miércoles, 30 de septiembre de 2020

Reseña de "Caminaré entre las ratas" por Eduardo Laporte

 

El escritor y periodista Eduardo Laporte leyó mi última novela, Caminaré entre las ratas, y ha escrito esto sobre ella:




 

«LA NOVELA DE UN NOVELISTA

 

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un libro. No soy muy amigo de los ‘tochos’ y este lo es (casi 400 páginas que en otra edición podría ser más de 600) y me lo he ventilado en pocos días y pidiendo más.

No creo que influya que David Pérez Vega sea amigo, cómplice en estos fregaos literarios al que conocí en 2012, en aquel memorable encuentro que organizaron Gonzalo Garrido y nuestra querida Belén Bermejo, cuya ausencia aún no hemos podido digerir bien, aceptar siquiera, y a la que echamos de menos cada día.

 

No es el primer libro de alguien a quien conozco y aprecio que leo, y no por ello caigo en ditirambos campanudos en dichos casos. Pero ‘Caminaré entre las ratas’ merece una serie de elogios que no puedo desarrollar al detalle en este improvisado texto, pero que espero canalizar pronto en alguna reseña formal.

 

Por señalar algunas virtudes, la prosa. Un fluir narrativo que hace, al menos así me ha pasado, que leas sin despegar la vista durante decenas de páginas, cosa digna de mención en alguien tendente a una dispersión casi patológica como soy. Gran lector de Bolaño, me ha parecido más seductor que el chileno, o quizá sea que los temas que toca me afectan más, y de ahí mi inmersión total en la lectura.

 

Porque tiene algo de libro para escritores, y no me sonrojo al decir que me ha recordado al ‘Solenoide’ de Cartarescu, con esa ambición de obra total, y el retrato de un personaje más perdedor que ganador, lo cual siempre pone de su lado al lector. Hay tema literario, pero quizá sea más una novela para lectores, para buenos lectores. Porque ante todo hay una empatía con el mundo y los seres que lo pueblan, con una ambición no sé si voluntaria de quedar, de perdurar. Es la novela de un novelista, por citar aquel título antediluviano. O la novela que todo novelista que se precie debería escribir.

‘Caminaré entre las ratas’ es uno de esos libros que resisten al corto plazo y que puede ser leído con toda paz dentro de cincuenta años, es decir, quizá se lea incluso mejor entonces, como retrato de una época de confusión y de frustraciones sostenidas. También es meritorio el retrato que hace de lugares a menudo difusos y en general esquivados, como la ciudad dormitorio, el Móstoles como satélite acomplejado de Madrid en el cual sin embargo aguantan unas raíces que, también es cierto, quizá su único valor sea ese, el del origen. (Impagable el retrato del entorno cercano del protagonista).

 

Pérez Vega, con la inclusión del partido del Puño Patriota, de un tal Teodoro Rivas, anticipa la irrupción de VOX, en una novela que comenzó a escribir en 2014 (y concluyó en 2016). También, y esto quizá no lo sepa, pues no me lo comentó cuando me dedicó el libro, haya incluso una anticipación a la pandemia que ha terminado por torcer el mundo. Esa zoonosis que ha contaminado el planeta y que en la novela se avisa y señala con la presencia de esas intempestivas ratas que a modo de leit motiv aparecen para decirnos algo.

 

Por si fuera poco, la novela es divertida. Hay una ironía constante teñida de melancolía que merece también capítulo aparte. Un humor que surge dentro del drama y que te lleva de la mano por toda la novela, como queriendo más. Es una ironía fina, jamás subrayada, que implica también al lector, lo hace suyo.

Una novela que consigue, quizá sin proponérselo, retratar nuestro tiempo como hacen los grandes escritores. Desde la humildad, la mirada empática no desprovista de ternura, con fases de bienvenido vitriolo caricaturesco. Cervantes sabía algo de esto.

Tenemos un libro importante que bien podría figurar en un Anagrama, Penguin Random House o similares y que habría que agradecer a Carpe Noctem su acierto al publicarla. La recomiendo encarecidamente, con el único miedo de generar altas expectativas que luego no se cumplan. Olvida todo esto que he dicho, pero lee a David Pérez Vega.»

 

Gracias, Eduardo

 

domingo, 27 de septiembre de 2020

La ventana alta, por Raymond Chandler


La ventana alta, de Raymond Chandler

Editorial Debolsillo. 286 páginas. 1ª edición de 1942; Ésta es de 2014.
Traducción de Juan Manuel Ibeas

Ya conté que, aunque pretendía leer seguidas y en orden cronológico las siete novelas de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959), protagonizadas por el detective Philip Marlowe, hubo un problema con la compra por internet de los libros que me faltaban y acabé empezando a leer antes el cuarto (La dama del lago) que el tercero (La ventana alta). Lo cierto es que esto tampoco es un gran problema, porque se trata de casos detectivescos diferentes, unidos principalmente por la voz narrativa de Marlowe.
Sin embargo, al comienzo de la novela, la secretaría de la señora Murdock, que quiere contratar a Marlowe como detective, le pide referencias, y éste le da los nombres de dos policías: Bernard Ohls, de la oficina del fiscal del distrito, y el teniente Carlo Randall, de la Brigada de Homicidios. Tanto Ohls como Randall aparecían en Adiós, Muñeca.

