Conozco a Antonio Cruz (Santiago del
Estero, Argentina, 1951) desde hace años. Podría decir que es mi amigo sin
conocerle en persona. Nos conocemos a través de Facebook. Él es médico, periodista,
escritor y un gran difusor cultural, desde su revista literaria Tardes
Amarillas.
Hemos intercambiado libros a través del
correo. Y yo he leído su libro de microrrelatos Escrituras no tan sagradas (Antología personal).
Quiero dejar aquí una muestra de los
microrrelatos de este libro:
NOCHE DE BRUJAS
Cegado por el pánico, desenfundó
el arma y disparó repetidas veces sobre el monstruo. Nadie le había dicho que
esa noche era hallowen
COMO ME CONSIDERO UN BUEN SICÓLOGO, DECIDÍ SOCORRERLO
En cuanto lo vi en el puente con
la mirada perdida y el rostro confuso supe que necesitaba ayuda. Como me
considero un buen psicólogo, decidí socorrerlo.
Me acerqué, le ofrecí un
cigarrillo y nos quedamos conversando largas horas apoyados en la baranda.
Ya casi amanecía cuando apreté el
gatillo. Aguanté el cuerpo con el hombro y disparé por segunda vez a su cabeza.
Luego, con un empujón, lo tiré al río.
Me alejé con paso sereno y la
satisfacción del deber cumplido. No hay nada que me ponga más contento que
ayudar a los suicidas indecisos.
NOCTURNO DE PASIÓN
El dramaturgo sonríe. La mirada
verde y chispeante de la pelirroja lo ha seguido durante toda la actuación y él
intuye la invitación que es tan vieja como el mundo.
Sospecha que su desfachatada elegancia
ha hecho lo suyo. Es audaz y se sabe atractivo.
Camina hacia su camarín divertido
y ansioso. Tiene la certeza de que en un rato ella gemirá en sus brazos.
Despierta atormentado por un frío
espantoso. Algo lacera sus entrañas. Las sábanas están viscosas. Prende la luz
y las ve teñidas de rojo.
Imagina el último acto de alguna
de sus tragedias.
La pelirroja ya no está en
escena.
PLATAFORMA UNO
El hombre de edad madura transita
por la estación de trenes. Nadie repara en él. Se mueve con una sutileza que
espanta y se asemeja a un fantasma.
Entra al bar situado frente a la
plataforma uno. Invariablemente ocupa una mesa que da hacia la misma y fija su
mirada durante horas observando absorto la constante partida de los trenes.
Ninguna de las personas que
pueblan el bar, lleno de gente, se da cuenta de su presencia, aunque
curiosamente nadie se sienta a su lado.
Él permanece solo, abstraído y
concentrado mirando la partida de los diferentes convoyes. Cuando el expreso de
las 07,30 se coloca en posición de partida, sus ojos cobran vida. Su corazón
late más aprisa.
Cuando el tren parte, sonríe de
manera triste, se levanta y se marcha.
Ese era en tren que abordó el día
de su muerte.
VICTORIO
A pesar de la forma y la
velocidad con que Victorio baja las escaleras, puede comprobar los deterioros
en el viejo edificio. Las paredes dañadas reclaman a gritos revoque y pintura.
En los descansos la humedad es tan espantosa que hasta da mal olor. Los pisos
cerámicos están deslucidos y la madera de la baranda totalmente descascarada.
Deberían haber hecho
mantenimientos más frecuentes y no todo de una sola vez. Si lo hubieran
contratado antes, en un plazo aceptable habría solucionado todos los problemas
sin demasiado esfuerzo pero ahora está seguro de que jamás podrá terminar su
trabajo. Cuando termine de rodar por las escaleras, cinco pisos más abajo, el
tiempo se habrá extinguido para él.
CON LA NARIZ PEGADA AL VIDRIO
Con la nariz pegada al
vidrio y ojos bien abiertos, el niño
semejaba una pintura barata y melancólica. A su espalda, el departamento,
pequeño y viejo, olía a encierro y tristeza. La música vulgar que brotaba del
aparato de radio apagaba el ruido que
hacía la mujer en la cocina mientras realizaba sus tareas.
