Amores de segunda mano, de Enrique Serna.
Editorial Seix Barral. 221 páginas. Primera edición de 1991, esta de
2016.
En el verano de 2017 estuve de
vacaciones en México. Una de las actividades que más me gustó fue visitar sus
librerías. Me acabé trayendo a Madrid quince libros, de los que leí cuatro poco
después de volver del viaje. Y ya. No había vuelto a acercarme a ellos, aunque
ocupan una «sección mexicana» especial en mis estanterías de libros por leer.
Ya he comentado muchas veces que la acumulación de libros es un tema que se me
va siempre de las manos, que no consigo controlar. En las vacaciones de verano
de 2018, después de acabar La Regenta de
Clarín, decidí acercarme a la sección mexicana de mis libros sin leer y tomé de
ella el libro de relatos Amores de segunda mano de Enrique Serna (Ciudad de México, 1959).
Este libro me lo regaló mi amigo mexicano Federico
Guzmán. Cuando entrábamos en las librerías, mi amigo siempre preguntaba por
él, pensando que era uno de los libros que debería llevarme a Madrid. Ahora que
lo he acabado se lo agradezco mucho, porque es un libro muy bueno.
Amores de segunda mano está formado por once relatos. El primero se titula El alimento del artista.
Es una narración oral: una mujer madura le está hablando a un desconocido sobre
su pasado como bailarina de espectáculos sexuales. El estilo es rico en
mexicanismos y en ocurrencias verbales. El tono es realmente divertido. Una
pareja no puede excitarse a no ser que tenga un público que les aplauda. El
nudo dramático no deja de ser peculiar. Después de este primer cuento, Serna ya
me ha ganado para su causa del relato humorístico y tierno.
El desvalido Roger es el segundo cuento. Está escrito
en tercera persona y la voz narrativa nos habla de Eleanore Wharton, una
solitaria mujer madura norteamericana que encontrará una razón de ser para su
existencia cuando en la televisión vea unas escenas del terremoto de México (he
supuesto que se refería al terremoto de 1986). En ellas ve a un niño llorando
desconsoladamente. En sus vacaciones, Eleanore viajará a México para buscar a
ese niño, al que ha decidido llamar Roger, con la idea de adoptarlo y darle una
vida mejor. Los choques culturales (empezando por no saber situar a México en el
mapa) que va a sufrir la ingenua norteamericana son muy divertidos. Al llegar a
Ciudad de México, Eleanore toma un taxi y al mirar por la ventanilla piensa:
«La ciudad era mucho más imponente de lo que suponía. Más imponente y más fea.
Vio tantos perros callejeros que se preguntó si no serían sagrados, como las
vacas en la India» (pág. 23). Creo que en este relato queda bien reflejado, de
un modo irónico, la mirada de superioridad (e ignorancia) de muchos
norteamericanos sobre el mundo latinoamericano. El remate final del cuento es
de un humor muy negro, muy helador.
La extremaunción me ha gustado menos que los dos
cuentos anteriores. Aquí conocemos a un sacerdote en el día en que va a
vengarse de una mujer que le acosó en su juventud y le impidió mantener una
relación con su hija. El final es tan grotesco que me ha parecido menos
conseguido que los otros, de puro exagerado.
Hombre con minotauro en el pecho es una joya de cuento. Está narrado
por un niño al que Picasso tatuó (para escarmiento de su padre) un minotauro en
el pecho, y que se acaba convirtiendo en un valioso soporte para una obra de
arte, anulándose como persona. El juego irónico con el valor del arte y su
mercantilización está mostrado aquí de un modo muy ingenioso, y el lector
acabará sintiendo angustia –a la vez que simpatía– por las andanzas de este
pobre hombre, portador de una valiosa obra de arte.
La última visita queda un tanto desdibujado tras Hombre con minotauro en el pecho.