La ventana alta empieza con Marlowe visitando la casa de la que va a ser su posible clienta, una viuda nada simpática y macerada en vino de oporto, que quiere que descubra dónde está su nuera Linda, desaparecida hace una semana. La señora Murdock sospecha que su nuera ha huido con el doblón Brasher de la colección numismática de su difunto marido. La calidad de conservación del doblón Brasher (una pieza de oro del siglo XIX), que posee la señora Murdock, hace que sea un ejemplar valioso –valorado en más de 10.000 dólares–, aunque difícil de vender. La señora Murdock se ha percatado de su falta tras recibir la llamada de del vendedor Mornigstar interesado en su compra. Marlowe sospechará pronto que esa llamada se ha debido a que alguien ha intentado vendérselo y el señor Mornigstar ha sospechado que se trata de una pieza robada.
Como es costumbre, la tarifa de Marlowe será de 25 dólares al día más gastos. Aunque a la señora Murdock no le parece barato, le acabará contratando.

El grueso de la trama se desarrollará en dos días frenéticos. Diría que de las cuatro novelas que llevo ésta es la que se desarrolla en menos espacio de tiempo. Es verano y hace calor en Los Ángeles.
Cada vez que Marlowe entra y sale de la casa de la señora Murdock cumplirá el ritual de dar una palmada en la cabeza a una pintura de un chico negro que hay a la entrada. «Al final del sendero, sobre un bloque de hormigón, había un negrito pintado, con pantalones blancos de montar, chaquetilla verde y gorra roja. Empuñaba una fusta, y en el bloque que tenía a sus pies había una argolla de hierro. Parecía un poco triste, como si llevara mucho tiempo esperando allí y empezara a perder las esperanzas. Me acerqué y le di una palmadita en la cabeza mientras aguardaba a que alguien abriera la puerta.» (pág. 8) Si bien el adorno de la casa parece contener una connotación racista, Marlowe se sentirá identificado con ese «negrito» que empezaba a perder las esperanzas.

En la página 23 se habla de un coche con matrícula de 1940, pero será en la página 235 donde el lector encontrará una referencia más clara para saber que la acción se sitúa en el verano de 1941. Sin embargo, en esta novela no hay ninguna referencia a la Segunda Guerra Mundial, como sí va a ocurrir en La dama del lago.

Marlowe tendrá un encuentro (o desencuentro) con un detective bastante chapucero llamado George Anson Phillips, un pardillo al que poderes que no puede controlar van a manejar a su antojo. La soledad de Anson Phillips acaba siendo un espejo deformado en la que se mira Marlowe, quien al finalizar Adiós, muñeca, habíamos dejado iniciando, tal vez, un romance con la joven Anne Riordan. Sin embargo, no habrá ninguna referencia a Anne en esta novela.

Marlowe sigue siendo un hombre cínico; «A los románticos les sigue yendo bien», le dirá al hijo de la señora Murdock en la página 33. Como de costumbre, también los diálogos son aquí chispeantes y contienen gran parte del humor de la novela, gracias a las respuestas capciosas que Marlowe reparte entre sus interlocutores. También el humor surge de las comparaciones que establece en el texto a la hora de describir la realidad.

A diferencia de las otras novelas que le he leído, en ésta no hay ningún comentario que le haga pensar al lector que Marlowe está narrando desde algún lugar del futuro. Como ocurre otras veces, después de los pocos días en los que se concentra la trama (y en los que Marlowe apenas duerme) hay un periodo de tiempo más largo, pero mucho más corto narrativamente, en el que el lector se despide de la historia y se explican algunos flecos que quedaron sueltos.
En la página 39 un personaje llama a Marlowe «victoriano, carcamal», tras preguntar éste si un mafioso es «peligroso con las mujeres». La respuesta será que a las mujeres les gustan los tipos como el mafioso. Ya sabemos que Marlowe es algo conservador (y algo machista) y en las novelas de Chandler la libertad sexual de las mujeres será un elemento más de la corrupción del mundo que rodea a Marlowe. En otro momento, un personaje llama a Marlowe «el caballero Galahard», uno de los caballeros de las leyendas artúricas. Caballero Galahard o Quijote de La Mancha, ya sabemos también que Marlowe es la encarnación de la decencia en un mundo corrupto. Los Ángeles de Chandler es una ciudad donde los poderosos pueden comprar a la policía y tapar sus crímenes, y este mundo es atravesado de forma continúa por Philip Marlowe, que cobra 25 dólares al día más gastos, sin dejarse corromper y tratando de poner algo de orden y justicia en un mundo que carece de estos atributos. En esta novela Marlowe no seduce (o se deja seducir) a ninguna rubia peligrosa; más bien salvara de su propia cárcel mental a una joven (no quiero revelar de quién se trata) que vive atormentada por un crimen que no cometió.
A pesar de que Marlowe sabe que las personas que le contratan no son siempre de fiar, su ética del trabajo le lleva a protegerlas mientras le sea posible. Aunque, como ya ocurría en El sueño eterno, dejará que eludan a la policía si considera, desde un prisma personal, que la sociedad no gana nada si él entrega a estas personas a la justicia. Como ocurría en La dama del lago, Marlowe tendrá que enfrentarse a más de un dilema moral y práctico en esta novela: como siempre, tiene la habilidad de encontrar cadáveres a su paso, los policías que investigan los casos quieren presionarle para que les cuente para quién trabaja, pero él no lo hará mientras pueda. Aunque también sabe que si no colabora en nada con la policía, que si no se lleva bien con ella le pueden acabar haciendo la vida imposible e impedir que desarrolle su trabajo en el futuro. La situación de Marlowe no es nunca cómoda.

