jueves, 29 de marzo de 2012

Videos del Encuentro de blogs literarios 2102, en Media-Lab Prado

Me comentan Eduardo Laporte y Gonzalo Garrido que ya están colgados en Youtube los videos del Encuentro de Blogs literarios del 3 de marzo de 2012 en Media-Lab Prado (Madrid).
Mi intervención fue en el primer panel (más o menos en el minuto 17 y 30 segundos). Lo dejo aquí por si a alguien le interesa:




Y añado aquí, también, los videos de los otros paneles:





domingo, 25 de marzo de 2012

Tótem y tabú, por Sigmund Freud

Editorial Alianza. 221 páginas. 1ª edición de 1913, ésta de 2011.
Traducción de Luis López-Ballesteros y de Torres.

Si dispusiese de más tiempo no leería solamente ficción: leería ensayos, filosofía, biografías, tratados de arte, de divulgación científica… Leer libros de estos ámbitos del conocimiento humano suele ser uno de esos propósitos de año nuevo que acabo por incumplir; principalmente porque, ante el ajetreo de la vida diaria (levantarme a las 6.35, dar clases, corregir exámenes, relacionarme con los demás…), cuando tengo tiempo para quedarme a solas y abrir un libro el hedonismo me vence y elijo la ficción. Tener a medias una buena novela en la que perderme y relajarme siempre ha sido uno de mis refugios más estimables, una pausa gozosa ante el mundo real.

En algún lugar leí que las personas que de jóvenes han leído mucha ficción acaban por aborrecerla y terminan leyendo la clase de libros antes citados. El que yo no lo haya hecho (y no planee hacerlo por ahora) quizás no hable a favor de mi madurez. A mi novia, en cambio, cada vez le cuesta más creerse el mundo propuesto por los escritores de ficción y, desde hace unos años, suele leer ensayos. Me habla de ellos, le digo que parecen interesantes, que he de probar… para ir relegándolo indefinidamente.

Pero a finales de 2011 me propuse, esta vez en firme, leer algún ensayo filosófico; y aconsejado por mi novia he comenzado por Sigmund Freud (1856, Moravia, Imperio austrohúngaro-1939, Londres) y su Tótem y tabú, que puede abrirme las puertas al ensayo antropológico (algo que me interesa), ya que esta obra ha sido después ampliamente comentada y refutada por expertos en esta especialidad.

Freud comienza su libro hablando de estudios etnográficos, principalmente los llevados a cabo por Frazen y Wundt, y se centra sobre todo en las tribus del interior de Australia (en apariencia las más primitivas del planeta). A partir de estos estudios constata la presencia de comportamientos totémicos y tabús similares en muchas culturas primitivas del mundo que no han tenido contacto entre ellas. Esta idea de partida es muy llamativa: cómo estadios de evolución parejos en diferentes comunidades humanas primitivas han dado lugar a explicaciones similares ante los fenómenos que los rodean, y cómo estos tienen que ver fundamentalmente con la asunción de la muerte. Y estas comunidades, lejos del método científico, a través del pensamiento mágico, han dado soluciones comunes a sus problemas.

En realidad, Freud no quiere hablarnos solamente de la interpretación del mundo de los hombres primitivos, sino que lo que desea en este libro (como en la mayoría de los suyos, imagino) es validar sus ideas psicoanalíticas. Y para ello sigue una línea de pensamiento que, expresada en 4 pasos, sería:

a) Los pueblos primitivos, sin estar en contacto entre sí, en momentos similares de su evolución se han explicado el mundo de la misma forma.
b) Los niños (en cualquier época) se sirven de pensamientos mágicos, similares a los del hombre primitivo, para explicarse un mundo al que aún no puede enfrentarse con la cultura y las ideas científicas de sus mayores.
c) Los neuróticos son personas que no han conseguido abandonar el pensamiento mágico propio del niño y se comportan como tales; además, y por tanto, se comportan como hombres primitivos. “En los neuróticos encontramos regularmente restos considerables de infantilismo psíquico” (pág. 29).
d) Del comportamiento de los hombres primitivos de los que Freud era contemporáneo (a principios del siglo XX) podemos deducir el comportamiento de nuestros propios antepasados y comprender de dónde vienen (de qué procesos psicológicos) instituciones como la familia, el miedo al incesto, la religión… “La vida psíquica de estos pueblos adquiere para nosotros un interés particular cuando vemos en ella una fase anterior, bien conservada, de nuestro propio desarrollo” (pág. 9).

En muchos casos Freud intenta dar la vuelta al esquema que acabo de exponer: tras describir el comportamiento del hombre primitivo –estudiado del modo más científico posible gracias a los antropólogos–, intenta explicar su visión del mundo a partir de la conducta que observa en los neuróticos que pasan por su consulta o por la de sus colegas psiquiatras.
Así nos explicará que el neurótico es alguien que ha establecido para sí mismo prohibiciones tabús, y una de las características más claras de los pueblos primitivos (y por tanto de nuestros propios antepasados) es la creación y aceptación de tabús, normas de comportamiento que hay que evitar y cuyo incumplimiento, según el primitivo y el neurótico, acarrearía graves consecuencias. Para Freud una obsesión patológica también podría denominarse enfermedad del tabú.

