El ángel que nos mira, de Thomas Wolfe
Editorial Valdemar. 733 páginas. Primera edición de 1929, esta de 2009.
Traducción de José Ferrer Aleu.
La primera vez que supe de Thomas Wolfe (Asheville, Carolina del
Norte, 1900-Baltimore, 1938) fue en 1994, a los diecinueve años, cuando me
acerqué a mi primer libro de Charles
Bukoswki, La senda del perdedor. Chinaski, el protagonista de esta
novela, era un joven airado que deseaba ser escritor, y Thomas Wolfe era uno de
esos modelos literarios norteamericanos a los que debía decidir si seguir o no.
Muchos años después, en Palma de Mallorca, hablando con mis amigos Javier Cánaves y Joan Payeras, este último me recomendó fervientemente que leyera
una de las novelas que más le habían gustado en su vida: El ángel que nos mira de Thomas Wolfe. Creo que yo le recomendé Llámalo
sueño de Henry Roth. De
regreso a Móstoles, solicité a la biblioteca que comprara El ángel que nos mira, publicado en la editorial Valdemar, y lo hicieron. Pero cuando llegó a la
biblioteca no me decidí a leerlo, y así fueron pasando los años. A principios
de 2019 decidí que debía frenar un poco mi lectura de novedades literarias y abordar
algunos de los clásicos que me faltaban por leer. Fue entonces cuando decidí
leer seguidos El ángel que nos mira y
Del tiempo y el río, las dos grandes
novelas de Thomas Wolfe. Por fin, después de años de haber solicitado su
compra, fue cuando tomé en préstamo El
ángel que nos mira de la biblioteca de Móstoles.
El libro empieza con un prólogo de Maxwell E. Perkins, que fue editor y
amigo de Wolfe. En él se informa al lector de que la escritura de Wolfe era
casi siempre autobiográfica, y que los personajes de El ángel que nos mira eran en realidad los miembros de la familia
del autor. Además, Perkins nos habla de sus intervenciones en los manuscritos
de Wolfe, al que siempre tenía que pedir que redujera el número de páginas de
sus libros, que acababan siendo excesivas. En el prólogo que escribió para la
reedición de la novela Nanina de Germán García, Ricardo
Piglia recuerda una carta que Wolfe le escribió a Scott Fitzgerald, en la
que Wolfe se oponía a la poética de la contención y apostaba por una literatura
que dejara de lado la elipsis y la discreción e incorporara acontecimientos en
la novela sin jerarquizarlos: «No te olvides de que un gran escritor no es sólo
alguien que deja cosas afuera sino alguien que incorpora cosas y que
Shakespeare, Cervantes y Dostoiesvski fueron grandes incorporadores, que de
hecho incorporaban más de lo que sacaban y serán recordados por lo que pusieron».
El protagonista de El ángel que nos mira es Eugene Gant,
que viene al mundo en la villa de Altamont (Carolina del Norte) en 1900.
Altamont es un trasunto del Asheville natal de autor. Para hablarnos de la
infancia y la adolescencia de Eugene, Wolfe se remonta hasta el abuelo del
protagonista: «Un inglés llamado Gilbert Gaunt, apellido que más tarde cambió
por Gant (probablemente como concesión a la fonética yanqui), y que había
llegado a Baltimore desde Bristol en 1837» (pág. 27). Más tarde nos hablará de
Oliver Gant, el padre de Eugene, y de los azares que le llevan hasta Altamont,
donde al fin nacerá nuestro protagonista, hijo mejor de una familia numerosa.
Eliza, la madre, es una mujer hacendosa, cuyo máximo deseo en la vida es
comprar propiedades y acumular riqueza. Oliver es un marmolista que abrirá en
Altamont un taller de lápidas y adornos funerarios. De ahí el título de la
novela: el ángel que nos mira es una estatua de cementerio de un ángel que el
padre de la familia tiene en la puerta de su taller.
Oliver Gant no puede controlar su
adicción al alcohol, lo que hace que se vuelva violento e inestable y que entre
y salga de clínicas de rehabilitación, suponiendo esto un serio problema para
la convivencia de la familia Gant.