Un gracioso juego de luces de
colores sacó al niño de su mutismo. Ajustó su mirada y vio la mariposa a pocos
centímetros de la ventana. Los ojos del niño se iluminaron un instante. Decidió
salir a jugar con ella. Con una sonrisa espléndida fue en su busca.
Cuando la interrogaron, con la
cara demacrada y sus ojos llenos de lágrimas, la mujer no encontraba
explicación. Debido al ruido de la radio, ella nunca escuchó el llamado del
niño ni el estruendo de los vidrios.
PRAGA HOLOSEVICH
La nieve cae sobre Praga.
Mientras bajan las escaleras del hotel “Europa”, el hombre se vuelve a su
esposa.
“Soñé que nos mataban a
cuchillazos para robarnos”.
“Tu y tus sueños” contesta
irónicamente la mujer.
“Mis sueños siempre se cumplen”
insiste el sujeto.
“Mentira” replica la mujer “Hace
veinte años que te aguanto y nunca se te cumplió ninguno” Dice con la intención
de hacerlo enojar.
“Sería prudente que no saliésemos
del hotel”.
“¿Y tu crees que por tus
estúpidos sueños, que ya me tienen harta, dejaré de conocer ésta hermosa
ciudad?”
“Espero que no tengamos que
arrepentirnos”
Un rato más tarde, mientras corre
desesperado por los vacíos andenes de la estación de Praga Holosevich tapando
con sus manos la herida que borborita en su costado, el hombre tiene la certeza
de que, como siempre, su sueño se cumplirá inexorablemente.
FINAL DE VIAJE
Se arrastra con gran esfuerzo por
el estrecho túnel que está anegado por un líquido viscoso y tibio.
A pesar de ello avanza. Una
extraña fuerza exterior lo empuja alternativamente hacia delante y atrás. Su
corazón aletea desbocado y sus músculos, pequeños pero fuertes y flexibles, se
esfuerzan al máximo.
Un largo instante y siente una
explosión. Sus ojos son heridos por la luz.
Mientras un grito desgarrado
escapa de su garganta y sus pulmones aspiran aire nuevo, una mujer grita: “Ha
nacido un varón”
INFIERNO
Siento náuseas y mi cuerpo flota
en el vacío. Un olor repulsivo hiere mi pituitaria. Abro los ojos y la luz
lastima mis pupilas. Intento recuperar el ritmo de mi respiración todavía
agitada. Hay murmullos apagados.
¿Dónde estoy? Me siento
vulnerable y a merced de todo. ¿Estaré en el infierno?
Siento pasos. Enfoco mis pupilas.
Descubro un rostro mordaz y una sonrisa sardónica. El sujeto, vestido de verde,
agita un frasco ante mis ojos.
En ese preciso instante se hace
la luz en mi cerebro. El cirujano acaba de quedarse con mi apéndice.
MINOTAURO
Como quería descubrirse se metió
en la maraña de su alma. Todavía vaga por los meandros de su mente sin poder
salir del laberinto porque olvidó llevar un hilo que le marcara el camino de
regreso.
ALMA VIAJERA
Al regreso a Ítaca, el alma de
Ulises gustaba salir a pasear cuando él se dormía. Cada noche, recorría todos
aquellos sitios que había visitado en el azaroso viaje de vuelta.
Una noche visitó la isla de
Ogigia, donde vivía la bella Calipso, quien aprovechó para apoderarse
definitivamente del espíritu del único mortal que le había rechazado.
Por la mañana, cuando Penélope
despertó, Ulises estaba muerto; en su rostro había una sonrisa.
DAVID Y GOLIAT (1 Sam 17, 4)
“Espero que hayas aprendido la
lección, hija mía. Eso que dicen por ahí de que el pez grande se come al chico
es un mito” dijo mamá piraña mientras el cardúmen terminaba de comerse un
gigantesco surubí.