Una de las cosas que me más me ha llamado la atención de este libro es el término ambivalencia: sobre las personas amadas también recae nuestro odio; nuestra relación con los demás es puramente ambivalente. Así describe Freud el comportamiento de un neurótico: “La actitud ambivalente del sujeto con respecto al objeto o, más bien, al acto prohibido. Experimenta de continuo el deseo de realizar dicho acto (…) pero le retiene siempre el horror que tal acto le inspira” (pág. 46), que sería similar al deseo que siente el primitivo de romper el tabú, por ejemplo el del incesto, pero no lo hace por el horror que le inspira el castigo (el tabú, según Freud, ha de responder a la prohibición social de un impulso humano. No existe ninguna prohibición social ni ningún tabú sobre, por ejemplo, poner la mano en el fuego: eso es algo que el hombre primitivo no desea hacer).

De la primera parte del libro voy a destacar esta idea: en todas las culturas primitivas existe la creencia en los espíritus. “Tales pueblos primitivos pueblan el mundo de un infinito número de seres espirituales, benéficos o maléficos, a los cuales atribuyen la causación de todos los fenómenos naturales” (pág. 104).
A Freud le llama la atención que las personas que fallecen se transformen, en estas culturas, en espíritus amenazantes, cuando hasta hacía poco habían sido queridas; y para dar explicación a este fenómeno se sirve de su teoría de la ambivalencia: el superviviente, aunque quería al fallecido, también le odiaba y de modo inconsciente ha deseado su muerte, y al acaecer ésta, subconscientemente se siente culpable (“reproches obsesivos”, pág. 84), ya que gracias al fenómeno de la traslación puede llegar a sentir que es ella quien le ha matado. Esto conduce, debido al fenómeno de la proyección, a lo siguiente: “El superviviente se niega haber experimentado nunca un sentimiento hostil con respecto a la persona querida muerta y piensa que es el alma de la misma la que ahora abriga ese sentimiento contra ella” (pág. 86); “La hostilidad, de la que no sabemos ni queremos saber nada, es proyectada desde la percepción interna al mundo exterior” (pág. 88); “La proyección al exterior de las tendencias perversas del individuo y su atribución a demonios forman parte de un sistema del que hablaremos (…) «concepción animista del mundo»” (pág. 91).

La visión del mundo de Freud parece en esencia pesimista y a la vez profundamente moderna; la idea de dios desaparece en su pensamiento en una línea (primero fue el tabú, luego la religión): “La conciencia tabú constituye, probablemente, la forma más antigua de la conciencia moral” (pág. 95); “La conciencia moral es la percepción interna de la repulsa de determinados deseos” (pág. 95).

Como sé que se le ha objetado a lo largo del siglo XX, muchas de las ideas de Sigmund Freud parecen más conjeturales que científicas, y al principio he leído Tótem y tabú con cierta reserva intelectual, para percatarme según avanzaba en su lectura que si estas teorías, o hipótesis, me las estuviera ofreciendo un escritor en una novela las leería embelesado. Y al final eso ha sido lo que he hecho: dejarme llevar por la fuerza de los razonamientos de Freud. Aunque al leerlos me estuviera percatando de que deducir del comportamiento de un neurótico o de un niño la creación de un corpus moral por parte del hombre primitivo o simplemente del hombre era cuanto menos aventurado, las ideas puras que vierte en su texto son, en todo caso, fascinantes.

Y además Freud deja para el final su idea más poderosa: la explicación de la cultura tótem. Por qué los pueblos primitivos veneran a algún animal con el que se identifican, del que normalmente (salvo en rituales) no comen su carne, y por qué los individuos protegidos por un mismo tótem no pueden tener relaciones sexuales entre sí (el tabú). Aquí, además de volver a las teorías de los antropólogos antes citados, se fija en la teoría de Darwin sobre la horda primitiva –que explica el comportamiento de grupos de monos– para deducir que el macho dominante de un conjunto de humanos primitivos expulsaba a los machos jóvenes y se quedaba con todas las hembras. En algún momento los machos jóvenes vencieron el miedo al macho dominante, volvieron fraternalmente para asesinarlo y, para que no se repitiera la situación anterior, establecieron el tabú de no tener relaciones sexuales con las mujeres que quedan bajo el mismo tótem que ellos. Así, el tótem representa al padre asesinado, al que se ama, se admira, se teme y se odia. Y así, cualquiera de nosotros lo que queremos es matar a nuestro padre y acostarnos con nuestra madre, teoría que constituye el complejo de Edipo.

En realidad, creo que Sigmund Freud, aunque siempre aparece fotografiado con traje y corbata, y aunque escribió este libro hace ya 100 años (con un estilo literario nada desdeñable), es el escritor más punki que he leído.

Me gustaría leer algo más de Freud antes de acercarme a los textos que rebaten sus ideas, como por ejemplo La violencia y lo sagrado de René Girard.