En la página 63 de la novela es
cuando nace Eugene: «Esta lumbrera escogida, a la que se había dado ya nombre y
desde cuyo centro deben contemplarse la mayoría de los sucesos de esta crónica,
nació, como hemos dicho, en el momento más crucial de la historia. Pero quizás
habrá el lector pensado en esto. ¿No?
Entonces, permita que le refresquemos la memoria». Como vemos, en algunos
momentos el narrador –como si se tratase de un escritor del siglo XIX– interpela
directamente al lector. Sin embargo, Wolfe usa este recurso narrativo sobre
todo al principio de la novela, y lo irá abandonando según se avance en sus
páginas.
Durante los primeros años de vida de
Eugene, Wolfe se permite la licencia poética de otorgarle pensamientos más
adultos de los que le corresponderían a un bebé.
En algunas páginas, Wolfe cede la
voz narrativa a sus personajes y el lector puede acercarse a sus pensamientos
en primera persona. Acabo de comprobar que el Ulises de James Joyce se publicó por primera vez
en 1922, y es de suponer que Wolfe lo hubiera leído antes de empezar a escribir
El ángel que nos mira (publicado en
1929), porque la obra de Joyce fue muy influyente en la literatura posterior,
sobre todo el recurso del monólogo interior.
En al menos dos ocasiones se
menciona a Jack London en esta
novela. Diría que, dentro de la tradición literaria norteamericana, el Jack
London de Martin Eden es una referencia para el Thomas Wolfe de El ángel que nos mira.
Eugene –un trasunto del propio
Wolfe– es un niño sensible que pronto empieza a buscar refugio en los libros.
La mirada de Eugene sobre el mundo será la de un idealista, que no encuentra en
el mundo real el heroísmo y los altos ideales que lee en sus libros. Este
contraste entre la mirada sobre el mundo real (violento, sucio y desbordado de
deseos sexuales) y el ideal transmitido por las obras artísticas será uno de
los temas de la obra. Es más, diría que este camino, que ya abrió Jack London,
y del que Thomas Wolfe se convirtió en alumno aventajado, es uno de los temas
fundamentales de la literatura norteamericana: la narración de la peripecia de
un mundo lleno de estímulos y de contrastes, y la búsqueda y el deseo de
describir esa realidad con una mirada poética y salvaje, que constituyen un
estilo, una impronta propia.
En muchas de las páginas de El ángel que nos mira he sentido la
lectura que décadas después haría de este libro Charles Bukowski; de hecho, hay
alguna escena que me ha parecido una fuente de la que Bukowski ha bebido de
forma directa. Por ejemplo, el niño Eugene tiene que conseguir algo de dinero
vendiendo periódicos a domicilio y le toca acudir al barrio de los negros, uno
de los peores destinos del oficio, porque es posible que los compradores le
dejen a deber y no le paguen. En un momento dado, tiene que ir a la casa de una
bella mulata a reclamarle una deuda, y se produce una escena de turbación
sexual para el joven Eugene. Hay alguna escena similar en La senda del perdedor o Cartero
de Bukowski. Imagino que algunas escenas de El
ángel que nos mira supondrían, por lo explícito, un pequeño escándalo para el
Estados Unidos de 1929.
Llámalo sueño de Henry Roth se publicó en 1934 y se
considera el punto de partida de la literatura judía norteamericana. Diría que
Henry Roth había leído El ángel que nos
mira cuando empezó a escribir su gran libro, que trata sobre la vida de un
niño judío, hijo de inmigrantes, en el Nueva York de principios del siglo XX.
He tenido la impresión de que Roth toma la experiencia americana de Thomas
Wolfe, un anglosajón de Carolina del Norte, para contar su propia experiencia
americana de judío en Nueva York.
La tercera parte de El ángel que nos mira habla de la marcha
de Eugene a la universidad cuando aún no ha cumplido dieciséis años y su lucha
por la vida en un entorno que, en principio, se muestra hostil. Eugene es un
raro, un marginal, que se eleva del mundo que le rodea gracias a su cultura
libresca, pero que no puede dejar de sucumbir a las tentaciones humanas, como el
deseo sexual, que vive de un modo atormentado.