En La ventana alta no aparece la ciudad de Bay City, como sí lo hacía en Adiós, muñeca y en La dama del lago. En las otras novelas, además de Los Ángeles había algunas localizaciones interesantes, como los casinos en barco de Adiós, muñeca y la zona de las montañas en La dama del lago. No ocurre algo similar en La ventana alta.
En la edición de Debolsillo de La ventana alta no hay al final, como en las otras tres novelas de la saga que llevo leídas hasta ahora, unas novelas cortas de Chandler, de las que éste recicla las tramas para fundirlas en una novela más larga. He supuesto que La ventana alta no está escrita así entonces, que Chandler no calibaliza sus obras anteriores para crearla. Ya dije que esta técnica de mezclar las tramas de varias novelas cortas hacía que las tramas de las novelas largas fuesen enrevesadas y complejas. Quizás al carecer aquí de esos modelos trabajados previamente, la trama de La ventana alta sea algo más lineal y sencilla que las de las otras tres novelas (sin dejar de ser compleja). Creo que de las cuatro que llevo La ventana alta me ha parecido algo más floja que las otras. Esto no quiere decir que sea una mala novela en absoluto, porque en realidad es una novela muy buena. Tampoco encuentro muchas diferencias de nivel en las novelas que llevo, simplemente veo este matiz. Aunque también es posible que tras cuatro novelas en las que se explota la misma forma narrativa, con los mismos recursos, ya esté yo dando muestras de agotamiento como lector. Dicho esto, también quiero añadir que me está encantado leer casi seguidas estas novelas de Raymond Chandler, al que considero, desde ya, uno de los grandes autores norteamericanos del siglo XX.

domingo, 20 de septiembre de 2020

La dama del lago, por Raymond Chanlder

La dama del lago, de Raymond Chandler

Editorial Debolsillo. 508 páginas. 1ª edición de 1943; Ésta es de 2017.
Traducción de Carmen Criado y Juan Manuel Ibeas

Ya en pleno confinamiento, después de leer El sueño eterno y Adiós, muñeca de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959), quise seguir con la saga de novelas protagonizadas por Philip Marlowe. Para ello traté de comprar, a través de la web de La Casa del Libro, el tercer y cuarto libro de la serie. No tenían el tercero –La ventana alta (1942)– y acabé comprando en esta ocasión el cuarto y el quinto, La dama del lago (1943) y La hermana menor (1949). La venta alta la acabé comprando en otra web de libros. La llegada a casa de La ventana alta (me parece que más por un problema de Correos que de la librería) fue bastante posterior a la de La dama del lago y La hermana menor. Así que, pese a decidir intercalar otros libros entre los de Chandler, que llegaron a ser tres, he acabado por leer La dama del lago antes que La ventana alta y he roto, por tanto, con mi idea inicial de leer la saga de Marlowe siguiendo su orden cronológico. Sin embargo, por lo que sé, las relaciones entre unas novelas y otras (salvado la obviedad de la misma voz narrativa) son pequeñas y creo que este mínimo contratiempo no tiene mayor importancia.

La novela empieza con Philip Marlowe visitando en Los Ángeles las oficinas de la Compañía Gillerlain, que se dedica a los perfumes. Derace Kingsley, uno de sus directivos, ha pedido ayuda a un policía que conoce para que le ayude a encontrar a su esposa Crystal, desaparecida unos meses atrás. En principio había supuesto que se había ido con alguno de sus amantes, algo que no le acababa de preocupar demasiado; pero Kingsley sabe ahora, que habla con Marlowe, que es posible que su mujer esté en algún lío y que no haya desaparecido voluntariamente, ya que recientemente se ha encontrado con el hombre con el que pensaba que se había fugado (un gigoló llamado Lavery) y no sabe nada de ella. Como es habitual, Marlowe empezará a trabajar por 25 dólares al día más gastos, que es la misma tarifa que ya aparecía en El sueño eterno. De 1939 a 1943 no ha cambiado la tarifa para Marlowe, inmune a la inflación.
El policía que ha puesto en contacto a Kingsley con Marlowe es el teniente Violent M´Gee, que ya aparecía en El sueño eterno. Si al leer seguidas El sueño eterno y Adiós, muñeca apunté que, además de la voz narrativa y el espacio físico, no había relaciones entre las novelas de Marlowe, ya observo ahora que sí que empiezan a filtrarse datos interconectados. Se le recordará al lector, que el apodo del teniente «Violets» se debe a que «masca constantemente unas pastillas para la garganta que huelen a violeta.» (pág. 11).
Marlowe le dirá a Kingsley que él no lleva a cabo cualquier tipo de investigaciones, «solo las razonablemente honradas» (pág. 13)
El primer paso de la investigación para Marlowe será visitar a Lavery en su residencia de Bay City. Esta localización, de nuevo, nos remite a otra de las novelas de Marlowe. Gran parte de la trama de Adiós, muñeca transcurría en Bay City, una población costera cercana a Los Ángeles y con altos índices de criminalidad.
En Bay City Marlowe también va a tener la oportunidad de conocer al vecino de Lavery, el doctor Almore, que no es un doctor al uso. «Un médico que atiende primordialmente a pacientes que viven al borde del colapso nervioso debido al alcohol y a la vida disipada, pacientes de esos a los que hay que suministrarles sin cesar sedantes y narcóticos. Llega un momento en que los médicos decentes se niegan a seguir tratándolos, a menos que ingresen en un sanatorio. Pero los médicos como el doctor Almore no actúan así. Continúan pinchándolos mientras sigan cobrando y el paciente no se muera, aunque con ello lo conviertan en un drogadicto. Es una práctica muy lucrativa –dijo amargamente–, y me imagino que bastante peligrosa para el médico.» (pág. 167). El doctor Almore también va a tener su protagonismo en esta nueva historia de trama densa y enrevesada, donde Marlowe va a tener que enfrentarse a más de una mujer desaparecida o muerta.

