Editorial Candaya. 349 páginas. 1ª edición de 2018.
En 2017 leí Nuevas teorías sobre el orgasmo
femenino, el libro de cuentos con el que Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974) ganó el premio Setenil de 2016 al mejor libro
de cuentos publicado ese año y escrito por un autor español. Me pareció un
libro que analizaba la realidad de mi generación de un modo muy incisivo, y se
convirtió en una de mis mejores lecturas de 2017. De este modo, cuando en el
verano de 2018 vi anunciado que el narrador y poeta Sánchez Aguilar iba a
publicar su primera novela en mi apreciada editorial
Candaya, supe que aquélla era una de las novedades literarias que más me
apetecía leer. En cuando salió de la imprenta se lo solicité a Olga y Paco, los
editores de Candaya, y lo empecé a principios de 2019.
Factbook está
dividido en treinta capítulos, que se alternan en grupos de tres.
En primer lugar, el lector se acerca
a la voz narrativa de Rosa, una profesora de instituto muy comprometida
políticamente. Rosa es una mujer de mediana edad que en su juventud militó en
movimientos antisistema y que en el presente narrativo del libro, con más de cuarenta
años, opina (cuando se atreve) sobre la situación social de España a través de
las redes sociales.
La segunda voz narrativa es la de
Gustavo, que ha sido pareja de Rosa y en el presente de la novela se encuentra
en un hotel abandonado de La Manga del Mar Menor, porque ha contratado los
servicios de una empresa de crionización con la intención de desaparecer, de
suicidarse de una forma cara e indolora.
En el tercer grupo de capítulos, un
posible escritor, o periodista, pregunta a miembros de cuerpos de seguridad
cibernética por la red social Factbook, relacionada posiblemente con el
asesinato de altos cargos políticos y económicos de la Unión Europea y de
España.
Esta estructura de tres partes que
se van alternando me ha hecho pensar en otro libro de Candaya y en otro autor
murciano: La edad media de Leonardo
Cano.
En los capítulos de Rosa y Gustavo,
el lector no encontrará diálogos. La voz narrativa de Rosa es poética y
abrumada, la de una persona que siente con gran dolor la pérdida de derechos y
libertades en España. Lo único que parece darle algo de esperanza en los
últimos tiempos, es que los telediarios han empezado a dar noticias sobre altos
cargos políticos y económicos que están apareciendo colgados de los populares
anuncios de carretera con la silueta del toro de Osborne. Y una palabra al lado,
«Factbook». El discurso de Rosa es muy comprometido: estuvo acampada en Sol
cuando el 15M y ha participado en las manifestaciones de las Mareas Blancas o
Verdes. Rosa ha sido siempre una persona idealista que cada vez se siente más
frustrada ante la realidad que le toca vivir.
La voz narrativa de Gustavo es más
solipsista. A diferencia de lo que ocurre con Rosa, el lector sabe que Gustavo
escribe de forma consciente. Ha ingresado en el hotel de La Manga para, durante
una semana, reflexionar sobre si de verdad quiere ser crionizado o no. Una de
las pruebas que ha de realizar es la de escribir un diario en el que reflexione
sobre su vida. Gustavo es de Ávila y recuerda, de forma irónica, que siempre ha
sentido, o los demás han sentido a su alrededor, que era un genio. Siempre
trató de diferenciarse de los demás mediante su gusto musical o cinematográfico,
y siempre se ha sentido culpable de que sus padres pagaran sus estudios
audiovisuales en Madrid mientras él se perpetuaba como estudiante hasta después
de los treinta y despreciaba a su padre, que mantiene el esforzado negocio de
una papelería. Gustavo acabará ganando bastante dinero como guionista de series
de éxito. Sin embargo, los guiones de sus dos series le harán pensar que es un
traidor a sus ideales artísticos y políticos. Es alguien que acabará
separándose de su pareja, Rosa, porque sabe que ésta no va a tolerar su éxito
económico, la venta de su alma al sistema.
