Como si existiera el perdón y Quebrada, de Mariana Travacio
Editorial Las afueras. 143 y 166
páginas. 1ª ediciones de 2016 y 202, éstas son de 2022
De la nueva editorial Las afueras –ubicada en Barcelona–, y
que principalmente publican literatura latinoamericana, había leído hasta ahora
dos libros, Cielos de Córdoba de Federico
Falco y Tengo miedo torero de Pedro
Lemebel, libros que me gustaron y que me parecieron muy bien editados. Como
les sigo en redes sociales, estaba viendo que la novela Como si existiera el perdón
(2016) de Mariana Travacio (Rosario,
Argentina, 1967) se estaba empezando a convertir en el libro más leído y
celebrado de la editorial. Barajé la idea de solicitárselo para leerlo y hacer
una reseña, pero, como me suele ocurrir habitualmente, en la lucha entre leer
novedades o clásicos, estaba ganando esta vez la segunda opción. Sin embargo,
cuando publicaron una segunda novela de Travacio, titulada Quebrada (2022), al tener
mi dirección de los envíos anteriores, los editores me metieron en los envíos
de prensa sin hablarlo antes. Lo cierto es que esto es algo que no me gusta que
ocurra, porque me crea sentimiento de culpabilidad no acercarme a estos libros.
Suelo tener hablado con las editoriales, con las que estoy en contacto, que no
me envíen libros sin que yo se lo solicite, y este tema aún no lo había tratado
con los entusiastas editores de Las afueras. Cambiamos unos mensajes y quedamos
en que me enviaran también Como si
existiera el perdón, porque había leído que estas dos novelas estaban
relacionadas y sabía que si no leía primero esa, no iba a leer Quebrada. Ellos accedieron, y me
encontré con las dos novelas en mis estanterías de libros por leer.
Acercarme a ellas una detrás de la
otra ha sido, al final, una buena decisión, porque le hablan al lector del
mismo mundo referencial.
El narrador de Como si existiera el perdón es Manoel, que perdió a sus padres
siendo muy niño, y casi lo único que sabe de ellos es que se fueron a trabajar
a un campo lejano, para darle a él una vida mejor, pero que de allí no
volvieron a su pueblo porque habían muerto. Cuando también muere su abuela, el
Tano –que regenta un bar en el pueblo– le ofrecerá su casa a Manoel y oficiará
de padre para él. Precisamente a este local del Tano será donde aparezca –en la
primera página de la narración– uno de los hermanos Loprete, preguntando por
una mujer llamada Pepa. El Tano quiere ayudar a Loprete, pero éste, después de
cinco ginebras, desenvainará un cuchillo y se lanzará sobre sus interlocutores,
que, para defenderse, le acabarán dando muerte. A partir de este hecho fortuito
(narrado en las primeras dos páginas del libro) se desata una historia de
rencores y venganzas, que hará que, en primera instancia, el Tano y Manoel
tengan que abandonar el pueblo donde viven y refugiarse en otro pueblo del que
el Tano es originario, y donde vive su hermana Luisa.
La escena inicial en la pulpería me ha recordado a esas historias iniciales en
la obra de Jorge Luis Borges, cuando
hablaba de los malevos y los cuchilleros, como en el cuento El
sur.
Éste es el primer párrafo de la
novela: «Allá, donde vivíamos, venía el viento norte. Era un viento de calor
que nos cercaba despacio hasta instalarse como un perro hambriento. Cuando nos
tenía rodeados, dormíamos unas siestas interminables. Nos despertábamos cuando
el sol se iba y el cielo quedaba con un resplandor que seguía levantando el
olor de la tierra seca.» Desde el comienzo Travacio nos traslada a un mundo en
el que el paisaje es un personaje más, un paisaje de desierto, austero, donde
es difícil que la tierra dé algo de fruto. En contraste, la tierra de los
hermanos Loprete es una tierra de lluvias y charcos de agua, muy fértil.
La importancia del paisaje es
fundamental también en Quebrada, donde un matrimonio mayor,
formado por Lina Ramos y Relicario Cruz, vive en una zona montañosa que tampoco
da frutos. Su hijo, el Talas, se fue hace catorce años, cuando tenía trece, a
trabajar con el hermano de Lina a la selva. Desde entonces no saben nada de
ellos. Lina ha decidido descender por la quebrada, hasta que encuentre un río,
que la conducirá al mar. Relicario no quiere ir con ella, porque no quiere
abandonar a sus muertos en el pueblo que le vio nacer.
Tanto por el tema del terreno
pedregoso, desértico; la relación tan intensa que los personajes mantienen con
los muertos, con la sensación de que pueden resucitar o aparecérseles, así como
por el lenguaje austero, pero poético, estas dos novelas de Mariana Travacio me
parecen influidas por la obra de Juan
Rulfo, tanto por la novela Pedro Páramo, como por el conjunto
de cuentos El llano en llamas.
