Alejandro Morellón (Madrid, 1985) ganó en 2013
el 51º Premio Libro de Cuentos de la Fundación Monteleón con La noche en que caemos (Eolas Ediciones,
2013).
En mayo de 2016
ha publicado El estado natural de las cosas (Caballo de Troya, 2016), un
libro formado por seis relatos y una novela breve (pinchando AQUÍ puedes leer la reseña que escribí sobre este
libro).
El formato de El
estado natural de las cosas, una novela corta y seis cuentos, me parece un
tanto inusual en el mercado del libro español. ¿Por qué has incluido siete
cuentos? ¿Por qué una novela corta?
«El
Santo Siete es el Santum Regnum de la Magia Sexual»*.
El
número siete tiene algo de cabalístico, de candelabro judío, de sacrificios de
cabra necesarios para ganarse el favor de una divinidad. Lo de incluir una
novela corta ya lo hizo Quim Monzó con El
mejor de los mundos y se hizo con La
metamorfosis de Kafka, entre otros. ¿Por qué una novela corta? La novela
corta es el futuro, ¿o no?
*Encontrado
en Internet al buscar sobre el séptimo arcano en la Gnosis; y también: «En
nombre de la Verdad, nosotros afirmamos que la Espada Flamígera de los Grandes Hierofantes
es puro Semen Transmutado». Nada menos.
¿Cómo has enfocado la ubicación de los relatos? ¿De
qué tratan?
El yo esteta se
decantó por la disposición armónica 3+1+3. En cuanto a los relatos, cada uno
tiene un asunto de base, un tema, así, del primero al último: de la Divinidad,
la fe ciega, la idolatría; de la violencia, la rebelión, la histeria; de la
precariedad y la banalización del arte; de las vicisitudes existenciales, los
términos de una relación, el principio de la decadencia; de la enfermedad, la
sombra oscura del miedo, la incomprensión del dolor; de lo sexual identitario;
del aborto, el reclamo maternal, el entierro.
¿Con qué corrientes literarias actuales vincularías El estado natural de las cosas?
Ni idea de las
corrientes literarias actuales, pero sí que puedo decirte con qué trabajos me
gustaría identificarme: las novelas gráficas de Jason o de Jim Woodring, las
películas de Roy Andersson o de Lantimos, los relatos de Georges Saunders o de
Buzzati, o de Bruno Schulz o de Volodine o de Tsutsui o de Leela Wadee o de
Edgar Keret o de Armonía Somers. Kafka, por supuesto. Cercanos a mí, pienso en Bajo el influjo del cometa de Jon
Bilbao, en Antes de las jirafas, de
Matías Candeira, en Pájaros en la boca,
de Samanta Schweblin, en New Mynd, de
Colectivo Juan de Madre, en Llenad la
tierra, de Juan Carlos Márquez, en Propagación
del silencio, de Sònia Hernández.
¿Qué libro, en la línea fantástica que tú escribes,
nos recomendarías?
Ángeles menores, de Antoine Volodine. O Yakarta, de Rodrigo Márquez Tizano.
¿Y un libro de corte por completo diferente a la
literatura que tú practicas?
El cuaderno perdido, de Evan Dara.
O Magistral, de Rubén Martín
Giráldez.
En la novela corta que da título al libro, un hombre
cae hacia el techo de su casa, donde acaba sintiéndose un «insecto atrapado en
el techo». ¿En qué se parece El estado
natural de las cosas a La
metamorfosis de Kafka y en qué se diferencia?
Así como La metamorfosis no va de un hombre que
se convierte en insecto, El estado
natural de las cosas no va de un hombre que vive en el techo de su casa. En
ambos lo fantástico deviene en puerta de entrada alegórica, en exaltación de la
metáfora como herramienta narrativa. En un caso se cuenta la historia de un
hombre atribulado por la alienación laboral, lo burocrático, el abandono de su
familia; en otro, la de alguien en pleno trance existencial, cuya introspección
le aboca a un continuo replantearse, una caída que da paso al vértigo, que da
paso al golpe, que da paso al dolor, que da paso al recuerdo de otro dolor.
¿Hasta qué punto los problemas de la sociedad en la
que vives son importantes para ti como creador?
Hasta un punto
mucho mayor del que soy consciente.
Sé que durante el último año has dirigido un taller
sobre literatura norteamericana, ¿de qué libro o autor has hablado en él con
más entusiasmo?
Es posible que haya
un empate entre Las uvas de la ira,
de Steinbeck, El bosque de la noche,
de Djuna Barnes, y La hoguera pública,
de Robert Coover.
¿Puedes imaginarte a ti mismo en el futuro
escribiendo una obra enteramente realista?
Ahora mismo
estoy en un punto en el que me imagino escribiendo casi cualquier cosa. En
relación con la novela realista, me interesa mucho lo que hace gente como
Antonio Lobo Antunes, James Salter o Ben Lerner, por ejemplo.
¿Quién es Ben Tolman?
El autor de la portada
del libro. Un ilustrador que recomiendo mucho.
¿Estás embarcado en algún nuevo proyecto literario?
En caso afirmativo, ¿puedes hablarnos de él?
Estoy trabajando
en una novela llamada El gesto animal,
en la que los niños varones comienzan a nacer todos idiotas y con un solo brazo
y en la que existe una transformación generacional; la sociedad como ente
cambiante, la religión como elemento fagocitador, la conciencia como un hijo
que se marcha y vuelve distinto. Y así.
«Entonces, así
es como se acaba el mundo, con este silencio como de final de trayecto, con
esta ausencia de bocas y ningún rostro que llevarse a las manos; con los
hombres desaparecidos y los niños ausentes y sus madres maldiciéndose y todos
los ojos que quedan mirando hacia arriba, preguntándose si van a tener otra
oportunidad, si saldremos adelante o acaso esto sea un último gesto animal que
nos represente. ¿Cómo saberlo?».
Gracias, Alejandro.
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