Para el tercer grupo de capítulos,
Sánchez Aguilar ha reservado el recurso de la oralidad. En estos capítulos el
lector sólo encontrará diálogos, aunque se han borrado las palabras de la
persona que interroga y sólo aparecen las respuestas de los miembros de
seguridad que rastrean a terroristas en la red. Sobre todo la voz que pregunta
(y que el lector conoce por las respuestas que recibe) está interesada en saber
de Factbook, una red social en la que los miembros no usan su nombre y en la
que tampoco hay fotografías; sólo hay datos objetivos, por ejemplo, datos sobre
el precio de los productos, las ganancias de las empresas que los venden y los
sueldos que reciben los trabajadores; datos sobre el dinero que han recibido
los bancos rescatados, etc.
En algún momento se podría pensar
que el policía antiterrorista que contesta es siempre el mismo, pero
–sutilmente– de un capítulo a otro se introducen pequeñas variaciones, que
hacen pensar que nuestro periodista o escritor está interrogando a personas
diferentes.
En la contraportada de Factbook se habla de un «mundo
distópico». Es posible que la acción del libro se sitúe unos cuantos años en el
futuro, en un futuro en el que, por ejemplo, el Mar Menor se ha convertido en
un barrizal y en el que Esperanza Aguirre ha llegado a ser presidenta del
gobierno. En algún momento del pasado, el mundo sobre el que escribe Sánchez
Aguilar se separó un tanto del nuestro. En el mundo de Sánchez Aguilar, los
recortes económicos han sido más drásticos que en el nuestro; es un mundo en el
que, por ejemplo, la educación pública acabará privatizándose y siendo
gestionada por una empresa privada, igual que la sanidad. Quizá lo más terrible
de la distopía de Sánchez Aguilar es que el mundo que nos presenta se parece
demasiado al nuestro. Me ha parecido muy conseguido este juego entre realidad
verificable e inventada, a través del recurso de informar al lector de las
peticiones de Charge.com que firma Rosa. En ocasiones firma porque no le parece
bien que se detenga a personas por hacer chistes en las redes sociales; o
porque no está de acuerdo con el rescate a los bancos; o bien porque no está de
acuerdo con la ley que anula la prestación social por desempleo o que permite
el trabajo sin sueldo. Las leyes reales o inventadas contra las que protesta
Rosa quedan todas al mismo nivel de irrealidad, de desmesura y deriva política
sin control.
Sin embargo, casi no aparecen siglas
de partidos políticos reales en Factbook,
sino que Sánchez Aguilar, más allá de luchas políticas directas prefiere ir
–como ocurre en la red social de la que habla aquí– a la esencia económica de
los hechos. En la realidad que Sánchez Aguilar dibuja para España no existen
las tensiones nacionalistas, y esto me lleva a pensar que empezó a escribir su
novela en plena crisis económica, en la época más dura de los recortes y las
mareas, poco después del 15M (que tuvo lugar en 2011) y que ha visto ahora la
luz.
Los capítulos que se desarrollan en
el hotel abandonado de La Manga, donde Gustavo trata de convencerse a sí mismo
de que no quiere dar un paso atrás, que la crionización es la mejor forma de
desaparecer, me han recordado, en parte, al nihilismo de Michel Houellebecq. En su novela El mapa y el territorio
hablaba de una casa de suicidios, que tenía muchos más clientes que el burdel
de al lado. Bajo este espíritu de depresión y falta de esperanza está escrito Factbook, como una muestra más de la
decadencia europea.
La prosa de Factbook está cuidada, siendo más reflexiva que metafórica. En este
sentido, también me ha recordado al estilo de Houellebecq.
Durante un gran número de páginas,
el presente narrativo de los narradores del libro casi no avanza. Rosa está
instalada en el salón de su casa solitaria, viendo el telediario; Gustavo
deambula por el hotel abandonado y describe a sus compañeros de desventura; y
el escritor y los policías se encuentran –supone el lector– en alguna oficina.