Como ya ocurría en las otras novelas de la saga, Raymond Chandler se sirve de Marlowe para mostrarle al lector los rincones más turbios de la sociedad que habita. Así podemos leer en la página 184, hablando de Bay City: «Conocía a una chica que vivía en Twenty-fifth Street. Era una calle agradable y ella era una chica agradable. Le gustaba Bay City. Nunca pensaba en los barrios de negros o mexicanos que ocupaban los tristes terrenos llanos al sur de las vías del ferrocarril, ni en los antros que se abrían a lo largo de los muelles al sur de los acantilados, ni en los salones de baile de la carretera que apestaban a sudor, ni en los tugurios donde se fumaba marihuana, ni en los rostros enjutos y taimados que asomaban sobre periódicos desplegados en vestíbulos de hoteles demasiado silenciosos, ni en los rateros, ni en los tramposos, los borrachos, los chulos y los maricas que pululuban por el paseo de tablas de la playa.» Como ya ocurría en El sueño eterno, la voz narrativa de Marlowe es ligeramente homófoba, ya que en su lista de depravaciones de la ciudad, junto a los ladrones y los borrachos, vuelven a aparecer aquí los homosexuales.

He acudido a Adiós, muñeca para comprobar si esa amiga de Bay City que vive en «Twenty-Fifth» es Anne Riordan, la misma hija de un policía que Marlowe conoce en esa novela con la que parece que comienza un romance al final de sus páginas. En la novela se dice en la página 79 que Anne Riordan vive en la calle Veintiséis de Bay City, pero en El jade del mandarín, una de las novela corta que completan aquel volumen, el personaje de Carol Pride –el antecedente de Anne Riordan– vive «en la calle Veinticinco» de Bay City. Así que no acaba de encajar que Anne Riordan sea la amiga que evoca Marlowe en La dama del lago, aunque casi me inclino más por la teoría de que sí es la misma mujer, pero que Chandler se equivocó al recordarla mediante su dirección.
En cierto modo, me doy cuenta de que en estas novelas de género –muy bien hechas sin duda– siempre me quedo con la sensación de que me gustaría que Marlowe me hablara más de sí mismo, poder conocer su pasado, su infancia, sus opiniones sobre la vida fuera del caso que está investigando. Recuerdo que cuando leí varias novelas seguidas de Walter Mosley, un claro heredero de Chandler, sobre su detective negro Easy Rawlins sí que, según avanzaban las pesquisas del caso, Mosley filtraba información sobre el recorrido vital de su personaje, y eso me gustaba.

También en esta novela la libertad, sobre todo la sexual, de los personajes femeninos se vive en gran parte como una amenaza que rompe con el orden establecido que parece añorar Marlowe. También hay aquí pequeñas humoradas machistas. «Me hago una vaga idea de cómo es la señora Kingsley. Creo que es joven, guapa, alocada e indomable. Que bebe, y que cuando bebe hace cosas peligrosas. Que se deja engatusar fácilmente por los hombres y que es capaz de largarse con cualquier desconocido que luego pueda resultar un delincuente.» (pág. 19)

La trama de La dama del lago transcurre en tres días frenéticos de junio, tres días cargados de acontecimientos. Sin embargo, y como ocurría en las otros dos novelas que he leído, el lector acabará descubriendo que la historia se narra desde algún punto indefinido del futuro. «Aún no había dado la orden de reducir al mínimo las luces de la costa como medida de seguridad y en el puerto deportivo brillaban muchas luces.», leemos en la página 192. Marlowe hace referencia aquí a sucesos de la Segunda Guerra Mundial, que es el trasfondo histórico de la narración. De hecho, las anteriores novelas parecían situadas en algún punto indefinido de la Gran Depresión de los años 30, pero aquí hay varias referencias sutiles, ligeras, a los tiempos de guerra. En la primera página, por ejemplo, hay una nota aclaratoria de la traductora, que informa al lector que las referencias de Marlowe al caucho se deben a las dificultades de conseguir este material durante la guerra.
El propio Chandler parece burlarse a veces de la condensación de sucesos violentos que dibuja en sus páginas (algo propio del género policial «Hard boiled»), así escribe tras una escena en la que Marlowe se topa con un nuevo cadáver: «No había motivo alguno para el nerviosismo. Solo ha ocurrido que Marlowe ha encontrado otro cadáver. A estas alturas lo hace bastante bien. Marlowe Crimen Diario, lo llaman. Lo siguen con un furgón para ir recogiendo todo lo que encuentra.» (pág. 123)
En otro párrafo brillante Marlowe se burla de las convenciones del género policial: «Nunca me han gustado esta clase de escenas –le dije–. Detective se enfrenta con asesino. Asesino saca pistola y pregunta detective. Asesino cuenta detective su triste historia con idea de matarlo después, perdiendo así un tiempo precioso aun en el caso de que al final lograra liquidarlo. Solo que el asesino nunca lo logra. Siempre ocurre algo que lo impide. A los dioses tampoco les gusta la escena. Siempre consiguen estropearla.»