A un nivel personal, centrándome en mis lecturas de los últimos meses, puedo observar, por ejemplo, que Nick Carter de Levrero, el libro que leí antes que éste, era una parodia de lo expuesto aquí; o una de las últimas novelas argentinas que he leído, Plop, de Rafael Pinedo, puede ser también leída como una ficcionalización de las ideas de este libro.
Me percato también de que muchos de los escritores a los que siempre he admirado han leído a Freud: Albert Camus, Jean Paul Sartre (y algunos lo han hecho aunque sea sólo para repudiarlo, como Vladimir Nabokov)…
Y, por supuesto, constato algo que ya sabía: Sigmund Freud ha sido una de las personalidades más influyentes del siglo XX.

domingo, 18 de marzo de 2012

Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo, por Mario Levrero

Editorial Mondadori Argentina. 156 páginas. 1ª edición de 1975, libro firmado en 1973. Esta edición es de 2009.

Ya he contado, en la entrada correspondiente a la novela de Marcelo Lillo Este libro vale un cadáver, que en las últimas Navidades un amigo, el poeta chileno Leandro Hernández, me envió un paquete de libros no editados en España. Mi primer interés a la hora de hacerme con estos libros habían sido las dos reediciones de obras de Mario Levrero (Montevideo, 1940-2004) que Mondadori había sacado para Argentina, Uruguay y Chile, pero no para España. Se trata de las novelas Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo y La banda del ciempiés.


Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo es el tercer libro de Levrero, tras la novela La ciudad y el libro de relatos La máquina de pensar en Gladys, ambos de 1975; y de los 6 libros de este autor editados por Mondadori España, y que he leído en los últimos años, con el que más relación guarda es con París, publicado en 1980 (el siguiente al de Nick Carter).
La relación entre estas dos obras es estrecha porque, para crearlas, Levrero se basa en la fuerza onírica del subconsciente, logrando un mundo poderoso, más irreal que fantástico. El género fantástico, para lograr un universo articulado y coherente, suele emplear un código de reglas estricto, sin embargo Levrero en París, y más todavía en Nick Carter, narra sin ataduras lógicas, lo que da lugar a un texto fruto del puro subconsciente desatado.
En Nick Carter parte de la trama (debido al mundo de los sueños o al de la televisión) transcurre en un lugar denominado la Zona Siniestra de París, que tiene bastante que ver con aquel París al que llegaba el narrador de la novela homónima.

Quizás la diferencia más grande entre estas dos obras es que en París, escrita posteriormente, el tono es más angustioso y dramático (con esas imágines sexuales que provocan dolor por inalcanzables y esas amenazas tangibles de perros asesinos) que en Nick Carter, concebida más como una divertida parodia freudiana de obras más serias; de hecho, esta novela se publicó con la apostilla de folletín.

Aunque el tono de Nick Carter es predominantemente burlesco, según avanzamos podemos advertir una filiación literaria concreta: en la página 117 Nick evoca un viaje con su abuelo a un volcán, y en la 118 el abuelo se menciona como “mi abuelo Randoph”. Es decir, Nick Carter es el nieto literario de Randoph Carter, el protagonista de algunos de los cuentos de H. P. Lovecraft: El testimonio de Randoph Carter (1919), La búsqueda en sueños de la ignota Kadath (1926-1927) y A través de las puertas de la llave de plata (1932-1933). Relatos que, como ya comenté cuando hablé del volumen II de las Obras completas de Lovecraft, eran los que menos me interesaban de su obra, porque están basados en sueños y aquí Lovecraft deja volar su imaginación libremente, sin medir los efectos buscados; es decir, escribe saltándose las reglas estrictas que suele exigir el género fantástico, y a las que normalmente sí se somete en el resto de sus creaciones.

Nick Carter recibe un encargo de Lord Ponsonby: éste presiente que algo va a suceder en su Castillo y, para prevenirlo, quiere contratar los servicios del famoso detective. Ya la primera escena del libro es paródica: Carter entra en el bungalow de Lord Ponsonby atravesando la puerta-ventana del salón y aterriza suavemente en un sillón enfrente del Lord. Y explica su conducta diciendo que “a veces no puedo contener mi exhibicionismo” (pág. 12, 2ª del libro). En estos primeros párrafos también descubrimos que Carter lleva a su ayudante Tinker dentro de su bolso de mano. Poco después la imagen especular de Carter mantiene relaciones sexuales con la hija del Lord dentro de un espejo que está detrás de él (lo que ocurre en los espejos crea continuamente en la novela una realidad paralela y onírica que tiene mucho que ver con el “ello” freudiano). Se llega a citar a Freud en algún momento del libro, por ejemplo en la página 112: “No es la mujer de los sueños de Carter, pero tiene un atractivo especialmente maligno, que tal vez Freud habría catalogado de edípico”. El análisis psicológico de los personajes es paródico, como puede verse en las páginas 115-116, donde se afirma lo siguiente: “El psicocomatista de Tinker opina que su escaso desarrollo físico se debe a su constante presencia en ese bolso más ventilado, lleno de papeles doblados y productos químicos”; o también: “Usted necesita una pequeña psicoterapia, mi estimado amigo. Es evidente que sus celos provienen de un complejo de inferioridad, probablemente por hechos acaecidos en su primera infancia. Tal vez una madre dominante…” (pág. 61).

Nick Carter hace hincapié en la fuerza narrativa del inconsciente, en muchos casos a través de una visión onírica del mundo: los personajes, como en un sueño, pueden cambiar de escenario; o la cara de una persona puede mutar ante la contemplación de otra. Pero además, y como detalle paródico, tanto del género policiaco como de las teorías freudianas, se emplea con humor la presencia del superyó. Así entra Carter en acción: “Salto a mi automóvil desde la ventana de mi despacho en el séptimo piso de la vieja casa de apartamentos de la calle Baker, y salgo a toda velocidad”. (Observamos además en este párrafo el guiño al género policiaco con esa calle Baker de Sherlock Holmes).

