieron leer en 3º de BUP, en la clase de historia y lo cierto es que no me gustó mucho. Por aquellos días yo era un lector entregado a la ciencia-ficción y al terror y no me cayó en gracia Galdós. Años después, cuando empecé a «leer más en serio» (o simplemente me dio por el realismo), me acerqué a autores como Pío Baroja o Ramón del Valle-Inclán, pero dejé de lado a Galdós. Descubrir que algunos autores le apodaban «el Garbancero», me hizo pensar que sus libros no me iban a interesar. Además, durante mucho tiempo busqué el exotismo en la literatura, y que me hablaran de historias que ocurrían en la Patagonia era para mí más estimulante que una novela cuya trama se situaba en las calles del Madrid que conozco. Ahora, después de leer Fortunata y Jacinta, y haber quedado deslumbrado por esta novela, no paro de entrar en internet para leer artículos sobre Galdós, listas sobre sus mejores novelas, y de visitar bibliotecas públicas para ver qué ediciones tienen de sus libros. Tengo bastante interés en el llamado Ciclo de las novelas contemporáneas, que iré leyendo en los próximos años. He llegado tarde a Galdós pero he llegado para quedarme. Ha sido amor de madurez.

El tiempo narrativo de Fortunata y Jacinta se sitúa entre 1869 y 1876; y por tanto en un periodo convulso de la historia de España, puesto que entre 1873 y1874 se proclamó la Primera república y hubo un destronamiento y una restauración. Galdós nos presenta, en primera instancia, al joven Juanito Santa Cruz, hijo de una familia burguesa madrileña dedicada al comercio de ropa. Juanito ha podido ir a la universidad y recibir una exquisita educación, puesto que es licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras. Aunque su padre Baldomero desea que haga una carrera política, Juanito preferirá vivir sin trabajar, gastando (sin cometer locuras excesivas) la fortuna familiar, amasada con mucho trabajo. Juanito será para el lector un joven burgués sibarita y caprichoso que tendrá oportunidad –en una visita a la Cava Baja– de conocer a Fortunata, una joven iletrada del pueblo, una joven ingenua y aguerrida, poseedora de una gran belleza, capaz de hacer enloquecer a todos los hombres con los que se va a cruzar en las más de 1.000 páginas de esta novela. Juanito se va a divertir con Fortunata y, pese a haberle prometido que se casaría con ella, lo hará realmente con Jacinta, otra hija de la burguesía madrileña, cuyos padres también se dedican al comercio de ropa. En realidad, Jacinta y Juanito están emparentados, puesto que son primos. Los dos va a aceptar este matrimonio burgués de conveniencia porque la idea real de casarse con la deseable Fortunata es impensable para el joven Santa Cruz, quien –una vez establecido como casado– seguirá con su vida de calavera, con sus salidas, sus fiestas y sus amantes.

En gran medida, Fortunata y Jacinta es una novela que cuestiona los convencionalismos de la vida burguesa y sobre todo la institución del matrimonio, en el que la mujer quedaba atrapada, soportando las veleidades del marido (Jacinta) o bien es repudiada por la sociedad al haber mantenido relaciones sexuales con un hombre que al final no se casa con ella (Fortunata). Fortunata y Jacinta es una novela muy crítica con la posición de la mujer en la sociedad y, por esto mismo, resulta muy moderna su lectura.
«Hay dos sociedades, la que se ve y la que está escondida.», Galdós pondrá este pensamiento en la mente de Fortunata en la página 1.024. Fortunata, después de haberse quedado embarazada de Juanito y sufrir un terrible desengaño amoroso, se ha visto abocada a la prostitución. Además siente –de un modo puro, primitivo– que el hecho de que Juanito (su amor) sea un burgués es una desgracia para ella, puesto que si hubiera sido un obrero se habría podido casar con él y habría sido feliz siendo la mujer de un trabajador. Jacinta, a pesar de ser la mujer oficial y venir de una familia burguesa, será otra víctima de Juanito, puesto que ha pasado a vivir en la casa de los Santa Cruz, ocupando una posición muy secundaria y sufriendo los continuos abandonos de su marido. Además su gran sueño es el que le será negado: ser madre.

En los primeros capítulos de la novela, se habla extensamente de los árboles genealógicos de Juanito y Jacinta, lo que en algún momento parece algo exagerado. Sin embargo, cuando aparezca Fortunata será presentada sin ni siquiera darle un apellido. Aquí Galdós juega al contraste entre las extensas ramas de contactos de la burguesía y el desamparo de los pobres.
Fortunata y Jacinta presenta un gran elenco de personajes, de todos los estratos sociales y muy bien perfilados. La novela acabará siendo un gran fresco del Madrid de la época.
Galdós era conocedor de la gran novela europea y había leído a autores como Charles Dickens y Lev Tolstoi. De hecho algún personaje, como la prostituta alcohólica Mauricia la Dura –amiga de Fortunata– parece sacado directamente de las calles de San Petersburgo.
En cierta medida, esta novela juega con elementos del folletín clásico del siglo XIX (la inocente chica engañada, el matrimonio de conveniencia…), pero Galdós hace trascender totalmente estos elementos, mostrándose incluso un poco irónico con ellos; así en la página 315 nos encontramos con esta reflexión: «Sólo en las novelas malas se ven esos hijos de sorpresa que salen cuando hace falta para complicar el argumento.» Aquí aparece un «hijo de sorpresa», que moverá la trama y que servirá para acercar a los personajes, pero moviéndose por encima de los convencionalismos del folletín.

