domingo, 12 de octubre de 2025

Lluvia negra, por Masuji ibuse


Lluvia negra
, de Masuji Ibuse

Editorial Libros del Asteroide. 388 páginas. 1ª edición de 1969; esta es de 2007

Prólogo de Jorge Volpi

 

Leí Ciudad de cadáveres (1948) de la escritora japonesa Yoko Ota, una novedad de la editorial Satori, que habla de las consecuencias de la bomba atómica sobre Hiroshima. Yoko Ota estuvo allí la mañana del 6 de agosto de 1945 y se convirtió en testigo directo de los hechos. Había leído también –hace años– Flores de verano, sobre este mismo tema, escrito por otro superviviente, Tamiki Hara. Para ahondar más en este asunto, sabía que la editorial Libros del Asteroide también tenía publicado Lluvia negra de Masuji Ibuse (Kamo, Hiroshima, 1898 – Tokio, 1993), que se considera una de las obras literarias más importantes sobre este hecho ignominioso del siglo XX. Ibuse no fue testigo directo de los hechos. Había nacido en un pueblo de la prefectura de Hiroshima, pero se encontraba en Tokio, cuando el ejército norteamericano lanzó la bomba sobre Hiroshima. Sin embargo, sí visitó la ciudad en años posteriores, e investigó sobre el tema y entrevistó a supervivientes para escribir su libro, que se empezó a publicar en una revista mensual a partir de 1965 y en 1969 se publicó en forma de libro.

 

La acción de la novela se sitúa cuatro años y nueve meses después de que se produjera la destrucción de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. Los protagonistas principales de la historia viven en Kobotake, un pueblo a 160 kms de Hiroshima, pero cuando estalló a bomba, al final de la guerra, se encontraban en las afueras de Hiroshima (si se hubieran encontrado en el centro su supervivencia hubiera sido mucho menos probable). Por tanto, la novela habla de «hibakushas», término que se emplea en Japón para designar a los supervivientes de las bombas atómicas.

El matrimonio formado por Shigematsu y Shigeko no tiene hijos, pero conviven con su sobrina Yasuko, a la que consideran prácticamente como su hija. La trama de la novela es sencilla: en el pueblo se han corrido rumores de que Yasuko está aquejada de la «enfermedad de la radiación» y esto hace que le resulte difícil encontrar marido. A los posibles candidatos les echa para atrás la idea de que Yasuko estuvo en contacto con la radiación inicial de la bomba atómica, y que recibió la lluvia de las gotas de agua oscuras del hongo que se formó sobre Hiroshima esa mañana. Esa «lluvia negra» a que alude el titulo del libro y que marca negativamente a los personajes. Cuando empieza la historia es público que Shigematsu es una de las tres personas de Kobotake, que padecen la enfermedad de la radiación. «De las diez personas o más que habían contraído la enfermedad de la radiación en el pueblo, solamente tres habían sobrevivido a ella, aunque eran casos leves, entre otros, el de Shigematsu.» (pág. 26). Aunque los hibakushas van a ser más tarde personas muy respetadas en Japón, en ese momento aún no se conocían los síntomas de su enfermedad, que en sus fases leves provoca la caída de dientes y el pelo, y fatiga. El médico ha recomendado a los tres supervivientes una vida tranquila, y por tanto lo mejor para su salud sería dejar de trabajar, algo que no parece muy razonable, dadas sus necesidades vitales. También deberían salir a pasear, pero en el pueblo en el que viven nadie pasea por ocio y sería una actividad mal vista. Así que al final deciden invertir su dinero en criar carpas para repoblar un lago y poder pesar en él. Me ha resultado curiosa una escena en la que una viuda de guerra recrimina a estos hombres la actividad ociosa de la pesca.

En el tiempo narrativo de la novela, Yasuko –a través de una mujer que hace de intermediaria– va a recibir una propuesta matrimonial, pero esta parece condicionada a que la familia consiga aportar pruebas sobre su buena salud. A Shigematsu se le ocurre una idea que, tal vez, suele algo disparatada: va a poner –a través de una copia– en manos del pretendiente los diarios que sobre los días de la bomba escribieron él y su sobrina (que aprendió del tío). El lector va a poder acercarse a estos diarios y, de este modo, la narración pasará de la tercera persona, con un narrador omnisciente, identificable con el escritor, a la primera de los personajes. Leeremos principalmente el diario de Shigematsu, pero no solo él suyo, sino que su mujer y sobrina también contribuirán con sus páginas. Así sabremos que la mañana del 6 de agosto de 1945, Shigematsu se encontraba a dos kilómetros del epicentro de la bomba, y Yasuko a diez; lo que, en principio, haría menos probable que haya contraído la enfermedad de la radiación.

 

Shigematsu trabaja en una fábrica de ropa militar a las afueras de Hiroshima, y el estallido de la bomba le va a pillar en una estación de tren, camino del trabajo. Cuando consiga recuperarse del impacto, volverá andando a su casa para tratar de reencontrarse con su mujer y su sobrina. Esta, como otras chicas de su edad, estaba obligada a trabajar en una fábrica de armamentos. También, gracias a su diario, conoceremos cómo vuelve a casa esa mañana para reencontrarse con sus tíos.

Una vez que los tres protagonistas principales se reencuentran, tratarán de huir de la ciudad, donde saben que es muy probable que todo empiece a arden a través del río, gracias a una barca que ha conseguido un vecino bien posicionado económicamente. Cuando esta vía de escape no se hace efectiva, el tío decide que los tres van a empezar a caminar hacia la fábrica en la que trabaja. El camino nos será narrado con gran profusión de detalles espeluznantes. En algún momento he tenido la sensación de que los personajes de Lluvia negra se iban a encontrar con los de Ciudad de cadáveres. De hecho, he leído en internet que Masuji Ibuse leyó testimonios de supervivientes de la bomba para escribir su libro; así que es lógico suponer que Ibuse leyó Ciudad de cadáveres, y que este libro le ayudó para componer las escenas de suyo. «Junto a una de las mujeres que flotaba boca abajo había un intestino de más de un metro de largo que le salía por las nalgas; el intestino se había hinchado hasta alcanzar unos diez centímetros de diámetro, y flotaba ligeramente enredado en sí mismo, balanceándose levemente de un lado a otro como un globo mecido por el viento.», leemos en las páginas 202-203. Mientras que Ciudad de cadáveres nos muestra el Hiroshima destruido durante un tiempo de unos tres días después de la bomba, Lluvia negra alarga este periodo unos días más, hasta el 15 de agosto de 1945, cuando el emperador anunció la rendición de Japón. Shigematsu tendrá que volver al epicentro de la catástrofe porque su jefe le envía a conseguir carbón para poder seguir con la actividad industrial. Esto le permitirá recoger en su diario algunas impresiones sobre los cadáveres que se pudren entre las ruinas y el olor que impregnó la ciudad. También podrá comprobar que una afirmación que empezó a circular por Japón, que en Hiroshima no va poder brotar la vida de la tierra herida durante setenta y cinco años, es falsa. Él ha visto cómo ha empezado ya a crecer la hierba entre las ruinas; es más, incluso le ha parecido que algunas plantas presentaban un crecimiento anormal.

En algunos momentos del diario, podremos leer algunas notas añadidas con posterioridad, cuando el narrador ha conseguido conocer más información sobre lo narrado.

 

Hacia el final del libro, nuevos personajes añadirán, con nuevos diarios, otras miradas sobre el día del bombardeo y los posteriores. Destacan las aportaciones de un hombre maduro que había sido movilizado, a última hora, como soldado.

 

Creo que el drama planteado al principio, la idea de que Yasuko estaba siendo repudiada por sus pretendientes, abría unos caminos narrativos que, aunque sí se acaban de cerrar, simplemente sirven de excusa para mostrar los testimonios de los supervivientes a través de sus diarios. Es un recurso interesante, pero creo que Ibuse extiende estos testimonios durante un número excesivo de páginas. Shigematsu nos llegará a decir que ha perdido su capacidad de sentir compasión, que ya solo le recorren escalofríos de horror. Algo similar le puede pasar al lector, ya que es posible que acabe algo saturado de las reiteradas descripciones de los muertos y las ruinas, en detrimento de la acción narrativa y de la evolución psicológica de los personajes. Quizás, también me ha ocurrido que he leído este libro demasiado seguido de Ciudad de cadáveres, y son dos propuestas que describen una realidad muy similar, ya que, de hecho, como ya he apuntado, Lluvia negra es muy posible que esté inspirada por Ciudad de cadáveres. En cualquier caso, Lluvia negra es una novela valiosa por su fuerza testimonial, con algunas escenas muy potentes, y que recuerda un hecho histórico que no ha de caer en el olvido.

 

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