Uno de los veranos de la universidad,
Eugene discute con sus padres y decide viajar hasta la costa para buscar algún
trabajo relacionado con la guerra que se está desarrollando en Europa (la
Primera Guerra Mundial). En estos capítulos de joven aventurero norteamericano
en busca de trabajo he visto también al Jack
Kerouac de En la carretera.
Me gustaría destacar la mirada
poética de Thomas Wolfe sobre el mundo retratado, pese a su sordidez, algo que
también hará William Faulkner, para
quien Wolfe fue el mejor escritor de su generación.
En algún momento he tenido la
impresión de que Wolfe dejaba sin desarrollar alguna línea narrativa. Por
ejemplo, se describe un encuentro sexual entre Eugene y una chica, y más tarde
el narrador no informa al lector sobre qué piensa Eugene acerca de esa relación,
y yo como lector habría deseado conocerlo. Aunque esto que comento son
minucias, teniendo en cuenta la grandeza narrativa de un libro como El ángel que nos mira.
Yo he sido siempre un gran admirador
de la literatura norteamericana y me siento feliz de haberme acercado, al fin,
a uno de los eslabones de su cadena histórico-literaria que me faltaban para
entender el panorama de las letras norteamericanas del siglo XX. No sé si hace
falta que lo diga: El ángel que nos mira
es una obra maestra absoluta.
Magnífica reseña, David. Ya sé qué libro voy a leer en primer lugar este verano. Me parece espectacular y es un clásico que no he tocado hasta la fecha.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Juan Carlos:
EliminarEl domingo que viene comento "Del tiempo y el río", también de Thomas Wolfe, que se puede leer perfectamente como la segunda mitad de esta novela. Si te metes con "El ángel que nos mira" te recomiendo que leas las dos seguidas. Son muchas páginas, pero, desde luego, merece la pena.
Un abrazo
Hola,
ResponderEliminarDisfruto mucho leyendo su blog, hace ya bastantes años, si bien es primera vez, creo, que comento.
Una lástima leer eso último, respecto a la lectura en cadena de esta novela y "Del tiempo y el río", pues, en mi país bananero, puedo hacerme solo con "El ángel..." pero es imposible con la otra. En fin. Ya hace plantearme si leerla o no.
Saludos.
Hola Kirilov:
EliminarTampoco hay que tomarse lo de leer los dos libros seguidos al pie de la letra. Leer sólo "El ángel que nos mira" ya merece la pena, es en sí mismo un gran libro y se cierra de forma correcta. Es una novela casi autobiográfica. En esta el autor nos habla de su vida hasta los 19 años, y en la otra de los 19 a los 24. Pero admiten lecturas por separado, así que le animo a leer este libro.
Saludos
A mí también es un autor que me falta, David. Hace poco leí sobre esta novela en otro blog, no recuerdo cuál, pero el caso es que, si aquella lectura me convenció, tu texto todavía más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Gonzalo:
EliminarDiría que Wolfe ha tenido menos éxito, de público y de edición, en España que otros clásicos norteamericanos como Faulkner. Quizás se deba a la extensión de sus obras principales, pero desde luego a un buen lecto le merece la pena acercarse a ellas.
Un abrazo
Holaaa!!! Termine el valdemar. Que edicion, traductor, recomendas de del tiempo y el rio? Gracias.
ResponderEliminarHola, Mitre619:
EliminarYo leí la traduccción de Maruja Gómez Segalés, que es la que comercializa ahora la editorial Piel de Zapa. Tiene erratas, pero diría que es una buena traducción.
En una biblioteca hojeé la edición de la editorial Montesinos, pero vi que es la misma traducción. De hecho, creo que la editorial Montesinos y Piel de Zapa están emparentadas. Y diría que no hay más traducciones de este libro al español.
Por si no lo sabe, Páginas de Espuma ha sacado un volumen con los cuentos completos y las novelas cortas de Wolfe, que tengo ganas de leer.
Saludos
¡Hola David!
ResponderEliminarAndo buscando esta edición de El ángel que nos mira, ¿acaso es posible que sepas donde se puede encontrar?
Saludos desde República Dominicana.