Me ha gustado mucho cómo Galdós ordena la información: como, por ejemplo, Juanito le va a contar a Jacinta la relación que ha tenido con Fortunata en su viaje de novios, y así el lector conocerá datos que antes se le había escamoteado. Esta forma de presentarse al lector la trama me ha parecido sutil y enriquecedora. La novela tiene cuatro partes y es interesante ver cómo cada una de ellas termina en un pico de tensión narrativa para empezar la segunda de forma más distendida, presentando nuevos personajes. En este sentido, las modernas series televisivas siguen este formato de la narrativa del siglo XIX.

Un dato interesante para comentar es que esta novela tiene un narrador que se hace ver en algunos momentos e informa al lector de que es un amigo de la familia Santa Cruz. En la página 242 se puede leer un párrafo, que según el estudioso James Whiston es de los más famosos de la novela, en el que el narrador parece abogar por la buena marcha y sentido de las diferentes clases sociales. Pero, en realidad, el mundo que refleja, con unos grandes contrastes económicos entre unas personas y otras más bien nos lleva a pensar en una crítica social a las diferencias de la época. De hecho, a pesar de este párrafo, en muchas otras páginas el narrador parece ponerse del lado del pueblo (personificado en Fortunata) y en contra de las veleidades de la burguesía (personificada en Juanito).
Por un lado, en algunos momentos el narrador parece dudar de sus recuerdos o de sus fuentes para reconstruir la historia. Así en la página 146: «Les conocí en 1870.»; «En 1871 conocí a este hombre» (pág. 167); «Rafaela cuenta que en ese momento se les ocurrió un plan infalible» (y por eso lo sabe el narrador, pág. 362). Y aquí podemos ver un momento en el que el narrador duda: «hay motivos para creer que la cantó» (pág. 175); sin embargo, el narrador acaba convirtiéndose en omnisciente, porque en Fortunata y Jacinta Galdós usa el recurso del monólogo interior de sus personajes y el narrador llega, por ejemplo, a completar los pensamientos de Fortunata eligiendo palabras que ella desconoce.

Galdós, siguiendo la estela de Cervantes, usa un lenguaje en ocasiones cómico. De forma muy fluida, conviven en su prosa pensamientos profundos y metáforas brillantes con frases hechas y expresiones orales. Me hacía mucha gracia encontrar expresiones populares, que yo creía mucho más modernas, y que ya se usaban en los tiempos que Galdós escribió esta novela: «pinturera», «bolas» (por «mentiras»), «empollar» (por «estudiar»), «cañí» (por «gitanos» o «folclore español»), «cortarse» (por «avergonzado»), «pachorra», «cursi».
También hay otras expresiones populares que han desaparecido: «neo» (por «beato»), «no entender palotada» (por «no entender nada»), «tarasca» (por «mujer desvergonzada»), «rasgo» (por «gesto») o «polla» (por «chica»).
Me ha resultado curioso ver cómo aquí aparecen algunas palabras, que han dejado de usarle, que empleaba Juan López-Morillas en las traducciones que hizo de Fiódor Dostoyevski que aún comercializa la editorial Alianza: «caletre» o «magín» por «cabeza»; o «poner a alguien como chupa de dómine» por «hablar mal de alguien».

Me gustaría hacer un comentario sobre la edición de James Whiston, profesor del Trinity College de Dublín: la introducción la he leído al final, que es cuando verdaderamente tiene sentido hacerlo, porque explica elementos importantes de la trama y de la parte final (estoy evitando el término «spoilers») y porque analiza personajes, cuyo comentario tiene mucho más sentido recibir una vez que se los conoce. La mayoría de las notas de la edición (544 en total) comparan la versión Alfha de la novela, con la Beta, las galeradas y la primera edición. Es decir, comparan el primer manuscrito que escribió Galdós con el segundo, y con lo que se corrigió ya en galeradas. En muchos casos se muestra lo que estaba escribo en una versión anterior y se compara con la final. La novela mejora en su versión final, porque se va haciendo más sutil; pero me ha ocurrido que, por ejemplo, al leer en las notas que, en la versión Alfha, Fortunata es claramente una prostituta y esto en la versión final es algo más atenuado, más sutil, mi mente lectora ya había recibido la información de que Fortunata era una prostituta y en mi cabeza las distintas versiones de la novela convivían como un único texto en el que toda la información era tomada por veraz. Así que creo que, en parte, las notas han hecho que la novela sea menos sutil para mí (aunque también es verdad que he leído todas las notas con interés).

