domingo, 9 de diciembre de 2012

El cojo y el loco, por Jaime Bayly


Editorial Alfaguara. 146 páginas. 1ª edición de 2010.

Me interesé por esta novela de Jaime Bayly (Lima, 1965) después de leer algunas críticas favorables, aparecidas en prensa o Internet durante los dos últimos años. Entre ellas, una de las que más me llamó la atención –por inesperada– fue la que en enero de 2011 le dedicó el blog Lector Mal-herido (ver AQUÍ) tildándola de obra maestra. Estuve a punto de comprar la edición norteamericana de Alfaguara de El cojo y el loco en el verano de 2011 cuando viajé a Nueva York, para al final decirme: para qué lo voy a comprar aquí y cargar con él cuando este libro sé que está en la biblioteca de Móstoles. Casi caí en la tentación en la cuesta de Moyano, meses después, donde lo vi a mitad de precio... y pensé otra vez: que no, que no, que está en la biblioteca de Móstoles... Al final, le pedí a mis padres que me lo sacaran de la biblioteca de Móstoles (a mí me venía mal pasarme por allí en unas semanas), pero no sin antes comprar La noche es virgen, como comenté la semana pasada.

Y con la agradable sensación dejada por La noche es virgen inicié la lectura de El cojo y el loco, la primera –según he leído en internet y en la solapa del libro– de las novelas del autor en la que no está presente ningún alter ego.
Es cierto que ni el cojo ni el loco se parecen al Gabriel Barrios de la novela comentada el otro domingo –ni, por tanto, a Jaime Bayly–, pero el autor no se aparta del todo de una de sus temáticas principales: la de mostrarse sarcástico con la clase alta limeña a la que él mismo pertenece. Además la acción se sitúa principalmente, de nuevo, en el privilegiado barrio de San Isidro (aunque también aparece esta vez el barrio de Miraflores).

En realidad, El cojo y el loco está formada casi por dos novelas cortas, que se van sucediendo, en capítulos de unas cuantas páginas, con el recurso de dejar una línea entre un texto y otro; y diría que la historia correspondiente al cojo es algo más larga que la correspondiente al loco. Sólo en un momento, hacia la mitad del libro, el cojo y el loco llegan a tener un encontronazo (que en el contexto de la novela se produce entre dos extraños, aunque el lector conozca sus vidas desde la cuna).

Los dos historias, la del cojo y la del loco, que transcurren paralelas para el lector, tienen más de un punto en común: ambos personajes nacen dentro del seno de la clase privilegiada limeña y ambos son apartados del amor familiar por sus defectos físicos. Así comienzan sus dos andaduras por el mundo: “El cojo no nació cojo. Nació jodido, pero eso no lo sabían sus padres ni, por supuesto, él mismo” (pág. 11). “El loco no nació loco. Nació feo y tartamudo y eso le jodió la vida y terminó por volverlo loco” (pág. 16).
El cojo, a los 8 años, enferma de osteomielitis y su pierna derecha pierde 8 centímetros de longitud respecto a la izquierda. Lo que provoca que sus padres quieran ocultarlo del resto de la sociedad y apartarlo de sus hermanos y de la escuela (recibirá clases en la casita al final del jardín en la que será recluido, y de la que no debe salir cuando haya invitados en la casa). Posteriormente será enviado a un internado inglés, al que sus padres nunca irán a visitarlo.
El loco, además de feo, es tartamudo. Lo que llevará a sus padres a tomar la decisión de que no vaya al colegio, y más tarde la de enviarlo al campo, a trabajar en una de sus propiedades en la provincia peruana.

Las dos historias son crueles y brutales; pero, a pesar de todas las vejaciones que los dos personajes, el cojo y el loco, van a sufrir, el narrador tampoco es amable con ellos, porque acabarán siendo dos hombres estúpidos, movidos por las más primitivas pasiones (una pulsión sexual desenfrenada los caracteriza como personajes de un modo enfermizo), además del afán de venganza y de someter a los demás, en el caso del cojo, y de la pura vagancia y la torpeza, en el caso del loco.