El lenguaje de Marlowe sigue siendo afilado, aunque he tenido la sensación de que en La dama del lago estaba más contenido, y que enfadaba a menos gente. La fuerza de la prosa sigue cayendo, en gran medida, en el recurso de las comparaciones poderosas. Así por ejemplo podemos leer comparaciones como éstas: «Daba la impresión de ser tan peligroso como una ardilla y mucho menos nervioso.» (pág. 57), «Separé del muestrario otro billete que fue a parar al bolsillo del botones con un ruido como de orugas peleando.» (pág. 99)
También me estaba pareciendo que en esta novela a Marlowe le pegaban menos (en Adiós, muñeca recibe bastantes golpes), pero al final sí que va a recibir lo suyo.
Me gustan las descripciones de los escenarios que hace Chandler. Aquí se describen las montañas próximas a Los Ángeles, con sus casas de campo y sus lagos de un modo hermoso.
Si bien en El sueño eterno Marlowe tiene treinta y tres años y se encuentra en su plenitud de fuerzas aquí hay un momento en el que se mira al espejo y piensa esto: «Me cepillé el pelo y me miré las canas. Empezaban a salirme muchas. La cara que vi reflejada bajo el pelo tenía un aspecto enfermizo.» (pág. 162). El tiempo también empieza a pasar para Philip Marlowe.

La novela acaba en la página 275 y desde ahí, hasta la 508, este volumen de Debolsillo contiene las tres novelas cortas, publicadas unos años antes en revistas pulp, que Chandler «canibalizó» esta vez para La dama del lago. Leí las correspondientes novelas cortas usadas para escribir El sueño eterno y Adiós, muñeca. La primera vez, la experiencia de acercarme a estos textos me resultó muy curiosa, pero en la segunda acabé por no disfrutar de este material complementario. Tenía la sensación de haber leído una gran novela y de estar luego leyendo sus borradores descafeinados. En ellos aún no estaba presente la gran creación de Philip Marlowe y veía cómo Chandler tomaba varias de las tramas que había ideado en el pasado para reciclarlas ahora. Las tramas de las novelas son enrevesadas y complejas, y se podría pensar incluso que sin esa técnica de mezclar novelas cortas previas es posible que no hubiera conseguido escribirlas tal y como las conocemos ahora. Empecé la primera del volumen de La dama del lago, Blues de Bay City y decidí no acabarla. Elegí tomar otro libro. Prefiero quedarme con el recuerdo de las tres grandes novelas de Chandler que llevo leídas y que no se me entremezclen con sus borradores. 

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Conticinio, por Jesús Artacho

Me grabé comentando el nuevo poemario de Jesús Artacho, y leyendo algunos de sus poemas.

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domingo, 13 de septiembre de 2020

Adiós, muñeca, por Raymond Chandler


Adiós, muñeca, de Raymond Chandler

Editorial Debolsillo. 470 páginas. 1ª edición de 1940; Ésta es de 2020.
Traducción de César Aira y Juan Manuel Ibeas

El sueño eterno y Adiós, muñeca de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959) las compré el mismo domingo en La Casa del Libro de Goya. Me acuerdo bien de aquella tarde porque fue la última en la que pude ir a una librería antes del confinamiento. Después de acabar las dos novelas cortas que completan la edición de Debolsillo de El sueño eterno, empecé a leer Adiós, muñeca. El sueño eterno, la primera novela de la saga del detective Philip Marlowe, se publicó en 1939 y la segunda, Adiós, muñeca, en 1940. Aparte de la figura de Philip Marlowe y su voz narrativa diría que no hay más nexos de comunicación entre una novela y otra. Marlowe no evoca en Adiós, muñeca los acontecimientos de El sueño eterno y las novelas no comparten ningún personaje secundario. Me he fijado si cuando Marlowe trataba con los policías de Los Ángeles lo hacía con alguno que saliera en las dos novelas pero, salvo que se me haya pasado, afirmaría que no ocurre. Tampoco encuentro en ninguna de las dos novelas referencias a hechos históricos. Ya que se publicaron en años tan señalados del siglo XX –1939, 1940– sería lógico pensar que se podría filtrar algún dato de la política o la situación en el mundo, pero no ocurre. No sé dice en qué año está situada la historia y el lector supone que se trata de algún momento indeterminado de la década de 1930; el tiempo de la Gran Depresión norteamericana.

Adiós, muñeca empieza con Philip Marlowe tratando de resolver un caso muy pequeño: ha sido contratado por una mujer para que trate de convencer a su marido peluquero de que vuelva a casa. Está en «uno de los tramos mezclados de la Central Avenue: de los que todavía no están habitados enteramente por negros.» (pág. 7 y primera de la novela). En este momento, de casualidad, se va a dar de bruces con un caso mayor que le va a llevar a adentrarse, de nuevo, en el mundo del dinero y la corrupción. El caso mayor empezará, es cierto, sin que parezca serlo aún: un tipo de vestimenta estrafalaria y una estatura y peso mucho mayor que lo normal camina por la calle buscando un local. Malloy Moose acaba de salir de la cárcel, tras cumplir una condena de ocho años por atracar un banco, y acude al Florian´s porque ahí es donde trabajaba su novia Velma cuando la vio por última vez. A Moose no le va a sentar nada bien que el Florian´s se haya convertido en «un antro de negros» en el que no se admite la entrada de blancos y donde, por supuesto, nadie sabe quién es Velma. Marlowe se ha visto arrastrado por Moose como su acompañante hasta el interior del local, donde está a punto de cometerse un asesinato que empezará a complicarlo todo.