La Regenta (1884-1885) y Fortunata y Jacinta (1887) son contemporáneas y las dos se cuestionan las instituciones burguesas de la época y la figura de la mujer en la sociedad. Además las dos, mediante la presentación de un gran número de personajes, crean un fresco social de Vetusta (posiblemente Oviedo) y de Madrid. Clarín es más cruel con sus personajes y usa su humor de un modo mucho más sarcástico que Galdós, cuya ironía es más socarrona e inocente y parece tener mucho más cariño y compasión por sus personajes que Clarín (de hecho, diría que Juanito Santa Cruz es el personaje que sale peor parado de la novela y por el que el autor y el lector van a sentir menos empatía).

Tras leer Fortunata y Jacinta considero (dentro de lo que yo conozco, o he leído) que el puesto más alto del podio de la novela española lo ocupa El Quijote y que el segundo y el tercer puesto se lo pueden disputar La Regenta y Fortunata y Jacinta. A mí las dos novelas me han gustado mucho, quizás –como le ocurría a mi compañero del colegio del que hablaba al principio– pondría La Regenta un poco (pero no mucho) por encima de Fortunata y Jacinta. Con este comentario no quiero menospreciar a Fortunata y Jacinta, que me ha parecido un libro inmenso. Lo mejor es que tras acabar La Regenta no me sentí llamado a leer más libros de Clarín y con Galdós me está pasando lo contrario, que muchas de sus novelas me están interesando poderosamente. No será esta la última vez que hable de Galdós. He llegado a él tarde, pero he llegado para quedarme.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Dog soldiers, por Robert Stone


Dog soldiers, de Robert Stone

Editorial Malastierras. 379 páginas. 1ª edición de 1974; esta de 2019.
Traducción de Mariano Antolín Rato e Inga Pellisa
Prólogo de Rodrigo Fresán

Fue en 2010 cuando la editorial Libros del Silencio publicó por primera vez en España Dog soldiers de Robert Stone (Nueva York, 1937-Cayo Hueso, 2015). Esta novela se había publicado originalmente en Estados Unidos en 1974 y fue galardonada con el National Book Award correspondiente a ese año. Además, el reputado crítico Harold Bloom la incluyó en su comentado canon literario. Después de la súbita desaparición (por deceso de Gonzalo Canedo) de la notable editorial Libros del Silencio, es una buena noticia que la nueva editorial madrileña Malastierras haya iniciado su andadura en 2019 rescatando este libro valioso y acercándose de nuevo a los lectores.

La acción de Dog soldiers se sitúa a comienzos de la década de 1970 y sus primeras sesenta páginas nos llevan hasta Vietnam, a un Saigón en guerra en el que John Converse sufre el calor y las bombas. Converse es un escritor de tercera que ha viajado hasta el sudeste asiático con la intención de realizar crónicas periodísticas. Además cree ser poseedor de un gran sentido de la ética (en la página 53 se habla de «su sensibilidad progresista»), pero tras contemplar la evolución de la guerra en tierras camboyanas, ha sido testigo de algunos actos de brutalidad que han hecho que se tambalee todo su sistema moral. Nunca se ha considerado una persona que tuviera especial apego por el dinero (al fin y al cabo es un producto de la cultura hippy californiana de la década anterior), pero tal vez porque no sabe decir que no a la bella Charmian (otra norteamericana que se mueve por los bajos fondos de Saigón), decide meterse en un arriesgado negocio: facilitar la entrada de tres kilos de heroína pura en California. Para ello, Converse contactará en Vietnam con su antiguo amigo Ray Hicks, que ha de volver pronto a California, para hacerle llegar la droga a su mujer Marge, que reside en Berkeley. Hicks también decidirá entrar en el negocio y tomará la droga de las manos de Converse. A partir de aquí, tras las primeras sesenta páginas iniciales, la acción se trasladará a California.

La novela está escrita en tercera persona, y se suele acercar más de una vez a los pensamientos de los protagonistas usando la técnica del estilo indirecto libre. Lo normal es que en un capítulo el narrador siga los pasos de Converse y en otros los de Hicks y Marge.
Como era de suponer, no va a ser fácil para Converse, Marge y Hicks, que acaban de entrar en el mundo del crimen, vender la droga en California consiguiendo un gran beneficio. De hecho, lo más lógico es pensar que han sido engañados y que los verdaderos traficantes (entre los que podría encontrarse incluso la CIA) les quieren usar como mulas, sin pagarles nada a cambio.

