Ésta es la portada de Anagrama, que me gusta más que la de Círculo de Lectores |
Traducción de Mariano Antolín Rato
Leí por primera vez El Día
de la Independencia en octubre de 2001. Lo acabo de comprobar en el
archivador en el que anoto las fechas de mis lecturas. Lo leí cinco meses
después de El periodista deportivo.
Aquel octubre aún trabajaba en una auditora norteamericana (aquella experiencia
tan cercana al infierno laboral), estaba tocando fondo y un fin de semana lo
tenía libre y me monté en el tren el viernes por la tarde y me fui yo solo a la
casa que mis padres tienen en la sierra de Madrid, en Collado Mediano, y me
estuve hasta el domingo casi sin salir de casa leyendo este libro (o si salía
era para leer en el banco del parque), desconectado de todo, volviéndome a
reencontrar conmigo mismo, es decir con mi yo lector. Frente al infierno de las
sectas laborales yo era aquel que sostenía un libro, como una declaración de
principios o como un arma. Fue un fin de semana muy terapéutico.
Cuando hace unas semanas fui a la
biblioteca de Móstoles para sacar la trilogía de Frank Bascombe escrita por Richard Ford (Jackson, Mississipi,
1944) me ilusionaba la idea de volver a leer los mismos volúmenes que leí hace
años, aunque hacía tiempo que no los veía en los anaqueles. Como suponía había
que buscar en el depósito (Acción de Gracias
sí que está en las estanterías). El bibliotecario subió del depósito con el
mismo ejemplar de El periodista deportivo
que leí hace casi quince años, pero no traía El Día de la Independencia editado por Anagrama, sino en una
edición de Círculo de Lectores, que creo que he estrenado yo y que fue una
donación, me dijo el bibliotecario; un libro que posiblemente sustituyó a El día de la Independencia de Anagrama
de la biblioteca porque se había deteriorado.
Diría que las dos ediciones, la
de Anagrama y la de Círculo de Lectores, tienen el mismo paginado.
La acción de El periodista deportivo se desarrollaba en abril de 1983 y Frank
Bascombe tenía entonces treinta y ocho años para hacer treinta y nueve. En El Día de la Independencia estamos en
julio de 1988 y Bascombe tiene cuarenta y cuatro años.
Frank sigue viviendo en Haddam
(Nueva Jersey) pero ya no es periodista deportivo, ahora es vendedor de casas
(“Estaba decidido a explorar las cosas menos predecibles para un hombre con mi
formación”, nos dice en la página 128). Su exmujer, a la que se refería como X
en el libro anterior, ahora sabemos que se llama Anna y se ha vuelto a casar
con Charley, un arquitecto, un hombre de éxito mayor que ella. Además Anna y
los dos hijos con vida de Frank (Paul y Clarissa) ya no viven en Haddam sino en
una población llamada Deep River (Connecticut) a varias horas en coche de
Haddam. Frank vendió su casa y se trasladó a vivir a la que vivía su exmujer en
Haddam. A pesar del divorcio siente que algo se rompió dentro de él cuando su
exmujer volvió a casarse. Frank mantiene una relación con la bella Sally, una
mujer de su edad, que le acusa de ser demasiado escurridizo, de no querer
comprometerse.
La estructura de la novela es
similar a la de El periodista deportivo:
toda la acción se acumula en tres o cuatro días. Pero son unos pocos días
engañosos, porque debido al uso del recurso de la analepsis conoceremos muchos
más sucesos del pasado de Frank y de su familia. En esta ocasión, Frank ha
planificado un viaje a Deep River para recoger a su hijo Paul, que ya tiene
quince años, e ir de viaje con él para visitar algunos Salones de la Fama deportivos
(que, por lo narrado, actuarán en la novela como muestras de la incapacidad de
adaptarse a la vida sana norteamericana de Frank y su hijo, ya que ambos
fracasan en sus intentos de comportarse como hombres deportivos). En concreto
visitarán un Salón de la Fama dedicado al baloncesto y tratarán de visitar otro
dedicado al beisbol. Paul se está convirtiendo en un adolescente problemático.
