Edición y traducción de Julián Díez.
Ya he contado por aquí que este
último verano pasé ocho días en Londres. Como había hecho una década antes en
la ciudad, me gustó visitar las grandes librerías del centro. En ellas
disfrutaba sobre todo acercándome a la parte de ciencia-ficción y, más
concretamente, a los libros de Philip K.
Dick (Chicago, 1928-Santa Ana, 1982). No deja de sorprenderme que todavía
haya novelas suyas sin traducir al español. Me acabé comprando dos novelas y un
libro de entrevistas. Una de ellas era Galactic pot-healer, publicada en
1969, entre ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) y Ubik
(1969), dos de sus obras más significativas y, por tanto, escrita en uno de sus
periodos de mayor creatividad.
Cuando llegué al hotel y me conecté
al wifi, busqué información sobre Galactic
pot-healer y me di cuenta de que, en realidad, sí que había sido traducida
al español. Lo hizo Andrés Esteban
Machalski ‒con el título de Gestarescala‒ para la editorial
argentina Intersea en 1975. Me
pareció recordar entonces que yo había tenido frente a mí ese libro en una librería
de segunda mano de Madrid, y que había descartado su compra porque el precio
era excesivo.
No me disgustaba la idea de leer Galactic pot-healer sin traducir. Hacía
tiempo que no me acercaba a un libro en inglés y la prosa de Dick no parece
demasiado complicada. Pero, al volver a Madrid, vi en el muro de Facebook de Joan Flores Constans que la editorial Cátedra acababa de sacar al
mercado una nueva traducción y además en una edición anotada y con un estudio
previo. Hojeé el libro en La Central
de Callao. No sabía si comprarlo o seguir con el plan inicial de leerlo en
inglés. La verdad es que me apetecía más leer el estudio previo, a cargo del
traductor Julián Díez, que la novela
en sí. Decidí probar suerte y escribir a la editorial, presentándome como
reseñista de la revista Eñe, para
ver si me enviaban el libro a casa. Lo hicieron. Gracias. Lo tomé del buzón y
al subirlo a casa me sonreí al leer la contraportada. En ella se citaban unas
palabras sobre el libro escritas por el autor y crítico argentino Elvio E. Gandolfo. Ese mismo día me
había intercambiado unos correos con Gandolfo, que es uno de mis amigos de
internet. De hecho, en el estudio previo se cita con profusión un ensayo sobre
Dick escrito por Gandolfo en 1979, que hace años él mismo me mandó, en formato
Word, al correo y que, por tanto, había leído y conocía de primera mano. Esta
coincidencia me hizo pensar que realmente me lo iba a pasar muy bien leyendo Gestarescala, como así ha sido.
Empecé a leer la novela y me dejé
el estudio previo para el final.
El protagonista de Gestarescala es Joe Fernwright, el héroe
arquetípico de las novelas de Dick: un alfarero que se dedica a reparar vasijas
de barro y cuyo trabajo (en el Cleveland de 2046) se está quedando obsoleto,
pues hace seis meses que no recibe ningún encargo y sobrevive gracias a una
mínima pensión del gobierno. La Norteamérica que Dick dibuja para su 2046 es
opresiva, con trabajadores que cada día deben desplazarse hasta unos cubículos
mínimos en los que (como en su caso) esperan encontrar alguna oportunidad para
trabajar. Mientras tanto, se dedican a llamarse por teléfono y entretenerse con
juegos de palabras. Sin embargo, un día Joe recibe, a través del tubo de correo
que hace llegar notas a su cubículo, una oferta laboral. El mensaje no es
demasiado claro: «ALFARERO, LE NECESITO. LE PAGARÉ». Como héroe arquetípico de
Dick, Joe Fernwright tiene una exmujer por la que se siente amenazado, pero de
la que, sin embargo, busca consejo. En los días siguientes, Joe seguirá
recibiendo mensajes, pero por mecanismos cada vez menos convencionales; por
ejemplo, a través del retrete de su casa. A consecuencia de la enorme cifra
que, según el nuevo mensaje, le piensan pagar por sus servicios de alfarería,
recibe la visita de la policía. Como viene siendo habitual en las novelas de
Dick, el gobierno del Estados Unidos de 2046 es totalitario, empeñado en
controlar todos los movimientos de sus ciudadanos.
Acosado por la policía, Joe decide
aceptar la oferta de trabajo y embarcarse en un viaje hacia el planeta del
Labrador, donde existe un ser enorme llamado Glimmung, empeñado en rescatar del
fondo del mar una catedral (llamada Gestarescala). Para ello va a necesitar la
ayuda de muchos profesionales de la galaxia.