Dog soldiers es una novela frenética, repleta de tensión y de persecuciones. En gran medida, considero que Robert Stone es un heredero de la prosa escueta y concisa de Ernest Hemingway. La novela es muy cinematográfica y me extrañaba que nunca hubiera sido llevada al cine. Cuando al acabar el libro leí el prólogo de Rodrigo Fresán comprobé que, efectivamente, se había hecho una película de esta novela con el título Who´ll stop de rain?, que en España se tradujo como Nieve que quema.
Dog soldiers es también una novela profundamente desencantada. Si la década de 1960 fue en Estados Unidos (y sobre todo en California) la gran época hippy de la contracultura, la década abundante en que una generación de jóvenes pensó que podría cambiar el mundo de sus mayores con la música y apartándose del consumismo, la siguiente década, la de 1970, va a ser una década depresiva. En 1971, Charles Manson ha sido declarado culpable de inspirar el asesinato de siete personas, y este hecho pone fin a la luz y la inocencia del movimiento hippy. En las primeras páginas de la novela aparece el nombre de Manson, y después hay referencias que posiblemente le aluden: «A lo mejor se junta con hippies pasados o algo, y le meten ideas raras en la cabeza» (pág. 44). En este comienzo de la década de 1970, Estados Unidos está perdiendo la guerra en Vietnam y los jóvenes norteamericanos que vuelven a casa en ataúdes bajan la moral de la nación. «Ahora el país está lleno de fantasmas», se dice en la página 62, y un poco más abajo: «En cualquier lugar en el que un montón de gente desgraciada muera joven ‒apuntó Converse, secándose las manos con el paño‒ vas a tener un montón de fantasmas».
En algún comentario se percibe la ironía de Stone hacia la muerte de la contracultura; así por ejemplo, en la página 135 leemos: «Las Walther se habían convertido en el arma preferida de la contracultura»: («Walther» es un tipo de pistola).
La paz y el amor de la década anterior han devenido en muerte, violencia y desesperación. Converse y Hicks han vuelto a casa, pero se han traído a Vietnam con ellos. Si bien es cierto que de forma física, y en primer plano, Vietnam solo aparece en las primeras sesenta páginas del libro, en realidad recorre de forma subterránea toda la novela. Los tres kilos de heroína, al fin y al cabo, son el veneno que se han traído a casa desde las selvas de Asia. De hecho, la heroína se irá connotando de un poder trágico, pues en vez de prosperidad amoral parece traer desgracias a sus poseedores. Los tres kilos de heroína se han convertido en La perla que soñó John Steinbeck en la California de 1947.
Hicks llega a Estados Unidos y va al encuentro de Marge, la mujer de Converse. Hicks pronto descubrirá que le siguen y que tanto él como Marge están en peligro. Así iniciará una frenética huida. Algunos días después llega Converse a California y empezará también a ser perseguido por las mismas personas que buscan a Hicks y Marge. En su deseo de colocar la droga, Hicks recurrirá a todos los contactos que tiene en California: desde gente del cine hasta un antiguo gurú que, en algún momento de los felices años 60, consideró que tal vez fuese dios y algunos hippies lo creyeron. Después, la droga parecerá haber acabado con todo, o al menos cambiarlo a una realidad menos luminosa y más sórdida. Las referencias orientales también se suceden. «Debes tener algo de zen», le dice un personaje a otro en la página 352.

Como ya he apuntado, el lenguaje es escueto y, en más de un caso, retrata las palabras de los protagonistas (en esta novela abundan los diálogos), pero este lenguaje está repleto de detalles muy certeros y luminosos. Gracias a la descripción detallada de lo que ocurre en Saigón el lector sabe (sin que se lo haya dicho aún Fresán) que Stone estuvo en Vietnam durante la guerra y que tiene información de primera mano. Los diálogos de los protagonistas reflejan muy bien el momento histórico por el que atraviesa Estados Unidos. Entre las páginas 288 y 289 podemos leer este brillante diálogo de un personaje: «Yo sabía lo que querían: eres un universitario americano, lo que significa que consigues todo lo que quieres. Tienes lo mejor de todo lo que hay; lo piensas y lo tienes. La revolución está de moda: botas, cartucheras y esas mierdas de los chinos. Todos esos chicos de las urbanizaciones… Sus padres nunca les compraron pistolas de juguete y ahora quieren armarla gorda. No se van a quedar ellos sin una revolución… Los tíos más jodidamente ricos del país más rico del mundo… ¿Vas a decirles que uno de esos chavales de un agujero de Sudamérica puede tener algo que ellos no? Y una mierda. Si el chaval del agujero ese puede ser revolucionario, ellos también».

Dog soldiers es una novela explosiva y eléctrica que, gracias a una trama frenética, refleja muy bien las pulsiones ocultas de una época. Es una novela sólida, y espero que igualmente sólido sea el camino de la editorial Malastierras, a la que quiero desear desde aquí un exitoso futuro.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Estoico y frugal, por Pedro Juan Gutiérrez


Estoico y frugal, de Pedro Juan Gutiérrez.

Editorial Anagrama. 170 páginas. 1ª edición de 2019.

De Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950) he leído todos los libros que ha publicado Anagrama (Trilogía sucia de La Habana, El Rey de La Habana, Animal tropical, El insaciable hombre araña, Carne de perro, Nuestro G. G. en La Habana, El nido de la serpiente y Fabián y el caos). Así que, cuando en verano de 2019 vi anunciado en internet que volvía a sacar una nueva obra en Anagrama, se la solicité a la editorial para poder leerla y hacerle una reseña.

