Adiós mariquita linda, de Pedro Lemebel
Editorial Mondadori. 191 páginas. 1ª edición de 2004; ésta es de 2006.
Ya comenté que había releído Tengo
miedo torero –reeditado recientemente por la nueva editorial Las afueras, la única novela que
escribió Pedro Lemebel (Santiago de
Chile, 1952 – 2015), después de unos quince años, y me que había vuelto a
gustar mucho. A continuación me apeteció seguir con él y tomé de mis
estanterías de libros por leer Adiós mariquita linda, que compré en
el verano de 2020 en una librería de segunda mano de Palma de Mallorca.
Adiós
mariquita linda es un libro en el que se reúnen treinta crónicas,
publicadas en su mayor parte en la revista chilena Clinic. Son textos muy apegados a la primera persona y a la
subjetividad personal, y la diferencia entre el concepto de «crónica» y
«autoficción» me parece, por tanto, muy difuso.
Las crónicas están agrupadas en
diferentes secciones. La primera se titula Pájaros que besan, y contiene cinco
narraciones sobre jóvenes que Lemebel conoce en la calle y que acaban siendo
sus amantes ocasionales. Lo primero que me llama la atención es que, aunque
estaba escrita en tercera persona, la novela Tengo miedo torero, situaba el punto de vista en el de la Loca del
Frente, un gay de edad que se enamora de un joven. En la relación que
establecen en esta novela, el joven es una persona culta y la Loca no lo es. En
estas crónicas existe un paralelismo con la novela, puesto que «la loca» mayor
se enamora de jóvenes que, en más de un caso, son heterosexuales; pero también
hay una clara diferencia: en el caso de las crónicas la persona culta es «la
loca» y los jóvenes suelen ser chicos de baja cultura, escapados a la capital
desde pueblos pobres del sur. Este sería el caso, por ejemplo, de «el Wilson»,
objeto de deseo en la primera crónica, la titulada precisamente El
Wilson. «Algo se podrá hacer, cualquier cosa, cualquier trabajo, todo
sea por unas monedas, porque no tengo dónde quedarme, y ahora estoy parado en
el Hogar de Cristo.», le dice el Wilson a Lemebel en su primer encuentro, tras
reconocerlo por la calle y preguntarle si él era el escritor que salió por la
tele. En estos textos, Lemebel es ya un escritor reconocido y que disfruta de
cierto prestigio social, aunque él parece desear un éxito más sexual que
económico y social y que, en gran medida, ese éxito sexual pertenece ya más a
su pasado que a su presente. Es habitual que los chicos a los que conoce en la
calle le acaben preguntando si los va a sacar en alguna de sus crónicas, y esta
parece ser una de sus aspiraciones.
«Escribe para dar a conocer, sin
remilgos ni temores; inventa, fantasea, exagera: entonces la crónica se
aproxima y se funde con la ficción.», dice la contraportada. Pero antes de
leerla, estaba ya pensando que estas crónicas no eran del todo realistas, o que
no tenían por qué serlo. Por ejemplo, en Se llamaba José, Lemebel denomina al
chico que conoce con el calificativo de «felino triste», un poco más adelante
sabremos que en su pueblo le apodaban «el Puma» y más tarde, tras visitar el
zoológico, Lemebel le contará al lector que su puma se ha escapado y vaga por
las calles de Santiago. El juego de paralelismos entre «el Puma» humano y el
del zoológico me parecía demasiado perfecto como para ser real, así que busqué
en internet la noticia sobre un ese puma escapado del zoológico, sin
encontrarla, como esperaba. Aquí ya me quedó claro que lo que leía podía ser
real o ficción y que Lemebel no daba demasiada importancia a esta división, que
lo que le interesaba era la coherencia interna de su texto narrativo.
Me ha hecho gracia que en Ojos
color amaranto, Lemebel conversa con un joven en la fiesta del Partido
Comunista, quien le espeta que hay un error en la escena final de Tengo miedo torero, puesto que desde
Laguna Verde no se ve Valparaíso, como afirmaba él en el libro que ocurría,
ante el disgusto del autor, quien, a pesar de esto, quiere quedar con el chico
para ir a Laguna Verde, comprobarlo y repetir el final de la novela.