En la nave, Joe conocerá a Mali
Yojez, una extraterrestre de aspecto humanoide, con la que tal vez inicie una
relación. Mali Yojez sería la encarnación de otro de los personajes arquetípicos
de las novelas de Dick, que se pasean por todos sus libros: la chica joven y
esbelta, de cabello oscuro, que representa la posibilidad de un futuro mejor, aunque
eso suponga asumir riesgos e incertidumbres.
El planeta del Labrador, donde
Joe y Mali conocen a otros seres convocados allí por el aparentemente
todopoderoso Glimmung, será para Joe un mundo de pruebas, representadas sobre
todo por su fondo marino, del que deben rescatar su catedral. Con ella,
Glimmung desea hacer regresar a la faz de la tierra una antigua religión. Joe
considera que debe enfrentarse por sí mismo al fondo del océano y descenderá hasta
allí, en la oscuridad, antes de que nadie se lo ordene. El fondo del océano desplegará
ante él la maravilla y el horror. Serán varias las decisiones trascendentales
para su futuro que tendrá que tomar a partir de entonces.
Uno de mis temores iniciales hacia
esta novela era que, a pesar de haber sido escrita entre dos de sus obras más
celebradas, fuese una obra menor. Sin embargo, sé también que un Dick menor me
sigue gustando, que Dick fue mi autor favorito entre los dieciséis y los
diecinueve años y que, cuando he vuelto a leerlo pasados los treinta y cinco, mi
fascinación inicial sigue intacta. Leer a Dick me rejuvenece. Gestarescala, efectivamente, está
escrita en un periodo de tiempo muy corto, y los temas de Dick se dispersan en
este libro más de lo habitual. «Los temas estallan y se agotan página tras
página», escribió Gandolfo sobre ella. Y esto, que podría suponer un problema
de construcción novelística, la verdad es que lo he recibido como una de las
virtudes del libro. La trama de Gestarescala
es rocambolesca y disparatada, lo que hace que el libro, al menos para mí, sea
muy divertido.
Como es habitual en sus obras,
Dick no tiene ningún cuidado en que sus propuestas sean verosímiles desde el
punto de vista de la coherencia científica. Los personajes viajan hasta el
planeta del Labrador en un corto periodo de tiempo que resulta imposible. Una
vez allí, se juntan con seres de otras galaxias, también convocados por
Glimmung, y ninguno tiene problemas con la atmósfera o la gravedad del planeta.
Este tipo de detalles hacen que las obras de Dick, y ésta en particular, se
lean más, en muchos casos, como obras de fantasía que de ciencia-ficción, y
aquí, concretamente con mucha tendencia al surrealismo. La novela es tan
imaginativa que juega continuamente a romper el sentido de la credibilidad, y
esto, que en otro autor sería un defecto, para mí, al menos, se convierte en
una virtud. Es ésta una novela tan loca que es profundamente divertida, y
divertida en el sentido dickeano: divertida dentro de su propuesta de un mundo
caótico y paranoico, de persecuciones policiales y angustias existenciales. Me
han hecho mucha gracia, por ejemplo, los inventos mostrados en el libro: un
diccionario al que se consulta por internet y que da información cobrando por
cada segundo de uso, que sería el trasunto de un internet telefónico, o una
máquina para analizar la compatibilidad de dos personas de cara a iniciar una
relación.
El sentido del humor está muy
presente en esta novela, un sentido del humor que en muchos casos surge, como
viene siendo habitual, por la relación de los humanos con las máquinas. Las
situaciones delirantes se suceden y se pueden leer párrafos como el siguiente:
«Esto sí que es raro, pensó Joe. Un cuasiarácnido quitinoso de múltiples patas
y un gran bivalvo con pseudópodos discuten sobre el Fausto de Goethe. Un libro que no he leído… Y es original de mi
planeta, un producto del genio humano».
El estilo es el habitual de Dick:
capítulos escritos en tercera persona, que mediante el estilo indirecto libre
(y el uso de la palabra «pensó») ceden la palabra principalmente a su personaje
protagonista, Joe.
En cierto modo, el tema religioso
de Gestarescala prefigura algunas de
las obsesiones de la última etapa creativa de Dick, cuando escribía libros como
Valis.
Mención aparte merecen las notas
que acompañan al libro. Me ha encantado leer a Philip K. Dick en una edición
anotada de Cátedra. Mi nota favorita ha sido esta: «En la terminología del
género de ciencia ficción, “Waldo” designa a prótesis robóticas usadas para
manipular objetos, generalmente sustancias peligrosas. El término empezó a
usarse a partir del relato de Robert A. Heinlein Waldo (1942), en el que el protagonista las inventa para suplir sus
problemas físicos. Su uso se ha extendido e incluso la NASA lo ha empleado para
designar dispositivos de este tipo». También me he sonreído con las incursiones
que hace Julián Díez en el mundo de los foros de internet para intentar
encontrar las referencias culturales del libro.
