Pecados originales, de Rafael Chirbes
Editorial Anagrama. 249 páginas. 1ª edición de 1992 y 1994, ésta es de
2013.
En el año 2001 o 2002 yo había
viajado a Alemania y en una librería del centro de Colonia, la librería más
grande de la ciudad, me sorprendió ver que todo el escaparate –de arriba a
abajo– estaba ocupado con ejemplares de la última novela traducida al alemán de
Rafael Chirbes (Tabernes de
Valldigna, Valencia, 1949 – 2015), algo que allí era un acontecimiento
cultural. En alguna ocasión le había leído a Jorge Herralde, el editor de Anagrama, que el verdadero público de
autores como Javier Marías, y sobre
todo de Rafael Chirbes estaba en
Alemania y Francia. Allí han considerado a Chirbes el autor que mejor ha sabido
reflejar el periodo de la Transición española. No recuerdo qué novela era
aquella del escaparate de la librería de Colonia (téngase en cuenta que el
título estaba en alemán). Tal vez, mirando las fechas fuese La
caída de Madrid, que se publicó en el 2000.
Diría que la suerte editorial de
Chirbes en España cambió con la publicación de Crematorio en 2007, que
fue una novela que realmente sí se leyó aquí, que ganó además el premio de la
crítica de narrativa en castellano y de la que incluso se llegó a grabar una
serie para la televisión.
En su momento pensé leer Crematorio
y En
la orilla, su siguiente novela, pero fueron títulos que se me fueron
pasando, por ese azar, muchas veces absurdo y remoto, de las elecciones
lectoras.
Hasta ahora de Chirbes yo había
leído Mimoun, que fue su primera novela publicada, con la que quedó
finalista del premio Herralde en
1988. De este libro tengo su primera edición, dedicada por el autor, del que
escuché una charla en la que estaba con Jorge
Herralde y Andrés Barba en
Madrid. Me gustó bastante Mimoun, y
por esto mismo es raro, incluso para mí, que no hubiera leído hasta ahora más
libros de Chirbes.
En julio de 2020 yo estaba de
vacaciones en el norte de Mallorca, un día fui de visita a Palma y en la librería Babel me apeteció hacer una
compra a favor del sostenimiento de las librerías locales. Así que me compré
esta edición roja de Anagrama en la que junta dos de las novelas primeras de
Chirbes: La buena letra (1992) y Los disparos del cazador (1994),
bajo el título de Pecados originales. Hasta ahora no había leído ningún libro de
esta nueva colección de rescates de Anagrama, llamada Otra vuelta de tuerca,
pero me parece una gran idea la de volver a dar vida a títulos emblemáticos de
la editorial y además agrupando en un volumen varios títulos de un autor.
Acabé de leer en Playas de Muro Yo el
Supremo de Augusto Roa Bastos,
que me resultó un libro un tanto denso y menos entretenido de lo que me
esperaba, y necesitaba algo de composición menos compleja, sin ser simple, y
más emocionante, sin descuidar el rigor de la forma. Esta vez acerté de lleno
con Pecados originales.
Chirbes escribió un prólogo para
esta edición de 2013 que, en sus escasas cuatro páginas, resulta de una lucidez
desarmante. Sobre la Transición: «El pacto que se les propuso a los españoles,
bajo el razonable argumento de cambiar pasado por futuro, fue un cambio de
ideología por bienestar; es decir, un trueque de verdad por dinero. Y el país
lo aceptó.» (pág. 8)
La protagonista de La
buena letra es Ana, que en el presente narrativo de la novela
(posiblemente hacia finales de la década de 1980) es ya una anciana que vive
sola en una casa antigua, repleta de recuerdos. Ana le habla a un hijo que el
lector no sabe si está presente en la escena o si simplemente se dirige a él de
un modo figurativo; posiblemente sea lo segundo. Ana es de Bovra, un pueblo de
Valencia, que –tras una búsqueda en internet– compruebo que es un inventado; al
igual que Misent, otro pueblo valenciano (estoy suponiendo que es valenciano)
que aparece en esta novela (de ahí es la familia del marido de Ana) y en Los disparos del cazador, cuyo
protagonista será de allí.
Ana le hablará a su hijo de los
duros años de la guerra, cuando su marido estuvo en el frente como soldado
republicano, y sobre todo de los años de la posguerra, y de las visitas que
ella o su marido Tomás va a hacer a la prisión en la que Antonio (el hermano de
Tomás) ha sido encarcelado. Tomás, como «rojo», pasará por dificultades para
ganarse la vida en su pueblo. «Si alguien venía a buscarlo, era siempre por un
sueldo muy por debajo del que se pagaba a otros; cuando no conseguía trabajo,
se pasaba el día dando vueltas por la casa y, si yo intentaba decirle cualquier
cosa, me respondía de mal humor.» (pág. 46). Así se describe el ambiente del
pueblo durante la postguerra: «El cine era barato, más que encender el brasero,
pero nosotros no podíamos ir porque al final de la película sonaba el Cara al sol y a padre le repugnaba tener
que ponerse en pie con el brazo en alto. Además, siempre se arriesgaba uno a
sufrir alguna provocación. A Paco, el vecino que se escondió en nuestra casa al
volver de la guerra, su propio suegro le insultó en el cine y luego lo sacaron
a empujones entre cuatro o cinco. Su suegro había dicho a voces: “Ningún hijo
de puta rojo tiene que manchar el Cara al
sol con sus babas.”» (pág. 49)
Cuando Antonio salga de la cárcel se
va a ir a vivir con ellos a Bovra. «Permanecía encerrado en su cuarto casi todo
el tiempo, como si no consiguiera acostumbrarse a los espacio abiertos.» (pág.