Desde estos lugares (salón de una casa, hotel abandonado y oficina)
reconstruyen su pasado, el colectivo del país, el de sus vidas y el de los
movimientos en redes sociales que pueden constituir delito. Será en el último
tercio del libro, sobre todo en la voz narrativa de Rosa, donde el presente de
los narradores evolucione más y se llene de sucesos.
La terna de capítulos
(Rosa-Gustavo-Escritor) se rompe en la décima, que pasa a ser:
Rosa-Gustavo-Rosa. Me parece acertada esta ruptura, y consigue que el libro
acabe de forma más contundente.
No me gustaría dejar de hablar del
análisis de las redes sociales y, en especial, de Facebook, distinguiendo dos
etapas en la vida del hombre: antes y después de Facebook. Sobre todo será la
voz narrativa de Gustavo la que analice este fenómeno.
Factbook es una
primera novela, pero, desde luego, Diego Sánchez Aguilar no es ningún
principiante. Ha escrito una valiosa y sólida novela crítica sobre nuestra
realidad cotidiana, nuestra realidad social, y por tanto política, y sobre
nuestra realidad íntima, que se muestra a través de las redes sociales. Factbook es un libro triste y lírico,
que conmueve por su precisión y por su fino diagnóstico del mundo que nos
rodea. Una novela destacada y muy recomendable.
Con todo respeto, acabo de leer la novela y me parece terrible, un panfleto de extrema izquierda infumable. En fin, para gustos, los colores. Es alucinante que a estas alturas de Walser y Sebald y Vila Matas se escriban novelas para los lectores más ultras de PODEMOS
ResponderEliminarEstimado lector:
EliminarPor supuesto, los intereses literarios pueden ser muy diferentes de un lector a otro, pero desde luego no hablaría en este caso de "panfleto político". Los personajes están demasiado bien construidos para ser eso que usted apunta, y la prosa está muy trabajada.
Saludos
Yo también leí (o medio leí) esta novela y apoyo totalmente lo que dice esa persona. Estoy de acuerdo con Vega en que el escritor trabaja bien el lenguaje pero lo hace para construir una historia panfletaria que empieza bien pero termina aburriendo muchísimo a la mitad. Un panfleto podemita y sociata no se sostiene por mucho lenguaje de filólogo que haya detrás. la novela parece hecha para lectores de publico y eldiario.es y sólo es comprensible con esa partidaria y extrema óptica política. El capitalismo es lo peor y ya. Pûes vale. Sin embargo el libro no parece hecho para albañiles sino para izquierdistas de salón y bien leídos. El escritor da la impresión de vivir en un cepo como pablo iglesias en su chalet y dedicarse por lo que veo en entrevistas, a predicar profecías apocalípticas sobre el capitalismo que es muy, muy, muy malo. En fin. Pero este hombre ¿ayuda a alguien? ¿tiene a pobres a régimen de comidas en su casa? Pues que engañe a otros u otras. Yo no lo pude terminar. Tal Vez Irene Montero sí lo haga. Lo que dice mucho del panfleto que se han marcado los Candaya.
ResponderEliminarEstimado lector:
EliminarVeo que los comentarios sobre este libro vuelven a incidir en el tema político. Como literatura, el libro me gusta, ya lo he dicho. Y le diría que, como analista político, quizás mezcle usted ideas, como esa tan extendida de confundir el marxismo (o la crítica al capitalismo) con la religión católica. Es decir, el marxismo quiere que el trabajador sea dueño de su plusvalía y que no le exploten (es decir, que posea el fruto de su trabajo para poder comprarse un chalet o lo que quiera), los que han de ayudar a los demás (los pobres) son los católicos.
De todos modos tengo una pestaña en el blog titulada "Economía". En ella analizo textos de Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus, Stuart Mill, Luwdig Von Mises, John Keynes, Karl Marx o Paul Krugman. Quizás le interese leerlos.
Saludos