Levrero usa indistintamente la primera, la segunda o la tercera persona para su narración, con continuas interpelaciones al lector o al personaje.
Como la lógica narrativa se rompe casi en cada página hemos de leer con atención. Continuamente se incorporan elementos nuevos al flujo narrativo que son introducidos con un artículo determinado (como si el lector supiera de quién le están hablando) y no con un artículo indeterminado.

Como broma final, Carter ha de visitar un Castillo, aparentemente inalcanzable, que nos recuerda al de su admirado Franz Kafka.

El hilo argumental de Nick Carter se hace cada vez más disparatado: la acción puede transcurrir en una realidad que puede saltar a la pantalla de la televisión: “Nadie advierte, ahora, que la acción continúa en la pantalla del televisor” (pág. 62).
Y hacia el final nos aguarda otro juego burlesco: además de la subversión de las reglas narrativas para crear un argumento coherente, también encontramos una parodia de los folletines del siglo XIX, porque de repente descubrimos que casi todos los personajes están vinculados por sorpresivas relaciones familiares.
Y ha sido en este momento, debido al toque de humor y a la parodia de varios géneros narrativos populares o de la teoría psicológica, donde me he descubierto más de una vez pensando que esta novela no estaba escrita por Mario Levrero, sino por César Aira, quien publicó su primer libro, Moreira, en 1975, el mismo año que vio la luz Nick Carter.
No he leído ninguno de los primeros libros de Aira, pero me atrevería a pensar que éste leyó con gran interés las primeras obras de Levrero y que su lectura llegó a influirle.

La obra de Mario Levrero me interesa y una novela tan alocada y libre como Nick Carter la he leído con simpatía, pero también he de decir que no creo que pudiera leer muchas obras seguidas con estas características.
Me parece bien lo que hacen escritores como Levrero y Aira, admiro su afán de subvertir las reglas de la narrativa clásica y de parodiar otros géneros como la novela psicológica, la policiaca, el folletín, la novela expresionista…, buscando nuevos cauces y límites, pero también es cierto que una gran novela psicológica (pienso, por ejemplo, en las obras de Dostoievski) tiene más capacidad para emocionarme y empatizar con mi sensibilidad que su parodia disparatada.

martes, 13 de marzo de 2012

Desde la ciudad sin cines en El País

Quería colgar una entrada sobre un libro de Mario Levrero, que tenía medio escrita; pero mi portátil se negó ayer a abrir Windows (lo llevé hace 2 semanas a arreglar porque le había entrado un virus, y creía que ya estaba solucionado el problema, pero mi informático de confianza no debió de cazar entera a la bestia) y tuve que empezar desde cero la entrada de levrero en el portátil de mi novia (y no la acabé).

Para hacer tiempo dejo hoy una entrada de autobombo bloguero.
El pasado 8 de marzo, en la edición digital del periódico El País, hablaron del encuentro de blogs literarios.

Dejo un enlace a la noticia por si alguien quiere leerlo:

Esta es una foto que me tomaron en Media-lab Prado (creo que va siendo hora de que me afeite la barba):


Y por si alguien no se lo cree, una prueba de que... ¡había público!, ¡personas reales de carne y hueso!:


jueves, 8 de marzo de 2012

Los sinsabores del verdadero policía, por Roberto Bolaño

Editorial Anagrama. 323 páginas. 1ª edición de 2011.

Cuando en enero de 2011 apareció en las librerías este libro póstumo de Roberto Bolaño (Chile, 1953 - España, 2003), acudí a la Fnac de Callao a comprarlo, igual que venía haciendo desde 1999 cuando salía cualquier libro de este autor. Ya he contado alguna vez en el blog que para mí la primera década del siglo XXI fue la década de Bolaño. Fue el escritor del final de mi juventud, con el que realicé (como apunta esa asignatura de la ESO) la transición a la vida adulta.

Pero esta vez hubo una diferencia: compré Los sinsabores del verdadero policía nada más publicarse, pero no pospuse cualquier otra lectura pendiente para leerlo. De hecho, ha permanecido más de un año en mi anaquel de libros inleídos, y esto a pesar de todas las expectativas suscitadas por los largos artículos que leí en la prensa especializada sobre ella (recuerdo en especial el de Ignacio Echevarría). Y creo que ha sido así porque temía, esta vez más que con sus otras obras póstumas, que me defraudase.

Un temor parecido sentí con El tercer Reich, libro también póstumo, que leí hace 2 años, y que viene a ser un borrador de propósitos novelísticos de Bolaño. La novela estaba acabada y, aunque no se encuentra a la altura de sus grandes obras, fue agradable reencontrarme con una nueva historia de mi autor preferido, por más que se tratase de un Bolaño embrionario.

Y creo que lo que me hacía dudar y me ha impedido durante un año acercarme a Los sinsabores del verdadero policía era el hecho de que fuera una obra inacabada. Temía encontrarme con fragmentos, ideas sueltas, esbozos… Ha sido una agradable sorpresa descubrir que estaba equivocado: creo que si me llegan a vender esta novela como una novela acabada de Roberto Bolaño me lo habría creído; tal vez hubiera pensado que Bolaño estaba profundizando en su construcción novelística a base de digresiones, de relatos que podrían funcionar independientemente de la estructura que los engloba… pero me lo hubiera creído.