En la mayoría de los libros de Pedro Juan Gutiérrez el personaje principal y narrador es un alter ego de él mismo llamado Pedro Juan, que funciona como una suerte de personalidad exagerada del autor, un recurso que ya empleó décadas antes el norteamericano Charles Bukowski con su personaje Henry Chinaski.
En Fabián y el caos, la novela anterior a Estoico y frugal, aparecía también Pedro Juan, pero en esta novela él no era el personaje principal y se centraba en otro, Fabián, un vecino de la infancia. Antes de abrir Estoico y frugal llegué a suponer que Gutiérrez seguiría explorando esta faceta, en la que se aparta de su principal voz narrativa y explora otros caminos, pero no ha sido esto lo que el autor ha querido hacer en su último libro. En Estoico y frugal vuelve a aparecer su narrador Pedro Juan, pero no narra desde la actualidad, sino que se sumerge en unos supuestos diarios de finales de 1998 para hablarnos de los meses que vivió en Madrid, ciudad desde la que se trasladaba a otros puntos de España o del resto de Europa («Gracias a ese diario puedo ahora, veinte años después, reconstruir, al menos someramente, aquellos días alrededor de la Navidad de 1998», página 80). Pedro Juan se ha trasladado desde Cuba hasta la casa de unos amigos que viven en un pueblo a las afueras de la ciudad. Ha venido a España porque está haciendo la campaña de promoción de un libro de cuentos que le ha publicado una potente editorial española, y que rápidamente ha vendido su traducción a veinte idiomas.

Al comienzo del libro, Gutiérrez realiza la siguiente advertencia: «Esta novela es una obra de ficción. Cualquier parecido con personas o situaciones reales es pura casualidad». No es la primera vez que esta nota aparece en sus libros, y lo que suele conseguir es precisamente lo contrario: que el lector piense que esta no es una obra de ficción, que el material estará exagerado y trastocado, pero que la esencia de lo contado ha de ser real. En ningún momento el narrador dice el nombre de la editorial que le ha publicado su exitoso libro de cuentos, ni el título del libro, pero un lector que conozca la trayectoria de Gutiérrez pensará inmediatamente en la campaña de promoción de Trilogía sucia de La Habana, que se publicó en Anagrama en octubre de 1998. De hecho, el narrador Pedro Juan cuenta algunas anécdotas sobre la recepción de su libro que son muy parecidas a las del escritor Gutiérrez en sus entrevistas. Pedro Juan escribe en Estoico y frugal sobre su libro de cuentos: «¿Por qué todos querían ver política en mi libro? ¿Por qué todos me querían involucrar en su mierda? De un lado y del otro. Porque es lo más fácil, supongo» (pág. 51).
Durante las primeras páginas llegué a pensar que Estoico y frugal era una novela escrita hace tiempo (en 1998, por ejemplo, y por tanto contemporánea a lo narrado) y luego ya he pensado que era un material nuevo cuando he visto que hacía críticas a la realidad política cubana más abiertas que en los libros de hace veinte años. «El capitalismo es una mierda y el socialismo es peor», afirma el narrador en la página 13, cuando quiere distanciarse de los exiliados cubanos que han abrazado sin fisuras el capitalismo por rechazo a la realidad política de Cuba. El discurso de Pedro Juan me recuerda bastante al de su compatriota Reinaldo Arenas respecto a los cubanos de Florida.

«Hacía mucho que mi vida se había convertido en un juego de ruleta rusa»: con esta frase contundente empieza Estoico y frugal. Desde el presente (2018) se reconstruye la vida de Pedro Juan en unas semanas de finales de 1998, y este último es, durante la mayoría de las páginas, el presente narrativo del libro, aunque en más de una ocasión se le recuerda al lector que el texto se está elaborando años después. Pedro Juan sigue sintiendo el vacío interior y la rabia que ya es habitual en muchos de sus libros. Así, afirma beber una botella de whisky o de ron al día, y en gran medida vuelca sus frustraciones sobre el sexo. Le gustan las mujeres más mayores que él y, a ser posible, con exceso de bello corporal. El sexo suele ser catártico y a veces violento.
El narrador de 1998 recuerda también sucesos de su vida de los que ya ha escrito en otros libros; así, por ejemplo, habla de cuando a los trece años era vendedor de helados en la valla de gallos de Matanzas, lo que ya ha contado en la novela El nido de la serpiente. «Creo que desde esos años en que pasé todos los fines de semana en la valla de gallos aprendí a vivir entre gente baja, pervertida y sucia», leemos en la página 20, una frase que viene a ser una declaración de principios, puesto que para Pedro Juan hablar de este tipo de gente es más importante que hablar de la política, el tema del que todo el mundo parece empeñado que hable.

La novela está escrita en un solo párrafo, sin ningún corte en capítulos ni puntos y aparte. Pedro Juan habla de su presente en las semanas finales de 1998 y reflexiona sobre su pasado; unas cosas le llevan a otras. La prosa, como siempre, es vigorosa, de frase corta y mucho sentido del ritmo. Pedro Juan describe a personas, en muchos casos marginales, que viven en medio del caos, y siempre encuentra la posibilidad de golpear al lector con alguna sentencia contundente en la que reflexiona sobre la vida.
El antecedente más claro del estilo y los temas de Pedro Juan es Charles Bukowski, al que más de una vez cita y evoca en su novela.