Alentado por un policía, Marlowe empezará a buscar a Velma sin recibir un salario, simplemente con la idea –transmitida por el policía– de estar a buenas con el departamento. Sin embargo, el lector ya empieza a intuir que Marlowe no es alguien que necesite buscar favores de la policía y son otros los intereses (por ejemplo, la curiosidad) los que le mueven. No mucho después, Marlowe va a recibir otro encargo por el que sí va a cobrar: un hombre con aspecto de gigoló, llamado Linsay Marriott, quiere contratare para que le acompañe a pagar el rescate de un valioso collar de jade robado. Aunque en principio los dos asuntos parecen no guardar ninguna relación, el lector pronto sabrá que no es así, que la mente de jugador de ajedrez de Raymond Chandler ha vuelto a diseminar por el tablero de las páginas sus piezas para jugar una única y compleja partida. Sin bien, la trama parece muy apegada a los hechos narrador, en más de un caso (como ocurría en El sueño eterno) se le recordará a el lector que la historia que le narra Marlowe se evoca desde algún lugar indeterminado del futuro. «A veces me despierto en medio de la  noche. Creo estar allí, y siento su olor.» (pag. 156)
También en esta novela, como en la anterior, se usa mucho el recurso de la comparación; pero en este caso existe una variante: Chandler usa comparaciones negativas, que buscan un efecto cómico. Pongo algún ejemplo: «Era un hombre corpulento, pero no medía más de un metro noventa y cinco de alto, ni era más ancho que un camión.» (pág. 7); «La piedra verde del alfiler de la corbata no era tan grande como una manzana.» (pág. 25)

Como ocurría en El sueño eterno, esta edición de Adiós, Muñeca está acompañada de tres novelas cortas, publicadas en revistas pulp: El hombre que amaba los perros (1936), Busquen a la chica (1937) y El jade del mandarín (1937). Dos de ellas están protagonizadas por Carmady, que ya protagonizaba una de las historias del final de El sueño eterno. Como ya dije, Carmady es un claro prototipo del detective que unos años después va a ser Philip Marlowe. De nuevo, el lector podrá observar de qué modo Chandler usaba las tramas que ya había ideado en estas novelas cortas para crear las que van a ser sus icónicas novelas largas. Por supuesto, los dos casos que he comentado antes se cuentan en dos de estas novelitas, y en Adiós, muñeca Chandler las engarza en una sola narración. Es posible que, sin el trabajo previo de esas novelas pulp, Chandler no hubiera conseguido crear tramas tan enrevesadas y complejas en sus novelas más emblemáticas. Me gusta descubrir esto, como un gran escritor ha de luchar por conquistar su talento.

Igual que ocurría en El sueño eterno, en Adiós, muñeca la trama se concentra en un número pequeño de días; aunque también es cierto que aquí Marlowe está cuarenta y ocho horas fuera de juego, debido a que sus enemigos le han dejado en estado vegetativo. En Adiós, Muñeca Marlowe acaba recibiendo realmente muchos golpes, y me ha parecido una novela más violenta que El sueño eterno. Si en los días de la primera novela de la saga era la lluvia del otoño la que marcaba el ambiente oscuro de la novela, aquí será el sol de marzo el que brille en estas páginas.
Si bien en El sueño eterno Marlowe no sabía quién era Marcel Proust, en Adiós, muñeca cita más de una vez a William Shakespeare; lo que me ha hecho pensar que Chandler le ha dado un pequeño giro a su personaje.

Igual que en la primera novela, Marlowe usa un lenguaje muy chispeante en sus conversaciones, algo que no acaba de gustar a todo el mundo,  y que en más de un caso le hace pasar por un grosero. También hay aquí algún comentario machista o misógino por parte de más de un detective: «Las mujeres siempre mienten… para mantenerse en forma –dijo Nulty en tono sombrío.» (pág. 49). Nulty es un policía. Por su parte Marlowe dice lo siguiente sobre su tipo de chicas: «Me gustan las chicas que brillan, que son duras, y que están cargadas de pecado.» (pág. 198). Es cierto que de nuevo aquí la libertad de las mujeres parece ser una amenaza para el mundo conservador de Marlowe, y no faltará aquí la bella mujer rubia de la calle que se ha casado con un millonario, que le consiente, o le ha de aguantar, todo.
Si en El sueño eterno había algún comentario homófobo, aquí esto no se encuentra y, sin embargo, sí que tenemos un nuevo elemento más acorde con una mirada positiva desde el siglo XXI: en Adiós, muñeca existe un denuncia del racismo, ya que se muestra de un modo claro que a la prensa, a la policía o a la sociedad en general le preocupa poco el asesinato de un negro. Y ante esta injusticia la mirada de Marlowe se muestra crítica.
También aquí aparece el nombre de Sherlock Holmes y Chandler carga contra la novela de detectives británica: «No es esa clase de historia –dije–. No es elegante e inteligente. Es solo oscura y llena de sangre.» (pág. 283). Me gusta esta definición que hace Marlowe de su propia narración, «oscura y llena de sangre». De hecho, si bien la historia empieza movida por unos hilos en apariencia pequeños, los resortes que se van a ir moviendo serán cada vez más grandes. De los pequeños delincuentes llegaremos hasta los grandes hombres que ostentan el verdadero poder y pueden cambiar alcaldes de pueblos como Bay City, donde se va a desarrollar gran parte de la trama. Así describe un personaje a uno de los capos de la mafia local: «No es un tipo duro. Esos grandes delincuentes son una especie nueva. Nosotros los imaginamos como los pistoleros feroces que nos han enseñado a imaginarnos.» (pág. 254)

Marlowe avanza en la trama de esta novela y su linterna (o pistola) cada vez será un foco más pequeño para alumbrar un mundo de corrupción cada vez más grande.
En El sueño eterno, Marlowe no se acostaba con las dos hermanas Vivian y Carmen por decencia profesional, y en Adiós, muñeca no lo hará con la rubia peligrosa por motivos similares. Sin embargo, aquí conocerá a la joven Anne Riordan con la que es posible que inicie un romance.