Imagino que si Bolaño hubiese seguido trabajando en esta obra el resultado final podría haber tenido muchas más páginas, pero las 300 que contiene están perfectamente hiladas.
También podría apuntar que tengo la intuición de que Bolaño sabía (bien por imposibilidad creadora, o bien por sentir ya próxima su muerte) que Los sinsabores del verdadero policía iba a ser siempre un libro inacabado, un libro inédito, o quizás abandonado (por más que trabajara en él durante diferentes periodos de su vida, que abarcan unos 20 años y que arrancan en la década de los 80), y que esta conciencia del propio libro como material de derribo le hizo utilizar algunas de sus partes e ideas en otras obras.

El lector habitual de Bolaño reconocerá de inmediato las primeras páginas de Los sinsabores del verdadero policía: ya ha leído unas muy parecidas en Los detectives salvajes, esas en las que se afirma que la poesía es claramente homosexual y en las que se divide a los poetas en: “Maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfas y filenos” (págs. 21; 1ª de la novela).

El personaje principal de esta novela es Óscar Amalfitano, protagonista de la segunda parte de 2666. Leí esta última hace ya bastantes años y diría, sin consultar nada, que el personaje es el mismo pero que existe alguna diferencia en su biografía.
Amalfitano ha traducido alguna de las novelas de un autor llamado Archimboldi, que es el mismo que buscan los críticos de la primera parte de 2666 y que protagoniza la quinta y última parte de esta novela.

En la página 104 de Los sinsabores se habla de la secta de los escritores bárbaros, que se encierran en buhardillas minúsculas, porterías, cuartos de hotel… para preparar el advenimiento de la nueva era de la literatura; y se habla de Raoul Delorme como máximo exponente de este grupo de artistas; el mismo Raoul Delorme que aparece en la página 138 de Estrella distante, donde también se menciona este grupo de escritura bárbara.

En la página 93 de Los sinsabores Amalfitano recoge una historia que es (reproducida casi palabra por palabra) Otro cuento ruso de Llamadas telefónicas.

En la cuarta parte se ofrece un resumen del argumento de las novelas de Archimboldi, en el que Bolaño utiliza un ingenioso juego literario muy parecido al desarrollado en La literatura nazi en América.
De hecho, esta cuarta parte, donde se resumen novelas inexistentes, cumple con aquella premisa de Jorge Luis Borges que afirmaba que las novelas son innecesarias, puesto que se pueden resumir en un cuento al eliminar todos los elementos de transición; dando lugar aquí a unos estupendos relatos cortos.

También cruza las páginas de Los sinsabores el fantasma del poeta maldito Leopoldo María Panero, al igual que en Los detectives salvajes y en 2666.
Y también se empieza a hablar aquí de las mujeres asesinadas en Santa Teresa, cuyas muertes recorren de forma obsesiva las páginas de 2666. Y, como último detalle intertextual, en la página 231 se menciona el mezcal Los suicidas.

Después de este recorrido, quizás yo pueda afirmar ser ese lector avezado del que habla la contraportada de este libro: “Sus historias y personajes transitan por Estrella distante, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes, y 2666, cuyo centro oculto quizás podría estar constituido, para un lector avezado, por esta novela”.

Los sinsabores del verdadero policía parece situar su presente narrativo en 1991, y está compuesta por las siguientes partes:

Parte I. La caída del muro de Berlín: Amalfitano da clases de literatura en Barcelona, donde vive con su hija Rosa; en la universidad empezará a relacionarse con uno de sus alumnos, Padilla, con el que descubrirá, ya a los 50 años, su pulsión homosexual. Debido al escándalo que se destapa, Amalfitano es invitado a abandonar la universidad para terminar en Santa Teresa (norte de México).

Parte II. Amalfitano y Padilla: Desde México, Amalfitano se cartea con Padilla, quien ha dejado la universidad y ha comenzado a escribir una novela: El dios de los homosexuales. Además, el primero empezará una nueva relación con Castillo, quien se dedica a pintar falsificaciones del pintor Larry Rivers. “Castillo lo llevó a su casa para demostrarle que no mentía, que era un falsificador de verdad” (pág. 83) (Me hizo sonreír la ironía de esta frase).

Parte III. Rosa Amalfitano: Rosa se adapta a vivir en México, y se evoca su relación con Jordi Carreras, el hijo del compañero de universidad de Amalfitano en Barcelona. Rosa recuerda a su madre muerta y descubre que su padre es homosexual.

Parte IV. J. M. G. Arcimboldi: la parte ya comentada donde se habla de las obras de Arcimboldi, de sus amigos, enemigos… uno de los cráteres activos de Los sinsabores.

Parte V. Asesinos de Sonora: a través de pequeñas historias, que constituyen relatos independientes, Bolaño nos acerca a los protagonistas de la vigilancia policial a la que somete a Amalfitano el rector de la universidad de Santa Teresa.