Refleja la conversación surrealista entre una madre y sus dos hijos sobre la
decadencia de las visitas en la casa, visitas que eran entendidas como una
necesidad vital. Al hablar de chismorreos y reflejar sólo los diálogos, sin
ninguna anotación más, me ha hecho pensar en la posible influencia de la obra
de Manuel Puig. La idea de la
familia que necesita espectadores para que sus historias cobren más cuerpo me
ha recordado al drama del primer cuento, El
alimento del artista, sobre esa pareja que necesitaba un público para poder
hacer el amor.
Eufemia, al igual que La extremaunción, trata
sobre el tema de la venganza amorosa, pero creo que en esta ocasión el
resultado es mejor. Eufemia es un personaje tan trágico que hace pensar en la
protagonista de una ranchera mexicana. Eufemia empieza siendo una criada y
acabará siendo una de esas personas que escriben cartas en las plazas a
personas que no saben escribir (esta profesión sigue existiendo en México, yo
vi a los escribas en una plaza en 2017). Este cuento trata con ironía el tema
del clasismo social y de las criadas engañadas.
Borges y el ultraísmo, uno de los cuentos más largos del
conjunto, me ha parecido también de los más destacados. Trata de las rencillas
en un departamento de literatura latinoamericana de una universidad de Estados
Unidos. Serna parodia aquí las «novelas de campus» norteamericanas, pero centrándose
en temas latinos y burlándose de algunos tópicos. El cambio de perspectiva
final me ha parecido realmente muy ingenioso. Un gran cuento.
Amor propio, sobre un travesti que puede
encontrarse con la musa a la que imita en sus espectáculos, me ha parecido de
un planteamiento más enrevesado que otros y lo he disfrutado menos.
El coleccionista de culpas, sobre un joven que le roba la
novia a otro y la acumulación de culpas en su vida es un buen relato, no de los
mejores pero lo suficientemente bueno. Como en otros relatos, se acaba hablando
de la corrupción, en este caso de la adjudicación de obras públicas a empresas.
La noche ajena, sobre un chico que nace ciego y
cuya familia se empeña en hacerle creer que no le falta ningún sentido, me ha
parecido una ocurrencia ingeniosa, pero demasiado fuera de lo real para ser
plenamente disfrutable. En este cuento, Serna se acerca a algunos de los
planteamientos de Julio Cortázar,
pero creo que funciona mejor cuando sus propuestas están más cercanas a la realidad,
porque parece conocer bien el alma humana, sobre todo la mexicana, y cuando
trata de hacer estos juegos más abstractos, su talento brilla menos que en
otras ocasiones.
La gloria de la repetición, en la que la voz narrativa es la
de un joven de clase media-alta que trata de perder su virginidad antes de
cumplir veinte años, es un gran remate para el libro. Como apuntaba antes, el
talento de Serna luce más aquí que en un cuento más artificioso, como ocurría
con el anterior. De nuevo se nos habla de las mordidas y la corrupción y del
choque de los ideales políticos de un joven con la hipocresía, el clasismo y el
racismo que le rodea. También se trata el tema de la homosexualidad, otro
problema para la sociedad hipócrita que está describiendo.
Como siempre me ha ocurrido con las
recomendaciones de Federico Guzmán, Amores
de segunda mano me ha parecido un gran libro; un libro escrito con mucho
encanto y mucho ingenio verbal (en esto me ha recordado al también mexicano Jorge Ibargüengoitia). He mirado en Iberlibro
para comprobar si los libros de Enrique Serna se han vendido en España y creo
que sí, aunque en diferentes editoriales. Ahora mismo, me parece que su obra se
ofrece íntegra en Seix Barral México. Hasta que Federico no me habló de este
libro, no conocía de nada a este autor. Una vez más, me da pena lo mal que
parece fluir en muchas ocasiones la producción literaria en español entre un
lado y otro del Atlántico. No sé si Amores
de segunda mano será fácil de encontrar en España, pero desde luego es un libro
que merece la pena buscar.
Gracias por el resumen del libro Amores de segunda mano
ResponderEliminarDe nada.
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