En la contraportada de Adiós, muñeca dice que esta novela es considerada por muchos la mejor obra de Raymond Chandler. Entre El sueño eterno y Adiós, muñeca creo que el nivel es muy parejo. Me han gustado las dos; por supuesto, me ha sorprendido más El sueño eterno porque es la primera de la serie, y en la segunda ya conocía al personaje y los recursos de Chandler para desarrollar su historia. Dije que la página final de El sueño eterno me pareció brillante, y la página final de Adiós, muñeca aunque no es tan emocionante como la otra, sí que me ha gustado también bastante, porque ha dejado entrever el romanticismo de Marlowe. Recuerdo que uno de los comentaristas del programa Qué grande es el cine de Garci decía que «un cínico es un romántico desencantado»; una definición que le vendría muy bien a Marlowe.
Creo que no han acabado de satisfacerme las 150 páginas finales con las tres novelitas pulp. Igual que ocurría con El sueño eterno, después de una gran novela, de estructura tan precisa, me ha cansado un poco leer unos textos que eran, al fin y al cabo, borradores de la novela que iba a ser. Quizás en la siguiente novela de Marlowe me salte esta parte.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Tema libre, por Alejandro Zambra (vídeo reseña)

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domingo, 6 de septiembre de 2020

EL sueño eterno, por Raymond Chandler

El sueño eterno, de Raymond Chandler

Editorial Debolsillo. 363 páginas. 1ª edición de 1939; Ésta es de 2019.
Traducción de José Luis López Muñoz y Juan Manuel Ibeas

Hace ya más de veinte años, leí El sueño eterno (1939) de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959) en una edición mala de bolsillo que andaba por la casa de mis padres. Recuerdo que me gustó, pero no seguí con la serie del detective Philip Marlowe, que iniciaba aquí su andadura por un total de siete novelas. También recuerdo que en aquella primera ocasión la trama me pareció algo confusa y que, durante mucho tiempo, he creído –de forma incorrecta– que Chandler cometió algún error de lógica en su novela. En realidad, me parece que la confusión viene de un debate del programa Qué grande es el cine, donde se contó la anécdota de que Howard Hawks, director de la película sobre el libro, tuvo que llamar a Chandler para que le explicara quién mató a uno de los personajes y el escritor no le supo responder, quitándole importancia. Los guionistas de Hawks fueron dos escritores, Leigh Brackett y William Faulkner, que tenían que acabar el guión en quince días, usando la técnica de repartirse los capítulos alternos. Faulkner también tuvo algún problema con la interpretación de la novela, lo que en realidad más que hablar mal de Chandler habla de la poca estima que tenía Faulkner por Hollywood, quien después de este trabajo abandonó California y se volvió a su Mississippi natal para seguir con su obra literaria. Si Faulkner, creador de algunas de las novelas más complejas del siglo XX,  había considerado que había algún error en la trama de El sueño eterno es porque tendría que haberlo, pensaba yo.
Ahora he vuelto a leer el libro con mucha atención, subrayándolo con dos colores y haciendo anotaciones a lápiz en los márgenes y considero que todo encaja perfectamente, aunque es cierto que la trama avanza de un modo muy rápido, y que entran y salen en las escenas un gran número de personajes, y que un lector que no ponga todos los sentidos se puede perder en cualquier momento.

El personaje principal y narrador de El sueño eterno es Philip Marlowe, la gran creación de Raymond Chandler, un escritor tardío y gran admirador de las novelas negras del norteamericano Dashiell Hammett. El libro comienza cuando un Marlowe de treinta y tres años va a visitar al general Sternwood, un hombre mayor que le recibe en una silla de ruedas. Sternwood está siendo extorsionado con unos pagarés sobre deudas de juego. Ya ha pagado en el pasado, pero quiere dejar de hacerlo por orgullo. Además le habla a Marlowe de su yerno, un excontrabandista con el que había congeniado y que lleva un mes desaparecido. En esta primera visita, Marlowe también conocerá a las dos hijas veinteañeras de Sternwood: Vivian y Carmen. «Vivian es una criatura malcriada, exigente, lista e implacable. Carmen es una niña a la que le gusta arrancarle las alas a las moscas. Ninguna de las dos tiene más sentido moral que un gato.», así describe a sus hijas el general en la página 18.