EL PROFESOR DE ÉTICA
En una universidad, donde por
algún tiempo fui alumno en una carrera humanista, había un Profesor de Ética
que era un gran académico. Curiosamente en la cúspide de su carrera y cuando
aún tenía mucho para brindar a las nuevas camadas de estudiantes, renunció y se
fue a vivir en una pequeña localidad rural.
Hace poco tiempo me lo encontré
en la calle y no pude aguantar mi curiosidad.
-¿Por qué dejó de enseñar Ética?
– Le pegunté
-Es muy simple – contestó -
Cuando supe que algunos de mis mejores discípulos, que habían llegado a ser
autoridades o burócratas del gobierno, miembros de los gabinetes ministeriales
y funcionarios judiciales, no se diferenciaban en nada de aquellos a los cuales
criticaba durante mis clases y que habían sido seducidos por la corrupción
imperante en nuestra sociedad, me di cuenta que había perdido la batalla contra
el sistema y que ya no me quedaba nada por hacer. Entonces decidí retirarme.
Me despedí apresuradamente y me
marché casi a la carrera. No quería que me preguntara en que andaba trabajando por
estos días.
CINTURÓN DE CASTIDAD
Cuando partió a las cruzadas, Sir
Arthur entregó al abad la llave del cinturón de castidad de Lady Laura.
Su sorpresa fue mayúscula cuando,
a pocas horas de dejar atrás su castillo, el abad, a galope furioso, alcanzó la
columna de Sir Arthur para reclamarle que había dejado la llave equivocada.
HUELGA
La huelga de peones apenas fue el
preludio. La rebelión de los caballos y la furia de los alfiles completaron la
escena. Al final, el ajedrez, convertido en populismo terminó derrotado por los
juegos de rol.
DE CÓMO LA BUROCRACIA EN EL PARAÍSO DETERMINÓ LA EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA
Asustado, rogó a Dios que la
expulsara. Por el Sabatt, Yahvé pospuso el pedido. Al día siguiente era tarde.
Adán ya había probado la manzana.
CHATO
(Para Jaime Muñoz Vargas)
Cuando el tren llega a la
estación, Parodi descubre al Chato Muñoz asomando por la puerta de un vagón. Su
mente se pone alerta. Recuerda al Gitano Salamanca y piensa que debe actuar de
inmediato. El Chato es muy peligroso.
Se esconde en una esquina próxima
al acceso, debajo de una marquesina y, cuando el Chato sale, lo sigue. Nota que
lleva su mano derecha dentro del saco. Seguramente allí guarda su famosa magnum
44.
Parodi corre y se embosca dos
cuadras más abajo. Cuando el chato aparece, él sale de las sombras de un portal
y grita «¡Chato!». El hombre gira con ojos asombrados mientras su mano derecha
abulta el saco. Parodi dispara. El Chato cae pesadamente. Se acerca y lo da
vuelta con el pie. El muerto, con su brazo derecho en cabestrillo (más tarde, alguien
le dirá que era un reconocido boxeador de Torreón), mira el cielo infinito a
través de sus cuencas sin vida. «Se confundieron de Chato o confeccionaron un
identikit equivocado» piensa Parodi… ¿O acaso será que su vista ya no es la
misma? «¡Carajo! Los años no pasan en vano» filosofa.
Suenan las primeras sirenas. Él
espera mientras acaricia su placa. Desde algún tocadiscos cercano, llega la voz
de Leo Dan y Parodi, sin que tenga la puta idea del motivo, asocia la música
con la muerte del desconocido.
¡Buenísimos los microrrelatos! ¡Felicitaciones!
ResponderEliminarCuando se despertó, ella seguía sin estar allí.
ResponderEliminarAquel hombre repite las cosas varias veces. Aquel hombre repite las cosas varias veces. Aquel hombre repite las cosas varias veces. Aquel hombre repite las cosas varias veces. (Buenos tus microrelatos, por cierto)
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