He hablado con Nere Basabe (Bilbao, 1978) en algunos
encuentros literarios, que han tenido lugar en Madrid a partir de 2015. Ya
sabía desde enero –más o menos- que iba a publicar una novela en Salto de Página, y meses más tarde me
comentó que me había incluido en la “lista de prensa” (o cuál sea su nombre
cuando se trata de blogs) de las personas a las que quería que llegase su libro
desde la editorial. Así que unas semanas más tarde le escribí a su editor, Pablo Mazo, para recordárselo, y él
–igual que en alguna otra ocasión- me envió el libro a casa.
También estuve en la presentación
de la novela, que se llevó a cabo hace unas semanas en La Central de Callao, de
la mano de Elvira Navarro.
El escritor Miguel Ángel Navarro presentó la novela en Murcia, unas semanas
después escribió un artículo sobre El límite inferior (segunda novela
de Nere Basabe, la primera se titulaba Clara Venus y la publicó en 2008 la editorial Tropo) para el periódico La opinión de Murcia (ver AQUÍ), y
vinculaba la novela con la literatura de la crisis, pero concretaba de este
modo: “Basabe sitúa su narración unos años atrás —quizá menos de una década—,
en un periodo y un contexto en el que comienza a producirse el inicio del
desencanto. No son los años de la bonanza económica o el pelotazo absoluto, ni
los del derrumbe total, sino los del quiasmo, el instante intermedio entre el
sueño y el despertar.”
Si hablamos de contexto temporal,
podemos encontrar en las primeras páginas del libro apuntes como el siguiente:
“¿Sabe la última del gobierno? Estos socialistas nos van a llevar a la ruina…”
(pág. 21), le dice un taxista a una de las protagonistas.
La acción de la novela se sitúa
en un lugar muy concreto: el pueblo levantino de La Solana, de nombre inventado
pero que puede erigirse en símbolo de cualquiera de los pueblos del litoral
español que durante tanto años de burbuja económica sufrieron la
sobreconstrucción territorial, un pueblo levantado sobre una península y que se
comunica con tierra firme a través de un istmo.
El tiempo de la novela también es
muy concreto: cuatro días, que van desde un viernes hasta un lunes. Un fin de
semana en el que La Solana, pueblo turístico de sol y playa fuera de temporada,
va a sufrir un fuerte temporal que llegará a dejar a esta comunidad sin agua o
luz, e incluso incomunicada por carretera del resto de los pueblos de la costa.
Los personajes principales de El límite inferior son cuatro:
Víctor, geólogo, casado con la
bella italiana Valeria, a los que conocemos cuando están llegando –en su coche
de alta gama- un viernes a La Solana con la intención de realizar (Víctor) un
trabajo para un promotor de viviendas apodado “el Guapo”.
Breogán vive en La Solana y se
dedica a vender figuras de barro, que él mismo elabora, en una tienda de
recuerdos del Pueblo Viejo. Vive acompañado de su perra Odisea.
El cuarto personaje es Brigitte,
una francesa solitaria, que trabaja en La Solana como guía turística de
jubilados de su país.
El límite inferior está contado en tercera persona. Sobre este
particular le preguntó Elvira Navarro a Nere en su presentación. Elvira comentó
que la teoría literaria actual parecía desconfiar de los narradores
omniscientes y se decantaba más por el discurso interior. A esto Nere
simplemente contestó que ella se sentía cómoda escribiendo en tercera persona,
y a mí esta respuesta me pareció más que adecuada.
El narrador de El límite interior normalmente se
encuentra muy cerca –siguiendo la técnica del estilo indirecto libre- de la voz
narrativa o del flujo de conciencia de los personajes. Por ejemplo, del
siguiente modo nos acercamos a Víctor: “Valeria no está, y no sabe dónde se ha
metido. Qué más da, no habrá ido muy lejos: en cualquier momento comenzará a
llover otra vez y el pueblo parece muerto.” (pág. 47). O leemos esto sobre el
pasado de Breogán: “Vaya por dios: al final se ha tropezado y se ha dado de
morros con la fuente del jardín; tenía que pasar” (pág. 42).