La trama principal transcurre en cuatro días de octubre, profundamente lluviosos. La persistencia de la lluvia sirve para generar una atmósfera opresiva en muchas de las escenas de esta novela. En los dos últimos días finales, cuando la historia ya se acerca a su fin, aparecerá el sol.
Como comentaba al principio, la trama es bastante frenética. Hasta cierto punto, esta característica podría ser contraria a la idea tradición de una gran obra literaria, puesto que la literatura, en gran medida, la solemos asociar a la capacidad de reflexión sobre la realidad vivida. Pero al estilo rápido, de frase corta, le salva un gran hallazgo, el de la voz narrativa de Marlowe. Philip Marlowe es un detective cínico, desapegado y que contempla el mundo con mucha ironía (el sentido del humor de los diálogos es algo destacable) y desencanto. Además, mientras el mundo en el que se mueve suele ser profundamente corrupto, Marlowe se mantiene incólume a las debilidades que ve a su alrededor, Marlowe trabaja por 25 dólares al día más gastos y solo si el trabajo es legal. Su honor y su honradez siempre estarán por encima de las circunstancias. Marlowe se acabará definiendo como alguien «dolorosamente honrado». En este sentido –y me estoy acordando de un texto de Ricardo Piglia sobre Marlowe– el detective es un observador de la corrupción a la que nunca sucumbe, alguien capaz de atravesarla sin caer nunca en debilidades humanas, y en este sentido, la figura de Marlowe es una fantasía de orden. De hecho, he leído en alguna web de internet, y es fácil observarlo en el texto, que Marlowe es una figura conservadora. Marlowe es misántropo (no cree en el ser humano) y también algo misógino (no está casado, porque no le gustan las mujeres de los policías, nos contará). De hecho, en gran medida en El sueño eterno la libertad de la mujer (en muchos casos de carácter sexual) es considerada como una amenaza, una corrupción frente al orden del mundo. «Las mujeres me ponían enfermo.» (pág. 180)
También hay aquí algún comentario homófobo («Todo aquello, a la luz del día, resultaba de una obscenidad vergonzante, como una fiesta de mariquitas.», pág. 75), puesto que aparecen en la trama algunos personajes homosexuales, que formarán parte de esa corrupción del mundo contra la que lucha Marlowe. Si bien la presencia de estos elementos en la novela puede ser negativa para un lector del siglo XXI, creo que no es conveniente juzgar una obra literaria de hace ochenta años con códigos actuales. La voz narrativa de Marlowe acaba siendo muy atractiva gracias a su cinismo, su inteligencia, su desapego, su sentido de la justicia y su humor.

Ya he comentado que el estilo es escueto y rápido, pero la mirada que Chandler le transfiere a Marlowe no carece de agudeza. En este sentido es destacable el recurso de la comparación, muy usado en la novela, y que aporta mucho peso a la forma de connotar lo observado. «El general habló de nuevo, despacio, utilizando sus fuerzas con el mismo cuidado con que una corista sin trabajo usa las últimas medias presentables que le quedan.» (pág. 13), «Encendí el cigarrillo y arrojé una buena bocanada en dirección al anciano, que lo olisqueó como un terrier la madriguera de una rata.» (pág. 14). Aunque lo narrado parece muy cercano al tiempo narrativo, en alguna ocasión se le recuerda al lector que Marlowe está contando la historia desde algún punto indeterminado del futuro: «Para mí nunca fue otra cosa que una drogada.», dice sobre Carmen en la página 44.

Esta edición de Debolsillo viene acompaña de dos novelas cortas: Asesino bajo la lluvia (1935) y El telón (1936), que Chandler publicó en revistas pulp unos años antes de escribir El sueño eterno, su primera novela. Hay algo muy curioso aquí: la trama de El sueño eterno está construida fundiendo las de estas dos novelitas. Algunos párrafos incluso llegan a copiarse desde las novelas cortas a El sueño eterno. En cada una de estas dos novelistas hay una mujer que pasará a ser cada una de las dos hermanas de El sueño eterno. Después de leer estas dos obras tempranas el lector entenderá mejor la construcción de El sueño eterno, ya que hacia la mitad de la novela parece que el caso que investiga Marlowe se ha acabado, pero él decide seguir la pista a un cabo suelto, aunque nadie le ha pedido que lo haga. «Lo más sensato por mi parte habría sido tomarme otro whisky y olvidarme de todo aquel lío.» (pág. 147) Esta continuación tiene que ver con averiguar qué ha ocurrido con el yerno desaparecido del general. En estas dos novelitas aparece ya un detective cínico; en la primera el detective no tiene nombre y en la segunda se llama Carmady, pero Chandler aún no ha acabado de dar con la gran fórmula literaria que será la voz de Marlowe. Asesino bajo la lluvia y El telón se leen como curiosidades, ya que, como he comentado, sus historias acaban siendo un borrador para El sueño eterno.

«Subí otra vez al despacho y me senté a pensar en Harry Jones y en su historia. Parecía demasiado fácil. Poseía la austera sencillez de la ficción en lugar de la retorcida complejidad de la realidad.», leemos en la página 190. Chandler estableció un enfrentamiento teórico entre la novela de detectives tradicional (el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, por ejemplo) y la nueva novela negra, representada principalmente por su admirado Dashiell Hammett. Según Chandler, en la versión inglesa del género el enigma y el ingenio no dejaban ver a las personas reales ni a la sociedad. «No soy Sherlock Holmes ni Philo Vance.», dirá Marlowe en la página 236.
Marlowe es un cínico honrado, un bebedor solitario (la exaltación del alcohol en esta novela es destacable) y también un hombre de acción. Marlowe es un personaje maravilloso y la última página de la novela es espectacular. He disfrutado mucho de esta lectura. Ya estoy con Adiós, muñeca, la segunda novela de la serie de Marlowe. La idea es leerlas todas seguidas (o casi seguidas).

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Bearn o La sala de las muñecas, por Llorenç Villalonga (vídeo reseña)

Me grabé hablando de la gran novela mallorquina Bearn o La sala de las muñecas de Llorenç Villalonga.
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