No me gustaría acabar esta entrada sin mencionar la dedicatoria de la novela: “A la memoria de Manuel Puig y Philip K. Dick”. Quizás la dedicatoria a Puig, tras hablar de la división de los poetas en toda una gama de tipos de homosexuales y centrarse en el descubrimiento de la pulsión homosexual de Amalfitano, sea más evidente que la de Dick, por eso me apetece apuntar una hipótesis sobre esta última.
Yo he sido (como ya he contado en el blog en más de una ocasión) un lector apasionado de Philip K. Dick en mi adolescencia, y volví a él, ya de adulto, tras leer la conversación entre Bolaño y Rodrigo Fresán que queda recogida en Entre paréntesis. El reencuentro con mi ídolo adolescente fue más grato de lo que esperaba.
Ahí va la hipótesis: Amalfitano se comporta a veces en esta novela como uno de los paranoicos personajes de un libro de Dick, o como el propio Dick, encontrando (estoy pensando por ejemplo en la novela Valis) modelos extraños para asimilar, y concatenar en su mente, sucesos inexplicables que Dick o un personaje de Dick consideran relacionados dentro de su lógica paranoica o esquizoide. Así, en la página 309 de Los sinsabores leemos sobre la reacción de Amalfitano a una postal de Padilla en la que se reproduce un cuadro de Larry Rivers, al que Amalfitano ha conocido en una exposición hace poco: “Amalfitano recordó la época en la que creía que nada era casual sino causal, ¿pero en qué época?, no lo recordaba, sólo recordaba que en alguna época lo había creído, algo que debía significar algo, algo más, el estado de gracia terrible en que se encontraba Padilla, una puerta de incendio antes desapercibida o una señal expresamente dirigida a él”. Esa señal expresamente dirigida a él es puro Philip K. Dick, e intuyo que Bolaño estaba pensando en él al escribir el párrafo anterior.

A diferencia de la anterior novela póstuma que publicó Anagrama de Bolaño –El tercer Reich–, el estilo de Los sinsabores del verdadero policía es ya el de un Bolaño en plena madurez, donde podemos apreciar su mitificación de la figura del escritor, y más concretamente del poeta, y su gusto por las digresiones narrativas que constituyen relatos por sí mismos; un Bolaño que ha conquistado ya su lenguaje poético evocador, cargado de amenaza y misterio, que nos hace pensar en la revelación de algo que parece siempre escaparse a la comprensión de los personajes y del lector. Unos personajes que parecen cumplir con lo que apunta Padilla en una carta a Amalfitano, al referirse a los libros de Arcimboldi: “Eran historias de misterio, éstos únicamente se resolvían mediante fugas, en algunos casos mediante efusiones de sangre (reales o imaginarias) seguidas de fugas interminables, como si los personajes de Arcimboldi, acabado el libro, saltaran literalmente de la última página y siguieran huyendo” (pág. 283).

domingo, 4 de marzo de 2012

Encuentro de blogs literarios del 3 de marzo, un comentario

Una semana antes de este último sábado, escribí un texto con las ideas que pensaba desarrollar en el encuentro de blogs literarios. Lo imprimí y leyéndolo a una velocidad normal tardé 6 minutos. Uno más del tiempo estipulado.
Este es el texto inicial:

“Cuando en noviembre de 2011 Gonzalo Garrido contactó conmigo, vía e-mail, para proponerme participar en este encuentro de blogs literarios he de decir que yo no estaba muy seguro de que mi blog, Desde la ciudad sin cines, se amoldase a las premisas que Garrido planteaba; no estaba seguro de que las entradas de mi blog pudieran responder a las preguntan que lanzaba en su e-mail, interrogantes como: ¿A qué llamamos blog literario? ¿Qué aporta el blog literario a la narrativa actual?  ¿Como ficción o como realidad?, y dudaba de que mi blog pudiera contestar a estas preguntas porque al hablar de blog literario pensé de forma inmediata en blogs donde, por ejemplo, un poeta mostrase sus creaciones, en blogs de reflexiones sobre la actualidad, blogs que funcionasen como un diario, como un escaparate de microrrelatos, de episodios de una novela…, y Desde la ciudad sin cines es básicamente un blogs de comentarios personales sobre los libros que leo. Y digo comentarios personales y no reseñas o críticas literarias porque al fin y al cabo mis estudios técnicos poco tienen que ver con la crítica literaria. Estuve siete años en la universidad, en dos facultades: tres años en la de ciencias Físicas y cuatro en la de Administración y dirección de empresas.
Aunque, por otro lado, si atendemos a aquella cita de André Malraux, “El hombre es, fundamentalmente, aquello que oculta”, tanto en la facultad de Físicas como en la de Empresariales yo ocultaba una pasión, la literaria. Y también es cierto que si formalmente yo me examinaba de las leyes de la termodinámica o más tarde de las de los estimadores econométricos, mi recreo fue en ambos casos la literatura: la lectura de obras literarias, o las críticas y reseñas literarias de especialistas; yo crecí leyendo libros y también los suplementos culturales de los periódicos. Aún recuerdo el entusiasmo con que me acercaba -y la confianza que le otorgaba a las reseñas- de, por ejemplo, Miguel García-Posadas en los años 90, cuando yo no sabía aún casi nada de literatura, pero me apasionaba la idea de aprender, de acumular conocimientos autodidactas.

