Una carpa bajo el cielo, de Liudmila Ulítskaya
Editorial Automática. 750 páginas. 1ª edición de 2011; esta es de
2023.
Traducción de Yulia Dobrovólskaya y José María Muñoz Rovira
En 2006 me acerqué a la novela Sinceramente
suyo, Shúrik (2003) de Liudmila
Ulítskaya (Urales, Rusia, 1943), de la que había leído, por entonces,
grandes críticas en las revistas y suplementos culturales, un libro que se
llevó el Premio a la Mejor Novela del
año en Rusia en 2004. Aunque he olvidado casi todos sus detalles, sí recuerdo
que Sinceramente suyo, Shúrik me dejó
un gran recuerdo, una novela que hablaba de la segunda mitad del siglo XX en la
URSS y que era una digna heredera de la gran tradición rusa del siglo XIX. Por
este motivo me interesó la información de prensa de Automática ediciones que me llegó al correo electrónico, hablándome
de la última novela de Ulítskaya traducida al español, Una carpa bajo el cielo
(2011). Fue una de mis compras en la pasada Feria del Libro de Madrid 2024. Además, hacía un año me había estrenado
con la editorial Automática leyendo Ellos de la inglesa Kay Dick, que no me convenció, y quería
sacarme la espina, porque intuía que había obras en el catálogo de Automática
que me iban a gustar mucho más.
Los tres protagonistas
principales de la novela serían Iliá, Sania y Misha, que el lector conocerá
cuando aún son unos niños de diez o doce años en el Moscú de principios de la
década de 1950. Sin embargo, la novela no comienza mostrándonos una escena en
la que aparezcan ellos, sino con un prólogo en el que las niñas Tamara y Olga
–cada una en sus respectivas casas– van a recibir, al despertarse, la noticia
de que ha muerto Stalin, hecho que tuvo lugar en marzo de 1953. Después de
estas escasas cuatro páginas iniciales, llegaremos al primer capítulo, titulado
Maravillosos años escolares, donde
Iliá y Sania, que han ido a la misma clase en el colegio desde primaria, van a
conocer a Misha, que llega nuevo al colegio. La historia ha retrocedido un par
de años, y no será, hasta muchas páginas más tarde, cuando vuelvan a aparecer
en la novela Tamara y Olga. La sensación, por tanto, al adentrarse en el libro
es extraña. ¿Por qué ese prólogo dedicado a dos personajes que no van a aparecer
durante las decenas de páginas que tenemos por delante? Lógicamente, Ulítskaya
no es una escritora primeriza y con este detalle, en principio no esperable, le
está dando pistas al lector sobre las premisas con la que ha escrito su libro. Una carpa bajo el cielo no es una novela
lineal, centrada en la evolución de tres personajes masculinos, que conocemos
desde que son niños; no es, por tanto, una novela que vaya a repetir los
esquemas clásicos del siglo XIX. Una
carpa bajo el cielo acabará siendo una novela coral, donde un gran fresco
de personajes irá entrando y saliendo de escena. El tiempo tampoco será lineal
aquí. Me llamó bastante la atención, en este sentido, un capítulo en el que se
habla de la relación sentimental entre dos personajes y se narrará también su
muerte; algo que ocurre antes de llegar al ecuador de la novela. Sin embargo,
que el lector tenga ya esta información no será ningún impedimento para que la
narradora no le vuelva a hablar de la vida de esos mismos personajes en los
siguientes capítulos. La novela, por tanto, a veces se acelera y en un capítulo
avanza décadas para unos personajes, y luego retrocede en el tiempo para
hablarnos de algún detalle de la vida de esos mismos personajes o, al hablar de
otros, se verá a los anteriores desde una perspectiva externa. Mediante el
recurso del estilo indirecto libre, la narradora cede su voz a los personajes,
y por tanto, de este modo, podremos acercarnos a ellos desde ángulos distintos,
ver cómo se ven ellos y también cómo los ven los demás.
A Iliá le interesa la fotografía,
a Sania la música y a Misha la poesía. Los tres quedarán subyugados por el
joven profesor Víktor Iúlievich, que les transmitirá su pasión por la
literatura rusa. Víktor empezará a quedar con sus jóvenes alumnos fuera de
clase para hablar de literatura y realizar recorridos por Moscú en los que
buscar los lugares por los que pasaron o vivieron los grandes escritores. A
este grupo se unirán también algunas chicas y acabarán llamándose «los Lurs».
Durante un gran número de páginas, la narradora va a centrar su atención sobre
Víktor, excombatiente de la Segunda Guerra Mundial al que le falta un brazo,
uno de los pocos supervivientes masculinos de su clase del colegio. De hecho, a
los tres protagonistas principales les van a cuidar figuras femeninas, madres y
abuelas, porque los padres o han muerto en la guerra o están ausentes. Iliá,
Sania y Misha comporten esta característica vital con Shúrik, el protagonista
de Sinceramente suyo, Shúrik. En la
primera parte de Una carpa bajo el cielo,
la narradora deja caer más de una crítica hacia el absurdo de la guerra, y su
gran número de víctimas mortales. De forma brusca, dejaremos de recibir
información sobre Víktor que, esporádicamente, volverá a aparecer en la
narración. Lo mismo ocurrirá con otros personajes.
