Ellos. Secuencias del desasosiego, de Kay Dick
Automática editorial. 134 páginas.
Primera edición de 1977, ésta es de 2023
Traducción y notas de Enrique Maldonado
Roldán
Recibo habitualmente en mi mail
noticias sobre las novedades que editan casi todas las editoriales de España, y
llevaba años fijándome en el trabajo de Automática
ediciones, aunque todavía no había leído ningún libro suyo. Me interesa,
por ejemplo, que sacan bastante narrativa rusa (y de los países del Este) del
siglo XX y XXI, de autores mucho menos conocidos que los del siglo XIX, pero
que me suenan muy llamativos. En mayo me llegó al mail la información de prensa
de Ellos.
Secuencias del desasosiego de Kay
Dick (Londres, 1915 – Brihton, 2001). Su dossier de prensa me resultó
atractivo. En él, se contaba que Ellos.
Secuencias del desasosiego se publicó por primera vez en 1977 y que había
estado descatalogada, durante décadas, hasta que en 2020 una agente literaria
la encontró en una librería de segunda mano, la leyó y creyó que sería una
buena idea reeditarla. El libro es una distopía, y además su publicidad venía
acompañada de unas palabras de Margaret
Atwood: «Espeluznantemente profética». Kay Dick trabajó en la librería Foyles
de Londres, y también fue la primera mujer en dirigir una editorial inglesa, P.S.
King & Son. Colaboró en muchas revistas y periódicos. Además, era lesbiana.
Parecía una figura interesante para ser rescatada. Tanto el libro como la
escritora me parecieron interesantes y le solicité a la editorial un ejemplar
de prensa para poder leerlo y reseñarlo.
La novela es corta y está dividida
en nueve capítulos. Está narrada en primera persona y el lector nunca va a saber
el nombre del protagonista, ni tampoco su género, pues durante todo el libro
existe una ambigüedad sobre si quien narra es un hombre o una mujer.
Ellos está
ambientada en las costas del sur de Inglaterra. Allí, una comunidad de artistas
trata de continuar elaborando sus obras (pinturas, música, literatura…)
mientras unas bandas de personas descontroladas recorren el país evitando que
se dé el hecho artístico. Por ejemplo, en la página 12 podremos saber que ahora
son los libros de Oxford los que están desapareciendo por obra de estos grupos.
El narrador (voy a considerar que se trata de «un narrador» para simplificar)
se dedica entonces a recordar los poemas de Keats, pues presiente que en el
futuro no va a tener ningún libro en el que consultar sus versos. El narrador
vive solo y, tras visitar a unos vecinos, al volver a casa descubre que le
falta su ejemplar de Middlemarch de
George Eliot. En la página 17 se nos informará de que «ellos» no entran en las
casas mientras sus inquilinos se encuentran dentro, y solo aplican medidas
agresivas cuando alguien se pasa del límite. Aún no sabremos dónde se encuentra
ese «límite», pero tiene que ver con el hecho de que Ellos están mandando
señales a las personas que se dedican a producir arte (y también a consumirlo)
y no frenan en su empeño. La narradora escribe, en algunos momentos cartas y en
otros lo que parece el manuscrito de una obra literaria. Pronto algún personaje
va a pasar este límite, y así «ellos» dejarán ciega a una pintora, por ejemplo,
o queman las manos de alguien que intenta salvar del fuego sus libros de
poesía, arrojados al fuego por «ellos». «Solo atacan a los individuos que
oponen resistencia.» (pág. 29). «Ellos» es un grupo de personas que se
encuentra entre un millón y los dos millones de personas, leemos en la página
30.
En algún momento de las primeras
páginas del libro he pensado que, en cierto modo, en la Inglaterra que se
dibuja en el libro podía estar ocurriendo una revolución proletaria, porque más
de uno de los artistas, que viven en las costas que se describen en el libro,
poseen casas suntuosas, tienen criados y parecen dedicarse a la vida ociosa,
pintando cuadros, tocando el piano escribiendo cartas… En más de un momento, el
mundo presentado por Kay me estaba pareciendo inverosímil: ¿de qué viven estos
artistas? En esta distopía, en la que se persigue tanto la creación de arte
como su disfrute, ¿se pueden vender los cuadros o las novelas que producen
estos artistas y estas personas viven, a pesar de todo, de su arte? En ningún
momento del libro el narrador o sus amigos parecen pasar por dificultades
económicas, pese a la aparente imposibilidad de dedicarse al que ha de ser su
oficio. En algún momento se habla de los «segadores» y se parece identificar
(nada es muy claro, en cualquier caso, en este libro) a «ellos» con estos segadores,
y por tanto la idea de «revolución proletaria» se me hacía más plausible.