Quebrada tiene dos
partes, la primera consta de dos narradores, Lina y Relicario, y los capítulos
en los que habla cada uno suelen alternarse, pero no exactamente, habiendo al
final más capítulos en los que habla Lina. La segunda parte podría ser otra
nueva novelita, y cuyo narrador esta vez es Rulfino, otro chico joven, que
también es huérfano, como el narrador de Como
si existiera el perdón.
Relicario, como buen personaje
rulfiano, conversa con los muertos, en este caso su madre y su padre, cuyos
huesos desentierra del cementerio para llevárselos con él, cuando decide seguir
a Lina, con un borrico y un carro.
El paisaje de estas novelas de
Travacio (y sobre todo Quebrada) me
ha hecho pensar en el cuento Luvina de Juan Rulfo, que comienza
así: «De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más
pedregoso. Está plagado de esa piedra gris con la que hacen la cal, pero en
Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho.»
En la página 82 de Quebrada leemos: «Y acá los grillos
aturden, pero los perros no ladran.», que me ha parecido un guiño directo al
cuento No oyes ladrar los perros de Rulfo.
El rancho de los Loprete, centro
desde donde, en gran medida, va a pivotar la historia contada en estas dos
novelas, está dominada por don Luis Loprete, que actúa como cacique local, como
rico hacendado que piensa que todas las mujeres de los alrededores pueden ser
suyas. En este sentido, volvemos a encontrar nuevas referencias al mundo de
Pedro Páramo y al mundo de las novelas de dictadores latinoamericanas.
Me decía una persona, en las redes
sociales, al comentar que estaba leyendo a Mariana Travacio, que los momentos
de lluvia interminable en el llano, en la tierra de los Loprete, y la idea de
que la mitad de la decena de hermanos Loprete están aquejados de locura y los
otros hermanos los mantienen atados, le recordaba también al mundo de los
Buendía y al Macondo de Gabriel García
Márquez. Me parece una observación interesante y aquí quería recogerla.
La estructura narrativa de Como si existiera el perdón es muy
precisa, muy de guion cinematográfico de una película western. En este sentido,
Como si existiera el perdón me ha
recordado a las propuestas de westerns modernos del norteamericano Cormac McCarthy, en novelas como Meridiano
de sangre o Todos los hermosos caballos. Sin embargo, la novela inicial de
Travacio se me acabó haciendo un poco corto, y pese a que era una novela bien
construida, eché de menos, al acabarla, que la autora no hubiera decidido
profundizar más en su historia y hacerla más larga, de tal manera que su
narración envolviera más al lector. Imagino que estas narraciones tienen que
tener ecos también de El gaucho Martín Fierro de José Hernández, pero esta es una de mis
lagunas en literatura argentina y no lo puedo afirmar, solo intuir. En ningún
momento, Travacio usa la palabra «gaucho», pero sí habla, por ejemplo, de «las
boleadoras», que usaban normalmente los gauchos para cazar animales o reses.
Como diría Borges, en el Corán no hablaban de camellos; pero se presuponía que
estaban allí. Tampoco se habla nunca de Argentina, aunque el lector supone que
es en su interior donde la autora ha situado la acción de sus historias.
Cuando empecé a leer Quebrada no estaba seguro de hasta qué
punto ambas novelas estaban relacionadas. Como ya he apuntado, Quebrada empieza con la descomposición
del matrimonio formado por Lina y Relicario, que viven en una montaña austera y
condenada, donde casi todo el mundo se ha ido a territorios más fértiles. Al
principio se narra un viaje, el que inicia Lina montaña abajo y luego el vieje
de Relicario, que la sigue montaña abajo, unas semanas después. No sabía que
Lina iba a llegar hasta el rancho de los Loprete y que, por tanto, lo contado
en una novela y en la otra se iba a relacionar de forma más estrecha que como
estaba suponiendo.
Travacio narra un mundo de hombres
violentos, rencorosos, vengativos…, un mundo de masculinidad tóxica. En este
sentido, su propuesta me ha recordado a la novela Ladrilleros de Selva Almada, que también hablaba de la
violencia entre hombres en un pueblo del interior de Argentina.
Una de las preguntas que he estado
haciendo continuamente al leer estos libros era ¿en qué época están
ambientados? No aparece ninguna televisión o automóvil. Diría que las historias
se ubican a finales del siglo XIX.
En resumen, Como si existiera el perdón y Quebrada
me han parecido novelas violentas, poéticas, de prosa concentrada, con aires de
Juan Rulfo y Cormac McCarthy, novelas buenas y bien hechas; y creo que ganan al
leerlas en conjunto.
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