La segunda parte se llama Matancero
errar, y las crónicas tratan sobre eventos literarios a los que Lemebel
es invitado. Lo que se narra aquí casi siempre tiene que ver con la incapacidad
del narrador para cumplir con las obligaciones a las que se ha comprometido
como autor, o bien porque le tira más la juerga y el deseo sexual o por
desavenencias políticas con las personas que le invitan. En este sentido es
divertido el texto Welcome, San Felipe, donde Lemebel y su amiga África Sound
viajan hasta un pueblo donde van a homenajear a Lemebel, pero éste se preocupa
cuando descubre que el alcalde es de derechas y, aunque se había prometido no
hacerlo, acabará montando un número en un restaurante en el que coinciden.
Imagino que esto será una exageración o una fantasía, pero, en cualquier caso,
resulta una narración estimulante y atractiva.
En Volando en el ala derecha
se narra un encuentro entre personas destacadas del régimen de Pinochet y
Lemebel en un aeropuerto. «Seré maricón pero no cargo en mi conciencia ningún
asesinato, pude decir con la voz estrangulada por el miedo. (…) Nunca después
de la dictadura me sentí tan desprotegido como en esa ocasión. Nunca más volví
a sentir el terror amargo que se experimentaba cuando ellos tenían el poder,
cuando a uno le podía pasar lo peor y nadie sabía, o a nadie le importaba.»
(pág. 57). De fondo, siempre existe en estas crónicas una crítica, directa o
indirecta, a la pasada dictadura pinochetista.
En Todo azul tiene un color,
el tono de las crónicas se vuelve más serio para relatar un viaje, como
escritor invitado, a Cuba. Especialmente conmovedoras son las páginas que dedica
a un joven que conoce, que es un pintor escapado de un sidario.
El tono más serio continúa en A
flor de boca, donde se recorren distintos paisajes de Latinoamérica,
como el Perú precolombino, y Lemebel se reivindica como descendiente de nativos
americanos.
Chalaco Amor (Sinopsis de novela) es el texto
más extenso del conjunto, y en él Lemebel evoca ‒ante un nuevo chico que ha
conocido en la calle‒ un viaje del pasado por Perú, a la gente que conoció en
él y las aventuras que vivió entonces. En Bésame otra vez, forastero, que
sería la siguiente parte del libro, Lemebel muestra fotos tomadas en los viajes
de las crónicas anteriores, y dibujos que pintaba entonces.
Luego sigue la parte de las Cartas,
donde Lemebel conversa con diferentes personas, algunas ya muertas.
La última parte, Adiós
mariquita linda, reúne diversas crónicas que tienen un poco de todos
los elementos anteriores. Destacaría el texto Un poquito de pintura para Bosé,
donde se habla sobre un desencuentro con el cantante español, que acaba siendo
divertido, y El asalto a los chinos gay, donde Lemebel relata el atraco que
él y unas amigas sufrieron en un restaurante.
Lemebel en más de una ocasión busca
epatar al lector, y elige la descripción de momentos feístas en sus crónicas.
De este modo, empieza una tomando el teléfono «sentado en el trono», y contesta
«con el mojón colgando». En otras ocasiones, se quiere epatar más desde un
punto de vista sexual, como la ocasión de madrugada en la que borracho, Lemebel
acaba masturbando a un perro. Como ocurría con el protagonista de Tengo miedo torero, Lemebel a veces
habla de sí mismo en femenino y a veces en masculino.
En cualquier caso, el lenguaje es
muy rico y exuberante, convirtiéndose en uno de los protagonistas de estas
crónicas. Destaco esta construcción: usar un nombre como adjetivo. Dejo aquí
algunos ejemplos: «agua chocolate», «noche jungla» o «calle dictadura».
Después de acabar Tengo miedo torero, me ha gustado volver
a encontrarme con el humor, la ternura y el pensamiento político de Pedro
Lemebel, en Adiós mariquita linda, un
libro de textos que al final acaban leyéndose casi como los distintos capítulos
de una novela, hermanados por la misma voz narrativa.
Hace unos meses leí Tengo miedo torero y me encantó. Quizás empiece a leer Adiós marquita linda en breve.
ResponderEliminarEnhorabuena, David, por el blog. Me gusta mucho, lo he descubierto con la entrada relativa a El astillero, de Onetti. Muy buena entrada e interesante intercambio de comentarios que suscitó.
Un saludo.
Hola, Félix, no sé si será fácil ahora mismo encontrar "Adiós mariquita linda". Puede que esté descatalogado. Pero la editorial Las afueras ha sacado hace poco una antología de artículos de Lemebel que tiene buena pinta.
EliminarAquí sigo dejando reseñas, pero mi actividad principal está en YouTube, en un canal que se llama "David Pérez Vega - Bienvenido, Bob", por si te quieres pasar.
Saludos