El lector tampoco sentirá simpatía por ninguno de los dos personajes; ni por éstos, ni por ningún otro de los que aparece en el libro, en realidad. Aunque Bayly ha abandonado la primera persona para dar fuerza a su narración, su personalidad explosiva domina toda la composición. No tenemos aquí a un narrador en tercera persona anodino y que sólo funciona al servicio de la historia; la voz narrativa vuelve, como ya ocurría en La noche es virgen, a dominar el corpus novelístico. Y este corpus es principalmente una farsa, una historia en la que domina el tono burlesco; ante la clase social a la que retrata –la clase alta del Perú– pero también ante la falsedad de los convencionalismos sociales; por ejemplo, en la novela aparecen dos curas, en dos momentos muy diferentes (un cura en la historia del loco y otro en la del cojo), y los dos quedan retratados por su deseo homosexual oculto. En realidad a todos los personajes de esta novela –al menos a los masculinos– la pulsión sexual los domina por encima de cualquier otra. En cuanto a las mujeres, la pulsión que las domina suele ser el fanatismo religioso, como en el caso de Dorita, que, violada y humillada por el cojo, se casará con él porque así –considera– lo desea su dios. La religión tampoco sale muy bien parada en esta novela. Ni la clase alta limeña, ni la Iglesia, ni el Perú en sí mismo: así se comenta, por ejemplo, la reforma agraria que se lleva a cabo en el país desde el punto de vista de unos gringos que habían comprado allí unas tierras: “Jodidos, humillados, despojados de su patrimonio más valioso, esas tierras que habían comprado y trabajado por años en un país que no era el suyo y que ellos habían elegido para ganarse honradamente la vida, los Hudson Brown no tuvieron más remedio que aceptar la brutal injusticia y abandonar el Perú como quien abandona a un enfermo que sabe que va a morirse pronto” (pág. 38).

El lenguaje que emplea Jaime Bayly en El cojo y el loco no es tan coloquial como el de La noche es virgen, pero tampoco se trata de un lenguaje aséptico; los peruanismos están, pero ahora la narración contiene menos localismos idiomáticos.
El ritmo se marca en muchos casos por repeticiones –por ejemplo “el cojo había nacido jodido...”–, que actúan como estribillos recurrentes en la narración, como suele hacerlo el austriaco Thomas Bernhard, escritor que seguramente tenía en mente Bayly al escribir una obra tan políticamente incorrecta como es El cojo y el loco.

El sentido del ritmo es poderoso, y ésta, junto con el humor descarnado, son las dos grandes bazas del libro.
No voy a unirme al Lector Mal-herido y decir que esta novela es una obra maestra –tal valoración se me hace un poco exagerada si pienso en las grandes novelas cortas de la narrativa hispanoamericana–, pero, desde luego, sí que puedo afirmar que El cojo y el loco es una gran novela corta, irreverente, divertida, incómoda, y con un gran sentido del ritmo. Características que me hacen tener en gran consideración a Jaime Bayly a la hora de elegir nuevas lecturas hispanoamericanas.

6 comentarios:

  1. Coincido contigo: el ritmo, el sentido del humor descarnado y la potencia verbal hacen de El cojo y el loco una muy buena novela. Sin embargo, no sé por qué, a diferencia tuya, no me apetece por ahora leerme otra de Bayly.
    Abrazo!
    F.

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  2. Hola Federico:

    A mí me gustaría leer las primeras de Bayly, No se lo digas a nadie, o aquella que era de un periódico, o Los amigos que perdí... Ya veremos cuándo lo hago...

    saludos

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  3. No me he estrenado aún con este autor y me parece que este libro es ideal para hacerlo, por lo que cuentas en tu completísima reseña. Me lo llevo bien apuntado.
    Besotes!!!

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  4. Hola Margari:

    Por lo que sé esta novela es diferente a las otras del autor, que son más autobiográficas; no sé si será la más representativa, seguramente La noche es virgen lo es más.

    saludos

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  5. El mejor ejemplo de literatura de ese país, se les describe tal cual, un libro malísimo solo descubre el rostro de una sociedad igual de mala (en calidad), pero el final es excelente, ahora le recomiendo (si no lo ha leído ya) El oreja de perro de Ivan Thays, peor imposible

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    Respuestas
    1. Mikel: le reitero lo que ya le he dicho en sus comentarios anteriores: no se entiende bien lo que quiere decir. Su primer paréntesis no tiene mucho sentido, no se sabe qué quiere decir, parece incluso un comentario racista. Si quiere venir aquí a comentar, además de querer hacerlo de una manera tan destructiva, tendrá que aprender a escribir con claridad, al menos.

      Leí Oreja de perro, me pareció un libro bastante bueno.

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