Hace tres años leí Los
días más felices, libro de relatos de Rodrigo Hasbún (Cochabamba, Bolivia, 1981), editado por Duomo, un libro que me gustó mucho.
Sabía que Hasbún tenía una novela publicada en Bolivia, que al final no salió
en España; y hace no mucho la editorial Demipage
publicó un recopilatorio de sus cuentos titulado Nueve. No lo compré
porque al hojearlo me di cuenta de que tres de los nueve cuentos de ese libro
ya los había leído en Los días más
felices.
Tenía intención de no pasarme por
la Feria del Libro de Madrid este año. El pasado verano me conciencié de que no
debo comprar tantos libros para acumularlos y que antes de permitir que
entraran nuevos en casa debía leerme los que tenía comprados sin leer. Pero hace
unos domingos estaba de buen humor y vi en internet que Rodrigo Hasbún estaba
firmando en la feria su nueva novela Los afectos y además estaba también Nere Basabe, de la que tenía su novela El
límite inferior sin firmar, y decidí pasarme (vivo a dos calles del
Retiro) para conocer al primero y saludar a la segunda.
Hasbún me pareció muy amable (ya
habíamos cambiado algunas palabras antes a través de las redes sociales) y me
resultó agradable poder conocerle en persona y hablar unos minutos con él. Como
siempre, me apenó también un poco que los escritores de verdad se pasen las
horas de firmar en las casetas (cuando se encuentran fuera de su ciudad)
observando a los paseantes de brazos cruzados y siendo confundidos con libreros,
mientras que son los cocineros, los presentadores y casi cualquiera que salga
por la televisión (en la era de internet la gente –y entre ellos, sin duda, los
llamados nativos digitales- sigue enganchadísima a la televisión) los que
suelen acaparar la atención del público. En fin, esto es así todos los años y
no va a cambiar, no le demos más importancia y nosotros vayamos a lo nuestro, a
nuestro vicio minoritario, la escritura literaria.
Al comienzo de su novela Hasbún
nos advierte de que ésta es una obra de ficción y que no quiere hacer “un
retrato fideligno de ningún miembro de la familia Ertl, ni de quienes aparecen
junto a ellos en la novela.” Supongo que la familia Ertl es conocida en
Bolivia, pero desde luego Los afectos
se lee como pura ficción literaria.
La novela nos lleva a La Paz en
1955, una familia alemana (no se cita en el texto el apellido Ertl) ha emigrado
desde Munich a Bolivia hace un año y medio. La narradora del primer capítulo es
la hija mediana (sabremos después que se llama Heidi), que desea acompañar a su
padre y a la hermana mayor, Monika, a una expedición a la selva, donde el padre
quiere buscar las ruinas de una ciudad perdida y mítica. Heidi tiene diecisiete
años y aún no ha acabado su formación en el colegio. A pesar de esto consigue
convencer a su padre para que pueda acompañarle. Este primer capítulo es muy
atractivo, con la expedición atravesando montañas y adentrándose en la selva.
En estas páginas nos acercamos al descubrimiento, deslumbrante para esta
familia, de un Nuevo Mundo.
El segundo capítulo nos traslada
a la voz narrativa de Trixi, la tercera hermana, que se ha quedado en La Paz
con la madre, mientras que el resto de la familia está de expedición. “Papá y
mis hermanas estaban hacía meses en algún lugar de la selva y esa Navidad la
pasamos a solas con mamá. Fue la mejor de mi vida.”, así empieza este capítulo
en la página 31.
El tercer narrador será el
hermano del hombre con que el que acabará casándose Monika, unos años más
tarde.
Como se puede deducir del párrafo
que he reproducido de la voz narrativa de Trixi, el tiempo de la novela es una
evocación; una reconstrucción desde algún lugar del presente (quizás el siglo
XXI ya) de los años que van de 1955 hasta 1970 para esta familia de emigrantes
alemanes en Bolivia. Y en este sentido me ha parecido percibir en la
construcción la influencia narrativa de Roberto
Bolaño. Como en Los detectives salvajes se plantea aquí una búsqueda: la de las
claves psicológicas de unos personajes que acabaron (al menos alguno de ellos)
involucrándose en la convulsa historia política del país.