En la página 93 leemos: «Jesús Díaz, un escritor cubano reconocido, exiliado en España, después de leer mi libro me dijo: “Ahora te será difícil escribir algo más porque aquí lo soltaste todo.” Me asustó un poco». Díaz se refería al libro que en la realidad sería Trilogía sucia de La Habana, el libro de cuya promoción habla aquí Pedro Juan.
Es cierto que, después de leer nueve libros de Pedro Juan Gutiérrez, el que más me sigue gustando es el primero, Trilogía sucia de La Habana, para mí uno de los grandes libros escritos en español en la década de 1990. También es cierto que en Estoico y frugal, Pedro Juan sigue explotando una voz narrativa que puede sonar algo repetitiva. Pero no deja de ser menos cierto que me siguen gustando los libros que publica por su prosa rítmica y contundente, en la que siempre encuentro alguna verdad vital y lírica. Estoico y frugal hará pasar un buen rato a los seguidores de la obra de Pedro Juan Gutiérrez, que disfrutarán al reencontrarse con su potente voz narrativa.

domingo, 8 de diciembre de 2019

La conjura contra América, por Philip Roth


La conjura contra América, de Philip Roth

Editorial Random House. 428 páginas. Primera edición de 2004, esta de 2005
Traducción de Jordi Fibla

Hasta la mañana del 23 de mayo de 2018, cuando me enteré de que Philip Roth (1933, Newark, Nueva Jersey-2018, Nueva York) había muerto, le consideraba el mejor escritor vivo. Un escritor al que descubrí en la deslumbrante Pastoral americana en 2002, y al que siempre he vuelto, en intervalos más o menos largos. El día que murió pensé que hacía ya mucho tiempo que no me acercaba a uno de sus libros, porque estaba demasiado ocupado con las novedades literarias. Ha transcurrido un año desde entonces hasta que, al fin, he vuelto a Philip Roth. Barajé la idea de leer El teatro de Sabbath, Sale el espectro, La conjura contra América o el conjunto de ensayos ¿Por qué escribir? Al final me decidí por La conjura contra América, porque desde que salió al mercado siempre me pareció que en este libro Roth había roto con el realismo límpido de su trayectoria de autor. En La conjura contra América Roth plantea una ucronía, un subgénero de la ciencia ficción que consiste en novelar una historia en un contexto histórico ficticio. En el 1940 de esta novela, el demócrata Franklin D. Roosevelt no gana su tercer mandato presidencial, sino que lo hace Charles A. Lindbergh, que se presenta por el Partido Republicano. Lindbergh es un personaje real: se hizo mundialmente famoso cuando en 1927, a sus veinticinco años, cruzó por primera vez el Atlántico en un vuelo sin escalas. Más tarde mostró algunas ideas filonazis y fue un ferviente defensor de la no intervención de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. En gran medida, Lindbergh culpó, en algún discurso público, a la comunidad judía norteamericana de querer involucrar al país en una guerra que no le convenía. Lindbergh fue uno de los líderes del movimiento aislacionista América Primero. En el Madison Square Garden dio un discurso de América Primero ante 25.000 personas y la multitud le aclamó al grito de «¡Nuestro próximo presidente!». Pero en la realidad, Lindbergh no llegó a postularse como candidato a la presidencia en el Partido Republicano. Y aquí es donde interviene la ficción ucrónica de Roth: ¿qué habría pasado si Lindbergh hubiese entrado en política y en 1940 se hubiera convertido en el presidente de Estados Unidos? ¿Estados Unidos se habría aislado del mundo o se habría ido acercando a la Alemania nazi? ¿Aumentaría el antisemitismo en Estados Unidos? ¿Qué consecuencias tendría para los judíos norteamericanos un presidente pronazi en el contexto de la Segunda Guerra Mundial?

La novela está planteada como unas memorias que relatan lo ocurrido en Estados Unidos desde junio de 1940 hasta octubre de 1942. El narrador de estos recuerdos se llama Philip Roth y tiene siete años en 1940. Es decir, la voz narrativa va a ser muy próxima a la del propio autor. En la página 300 se habla del intento de asesinato de Robert Kennedy en 1968 y en la página 358, al reflexionar sobre lo narrado, se dice que la controversia dura «más de medio siglo». Así que el narrador sería una persona de al menos sesenta años que escribe sobre su experiencia familiar cuando él tenía entre siete y nueve años, entre 1940 y 1942.
Como suele ser habitual en Roth, la novela nos lleva hasta Newark, su ciudad natal. A principios de los años 40, en Newark había una comunidad judía de unas 50.000 personas de un total de 500.000 habitantes. Como ocurre en otras de sus novelas, La conjura contra América es también un homenaje a la generación de los padres de Roth, una generación de judíos descendientes de inmigrantes europeos que se sienten completamente norteamericanos y que añoran el Viejo Continente mucho menos que otras comunidades norteamericanas, que en principio podrían parecer más asentadas en el país. «Los hombres del barrio o bien tenían negocios (los dueños de la confitería, el colmado, la joyería, la tienda de prendas de vestir, la de muebles, la estación de servicio y la charcutería, o propietarios de pequeños talleres industriales junto a la línea Newark-Irvington, o autónomos que trabajaban como fontaneros, electricistas, pintores de brocha gorda o caldereros), o eran vendedores de a pie, como mi padre (…). Los hombres trabajaban cincuenta, sesenta, o incluso setenta o más horas a la semana; las mujeres lo hacían continuamente, con escasa ayuda de aparatos ahorradores de esfuerzo. (…) El trabajo, más que la religión, era lo que, a mi modo de ver, identificaba y distinguía a nuestros vecinos. En el vecindario nadie llevaba barba ni vestía al anticuado estilo del Viejo Mundo, y nadie usaba Kipá ni en la calle ni en las casas que solía visitar con mis amigos de la infancia. (…) Desde hacía tres generaciones, ya teníamos una patria» (págs. 13-15).

