Mi compañero de editorial, con el que he coincido
en la Feria del Libro firmando nuestros poemarios, el poeta Alberto García-Teresa, ha escrito una
reseña de El bar de Lee. La dejo aquí.
Gracias, Alberto
Dejo AQUÍ el enlace a La República cultural, donde
apareció originalmente.
Esta es la reseña:
EL BAR
DE LEE, DAVID PÉREZ VEGA
Crónica vital y sentimental de un joven y devoto lector
Arriesgada decisión la
de unir, en un único volumen, dos poemarios inéditos muy distanciados en su
elaboración, entre los cuales se intercala la escritura del único conjunto de
poemas de David Pérez Vega publicado hasta el momento, Siempre nos quedará Casablanca.
Como explica el propio autor en el prólogo, una década separa el tiempo de
composición de ambos títulos, aunque encuentra una vinculación entre ellos, una
continuación de temas y de espacios, que, en efecto, tiene lugar en estas
páginas. Móstoles era una
fiesta es el primero, donde
todas las piezas aparecen fechadas, y El
calvo del Sorona se titula el
segundo. Además, el libro se abre con un espléndido y meritorio estudio a cargo
de Alejandro Céspedes.
Pérez Vega
realiza un buen trabajo con las imágenes, que puede llegar incluso al
barroquismo en las descripciones. Como sucedía en Siempre nos quedará Casablanca,
algunos de los textos del segundo poemario aquí recogido (recordemos, elaborado
tras la escritura de aquel) están armados con desarrollos argumentales, de
escenas, de construcción alrededor de una anécdota, en detrimento de la tensión
poética en ocasiones. No en vano, David Pérez Vega nunca ha negado su condición
de narrador.
Los versos brotan
desde una mirada nostálgica, fruto del desengaño que acontece en el presente
(sentimental, social, vital). El amor es un tema reiterativo y constituye un
aspecto clave en el ánimo de “yo”, aunque se enfoca desde la incomunicación,
desde la dificultad para conectar, para expresarse. Los poemas surgen de la
observación de la ciudad gris, tediosa, de lo que evocan unas historias llenas
de cotidianeidad, que conforman, no en vano, un retrato lírico de la vida
urbana, que pasa sin intensidad. La práctica totalidad de las piezas se
desarrollan con un mismo procedimiento consistente en observación atenta,
interiorización y expresión de la subjetividad. Muchos textos, de hecho, poseen
un tono de confesión, de necesidad irremediable de volcar lo que siente el
“yo”; de explicar su proceder. La observación del entorno sirve de estímulo
para que el “yo” recapacite sobre sus propios sentimientos.
Al respecto,
abruma la melancolía del “yo”, que pasea por espacios donde domina la
desolación. Podría, en ese sentido, leerse como una construcción sociológica,
dada la gran diversidad de personajes y de situaciones que aparecen en estas
composiciones, y que descienden hasta lo más corriente (como significativamente
demuestra el explícito reto de escribir un poema metafísico a las patatas
ali-oli). Sin embargo, el entorno aparece reflejado para ubicar al “yo”; para
explicar de dónde surgen sus sentimientos, su tristeza. En efecto, se recogen
multitud de referentes cotidianos, reales (figuran nombres propios de calles,
plazas y locales), pero no se busca el reconocimiento cómplice del lector ni la
identificación, sino plasmar un escenario verídico y verificable. Así, Pérez
Vega desgrana una vida de estudiante (instituto, facultad), de veinteañero
(primeramente), o de treintañero trabajador (a continuación).
En ella, es
fundamental la literatura: llaman significativamente la atención las abundantes
referencias literarias que salpican los textos. Se trata de los autores y de
los títulos que han alimentado al “yo”. Las alusiones a obras o las
reproducciones de versos o párrafos complementan la experiencia diaria no sólo
como fiel retrato de la acción rememorada (el “yo” leía tal cosa en el momento
el cual se desarrolla la anécdota), sino que sirven para ilustrar, para
resolver, para extraer conclusiones la vivencia recogida. Se manifiesta, así,
un orgullo de lector, pues la literatura se convierte en refugio y en espacio
de vida frente al vacío constatado de la realidad. Para el sujeto de estos
poemas, como se explica en una cita de Ricardo Pligia incorporada al volumen, “la
literatura es una forma privada de la utopía”. Estos textos resultan, en
definitiva, un sincero y cariñoso homenaje a muchos escritores, y puede leerse
como una biografía (informal e incompleta) de la formación literaria de David
Pérez Vega.
De esta manera, El bar de Lee resulta la crónica vital y
sentimental de un joven y devoto lector, que contempla la realidad como
estímulo para su proceso personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario