Traducción de José C. Vales.
Hace dos o tres años observé que
en la calle General Pardiñas de Madrid –relativamente cerca de mi casa– habían
abierto una nueva librería de segunda mano, y desde entonces me había resistido
a entrar. Tengo un problema con las librerías de segunda mano. Cuando paseo por
Madrid siempre acabo entrando en alguna, y compro libros inesperados que rompen
mis planes de lectura. Además, he tenido temporadas que he comprado libros de
segunda mano, o de primera, a un ritmo bastante superior al que puedo leer. Sin
embargo hace unas semanas, al salir del colegio en el que trabajo, decidí dar
un paseo por Madrid, y al volver a casa, después de más de hora y media
caminando, me sentí alegre y acabé tomando la calle General Pardiñas y entrando
en la librería Fundación Menior, que recoge donaciones de libros con el fin de
ayudar a una obra social que compra material escolar para niños necesitados. La
librería, además de estar casi enfrente de la casa en la que vivió Carmen Laforet el tiempo que pasó en
Madrid, era pequeña pero estaba muy bien ordenada, con precios que oscilaban entre
uno y cinco euros. Me acabé llevando cuatro libros: las Novelas ejemplares de Cervantes en los dos tomos de Cátedra,
por dos euros cada uno, y dos novelas de Impedimenta, que es una editorial que
me interesa mucho, aunque me he acercado poco a ella en los últimos años. Así
que, como llevaba un tiempo pensando en volver a su catálogo, qué mejor
oportunidad que ésta.
Uno de los libros de Impedimenta que
compré era La juguetería errante de Edmund
Crispin (Chesham Bois, Buckinghamshire, 1921-Londres, 1978). A Crispin se le
considera –leo en la contraportada del libro– uno de los últimos maestros de la
novela de detectives inglesa. El detective que creó Edmund Crispin se llama
Gervase Fen. Entre 1944 y 1951, Crispin escribió ocho novelas protagonizadas
por este personaje; además, en 1953 publicó una recopilación de cuentos con Fen
como protagonista.
De todas las novelas de
detectives que escribió, la más famosa es La
juguetería errante que, según leo en la solapa del libro de Impedimenta (y
en la wikipedia), está considerada una obra maestra del género de detectives.
Edmund Crispin fue alumno de la
universidad de Oxford, y es en esta ciudad donde transcurre la historia de La juguetería errante. El libro se
publicó en 1946, pero está ambientado en 1938. Este dato me llama la atención: probablemente,
Crispin se sienta a escribir esta novela cuando ya ha terminado la Segunda
Guerra Mundial, o cuando estaba acabando. En cualquier caso, lo hace consciente
de la destrucción que supuso la contienda, pero sin embargo decide –como
refugio– regresar al Oxford de su juventud, al año 1938, cuando el todavía idílico
paisaje inglés no se había visto dañado por las consecuencias de la guerra. En
la página 27 leemos: «Oxford es el único lugar de Europa donde un hombre puede
hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad, y no despertar
ningún interés ni emoción en absoluto en nadie».
La novela comienza con una escena
en la que Richard Cadogan –«uno de los tres poetas vivos más eminentes de
Inglaterra» (pág. 17)– le pide dinero al señor Spoder, su editor, porque quiere
salir de Londres y pasar unas vacaciones en el Oxford de su juventud. Discuten,
pero el señor Spoder le acaba adelantando las cincuenta libras que Cadogan le
requiere. Cadogan tiene treinta y siete años y está empezando a sentirse viejo.
Piensa que en Oxford podrá encontrar las emociones y tal vez las aventuras que
su estado de ánimo necesita.
La primera noche que Cadogan llega
a Oxford, el azar le lleva a una juguetería. El personaje empuja la puerta y, a
pesar de la hora, la encuentra abierta. Al entrar, Cadogan se encuentra con el
cadáver de una mujer en el suelo: la marca de un cordel en el cuello delata que
su muerte ha sido violenta. Un desconocido golpeará a Cadogan en la cabeza.
Cuando despierta, el personaje huye de la tienda por un ventanuco. Acude a la
policía pero, al regresar a la juguetería de la víspera, ésta ha desaparecido y
en su lugar encuentra una tienda de ultramarinos. Como la policía no se acaba
de tomar en serio la historia de Cadogan, éste recurrirá a su amigo Gervase Fen,
un profesor de letras, además de detective aficionado («cuyas hazañas
detectivescas eran famosas en Oxford»: pág. 140).
Según una cita del New York Sun, recogida en la
contraportada del libro: «Las novelas de Crispin no podrían ser más british ni aunque vinieran acompañadas
de fish and chips». Al leer La librería errante recordé una escena
de la miniserie británica Retorno a Brideshead, que vi no hace
mucho, en la que uno de los personajes le prevenía a otro contra una decadente
familia de nobles, diciendo que dicha familia seducía por su english charm (“encanto inglés”), pero que
carecía de una verdadera pasión. Ese mismo comentario podría aplicarse a La librería errante. Al igual que ocurre
en otras novelas de detectives (y esta lo es en el sentido más clásico, pues se
trata del famoso juego del «cuarto vacío»), el escritor pretende deslumbrarnos
con la resolución de un misterio (o varios) aparentemente irresoluble: ¿cómo
pudo producirse el asesinato que nos plantea? ¿Cómo puede desaparecer una
juguetería y convertirse en una tienda de ultramarinos? En el Oxford propuesto
se sucederán las persecuciones de los personajes involucrados en el asesinato
de la señorita Tardy: policías, estudiantes politizados o deportistas,
gamberros, bellas jovencitas que trabajan como dependientas, matones, abogados
o médicos siniestros, policías… No estamos aquí ante una novela introspectiva,
una novela de personajes profundos, sino ante un juego intelectual, un juego de
misterio muy bien armado, con mucho sentido del ritmo y mucha ironía.
El estilo es rápido, fresco,
divertido. Una ironía muy inglesa domina el discurso. Por ejemplo, así es como
se presenta a uno de los personajes secundarios en la página 124: «Un joven
ocioso, propietario de todos los granos del mundo, que ganduleaba apoyado en
una pared». La novela hace continuas referencias irónicas al género de
detectives. Así habla Fen en la página 70: «Y, sin embargo, creo que yo debería deducir algo… Ese tipo tan
listillo, Holmes, lo habría desmenuzado»; o Cadogan en la 79: «Bueno, creo que
lo mejor es que vaya a la policía –digo Cadogan–. Si hay algo que detesto en el
mundo es esas novelas en las que los personajes no van a la policía cuando no
tienen ninguna maldita razón para no hacerlo».
«Esto está pasando de comedia a
farsa», dice Fen en la página 205. Y probablemente es entre esos dos términos
–la comedia y la farsa– donde se mueve esta novela de detectives, en las que
los disparos y los asesinatos resultan muy de salón de té. La novela tiene
momentos muy divertidos, muy disparatados; destacaría aquellos en los que la
pareja protagonista, el detective Fen, profesor de literatura, y su ayudante,
el poeta Cadogan, deciden pasar el rato (en un bar, maniatados en un armario,
etc.) con sus particulares juegos literarios. Así, por ejemplo, en la página
130 los personajes empiezan a jugar a los «Libros Infumables», y en la
enumeración se van sucediendo una serie de libros a los que el contrincante
debe dar el visto bueno en cuanto a su infumabilidad; o se celebra, con
divertida maldad, la desaparición del mundo de un seguidor de las novelas de
Jane Austen.
Me lo he pasado muy bien con La librería errante. Creo que resulta muy
difícil leerla sin una sonrisa en los labios, sin sucumbir a su english charm.
La leí hace algo más de un año y me pareció una novela alocada y entretenida, muy ligera para leer y pasar un buen rato. Además que siempre es agradable tener las cuidadas ediciones de Impedimenta en las manos. Para pasar un buen rato de verano con una cerveza Ale en la mano! Un saludo y enhorabuena por el Blog!
ResponderEliminarHola Javier:
EliminarSí, esta novela es muy entretenida y hace pasar un buen rato. Estoy empezando a sentir curiosidad por el resto de novelas de la saga de este detective. Imagino que estarán bien.
Gracias por las felicitaciones hacia el blog.
Saludos
David Pérez
La leí hace varios años (hasta ahora es la única de Impedimenta que he leído). Yo no soy muy de novela policíaca ni tampoco estoy segura de que me guste el humor inglés, pero esta me pareció entretenida y graciosa en ocasiones, sin llegar a entusiasmarme. Recuerdo que me sorprendió el final... ¡aunque se me ha olvidado cómo lo resolvía!
ResponderEliminarPD: también soy un peligro cuando salgo a pasear por Madrid, porque mis pasos suelen dirigirse a librerías, y preferentemente de segunda mano, y entonces...
Hola Caminante:
EliminarYo hacía tiempo que no leía nada de Impedimenta y la verdad es que me ha gustado la vuelta. A ver si leo más libros suyos, que es un editorial que me parece que merece mucho la pena.
Sí, lo de las librerías de segunda mano de Madrid es todo un peligro.
Saludos
David Pérez
Pues yo difícilmente voy a poder dejar de leerla. Es de Impedimenta que no me ha decepcionado todavía. Tiene english charm y a mí lo british me pierde, soy anglófilo (aunque intento evitar lo snob, siempre hay buenos autores en cualquier otro lugar y también en nuestra casa), me gusta la literatura servida con humor...
ResponderEliminarA este libro le tenía echado el ojo hace un tiempo. Caerá.
Hola Sergio:
EliminarNo se puede ser más británico que esta novela. Es un libro muy divertido, con mucho sentido del ritmo.
A mí tampoco me ha defraudado impedimenta. Seguiré con ella.
Saludos
No conocía al autor, pero pienso que puede ser una buena lectura para el verano, aunque he visto que ésta es la tercera de la serie y me planteo empezar por el principio.
ResponderEliminarGracias por el descubrimiento.
Un abrazo.
Hola Rosa:
Eliminar¿Así que este libro es el 4º de la serie? Yo pensé que era el primero, porque me parece que ha éste fue el primero que publicó Impedimenta. Ahora tiene ya 4 o 5. Imagino que todos estarán bien, aunque este sea el más famoso de la serie.
Ya nos contarás.
Saludos
acabo de terminarla, me ha encantado el ritmo trepidante, parecía que iba todo el rato a bordo del deportivo del detective. Yo destacaría también la autoparodia de las novelas de detectives que se detecta, todas las casualidades del mundo ocurren para que haya un desarrollo lineal de la historia. Todo el mundo parece estar en el momento exacto en el sitio exacto. Me ha gustado mucho, de hecho creo que voy a continuar leyendo algún libro más de Gervase Fen.
ResponderEliminarHola Detective:
EliminarLo recuerdo como un libro como un libro muy divertido. A ver si vuelvo a leer alguno de este autor.
Saludos