Las memorias empiezan en el momento en que Lindbergh se convierte en el candidato republicano a la presidencia, y se centra en mostrar cómo la figura amenazante del aviador va afectando a la familia Roth y a sus vecinos. Me ha parecido muy conseguida la construcción de la voz narrativa: la voz de ese adulto que trata de volver a mirar el mundo con sus ojos de niño, pero a la vez con la madurez necesaria para interpretar lo contado desde el punto de vista de un adulto, que ha tenido décadas para reflexionar sobre los hechos narrados.

Evelyn, la hermana de la madre de Philip, va a convertirse en la pareja del controvertido rabino Bengelsdorf, que actuará como legitimador de Lindbergh ante los votantes judíos (o más bien ante los votantes gentiles, en opinión del padre de Philip). La familia empezará a dividirse: la tía Evelyn abrazará los postulados del nuevo presidente y su deseo de dispersar a los judíos cerriles de los guetos e integrarlos en la Gran América. Sandy, el hermano mayor de Philip, también se sentirá cómodo en la nueva administración Lindbergh y empezará a sentirse distanciado de su familia. Alvin, el primo huérfano de Philip que vive con ellos, se mostrará beligerante contra Lindbergh y decidirá viajar a Canadá para alistarse en su ejército y combatir en Europa contra Alemania. Y el padre y la madre irán viendo cómo sus creencias y su confianza en el sistema de vida norteamericano empiezan a tambalearse.

Empecé el libro realmente emocionado por haber vuelto a leer a Philip Roth, y la tensión que se estaba acumulando en sus páginas me atraía mucho. Sin embargo, en algún momento, ya hacia el final, sentí que la historia no iba hacia donde yo había imaginado, y este hecho, este choque entre la lectura real y las expectativas, me estaba conduciendo, en parte, a la decepción. He acabado el libro satisfecho y pensando que la novela de Roth era realmente más sutil de lo que yo creía que iba a ser. Roth, como siempre, ha vuelto a hablar de su familia, su infancia y su Newark natal. Usando el juego de la ucronía, consigue crear bastante tensión narrativa y penetrar en capas profundas de la psique del judío norteamericano.

En su novela El hombre en el castillo (1962), el otro gran Philip de la literatura norteamericana (Philip K. Dick) escribió otra ucronía en la que la Triple Alianza había ganado la Segunda Guerra Mundial y Alemania y Japón se habían dividido Estados Unidos. Dick creaba esta ficción narrativa para situar en ella a sus personajes desesperados y a merced de una realidad que no comprenden y que se descompone (a menudo literalmente) delante de sus ojos. Es decir, Dick usó el recurso de la ucronía sobre la Segunda Guerra Mundial para escribir una auténtica y canónica novela de Philip K. Dick. Igualmente, Philip Roth ha usado el recurso de la ucronía para hablar de su infancia, su pasado, su padre, Newark y la identidad del judío en Norteamérica. Es decir, Philip Roth ha usado el atractivo recurso de la ucronía para escribir una auténtica y canónica novela de Philip Roth.
El niño Philip Roth de estas páginas se ha convertido para mí en uno de los personajes más entrañables del universo Roth.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Caballo sera la noche, por Alejandro Morellón


Caballo sea la noche, de Alejandro Morellón.

Editorial Candaya. 89 páginas. 1ª edición de 2019.

Cuando conocí en Madrid, ya hace unos cuantos años, a Alejandro Morellón (Madrid, 1985), tan solo había publicado su libro de cuentos La noche en que caemos, publicado en la editorial Eolas, con el que había ganado el Premio Fundación Monteleón en 2013. Leí este libro y lo reseñé en 2015. Más tarde leería el libro de cuentos El estado natural de las cosas, que se publicó en 2016 en Caballo de Troya y que un año más tarde ganaría el prestigioso Premio Hispanoamericano Gabriel García Márquez. Así que tras leer la novela corta Caballo sea la noche se puede decir que ya me he acercado a toda la obra publicada de este autor.