65). Sin embargo, Antonio montará una pequeña empresa de tallas de madera y
conseguirá salir adelante. No quiero contar más de la trama, pero digamos que
el conflicto se va a producir cuando, para prosperar, Antonio acabe juntándose
con los franquistas y, como superviviente, decida olvidar el pasado, algo que
su hermano Tomás no puede hacer. «Tu padre se entregó a la derrota demasiado
pronto.» (pág. 87)
Lo más terrible para Ana será ver
que en la década de 1980 más que el análisis del pasado lo importante será para
sus descendientes la supuesta prosperidad de los pelotazos inmobiliarios.
Chirbes le advierte al lector en el
prólogo que en esta versión definitiva ha eliminado el capítulo final del
libro, que debían ser unas dos páginas, porque esas páginas finales edulcoraban
la novela y era algo con lo que Chirbes ya no estaba de acuerdo. La buena letra, escrita con frases
breves y certeras, es una novela
corta bellísima y desolada.
Los disparos
del cazador tiene muchos puntos en común con La buena letra y, por tanto, parece una buena idea la de Anagrama
de haberlos reunido en este díptico titulado Pecados originales. El protagonista de Los disparos del cazador es Carlos, quien en el tiempo de la novela
escribe en un cuaderno unas reflexiones sobre su vida a raíz de haber
descubierto unas notas de uno de sus hijos, que parece echarle en cara su
connivencia con el franquismo. Carlos, en el tiempo narrativo del libro –de
nuevo a finales de los 80 o principios de los 90– vive en un chalet del
privilegiado barrio de la Fuente del Berro en Madrid, a solas con Ramón, que
trabaja de asistente para él.
Carlos es originario de Misent, el
mismo pueblo del que proceden Tomás y Antonio, los hermanos de La buena letra. Carlos emigrará a Madrid
joven y allí, gracias a un contacto que trae del pueblo, tras unos comienzos
duros, vendiendo cualquier cosa para acumular capital, se convertirá en un
exitoso constructor. Una situación económica que le permitirá ir distanciándose
de su pasado pobre, de su pasado de hijo de republicanos humillados, como
acabaremos sabiendo. Digamos que Los
disparos del cazador es como si Chirbes hubiera decidido reescribir La buena letra desde el punto de vista
de Antonio, el hermano republicano que decide olvidar el pasado y prosperar
dentro del nuevo orden franquista. Carlos le acabará echando en cara a su hijo
que, a pesar de juzgar el origen ilícito de su prosperidad, se ha beneficiado
profundamente de ella para pensar ahora que es mejor persona que su padre. Es
una reflexión muy interesante.
Frente a la personalidad sufrida de
Ana, está muy marcada la personalidad soberbia de Carlos. En ningún caso son
personajes estereotipados, o que existan solo para mostrar una idea o una
tesis. Por ejemplo, cómo se muestra el machismo de Carlos me parece un gran
logro.
Los disparos
del cazador está escrita con frases y capítulos más largos que La buena letra. Entre las dos creo que
prefiero la primera, pero lo cierto es que ambas son novelas cortas magníficas,
cargadas de ideas y matices, y se complementan perfectamente. He de leer más
libros de Rafael Chirbes.
2017 decidí que fuera en mi blog el año Chirbes. Leí y reseñé todas sus novelas en orden de publicación (la verdad es que el año se alargó y ocupó también 2018. Se salió del orden París-Austerlitz que había leído en 2016 cuando se publicó.
ResponderEliminarFue toda una experiencia que me hizo ver la obra en su conjunto como un resumen de la historia de España en la segunda mitad del siglo XX y los principios del XXI.
Creo que es uno de los autores más notables de los últimos tiempos en España.
Me ha gustado mucho recordarlo hay aquí.
Un beso.
Hola, Rosa:
EliminarMe parece una gran idea la de leer todos los libros de Chirbes. Como tú dices, es uno de los escritores más destacados en España de las últimas décadas.
Espero que no pase mucho tiempo hasta que vuelva a él.
Un beso.
Gracias, David. Siguiendo su consejo he comprado esta edición de Anagrama, más otras novelas de Chirbes, de quien no he leído nada, pero ya lo tenía en el radar por una recensión muy elogiosa que leí hace tiempo de El año que nevó en Valencia.
ResponderEliminarHola, yo quiero seguir con Chirbes en 2021. A ver si luego no se me olvida.
EliminarYa me cuentas qué tal.
Saludos