Acabo de buscar en la wikipedia a
Monika Ertl (ver AQUÍ) y ahora me percato de que es un personaje histórico
(como era fácil sospechar). Se la conoce como la “vengadora del Che Guevara”, y
en esencia, Hasbún reconstruye, mediante la ficción, algunos hechos claves de
su vida. Con lógica narrativa bolañesca (se busca desentrañar un misterio, el
de la vida de Monika, desde distintos prismas) ella es la única de las hermanas
que no toma la palabra como voz narrativa.
Ya he comentado antes que confluyen
en Los afectos tres voces narrativas
claras: la de Heidi, la de Trixi (las hermanas) y la del hermano del primer
marido boliviano-alemán de Monika. Pero también, cuando se narran hechos más
comprometidos (las batallas de los guerrilleros donde vuelven a aparecer personajes
históricos, como los de los combatientes Inti y Coco –aunque la wikipedia
hablan de Inti y Chato-) se recurre a la tercera persona o a una segunda que
sigue muy de cerca los pasos de Monika.
Desde el comienzo sabemos que
algo ominoso se cierne sobre el futuro de Monika, la más rebelde de las
hermanas.
El padre trabajó como cámara de cine
en Alemania para Leni Riefenstahl, la creadora de las películas
propagandísticas de los nazis. Y si antes he hablado de la influencia de
Bolaño sobre Los afectos puedo seguir:
en las insinuaciones sobre el colaboracionismo del padre con los nazis también
podemos encontrar ecos del libro de Bolaño La literatura nazi en América. De
hecho, una escena en la que el padre filma una escena escalofriante en la selva
que él mismo ha incendiado parece sacada de este libro. Hay más: en la página
130 habla la voz de Trixi recordando los movimientos revolucionarios de finales
de la década de 1960, cuando los jóvenes de La Paz se internaban en la selva, y
escribe: “Decenas de muchachitos armados yendo hacia su muerte. Decenas de
muchachitos que serían masacrados por el ejército.” Palabras que me han
recordado a las de algunos versos del poema de Bolaño Autorretrato a los veinte años:
“miles de muchachos como yo, lampiños / o barbudos, pero latinoamericanos
todos, / juntando sus mejillas con la muerte.”
Tampoco quiero dar a entender con
los comentarios anteriores que Los
afectos me parezca una novela en exceso deudora de Roberto Bolaño, o que su
influencia aquí suponga algún problema. Rodrigo Hasbún es un escritor maduro,
pese a su juventud (como dejaron claro los cuentos de Los días más felices) y ha escrito una novela atractiva y potente,
que también me recuerda por su concisión, su violencia y su poesía soterradas,
a las narraciones del guatemalteco Rodrigo
Rey Rosa.
De lo que voy a apuntar a
continuación ya ha hablado en alguna ocasión el escritor español Alberto Olmos: la nueva generación de
escritores hispanoamericanos (estoy pensando, además de en Hasbún, también en Alejandro Zambra, por ejemplo, o en Samanta Schweblin) se están
especializando en escribir novelas que apenas superan las cien páginas. Lo
cierto es que a mí me hubiera gustado que Rodrigo Hasbún hubiera escrito una
novela más larga, indagando más en los días de la familia Ertl (nombre que
nunca se cita en la novela) porque lo que he leído me ha gustado bastante y me
he quedado con ganas de más.
Gracias por hablar de este autor, que no conocía. Y también quería decir que adoro las novelas que no superen las cien páginas.
ResponderEliminarHola Emma:
EliminarSi te gustan las novelas cortas imagino que esta te va a gustar.
Saludos
Acabo de terminarla, es una novela que creo es mejor leer de un solo tirón. Me gustó mucho la parte de la madre y la hija que se quedan a solas y la madre incita a la hija a fumar, muy bien construída.
ResponderEliminarA los nombres que apuntas yo añadiría Julián Herbert y a Villalobos. Ambos me parecen que tienen estilos narrativos muy coincidentes. La frase corta y rotunda, acerada, los contínuos puntos y aparte que marcan un ritmo muy peculiar en la narración, me parecen elementos muy coincidentes.
Hola Detective:
EliminarNo he leído a Herbert ni a Villalobos, pero es cierto eso que apuntas de la frase corta y rotunda.
Esta novela está bien, aunque quizás añoro esa época del Vargas Llosa juvenil y sus novelas de 500 páginas.
Saludos