domingo, 16 de junio de 2024

Cartas II, Diario de sueños, de H. P. Lovecraft


Cartas II, Diario de sueños
, de H. P. Lovecraft

Editorial Aristas Martínez. 252 páginas. 1ª edición de 2024.

Traducción y edición de Javier Calvo

 

El año pasado, en 2023, leí Cartas I, Escribir contra los hombres, de H. P. Lovecraft (Providence, 1890-1937), que publicó la editorial Aristas Martínez. Al principio, la editorial anunció que iba a sacar dos libros con su selección de las cartas de Lovecraft, pero al final van a ser tres. En el mundo anglosajón existe una edición completa en 23 volúmenes de estas cartas, de las que se conservan unas 10.000, aunque se supone que Lovecraft escribió unas 75.000. Como decía el editor y traductor Javier Calvo, en el prólogo de Cartas I: el 99% de lo que escribió Lovecraft fueron cartas, ya que su obra artística es relativamente breve, con solo 52 relatos o novelas cortas.

En el prólogo de Cartas II, Javier Calvo nos dice que este nuevo volumen de cartas es un spin-off del volumen anterior, Escribir contra los hombres. Es decir, la idea original de edición era que este conjunto de sueños de Lovecraft, contados en cartas a sus amigos, fuese incluido en Cartas I. Al final, la editorial Aristas Martínez y Calvo decidieron que lo mejor sería publicar este Diario de sueños como volumen independiente.

De entrada debería decir que la edición del Diario de sueños es muy bonita. Como en Cartas I, en Cartas II también hay ilustraciones con portadas de revistas de los años 1920 o 1930, en las que Lovecraft publicaba sus relatos, y aquí, en Cartas II, hay también alguna ilustración que cita Lovecraft y que le había obsesionado, como un grabado de Gustave Doré para ilustrar El paraíso perdido de John Milton. Pero ahora, Cartas II, además está editado con dos colores, el negro habitual y otra tinta roja, lo que enriquece las ilustraciones.

 

En total, Lovecraft narró en cartas a sus amigos veintidós sueños. Calvo nos contará que a veces Lovecraft narraba el mismo sueño a diferentes interlocutores y, en estos casos, ha seleccionado la versión más larga y enriquecedora. También, si en las cartas contaba aspectos diferentes del mismo sueño, ha fusionado las versiones.

Calvo, después de traducir cada sueño, lo comentará y rastreará en la obra de Lovecraft para mostrarle al lector cómo alguno de los sueños que ha leído se han incorporado a la obra del autor. En la página 17 leemos: «Lovecraft duda mucho a la hora de dar validez a sus sueños como material narrativo. Sigue usándolos como motor inicial de sus argumentos, pero solo los integra en forma de detalles o imágenes aisladas dentro de una trama provista de muchos estratos.»

Calvo comenta que los sueños que describe Lovecraft se parecen a la forma de escribir sus relatos: el narrador de sus los cuentos suele ser un testigo impotente.

Algo que me ha llamado la atención del prólogo de Calvo es un trapo sucio que le saca a August Derleth, uno de los amigos escritores de Lovecraft, del que cuenta que escribió dieciséis relatos a los que puso la etiqueta de «colaboraciones póstumas» con Lovecraft. En ellos, lo que hizo Derleth fue saquear el Cuaderno de ideas de Lovecraft, tomando de ahí argumentos y escribiendo los cuentos imitando el estilo de Lovecraft. Otro de sus amigos Frank Belknap Long tomó la narración de un sueño de Lovecraft de una carta que le había enviado y la metió en uno de sus relatos, no sé si con su consentimiento o sin él.

 

Cada sueño tiene un título, y Calvo juega con la idea de que este Diario de sueños podría ser leído como un nuevo libro de relatos de Lovecraft, porque están contados con sentido narrativo.

Es llamativo el primero sueño que se describe aquí, el titulado Descarnados de la noche. Lovecraft rememora unas pesadillas que tenía de niño, entre los tres y los ocho años, unas monstruosas criaturas le agarraban del vientre y le llevaban por el aire. Desde ahí, el podía ver la cúspide de montañas. En algún momento, le dejaban caer y él se despertaba antes de chocar contra el suelo. Luego trataba de hacer esfuerzos por no dormirse de nuevo y recibir otra vez la visita de los «descarnados de la noche». El propio Lovecraft, en sus cartas, trata de dar una explicación a sus sueños; en este caso, piensa que se debían a problemas digestivos que sufría y a la impresión que le causaron los grabados de Doré para el libro El paraíso perdido de Milton (una de estos grabados está reproducido en el libro). Calvo nos va a comentar que estos «descarnados de la noche» van a aparecer, con este nombre, en la novela corta La búsqueda en sueños de la ignota Kadath y también en un soneto de Hongos de Yuggoth.

