Saturno, de Eduardo Halfon
Editorial Jekyll & Jill. 68 páginas. Primera edición de 2003, esta
de 2018.
Durante el verano de 2018 me
apeteció conocer la obra de Eduardo
Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), un autor hispanoamericano al que tenía
apuntado en mis interminables listas mentales desde hacía tiempo. Me leí
seguidos, en la primera semana de julio, cinco libros suyos. Son libros cortos
e intensos y uno siempre los acaba con el deseo de leer más páginas de este
autor. El último de los cinco que leí entonces fue Biblioteca bizarra, que
había publicado hacía poco tiempo la editorial
Jekyll & Jill. Cuando Víctor
Gomollón vio en las redes sociales que yo estaba comentando mi lectura de Biblioteca bizarra (libro editado por
él), me ofreció el envío de Saturno, que yo acepté agradecido.
Saturno es uno de
los primeros libros publicados por Halfon. Vio la luz por primera vez en 2003 y
ahora, en una edición revisada, ha vuelto a estar disponible para el público.
Es una nouvelle de 68 páginas que se
puede leer de una sentada. Como suele ocurrir con los libros de Halfon es una
novela corta, intensa y poética.
El narrador innominado de Saturno escribe dirigiéndose a su padre.
El monólogo que establece con esta figura ausente está cargado de reproches y
acusaciones. El narrador y su padre no se ven desde un desafortunado encuentro
en el que los dos se acabaron faltando al respeto. «Su cólera durante nuestra
última batalla, padre, todavía me está consumiendo. Sus gritos retumbaron en mí
como los truenos que preceden la lluvia, la lluvia que jamás escampa. Insultos
y amenazas y condenas. Como las de un gigante. Admitió usted, padre, su deseo
de vengarse de mí» (pág. 28).
Nuestro narrador, en vez de querer
haber sido ingeniero o abogado, profesiones que habrían satisfecho a su padre,
eligió el camino de la literatura, una ocupación ridiculizada por el padre. En
la página 48 el narrador afirma lo siguiente: «Al sólo mencionar yo el no
sentirme judío, usted, echado, su mirada siempre en otro sitio, se enfureció»:
un dato importante, puesto que Halfon y su familia son de origen judío y, por
tanto, para el lector que conoce la obra de este autor empiezan aquí ya las
referencias autoficcionales.
He visto en Youtube una charla de
Eduardo Halfon en la que contaba que cuando se publicó Saturno por primera vez en Guatemala se leyó como si se tratara de
un texto autobiográfico. La caracterización del narrador como escritor
centroamericano de origen judío hizo que un buen número de lectores
confundieran a personaje con autor; y esto contribuyó a que, en sus siguientes
obras, Halfon decidiera seguir con ese juego de la autoficción, afianzando esta
confusión (o juego) al llamar a su narrador, que va saltando de un libro a
otro, con su propio nombre.
Los primeros lectores que leyeron Saturno no sólo pensaron que Eduardo
Halfon mantenía una muy mala relación con su padre, sino que además temieron
por su vida. Si uno de los temas principales de Saturno es del reproche al padre, el otro sería el del suicidio.
Parece que, imbuido por la mala relación filial, el narrador de esta novela
corta está pensando seriamente en quitarse la vida. De hecho, una de las ideas
que se repiten a lo largo de las páginas es que el narrador escucha voces que
le hablan de la muerte. Estas voces –se le da a entender al lector– son las de
los escritores suicidas que nuestro narrador-escritor admira. En las escasas
páginas de Saturno se habla de
multitud de escritores suicidas (no en vano el texto se abre con una cita de
Cesare Pavese: «El único modo de salvarse del abismo es mirarlo y medirlo y
sondarlo y bajar a él»). El desfile de escritores suicidas es tan prolijo que
Halfon los agrupa, incluso, por modos de dejar la vida: por ejemplo, entre los
que murieron envenenándose nos encontramos con nombres como Vachel Lindsay,
Horacio Quiroga, Manuel de Acuña, George Sterling, Charlotte Mew y Leopoldo
Lugones. Y entre los escritores que cometieron suicidio con arma de fuego nos
encontramos con Ernest Hemingway, José Asunción Silva, Pablo de Rokha, Costa
Cariotakis o Vladimir Mayakosky.
El padre de nuestro narrador nunca
leyó lo que éste escribió, aunque –según asegura él mismo– siempre escribió
sobre el padre.
No he leído la Carta al padre de Franz Kafka, pero imagino que Saturno es un texto fuertemente influido
por el de Kafka. La desesperanza que se desprende de las páginas de Saturno y la repetición de algunas
frases y temas, como motivos musicales, me ha hecho pensar también en la prosa
afilada, densa y bella del austriaco Thomas
Bernhard.
En Saturno, Halfon todavía no ha llegado a su plena madurez narrativa
y a su modelo de autoficción más consolidado, ese en el que un narrador con su
mismo nombre es el protagonista de libros tan potentes como Monasterio,
Duelo
y Signor
Hoffman. Digo que aún no ha llegado a la madurez de estos libros, pero
ya se acerca mucho a ella en Saturno,
donde más que por la autoficción apuesta por la metaliteratura. A pesar de la
inquietante presencia de la muerte suicida, Saturno
también es una reivindicación poderosa de la vitalidad artística y de la pasión
por la escritura.
Como ya he comentado al acercarme a
otros libros de Halfon, al leer éste también me he quedado con ganas de que
fuese más largo, lo que siempre es un elogio hacia cualquier obra literaria.
La edición de Jekyll & Jill es
exquisita. Además está numerada. De una edición de 800 ejemplares el mío es el
número 613. Me encantan estos detalles tan trabajados.
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