Al final he leído la
introducción, en la que Díez nos cuenta que no va a extenderse en la biografía
de Dick puesto que ya lo hizo en ¿Sueñan
los androides con ovejas eléctricas?, que también ha publicado Cátedra en
su nueva colección Letras populares.
Me ha gustado volver a leer sobre las etapas creativas de Dick, su locura, su
genialidad.
Me lo he pasado muy bien con este
libro, y me encanta leer a Philip K. Dick, un autor al que le costó ser
reconocido en vida, y que casi siempre tuvo que publicar en editoriales pulp que le pagaban muy poco, en esta
cuidada edición de Cátedra. Tal vez, leer estos libros con profusión de
estudios y notas sea una buena idea para las personas que no conocen ninguno de ellos. En cualquier caso, yo empezaría por ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Para los entusiastas e
iniciados en Dick, decirles que se lo van a pasar muy bien con esta edición de Gestarescala.
Interesante peripecia la tuya desde la visión del libro en Londres hasta que el mismo llegó a tus manos en formato papel y traducido al español.
ResponderEliminarEs una obra de Philip K. Dick que desconocía. La apunto por si la veo en mi deambular por librerías.
Un abrazo y dadas las fechas Feliz Año, David
Hola Juan Carlos:
EliminarMe ha parecido estupendo leer este libro; lo del prólogo de Cátedra para un libro de Dick me ha hecho muy feliz.
Felices fiestas.
Saludos
Dick es un autor que me he planteado leer varias veces, aunque no sé si me gustaría esa poca credibilidad de la que hablas. También depende de la habilidad del autor de hacerte creer en todo por muy inverosímil que sea.
ResponderEliminarMe gustan bastante físicamente los libros de esta colección, despiertan mi lado superficial... Tuve la suerte de encontrar uno en una tienda de ocasión por un euro con cuentos de Michael Ende y aún lo tengo por leer.
Saludos y Felices Fiestas.
Hola Caminante:
EliminarLo de la credibilidad en Dick no es algo que haya que tomarse como un defecto. Hay un tipo de ciencia-ficción que lo que más le importa es la verosimilitud científica, y se olvidan de los personajes. Esta es una ciencia-ficción poco interesante, la verdad. Frente a esto, Dick es un escritor mucho más imaginativo, con ideas e intuiciones sobre el futuro geniales. Su continuo cuestionamiento sobre lo que es real o no es fantástico.
Si quieres empezar con Dick en Cátedra lee primero "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?". Si lo leen en Minotauro, empieza con Ubik, El hombre en el castillo, Tiempo de Marte, Los tres estigmas de Palmer Eldritch, Doctor Moneda Sangrienta...
Felices fiestas.
Hola David, vine a tu blog a ver si habías escrito sobre La Máquina de Pensar en Gladis, y me encuentro con este artículo sobre Dick, de quien sé gracias a ti, era uno de los favoritos de Levrero. Así que me quedé a leer de tu experiencia con ese libro que creo será mi próxima lectura. Lo único que he leído de Dick es Sueñan los Androides... que me pareció fascinante y actual en todo lo que respecta a la empatía como el rasgo que nos diferencia de las máquinas. Gracias por todo lo que das a tus lectores, y muy feliz Año Nuevo!
ResponderEliminarHola Verónica:
EliminarLa máquina de pensar en Gladys lo he leído hace unas semanas y ya tengo la reseña escrita, que saldrá aquí dentro de unas semanas. Por cierto, la entrada de mañana es también sobre Levrero.
Si te apetece leer más de Dick, quizás la lista que le acabo de dejar a la comentarista anterior te pueda venir bien.
Felices fiestas y feliz año nuevo.
Tendré en cuenta la lista, David, muchas gracias, aunque creo que iré intercalando con un autor uruguayo, Felisberto Hernández, ya que encontré en estos días una base de datos que incluye todas sus obras que han pasado ya al dominio público. Vi que lo has incluido en tus reseñas, así que iré allí por recomendaciones. Saludos!
ResponderEliminarHola Verónica:
EliminarFeliberto Hernández es un gran autor. Leí una antología de su obra hace unos años y me gustó mucho. Tengo dos libros suyos comentados en el blog.
Pues espero que disfrutes mucho de tus lecturas.
Saludos