Luidmila Ulítsakaya nos va a
hablar de unas cuatro décadas de la historia de la URSS; más o menos desde 1950
hasta 1990. Al final del libro, en sus últimas cuatro páginas, hay un índice
cronológico con los hechos históricos más importantes que ocurrieron en la URSS
durante esos años. El telón de fondo sobre el que quiere contar la autora es el
de la resistencia antisoviética, en la era del poststalinismo. De un modo más
directo o tangencial a esta resistencia antisoviética, van a formar parte (o va
a afectar a sus vidas) Iliá, Sania, Misha y el resto de personajes que van a
orbitar a su alrededor.
En gran medida, Una carpa bajo el cielo también es un
homenaje a la historia de la literatura rusa. Constantemente se citan a los
clásicos de su literatura, y también aparecen los libros de los autores
contemporáneos a la historia, que estaban en el exilio o presos y cuyos libros se
encontraban prohibidos. En este sentido, destaca la figura de Borís Pasternak (conoceremos a sus
primeros y asombrados lectores rusos), pero también las de Anna Akhmátova, Joseph
Brodsky, etc. Iliá, en su vida adulta, además de acumular un archivo de
fotografías de artistas disidentes, se va a dedicar a traficar con obras literarias
samizdat, donde se reproducen, en
máquinas de escribir caseras y fotocopias, obras prohibidas. En la página 567,
Iliá define el fenómeno del samizdat:
«Veamos el samizdat. De por sí, es un
fenómeno asombroso e insólito. Es una energía viva que trasciende de un foco a
otro, se tienden unos hilos creando una red, una especie de telaraña que une a
las personas. Se establecen conductos por los que circula la información en
forma de libros, revistas, poemas copiados una y otra vez, desde los más antiguos
a los más recientes, o los últimos números de La Crónica de Actualidades. Circulan torrentes de literatura
sionista publicada en Odesa antes de la Revolución, o en Jerusalén el año
pasado, se leen obras religiosas, producidas por los emigrantes o de factura
local… El proceso es, en parte, espontáneo, pero no del todo.»
Además del circuito samizdat, también se hablará aquí de la
literatura tamizdat, que eran libros
rusos, prohibidos en el país, que se publicaban en el extranjero (Berlín o
París, principalmente) y que circulaban por la URSS de forma clandestina.
También se hablará de los libros que salen del país hacia el extranjero,
algunos sacados en microfilms, dentro de una vagina, por ejemplo.
No solo de literatura se habla en
Una carpa bajo el cielo, porque
también sabremos aquí de la música en la URSS y de sus nuevas corrientes, sobre
todo al ceder la voz narrativa a Sania, que se convertirá en un teórico
musical. Me han sorprendido los conocimientos musicales de Ulítskaya en la
novela. Los artistas plásticos de la URSS organizarán exposiciones clandestinas
en pisos.
Muchos de los protagonistas de la
novela, a los que unen los libros, querrán una apertura democrática para el
país y defenderán los derechos humanos. En la página 304, la narradora hablará
del tipo de personas que se han convertido en los protagonistas de su novela:
«No eran ni un partido, ni un círculo, ni una sociedad secreta, ni tan siquiera
una comunidad de personas de ideas afines. Posiblemente, el único denominador
común era su aversión al estalinismo. Y por supuesto, la lectura. Una ávida,
irrefrenable, maniática lectura: una afición, una neurosis, una droga. Para
muchos, el libro, más que un eventual amparo, magisterio o una guía de la vida
se convertía en un sucedáneo de la vida.»
También se denunciará la
situación de los judíos en la URSS (Misha, Tamara y, en parte, Iliá son
judíos), que tenían prohibido el acceso a algunos lugares públicos y eran
invitados constantemente a irse del país. O también se reivindicará la
situación de los tártaros de Crimea, expulsados injustamente de sus tierras.
La novela está escrita con cierto
desapego irónico, con el uso, puntual, de expresiones coloquiales, como «darse
el piro», «cortar el bacalao», «aquella peña», etc., que se emplean cuando la
narradora cede la voz a sus personajes. En este sentido, me ha recordado más el
estilo a los narradores norteamericanos del siglo XX, que a los rusos del XIX.
La prosa de la novela es bella, pero no recargada, y basa su fuerza, más que en
un potente uso metafórico del lenguaje, en la abundancia de detalles narrativos
sobre la vida de su gran cuadro de personajes. En una entrevista escuche a
Ulítskaya decir que ella era más de Tolstoi
que de Dostoievski. Es cierto
que se acerca de un modo más elegante y poético a sus personajes –al estilo
de Tolstoi o Chéjov– que como lo hace Dostoievski, con su estilo torturado, a
pesar de que alguno de los personajes acabará en alguna situación límite,
sufriendo años de cárcel. En general, Ulítskaya no se recrea en la experiencia
de la cárcel, y narra más el tiempo de la persecución política, la huida, los
registros domiciliarios, los interrogatorios… En este sentido, Una carpa bajo el cielo recrea un mundo
similar al de la Praga de Milán Kundera,
en libros como La insoportable levedad del ser, La broma o El
libro de la risa y el olvido, con sus chivatazos, sus espías, sus
delaciones falsas o verdaderas, sus manifiestos firmados y sus requerimientos
de retractaciones públicas, etc.
Liudmila Ulítskaya ha sido traducida a más de veinte idiomas y suele aparecer en las listas de candidatos al Premio Nobel de Literatura. Ella es de origen judío y, desde la invasión rusa de Ucrania, vive exiliada en Alemania. Tenía, como dije, un gran recuerdo de Sinceramente suyo, Shúrik, que se ha confirmado con la gran impresión que me ha vuelto a causar Una carpa bajo el cielo. Espero que su popularidad, al menos en España, aumente si recibe el Premio Nobel de 2024. Se lo merece.
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