Indigno de ser humano, de Osamu Dazai
Editorial Sajalín. 124 páginas. 1ª
edición de 1948, ésta es de 2010.
Traducción de Montse Watkins
Ya he comentado que, después de leer
casi seguidos tres libros de Kenzaburo
Oé, el premio Nobel de 1994, me apeteció seguir con más literatura
japonesa. Así, cuando se acercaba la Semana Santa de 2022, me acerqué hasta la
biblioteca de Retiro y saqué en préstamo Soy un gato (1905) y Botchan
(1906) de Natsume Soseki y El
declive (1947) e Indigno de ser humano (1948) de Osamu Dazai (Kanagi, 1909 – Tokio,
1948). He leído las cuatro por este orden cronológico.
Dazai publicó la novela El declive en 1947 e Indigno de ser humano en 1948, el mismo
año que se suicidó, una semana antes de cumplir treinta y nueve años,
arrojándose con su amante a un canal del río Tama en Tokio.
Ambas novelas comparten algunas
temáticas comunes y un halo de delicadeza y brutalidad fascinante. Si bien en El declive Dazai usaba una voz narrativa
femenina, en Indigno de ser humano
usa una masculina, y el lector tiene la sensación de que en esta segunda novela
el autor puso más de sí mismo que en la primera.
En Indigno de ser humano nos encontramos con un juego de dos
narradores, ya que la novela se divide en un cuerpo principal, formado por tres
cuadernos, y un prólogo y un epílogo. El narrador del prólogo y el epílogo es
una persona diferente a la de los cuadernos. Según comienza la historia,
alguien describe tres fotografías de un hombre, siendo niño, adolescente y
joven. Se habla de un hombre hermoso, pero de una belleza extraña, «un muchacho
extraordinariamente apuesto», pero también alguien con una «desagradable
sonrisa». La persona que comenta estas fotos será la misma que en el epílogo
nos diga que fue el depositario de los cuadernos a los que se ha podido acercar
el lector de la novela. Durante la lectura de los cuadernos no se indican
fechas concretas, pero como yo estaba suponiendo que el libro debía tener un
trasfondo autobiográfico, le achacaba a Yozo, el protagonista, una edad similar
a la de Dazai. Así, como Dazai nació en 1909, cuando estaba en su veintena
‒tiempo vital de protagonista del que se habla en el libro‒ se encontraba en la
década de 1930. En cualquier caso, la narración reflejada en los diarios debía
haber acontecido antes de la Segunda Guerra Mundial. En el epílogo se centran
las fechas del tiempo narrativo de la historia: «Parece que lo relatado en los
cuadernos aconteció en Tokio entre 1930 y 1932, pero no fui a ese bar hasta,
1935, cuando los militares empezaron a alborotar las calles.» (pág. 121) Me ha
llamado la atención esa referencia final a una época de militarización que
precedió en Japón a la guerra. En este epílogo se habla un poco ‒se menciona
apenas‒ de los bombardeos de la guerra.
Así que en El declive se habla del Japón inmediatamente posterior a la
posguerra, y los personajes no quieren recordar nada de la guerra, y en Indigno de ser humano se habla de los
años previos a la guerra. Creo que Dazai no escribió más novelas. En la
Wikipedia afirman que La felicidad de la familia es una
novela, que publicó en España la editorial Candaya, pero he entrado en su web y
en realidad es un libro de cuentos. Me gustaría saber si en alguno de sus
cuentos, Dazai habla directamente de la guerra, un suceso que tengo la
impresión de que le marcó profundamente.
El protagonista de los cuadernos
centrales de Indigno de ser humano es
Yozo, que nos empieza a relatar su vida desde su infancia en el campo japonés,
dentro de una familia tradicional, en la que él es el menor de los hermanos.
Yozo va anotando en su cuaderno sus recuerdos, en los que muestra su extrañeza
por las relaciones y las costumbres sociales, que constituyen un mundo en el
que él siente que nunca llegó a integrarse. «Me convertí en un niño que nunca
podía decir la verdad», afirma en la página 17, iniciando una vida de
fingimientos ante los demás, tratando de adaptarse a las expectativas puestas
sobre él. «Y como no tenía la menor idea de cómo actuar respecto a esa verdad,
comencé a pensar que no me era posible vivir con otros seres humanos.», «Por lo
general, las personas no muestran lo terribles que son.», la novela se va
llenado de frases similares a estas, y continuamente el narrador habla del «ser
humano», como una entidad general, un entidad que le preocupa de una forma
angustiante.
Igual que ocurría con El declive, Indigno de ser humano está escrita con las premisas de la novela
existencialista. Dazai estudió literatura francesa en la universidad, y doy por
hecho que tuvo que leer libros como La náusea de Jean-Paul Sartre, que se publicó en 1938.
Al no saber cómo comportarse ante
los demás, Yozo decide refugiarse en la figura del «bufón», alguien que con sus
payasadas hace reír a los demás, aunque por dentro no deje de tener ser
descubierto y que los demás sepan que es un inadaptado, alguien «indigno de ser
humano», como se acabará definiendo a sí mismo.
Para ir al instituto, Yozo deba su
casa paterna y pasa a vivir en la casa de unos familiares. Aunque sus problemas
reales con las adicciones, algo que se insinúa antes en el libro, empezarán
cuando se mude a vivir a Tokio para cursar unos estudios que le conviertan en
un funcionario, como quiere su padre, aunque a él le hubiera gustado entrar en
una escuela de arte para ser pintor. Se tendrá que conformar con ir a una
academia, tras las clases formales para ser funcionario. En esta academia
conocerá a Horiki, que será una persona fundamental en su vida: «Al poco tiempo
de estudiar pintura, uno de mis compañeros me hizo conocer el alcohol, el
tabaco, las prostitutas, las casas de empeño y el pensamiento de izquierda.
Parece una combinación un poco rara, pero así aconteció en realidad.» (pag.
39). Horiki se convertirá en su compañero de juergas, alguien a quien Yozo,
perdido en la gran ciudad, no tiene inconveniente en invitar siempre. Horiki
lanzará una maldición sobre Yozo: se va a convertir en un seductor, alguien con
una gran capacidad para atraer a las mujeres, como así será. También con Horiki
va a descubrir el sake: «Mientras tomaba sake, me sentía tan relajado que ni
tenía que representar mis bufonerías. Bebiendo en silencio, no ocultaba mi
verdadero carácter, callado y sombrío.» (pág. 53)
En Tokio, Yozo acabará yendo cada
vez menos a clases, y perdiéndose más en la noche.
Me ha vuelto a llamar la atención,
al igual que al leer a Kensaburo Oé o a Natsume Soseki, las referencias
occidentales que se pueden encontrar en Dazai. Su personaje, por ejemplo, es un
admirador de la pintura expresionista europea, compara a algunas mujeres con la
virgen María católica, y habla de Crimen
y castigo de Dostoievski.
Indigno de
ser humano es un libro trágico y existencialista, duro y frágil a la vez, de una
hermosa belleza oscura. Después de leer las dos novelas seguidas de Osamu
Dazai, El declive e Indigno de ser humano, me alegro de
haberme acercado a uno de los clásicos de las letras nipones y me quedo con
ganas de leer sus libros de cuentos.
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