En la novela siempre que los
protagonistas hablan de trabajar se refieren a sus creaciones artísticas: «A lo
largo de nueve días trabajamos cada cual a su manera, estimulándonos mutuamente
con energías renovadas. Fruto de la presión, nuestras obras avanzaban rápidas y
con más fuerza.» (pág. 46)
En la página 69 se habla de «cupones
de suministro», que los artistas perseguidos también están recibiendo. Aquí se
insinúa que de un mundo con bandas descontroladas que persiguen a los artistas
se ha pasado a una dictadura donde estos mismos artistas son tolerados y
subvencionados por el Estado.
«Representamos un peligro. El
inconformismo es una enfermedad. Somos posibles fuentes de contagio. Nos
ofrecen oportunidades de… –Rick chasqueó ligeramente la lengua–. De
integrarnos. El rechazo queda documentado como respuesta hostil.» (pág. 69)
En más de un caso, parece que las
reglas que rigen el mundo de la novela cambian de un capítulo a otro. Por esto,
en el dossier de prensa, que he leído ahora, de nuevo, con más atención que al
principio, se habla de «novela en relatos» o de «secuencia de historias asfixiantes».
Hay momentos en los que a las personas disidentes se los lleva a unos centros,
donde acaban sedados. «La única luz proviene de las pantallas de los
televisores, que están siempre encendidos.», cuando el dolor y los sentimientos
se evaporan las personas pueden salir de estos centros (a veces se los llaman «torres»)
y volver a su vida normal, pero vuelven convertidos en cáscaras vacías, en
zombis. Aquí se da a entender que la nueva sociedad no solo persigue ya a los
artistas, sino a cualquier individuo que siente dolor. De nuevo, no se sabe si
estas personas «reeducadas» tienen que trabajar de algún modo económico para
conseguir su sustento.
También, hacia el final, se comenta
que esta nueva sociedad puede tolerar el trabajo en equipo y no el individual.
De este modo, los artistas tendrán que asociarse para colaborar, siendo
perseguidos aquellos que realizan sus obras de forma individual. Esta idea me
ha parecido una crítica directa a la URSS y sus países satélites, con su
creación del hombre nuevo, lejos de peligrosos individualismos.
O también, de repente, el amor se ha
convertido en antisocial y es perseguido.
También, además de «ellos», hacia el
final del libro, se habla de los «excursionistas», personas que no participan
directamente en la persecución de disidentes, pero que parecen disfrutar del
momento en el que estos son apresados, y acaban generando su propia violencia.
Las influencias más claras sobre Ellos sería el 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
El estilo del libro es rápido y
abundan las frases muy cortas. Por ejemplo, voy a mostrar un párrafo de la
página 26: «Miramos el mar. El sol volvía a brillar. Suaves tonos rosáceos
ensombrecían las olas, ya en calma. Los espigones adquirieron una nueva
dimensión. El embarcadero inacabado tenía un aspecto espléndido, como un objeto
prehistórico de inmensa solidez. Era una panorámica imponente.» Estas
descripciones suenen hablar de la naturaleza y ser bellas. También la novela es
profusa en diálogos entre los numerosos personajes. La narradora nos presenta a
multitud de personajes, que entran y salen del foco narrativo, sin demasiada
continuidad. Son artistas que se visitan entre ellos, que viajan a Londres, que
vuelven a la costa, que se informan, unos a otros, sobre cómo está la
situación…
Creo que una novela que propone un
mundo que, en mayor o menor medida, se aleja del real, bien porque sea una
novela fantástica, de terror, una distopía… debe funcionar con unas reglas
claras y reconocibles para el lector, para que el mundo creado por el escritor
resulte verosímil y reconocible. Cuando esto no ocurre, el lector –como ha sido
mi caso– empieza a hacerse preguntas sobre el funcionamiento del mundo que está
leyendo y al encontrar fallos en su lógica interna se va a sentir expulsado de
la propuesta. Es cierto, también, que sí que he entrado en algunas de sus
páginas y la lectura me ha desasosegado, pero el conjunto me ha parecido falto
de una articulación novelística real, y quizás este libro no deba leerse como
una novela (porque como novela me resulta fallida), sino como ese conjunto de
relatos o secuencia de historias del que hablaba el dossier de prensa. Ellos. Secuencias del desasosiego tiene
el aire de una pesadilla, el regusto onírico de un mal sueño extraño y sin
sentido. Lo cierto es que me acerqué a esta novela con ganas y buena
predisposición, pero su lectura me ha decepcionado. Me sabe mal que esta haya
tenido que ser mi primera aproximación a Automática Ediciones, que, por cierto,
edita de una forma impecable. El libro como objeto es bellísimo y no he detectado
ni una sola errata. Volveré con Automática ediciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario