Cartas II, Diario de sueños, de H. P. Lovecraft
Editorial Aristas Martínez. 252 páginas.
1ª edición de 2024.
Traducción y edición de Javier Calvo
El año pasado, en 2023, leí Cartas
I, Escribir contra los hombres, de H.
P. Lovecraft (Providence, 1890-1937), que publicó la editorial Aristas Martínez. Al principio, la editorial anunció que
iba a sacar dos libros con su selección de las cartas de Lovecraft, pero al
final van a ser tres. En el mundo anglosajón existe una edición completa en 23
volúmenes de estas cartas, de las que se conservan unas 10.000, aunque se
supone que Lovecraft escribió unas 75.000. Como decía el editor y traductor Javier Calvo, en el prólogo de Cartas I: el 99% de lo que escribió
Lovecraft fueron cartas, ya que su obra artística es relativamente breve, con
solo 52 relatos o novelas cortas.
En el prólogo de Cartas II, Javier Calvo nos dice que
este nuevo volumen de cartas es un spin-off
del volumen anterior, Escribir contra los
hombres. Es decir, la idea original de edición era que este conjunto de
sueños de Lovecraft, contados en cartas a sus amigos, fuese incluido en Cartas I. Al final, la editorial Aristas
Martínez y Calvo decidieron que lo mejor sería publicar este Diario de sueños como volumen
independiente.
De entrada debería decir que la
edición del Diario de sueños es muy bonita. Como en Cartas I, en Cartas II
también hay ilustraciones con portadas de revistas de los años 1920 o 1930, en
las que Lovecraft publicaba sus relatos, y aquí, en Cartas II, hay también alguna ilustración que cita Lovecraft y que
le había obsesionado, como un grabado de Gustave
Doré para ilustrar El paraíso perdido de John Milton. Pero ahora, Cartas II, además está editado con dos
colores, el negro habitual y otra tinta roja, lo que enriquece las
ilustraciones.
En total, Lovecraft narró en cartas
a sus amigos veintidós sueños. Calvo nos contará que a veces Lovecraft narraba
el mismo sueño a diferentes interlocutores y, en estos casos, ha seleccionado
la versión más larga y enriquecedora. También, si en las cartas contaba
aspectos diferentes del mismo sueño, ha fusionado las versiones.
Calvo, después de traducir cada
sueño, lo comentará y rastreará en la obra de Lovecraft para mostrarle al
lector cómo alguno de los sueños que ha leído se han incorporado a la obra del
autor. En la página 17 leemos: «Lovecraft duda mucho a la hora de dar validez a
sus sueños como material narrativo. Sigue usándolos como motor inicial de sus
argumentos, pero solo los integra en forma de detalles o imágenes aisladas
dentro de una trama provista de muchos estratos.»
Calvo comenta que los sueños que
describe Lovecraft se parecen a la forma de escribir sus relatos: el narrador de
sus los cuentos suele ser un testigo impotente.
Algo que me ha llamado la atención
del prólogo de Calvo es un trapo sucio que le saca a August Derleth, uno de los amigos escritores de Lovecraft, del que
cuenta que escribió dieciséis relatos a los que puso la etiqueta de
«colaboraciones póstumas» con Lovecraft. En ellos, lo que hizo Derleth fue
saquear el Cuaderno de ideas de
Lovecraft, tomando de ahí argumentos y escribiendo los cuentos imitando el
estilo de Lovecraft. Otro de sus amigos Frank
Belknap Long tomó la narración de un sueño de Lovecraft de una carta que le
había enviado y la metió en uno de sus relatos, no sé si con su consentimiento
o sin él.
Cada sueño tiene un título, y Calvo
juega con la idea de que este Diario de
sueños podría ser leído como un nuevo libro de relatos de Lovecraft, porque
están contados con sentido narrativo.
Es llamativo el primero sueño que se
describe aquí, el titulado Descarnados de la noche. Lovecraft
rememora unas pesadillas que tenía de niño, entre los tres y los ocho años,
unas monstruosas criaturas le agarraban del vientre y le llevaban por el aire.
Desde ahí, el podía ver la cúspide de montañas. En algún momento, le dejaban
caer y él se despertaba antes de chocar contra el suelo. Luego trataba de hacer
esfuerzos por no dormirse de nuevo y recibir otra vez la visita de los
«descarnados de la noche». El propio Lovecraft, en sus cartas, trata de dar una
explicación a sus sueños; en este caso, piensa que se debían a problemas
digestivos que sufría y a la impresión que le causaron los grabados de Doré
para el libro El paraíso perdido de
Milton (una de estos grabados está reproducido en el libro). Calvo nos va a
comentar que estos «descarnados de la noche» van a aparecer, con este nombre,
en la novela corta La búsqueda en sueños de la ignota Kadath y también en un
soneto de Hongos de Yuggoth.
En otro sueño narra cómo sobrevuela
sobre una extraña ciudad deshabitada, algo que me ha recordado a esas ciudades
que evoca en relatos como Las montañas de la locura.
El tercer sueño es bastante
narrativo y se parece bastante a un cuento. Incluso Lovecraft introduce
diálogos entre los personajes. Se titula Loveman está muerto y en él se
cuenta como este amigo suyo, que era escritor, desciende por el hueco abierto
en una tumba de un cementerio, acompañado por Lovecraft, que se queda arriba,
ayudándole y comunicándose con él a través de una especie de teléfono. En el
momento de más horror del cuento, Lovecraft se desmayará, como ocurre con
muchos de los narradores de sus cuentos.
En el cuarto sueño, Los
brazos del doctor Chester tengo la sensación de que Lovecraft lo está
recreando en forma de relato, porque los detalles sobre lo contado me parecen
excesivos para provenir de un sueño. Calvo va a opinar lo mismo. Sueña que es
un médico y visita a un colega con una extraña enfermedad.
En la página 75, Lovecraft escribe:
«Mis sueños son igual de nítidos que en mi juventud, aunque no más.»
En un cuento vende un bajorrelieve
extraño a un museo. Esta idea del bajorrelieve aparece en el cuento La
llamada de Cthulhu.
El sueño más largo es el titulado El
sueño romano. Parece un cuento y en él Lovecraft se ha transformado en
un romano que ha de luchar en una campaña contra los salvajes de una ciudad
llamada Pompelo, que sería la actual Pamplona. En el relato se insinúa la
presencia de elementos fantásticos. Este sueño sí que se planteó meterlo en un
relato que no acabó de cuajar. He tenido la sensación, de nuevo, de que
Lovecraft añade elementos al narrar el sueño para darle más forma. Aunque yo de
niño sí que soñaba historias que se podían contar de un modo narrativo, me ha
llamado la atención que él pueda seguir teniendo esos sueños y que los pueda
recordar con esa claridad en la vigilia.
El sueño del romano me ha hecho
pensar en esa fantasía de Philip K. Dick,
según la cuál él no era un californiano de la década de 1970, sino un romano
del año 70. Y aquí se unirían mis dos ídolos de la adolescencia.
En otro sueño viaja en tranvía y el
conductor acaba teniendo una cara de tentáculo.
Es interesante la reflexión sobre
que en los sueños Lovecraft suele verse como un niño y le retrotraen al mundo
de la infancia.
El sueño La buhardilla del clérigo
pasó a ser su relato El clérigo malvado. Lovecraft envió
una versión del sueño a su amigo Austin
Duyer y este lo copió y se lo mandó a la revista Weird Tales, donde se publicó en abril de 1939 con el
título de El clérigo malvado. La
carta original se ha perdido y el texto que se reimprime como «sueño» es el
relato de la revista.
El último cuento que narrará
Lovecraft se titula La aldea de los gatos negros y es de 1936; en él se habla de un
pueblo de casa humanas, que parece habitado solo por gatos. Sirve de puente
para la ultima sección del libro. Javier Calvo ha decidido finalizar y
completar su edición de Diario de sueños
con una sección titulada Las fabulosas aventuras de la Fraternidad
Kappa Alpha Tau donde Lovecraft habla de los gatos que rondan su
vecindario, durante sus últimos años, a sus amigos. En 1933, nos cuenta Calvo,
Lovecraft y su tía Annie se vieron obligados a mudarse una vez más por razones
económicas. La habitación de Lovecraft va a dar a un patio, donde ser reúnen
los gatos del vecindario sobre un tejado que queda enfrente de su ventana.
Lovecraft se entretendrá en poner nombres a todos y a familiarizarse con ellos,
de tal modo, que acabarán entrando en su habitación y él jugará con ellos en
vez de escribir. Escribe Calvo: «También un testimonio de que Lovecraft siempre
fue un niño grande, atrapado en un aislamiento vital no del todo elegido y
terriblemente necesitado de afecto.» Las cartas sobre los gatos que, como
señala Calvo, debían de desconcertar a sus interlocutores (quienes a su vez le
hablaban de sus mascotas gatunas), están llenas de humor y muestran a un
Lovecraft sensible, que lo pasa mal cada vez que sus amigos gatos mueren, o las
familias a las que pertenecen cambian de domicilio. Al leer estas páginas
alegres me he acordado de la amargura de las últimas cartas de Lovecraft en Escribir contra los hombres cuando
dejaba constancia de su fracaso artístico, que son de la misma época. Sabiendo
esto, sus relatos sobre los gatos del vecindario resultan más entrañables y ha
sido una bonita forma de acabar este libro.
Considero que Cartas I, Escribir contra los hombres es más interesante que Cartas II, Diario de sueños. En
cualquier caso, este segundo volumen seguirá gustando a todos los seguidores, como
yo mismo, del gran autor de Providence.
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