Pero, en más de una ocasión, el
narrador de esta novela busca nuestra complicidad como lectores, con frases que
nos involucran. He apuntado los siguientes ejemplos: “Persigue el placer, como todos
nosotros, disfruta rodeándose de calidad y belleza” (pág. 113); “Ya lo hemos
dicho, La Solana es apenas un cabo, una minúscula península” (pág. 150); “Como
cualquiera de nosotros, se siente sola y echa en falta el afecto” (pág. 154).
Víctor y Valeria son un
matrimonio a punto de desmoronarse; de hecho, para el lector, teniendo en
cuenta las opiniones que tienen el uno del otro, le resulta casi inverosímil
creer que pueden seguir juntos.
Breogán y Brigitte podrían llegar
a ser una pareja, más de una vez se han encontrado chateando en internet,
ligando, pero en la realidad, aunque se cruzan por las calles del pueblo, no se
conocen el uno al otro.
Nere Basabe nos presenta en esta
novela a cuatro personajes solitarios, cruzándose –encontrándose y
desencontrándose- por las calles de La Solana durante un fin de semana de gota
fría, unos días bastante oscuros y desolados en los que el lugar (o el paisaje
o la climatología) se acaba convirtiendo en el quinto personaje de la historia,
un personaje que crea una atmósfera un tanto tenebrosa. Un escenario que me ha
recordado a algunas narraciones de Roberto
Bolaño, más por la ambientación que por el estilo literario, porque para mí
los lugares de vacaciones de sol y playa fuera de temporada me parecen ya unos
de los espacios identificativos de las narraciones de Bolaño.
Los personajes se desplazan por
las calles de La Solana, pero al final acabaremos conociendo los compartimentos
más oscuros de sus mentes, porque lo que nos propone Nere Basabe en esta
novela, pese a que se está hablando de una corrupción urbanística embrionaria
(sobres de dinero que se aceptan por falsificar mediciones técnicas sobre
cimentación y urbanismo), es una historia de personajes. Acabaremos conociendo
los traumas más profundos de cada uno: los miedos y los temores de los que han
huido (un padre brutal, un hijo abandonado, un pueblo perdido…), y tal vez se
vayan a enfrentar a algún momento
epifánico durante los escasos días que delimitan temporalmente la historia.
La primera mitad de la novela
acaba con un niño que desaparece en el pueblo y esto hará que la narración
cambie de ritmo al dar pie a un misterio e iniciarse una investigación policial
que involucrará a nuestros cuatro personajes.
El lenguaje que emplea Nere
Basebe en esta novela, además de ceder la voz narrativa a los personajes y ser,
por tanto, cercano al habla oral en alguna ocasión, en muchas otras se eleva
hasta la cuidada metáfora, con algunos hallazgos muy poéticos. Así se nos
presente por primera vez a Valeria: “Una mujer que se parece a un vestido de
fiesta arrugado sobre una silla” (pág. 12)
En algunos casos me ha parecido
que el análisis de personajes que hace Nere Basabe tiende a un psicologismo
demasiado conductista (porque a Breogán le ocurrió esto de niño ahora se
comporta de esta manera…), que deja poco espacio para la composición de
personajes que podría hacerse el lector si éstos se moviesen ante nosotros un
poco más libres de sus mochilas emocionales.
Cuando Miguel Ángel Hernández
comentaba este libro citaba a Rafael
Chirbes, considerando que El límite
inferior podría emparentarse con obras como Crematorio y En la
orilla. Yo he anotado que en más de una ocasión Nere utiliza la
expresión “en la orilla”; algo que podría ser buscado, pero que en una novela
situada en la costa no deja de ser una expresión totalmente adecuada.
El límite inferior es una entretenida novela de personajes perdidos
(además de lastrados por su pasado) y en busca de sí mismos, que se encuentran
y desencuentran, durante unos días muy concretos, en un lugar de veraneo fuera
de temporada, metáfora perfecta de la deriva de sus vidas descolocas.
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