Caballo sea la noche está formada por cinco capítulos en los que se alternan dos voces narrativas: Alan en los tres capítulos impares y su madre Rosa en los dos pares. Al abrir el libro el lector se va a topar con la prosa torrencial de Alan, que narra casi desde el sueño o la duermevela; una duermevela alucinada y oscura como la noche en la que se siente un caballo desbocado al borde de un abismo. El lector, en las primeras páginas, aún no dispone de demasiados elementos para saber desde qué lugar (físico y mental) está escribiendo Alan (ni siquiera sabrá que se llama así).
Son varios los elementos que llaman la atención en este primer capítulo: Morellón lo ha escrito sin usar ningún punto, como si se tratase de una larga oración. Desde el punto de vista gramatical sí que existen oraciones diferentes, pero –como juego literario, o como recurso narrativo que pretende mostrar un discurso alocado y sin fisuras–, se prescinde de los puntos. De hecho, muchas de las oraciones de este capítulo se unen con una coma y la conjunción «y». Este recurso se usará también en los cuatro capítulos restantes. Así que, en el límite, siguiendo las reglas del juego propuesto, nos encontramos con una novela de cinco frases (constituyendo cada una de ellas un capítulo del libro).
En la segunda página de la novela (la número 10) me extrañó que el protagonista usara el término «frazada» en vez de «manta». Aquí pensé que Morellón había escrito una novela con personajes latinoamericanos, puesto que «frazada» es un término que se usa de forma habitual en estos países, en vez del más común «manta» en España. Más tarde se dirá que los protagonistas del libro han vivido en la ciudad de Vigo. Estuve en la presentación madrileña del libro y cuando se abrió el turno de preguntas le comenté este tema a Morellón. Como imaginaba, Morellón no había sido consciente de éste (y algún otro) giro latinoamericano en su prosa. Como había sospechado, las influencias literarias de Morellón han provocado que a la hora de escribir se compacten en su mente muchos usos diferentes del castellano. Me parece algo hermoso esto: las lecturas de Juan Carlos Onetti, Clarice Lispector o Armonía Somers han hecho que sea más importante para Morellón el ritmo y la riqueza del lenguaje que la verosimilitud en la construcción de un personaje. Y aquí está una de las claves de la lectura de este libro: Caballo sea la noche funciona como una creación poética de lenguaje muy por encima de una creación narrativa de trama. De hecho, la trama (que no quiero desvelar del todo) se podría explicar casi completa en unas cuantas frases certeras.
Otro detalle que podemos encontrar en el primer capítulo: el narrador no deja pistas sobre su sexo, no hay ningún adjetivo o expresión que –gracias al uso del masculino o el femenino– le dé al lector una idea de si el narrador es (o se considera) un chico o una chica. En el capítulo dos sabremos, sin embargo, gracias a la voz narrativa de la madre, que el personaje se llama Alan.

En el capítulo dos nos encontraremos con la voz narrativa de Rosa, la madre de Alan, que, sentada en un sofá, se dedica a mirar álbumes de fotos del pasado de la familia, cuando eran felices. El lector recibirá más información ahora sobre qué está ocurriendo, puesto que, aunque Rosa también es una persona alterada, su discurso parece más coherente que el de su hijo.
Si bien los personajes más importantes de la novela son Alan (narrador en tres capítulos) y Rosa (narradora en dos capítulos), nos encontramos en realidad con cuatro personajes principales; puesto que a los dos anteriores debemos sumar el padre Marcelo y el hermano Óscar, que no están presentes en la casa en el tiempo narrativo de la novela, pero que aparecen en las invocaciones y recuerdos de Alan y Rosa.

El espacio narrativo del libro es una casa asfixiante que casi se reduce a dos espacios: la habitación, en la que Alan trata de dormir todas las horas posibles, y el salón, en el que está la madre viendo fotos antiguas porque no puede dormir. En este sentido, la casa como mundo cerrado, donde se dan relaciones familiares enfermizas, me ha recordado a la novela La azotea de la uruguaya Fernanda Trías, que abrió hace un año el catálogo de la nueva editorial Tránsito.
El núcleo narrativo de Caballo sea la noche interpela a la violencia intrafamiliar, y en su tratamiento de esta violencia, en su punto de vista subjetivo y ambiguo, en el que las víctimas son las que se cuestionan la esencia de su condición de víctimas, me ha recordado también a la obra de la ecuatoriana Mónica Ojeda, y sobre todo a su primera novela publicada en España: Nefando. De hecho, cuando en el capítulo final nos acercamos a este núcleo de la construcción de la novela, Morellón hace un homenaje explícito a ese libro al usar la construcción «pecado nefando» (pág. 78). En otros momentos del libro también se hacen homenajes explícitos a otros autores latinoamericanos, por ejemplo en la página 45 se hace este homenaje a José Donoso: «Eso fue después de que él me descubriera con el cuerpo desnudo ante el espejo, como un obsceno pájaro de la noche». De hecho, el título de la novela, Caballo sea la noche, es un verso del poeta ecuatoriano Roy Sigüenza, un verso perteneciente a un poema famoso en Ecuador y que le fue sugerido a Morellón por la misma Mónica Ojeda.

Dijo Morellón en la presentación del libro que le gustaría que esta novela corta (apenas son 80 páginas) se leyera de un tirón. Considero que es una buena idea, aunque yo la acabé leyendo en dos días. Como ya he comentado al principio, y como les ha ocurrido a otros escritores latinoamericanos (estoy pensando sobre todo en Juan Carlos Onetti, aunque debería leer también a Clarice Lispector, que Morellón citó mucho ese día), más importante que la historia en sí misma es la construcción lingüística creada para contarla. Caballo sea la noche es una novela que difícilmente serviría para hacer una película, porque los acontecimientos que refleja son pocos, pero precisamente esto mismo hace que brillen sus potentes juegos metafóricos y líricos. Caballo sea la noche es una novela corta profundamente poética, con páginas escritas con una prosa elegante, trabajada y oscura.