Y a día de hoy sigo leyendo con interés las reseñas de los suplementos culturales en papel, pero desde hace unos años también me acerco a blogs de Internet donde se habla de libros; espacios desde los que se cuestiona el formato y el formalismo tradicional de la reseña literaria, con elementos en principio, al menos para mí, tan novedosos como la creación de un personaje que, a través de su ácida visión del mundo, ejerce de crítico literario. Estoy hablando del, después tan imitado y vilipendiado, Lector Malherido. La crítica literaria o la sátira de la crítica literaria que se hacía en este espacio difícilmente podía tener cabida en el formato tradicional del suplemento cultural del periódico o la revista literaria. Aunque es cierto que Lector Malherido tuvo un antecedente en el Anibal Lector de la revista Qué leer, me parecía que una deconstrucción sarcástica de la crítica tradicional, con la frescura que se hacía en este espacio, era inherente al nuevo formato de Internet.

El antecedente para mí de la escritura en el blog fue mi participación en un foro literario, ubicado en la página web de la Fnac, en el que principalmente se hablaba de la obra de Roberto Bolaño, y en que se le relacionaba con otros escritores. Fue aquí donde descubrí la verdadera fuerza de Internet: su capacidad para permitir el encuentro entre personas con aficiones comunes separadas geográficamente.
Cuando Andrew Wylie, el agente literario apodado El chacal, se hizo con la gestión de los derechos de la obra de Roberto Bolaño, una de sus primeras acciones fue obligar a la Fnac a cerrar la página del foro de Bolaño, donde intercambiábamos opiniones sobre libros unas ocho o diez personas de unos cinco países diferentes. Gracias, Wylie.

Por seguir hablando de libros con personas interesadas, después de sopesar el tiempo que iba a tener que dedicarle, me decidí a abrir Desde la ciudad sin cines. Como ya he dicho que mi formación literaria no es reglada, no podía plantearme intentar realizar una crítica literaria consistente, así que como el Lector Malherido ya había tomado el papel de cínico, yo decidí tomar para mí el de entusiasta de la literatura.
Y, así, tras la reflexión a la que me llevó el e-mail de Gonzalo Garrido, he de replantearme la naturaleza literaria de mis comentarios sobre libros en el blog: si mis conocimientos no son reglados, si, debido a mis carencias, no aspiro a una reseña o crítica formal, si mis palabras están cargadas de pasión o subjetividad… aquí sí que está entrando en juego la composición literaria, o al menos el intento de alcanzar un efecto estético con las palabras, bien sea gracias a un poema o a una apostilla sobre una obra literaria.

De hecho, si pienso sobre la propia evolución de mi blog -es decir, si me dedico a hacer lo que podríamos llamar metablog, o reflexiones sobre mi propia escritura en el blog- me percato de que al principio trataba de imitar a la reseña clásica de suplemento cultural con la que he crecido; la reseña , por ejemplo, de Babelia, El cultural, ABCD o de la revista Clarín… para con el tiempo personalizar más el comentario sobre los libros leídos desde la subjetividad creativa, hablando previamente a lo contenido en el libro (personajes, tramas…) de por qué me ha interesado en concreto esa obra, cómo la he conocido, o si la he comprado en una librería de segunda mano o la he sacado de la biblioteca… buscando así un mayor efecto de cercanía con el posible lector, una cercanía que trata de desvincularse del formalismo académico o analítico que no estoy en condiciones de alcanzar; llegando a hablar incluso de la influencia del lugar físico de lectura sobre la percepción de esa lectura, detalles que no tienen cabida en la reseña de libros tradicional previa a Internet… creando así una especie de diario personal sobre la literatura o el hecho mismo de leer. Y por supuesto, un diario, mejor o peor escrito, con vocación intimista o testimonial, aspira a lo literario.”



Después me percaté de que si la intervención debía ser dinámica, leer un texto no parecía una buena idea. Así que tomando ideas del texto inicial, escribí un esquema (con fechas) que me sirviera como guión. Reduje drásticamente lo anterior y añadí alguna idea más:

La inmediatez de escribir para un posible lector puede hacer que el camino del blog cambie. Si yo escribo aquí para forzarme a reflexionar sobre lo que leo y poder cambiar impresiones con otros lectores; normalmente leo lo que mis canales de búsqueda habituales (reseñas de suplementos culturales, blogs, recomendaciones de escritores, novedades de determinadas editoriales…) detectan como libros que me pueden gustar, y por eso mis comentarios sobre libros suelen ser positivos. Pero cuando escribí una reseña negativa sobre un libro de moda, y esto lo hice de un modo irónico y jocoso, las visitas y los comentarios al blog se multiplicaron. Podía haberme dejado llevar por el afán de conseguir más lectores y haber empezado a buscar libros que pensase que no me fueran a gustar para conseguir más público. Pero esta fue una tentación que deseché.

Otra idea: el cambio radical de la crítica de libros en Internet podría darse cuando algún bloguero llegue a recomendar libros de autoedición (Bubok, Amazon…) y su palabra pueda tener peso.

El sábado 3, Medialab-Prado:

Mi miedo a llegar tarde me hizo estar en las puertas de Medialab-Prado una hora antes del evento.

