El bar de Lee está
formado por el poemario Móstoles era una fiesta, escrito en
1998, y El calvo del Sonora, escrito en 2008.
Me apetece colgar hoy aquí un
poema de El calvo del Sonora, de su
segunda parte, titulada En el territorio
de los otros. En estos poemas poso la mirada sobre diversos personajes; de
los siete poemas que componen esta sección, tres son sobre profesores.
Dejo aquí uno de estos poemas
sobre profesores:
PROFESORA DE ALEMÁN CON JUBILADO
Y ADOLESCENTE AL FONDO
Después de la fiesta que suponía
Madrid,
reclamando su vida de alquileres
bajos,
sueldos altos y horarios que se
cumplen,
ya habían regresado al corazón de
Europa
todas las que fueron mis amigas
alemanas,
y yo, para aprender su lengua, me
inscribí
en la Escuela Oficial de Idiomas
de Móstoles.
Había abandonado el traje y el
portátil
(o ellos a mí). Expulsado del
centro, cogía
ahora en Móstoles el autobús para
Fuenlabrada
con los obreros de los polígonos.
Se acabó
el supuesto glamour del joven triunfador
en Nuevos Ministerios –afirmaré
que nunca
consiguieron embaucarme-, el
autobús
atravesaba solares, fábricas,
calles maltrechas…
Ahora era profesor en un colegio
privado
de Fuenlabrada, y aunque tenía
que preparar
seis asignaturas diferentes
(profesor-orquesta),
poseía de nuevo tiempo y una
ligera nostalgia
que se quedó para resguardar lo
mejor de unos años
de cierto cosmopolitismo. Y estas
dos fuerzas,
el tiempo recobrado y la
nostalgia, me condujeron
a aquella clase de alemán que
perdía alumnos
cada semana, de veinticinco a
veinte, a diez…
y donde sólo Enrique, jubilado de
bigote canoso,
podía realmente hablar el idioma,
repleto
de reglas y excepciones, gracias
a su juventud
como electricista en una base
militar americana,
si no me falla la memoria, en
Leverkusen.
In Deutschland sprechen Sie Deutsch, le decían allí
en los años 60, aún con belicoso
orgullo herido;
y la profesora, nativa -padre
inmigrante español-
de delgadez enfermiza, profesora
cerúlea,
hablaba y nadie entendía, la gramática
la miráis en el libro. Estallé una tarde,
yo no podía elegir como ella
entre trabajar
o no trabajar, aunque también
fuese profesor,
más desventajas de la educación
privada:
yo preparaba seis asignaturas y
ella cero.
Dos horas de clase, mandaba
ejercicios
y durante cuarenta minutos leía
una revista
o se ausentaba del aula. Estallé
allí,
en la Escuela Oficial de Idiomas
de Móstoles,
antiguo instituto, las ventanas
daban a una pista
de baloncesto sin aros en las
cestas, grafitis
y la naturaleza brotando bajo el
asfalto roto.
Un día de visita, entró Meike en
la clase
como de broma. Su melena rubia
iluminó
el aula grisácea, provocando una
ligera brisa
en los posters de Berlín y
Lübeck, sonrió la boca
cerúlea de la profesora y sobre
todo, recuerdo,
la sonrisa celebrando lo
intocable de Eduardo,
un chico que podría haber sido mi
alumno
en el colegio de Fuenlabrada y
que nunca, nunca,
consiguió aprender que ei se pronunciaba ai
en alemán, que Meike se decía Maike, dos horas
dos veces por semana, y no
faltaba, ¿para qué iba?,
¿quién le obligaba?, ¿mejoraría
en algo su currículum?
Yo estudiaba con ahínco, a pesar
del contrato
precario, feliz con mi recobrado
tiempo libre.
Aprobé el primer curso. Luego la
vida se embrolló
de nuevo y lo dejé. En Alemania
hablo yo inglés.
Yo me centré tanto en el hilo narrativo que me olvidé de que estaba leyendo un poema.Recreas una atmósfera que se puede palpar. Sólo hay un detalle que no me cuadra pero ya es por ir al detalle: el adjetivo cerúleo, que aunque resuene a "cera", en realidad denota el color azul. Una palidez azul ya es de difunta pero tal vez era tu idea. Algo del color de la cera es ceroso (no se me ocurre otro término) pero entiendo que es una palabra feota.
ResponderEliminarSalvo ese detalle, un texto muy chulo. Gracias por compartirlo.
Hola Sonia:
EliminarCiertamente los poemas correspondientes al libro El calvo del Sonora me salieron muy narrativos.
Sobre el adjetivo cerúleo: el poema lo escribí ya hace 6 años, y ahora no sé en qué estaba pensando exactamente; yo lo siento al leerlo sería equivalente a decir "enfermizo"; era un mujer realmente muy delgada con un aspecto algo enfermo; pero es posible que pensara más en el color de la cera que en el azul.
Gracias por tus palabras.
Saludos