 

En otro sueño narra cómo sobrevuela sobre una extraña ciudad deshabitada, algo que me ha recordado a esas ciudades que evoca en relatos como Las montañas de la locura.

 

El tercer sueño es bastante narrativo y se parece bastante a un cuento. Incluso Lovecraft introduce diálogos entre los personajes. Se titula Loveman está muerto y en él se cuenta como este amigo suyo, que era escritor, desciende por el hueco abierto en una tumba de un cementerio, acompañado por Lovecraft, que se queda arriba, ayudándole y comunicándose con él a través de una especie de teléfono. En el momento de más horror del cuento, Lovecraft se desmayará, como ocurre con muchos de los narradores de sus cuentos.

 

En el cuarto sueño, Los brazos del doctor Chester tengo la sensación de que Lovecraft lo está recreando en forma de relato, porque los detalles sobre lo contado me parecen excesivos para provenir de un sueño. Calvo va a opinar lo mismo. Sueña que es un médico y visita a un colega con una extraña enfermedad.

 

En la página 75, Lovecraft escribe: «Mis sueños son igual de nítidos que en mi juventud, aunque no más.»

En un cuento vende un bajorrelieve extraño a un museo. Esta idea del bajorrelieve aparece en el cuento La llamada de Cthulhu.

 

El sueño más largo es el titulado El sueño romano. Parece un cuento y en él Lovecraft se ha transformado en un romano que ha de luchar en una campaña contra los salvajes de una ciudad llamada Pompelo, que sería la actual Pamplona. En el relato se insinúa la presencia de elementos fantásticos. Este sueño sí que se planteó meterlo en un relato que no acabó de cuajar. He tenido la sensación, de nuevo, de que Lovecraft añade elementos al narrar el sueño para darle más forma. Aunque yo de niño sí que soñaba historias que se podían contar de un modo narrativo, me ha llamado la atención que él pueda seguir teniendo esos sueños y que los pueda recordar con esa claridad en la vigilia.

El sueño del romano me ha hecho pensar en esa fantasía de Philip K. Dick, según la cuál él no era un californiano de la década de 1970, sino un romano del año 70. Y aquí se unirían mis dos ídolos de la adolescencia.

 

 

En otro sueño viaja en tranvía y el conductor acaba teniendo una cara de tentáculo.

Es interesante la reflexión sobre que en los sueños Lovecraft suele verse como un niño y le retrotraen al mundo de la infancia.

 

El sueño La buhardilla del clérigo pasó a ser su relato El clérigo malvado. Lovecraft envió una versión del sueño a su amigo Austin Duyer y este lo copió y se lo mandó a la revista Weird Tales, donde se publicó en abril de 1939 con el título de El clérigo malvado. La carta original se ha perdido y el texto que se reimprime como «sueño» es el relato de la revista.

 

El último cuento que narrará Lovecraft se titula La aldea de los gatos negros y es de 1936; en él se habla de un pueblo de casa humanas, que parece habitado solo por gatos. Sirve de puente para la ultima sección del libro. Javier Calvo ha decidido finalizar y completar su edición de Diario de sueños con una sección titulada Las fabulosas aventuras de la Fraternidad Kappa Alpha Tau donde Lovecraft habla de los gatos que rondan su vecindario, durante sus últimos años, a sus amigos. En 1933, nos cuenta Calvo, Lovecraft y su tía Annie se vieron obligados a mudarse una vez más por razones económicas. La habitación de Lovecraft va a dar a un patio, donde ser reúnen los gatos del vecindario sobre un tejado que queda enfrente de su ventana. Lovecraft se entretendrá en poner nombres a todos y a familiarizarse con ellos, de tal modo, que acabarán entrando en su habitación y él jugará con ellos en vez de escribir. Escribe Calvo: «También un testimonio de que Lovecraft siempre fue un niño grande, atrapado en un aislamiento vital no del todo elegido y terriblemente necesitado de afecto.» Las cartas sobre los gatos que, como señala Calvo, debían de desconcertar a sus interlocutores (quienes a su vez le hablaban de sus mascotas gatunas), están llenas de humor y muestran a un Lovecraft sensible, que lo pasa mal cada vez que sus amigos gatos mueren, o las familias a las que pertenecen cambian de domicilio. Al leer estas páginas alegres me he acordado de la amargura de las últimas cartas de Lovecraft en Escribir contra los hombres cuando dejaba constancia de su fracaso artístico, que son de la misma época. Sabiendo esto, sus relatos sobre los gatos del vecindario resultan más entrañables y ha sido una bonita forma de acabar este libro.

 

Considero que Cartas I, Escribir contra los hombres es más interesante que Cartas II, Diario de sueños. En cualquier caso, este segundo volumen seguirá gustando a todos los seguidores, como yo mismo, del gran autor de Providence.

 



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