Mi panel era el primero, y los nervios me atacaron hasta el momento de hablar: al empezar a hacerlo ya me sentí más relajado. No me dio tiempo a exponer todas las ideas previstas, pero luego pude añadir alguna más en el coloquio posterior con el público.
Después de la exposición de todos los ponentes, al abrirse el debate, éste pareció centrarse en el enfrentamiento entre las reseñas en papel, en un suplemento cultural tradicional, y la reseña en blog. Algún ponente afirmó no fiarse de los medios tradicionales, por ejemplo se citó el Babelia, por pensar que tienen intereses inadecuados a la hora de seleccionar libros y realizar sus reseñas. Y aquí yo (que no reniego de la reseñas tradicionales; de hecho, las sigo bastante) quise aportar una nueva idea: en las reseñas de los suplementos culturales se habla sólo de las novedades literarias, y el blog permite poder hablar de libros editados hace 20 años y que por tanto no se encuentran reseñados en la prensa literaria actual, y cité como ejemplo los libros de Juan José Saer, que yo he buscado en librerías de segunda mano o bibliotecas, en ediciones de los años 80 ó los 90, y de los que me apeteció hablar en el blog.
En este momento saltó Julián Rodríguez, el editor de Periférica, y autor de novelas como Ninguna necesidad (Mondadori, 2006) para decir que los libros de Saer se pueden encontrar en cualquier librería y que Saer fue portada de un Babelia en 2006 (imagino que con motivo de su muerte y la publicación póstuma de La grande). Así que mi tesis quedaba invalidada. Entonces cité a Antonio Di Benedetto, y dije que antes de que El Aleph lo reeditara en 2011, era difícil oír hablar de libros como Zama o El silenciero… Tampoco en esto estaba de acuerdo Rodríguez conmigo; antes de que El Aleph los reeditara, esos libros se podían encontrar en cualquier parte… No sé si esto también implicaba que se hablara de ellos en los suplementos culturales en todo momento.
Así que el encuentro me reveló algo insospechado: que Juan José Saer y Antonio Di Benedetto son puro mainstream.
Julián Rodríguez, en su intervención, apuntó que el blog actual es lo mismo que el fanzine de los años 80, “con las mismas faltas de ortografía y la misma contaminación de la pasión”. Como yo en mi intervención había señalado que, ante mi falta de conocimientos técnicos para hacer una crítica concienzuda, me dejo guiar por la pasión, se puedee interpretar su intervención como una crítica a espacios como Desde la ciudad sin cines.
Aunque la verdad es que ese ataque me hubiera parecido más lógico si yo hubiera partido de la premisa de que los blogs son espacios prescriptores de crítica literaria más fiables que los suplementos culturales. Pero yo sigo respetando a éstos y escribir sobre libros en mi blog es, como ya he dicho, una forma de reflexionar sobre ellos y poder compartir experiencias con otros lectores (yo no fui quien dudó de la crítica tradicional). Por ejemplo, cuando hablé de Glosa de Juan José Saer, un libro editado en 1988 que tomé prestado de la biblioteca de Retiro, y que entre los años 1992 y 2011 han sacado de esa biblioteca 13 personas, incluyéndome a mí (puro mainstream), un bloguero argentino me hizo una interesante reflexión sobre la carga política de la novela, con un juego metafórico que se me había pasado desapercibido. Y pensé que para eso me servía el blog, para propiciar ese encuentro enriquecedor, sin otras pretensiones, sin querer subvertir ningún orden establecido; pero al parecer Rodríguez (quien a su vez mantiene un blog, donde habla de escritores, en Clubcultura) no lo ve así.
(Esto que comento aquí no fue más que un malentendido y está matizado en los comentarios que acompañan a la entrada, donde le agradezco a Julián Rodríguez que haya tenido la amabilidad de intervenir)

Después Luis Mangriyà hizo una entrevista múltiple a Alberto Olmos, Javier Avilés y a Constantino Bértolo; siendo este último el que se mostró más escéptico acerca de la relevancia de los blogs.
(Aclaración: resumí aquí, ayer domingo, con un adjetivo pobre, "escéptico", la interesante intervención de Bértolo, así como la de Avilés y Olmos. No tenía ayer mucho tiempo para escribir en el blog y elegí hacer un pequeña nota sobre mi intervención y no hablar tanto de la de los otros; hubiera necesitado coger apuntes para poder hacerlo. Bértolo ha tenido la amabilidad de explicar su punto de vista en un comentario que está debajo de esta entrada)

De los otros paneles destaco la pregunta de Ana Tagarro: ¿Hay algún bloguero que pueda vivir de su blog?
Uhhhmmm, me puede repetir la pregunta, creo que no la he entendido…
(Aclaración: este es un inopinado resumen de los dos paneles que cerraban el acto, donde salieron bastantes cosas interesantes. Pido disculpas a sus ponentes, pero ayer no tenía tiempo para extenderme más, quería sólo hacer un apunte personal de mi intervención)

Un día largo y agradable: conociendo gente o reencontrándome con otra a la que hacía tiempo que no veía.

viernes, 2 de marzo de 2012

Encuentro de blogs literarios, retransmitido en directo

Como ya escribí aquí hace dos entradas, mañana sábado, tendrá lugar el encuentro de blogs literarios en Medialab Prado.

Por si a alguien que no vaya a estar en Madrid le interesa el tema: se podrá ver en directo desde la página web de Medialab Prado.



saludos