Hace no mucho ha sido detenido por robar condones en una tienda y agredir a la
dependiente cuando trató de frenarle. Algo que le va a hacer comparecer ante un
juez de menores. Además se expresa mediante ladridos y relinchos y todos estos
comportamientos preocupan a Frank, que teme por el futuro de su hijo. Tiene
esperanzas de que de este viaje, que se producirá en los días previos a la
celebración del Día de la Independencia le sirva para unirse más a Paul y ser
un apoyo para él.
El primer día del presente
narrativo del libro Frank ha quedado con los Markham, una pareja de más de
cincuenta años de Vermont, que desea comprar una casa en Haddam o alrededores,
para empezar de nuevo después de sus matrimonios fracasados. Frank ha enseñado
ya docenas de viviendas a los Markham, que nunca están conformes con las casas
que les enseña, las que se ajuntas a sus posibilidades económicas, pero ellos
están convencidos de que se merecen más, mientras que parecen tener miedo a que
la casa que compren sea la casa en la que van a morir. Las reflexiones sobre la
compra de casas y la psicología de los Markham me han gustado mucho, reflejaban
muy bien la mentalidad del ciudadano medio norteamericano y su deseo de
prosperar por encima de todo, por encima incluso de la sensatez.
Frank considera que ha entrada en
el periodo de su vida que denomina Periodo de Existencia: “El acto de subirme a
la cuerda floja de la normalidad, la parte que viene después de la tremenda
lucha que lleva al gran derrumbamiento, la época de la vida en la que todo lo
que nos va a afectar «más adelante» de hecho ya nos afecta, un periodo en el
que seguimos más o menos solos y contentos, aunque preferiríamos no hablar de
él ni siquiera recordarlo más adelante si tenemos que contar la historia de
nuestra vida, pues, sencillamente, el enfrentarnos a nuestros momentos de
verdad implica pequeñas tensiones y ajustes poco importantes.” (pág. 123-124)
Ya comenté al hablar de El periodista deportivo que aquí –en El Día de la Independencia- que Frank
consideraba que los días que narraba allí pertenecían a un periodo de
obnubilación psíquica. De hecho, en esta nueva novela Frank parece más centrado
y no existe una contradicción tan flagrante, como en la anterior novela, entre
la sutileza de sus pensamientos y lo irreflexivo de sus acciones (aunque
algunas de sus acciones siguen estando por debajo del nivel de sus
reflexiones).
Me ha llamado la atención en esta
lectura un recurso narrativo que es posible que también usara en El periodista deportivo, pero cuyo uso me
ha saltado aquí de forma más clara: para hablarnos de los sentimientos de Frank
ante lo que está viviendo, Ford nos describe lo que está viendo en ese momento
y esto actúa como una trasposición de sus sentimientos. Durante la novela se describían
varias conversaciones telefónicas, que tenían lugar en teléfonos públicos y
entre las palabras de Frank y su interlocutor, para glosar la realidad, se
describía lo que ocurría en el local desde el que Frank estaba llamando.
En esta novela, a diferencia de
lo que ocurría en El periodista deportivo,
la voz narrativa de Frank no parece dirigirse a nadie, no parece tener ningún
interlocutor, como ocurría en la otra novela. Aunque no es así en todos los
casos, porque he encontrado esta anotación que hice sobre cómo empieza la
página 119: “Podría tener algún interés contar cómo llegué a ser especialista
en residencias.” Otra vez: ¿a quién le cuenta Frank su vida?
De nuevo, el tema de fondo del
que nos quiere hablar Richard Ford es el de cómo transcurre la vida en las
zonas residenciales de Norteamérica. Así El
Día de la Independencia comienza con una apacible descripción de los días
de verano en Haddam y en la segunda página se nos dice: “Sin embargo, aquí no
todo es exactamente trigo limpio, a pesar de tan halagüeñas apariencias.
(¿Cuándo es algo exactamente trigo limpio?)
Yo mismo, Frank Bascombe, fui
agredido en Coolidge Street, a una manzana de casa, a finales de abril, cuando
volvía caminando después de terminar mi jornada en nuestra agencia
inmobiliaria, a la caída de la tarde, con una sensación del deber cumplido
aligerando mis pasos; confiaba en llegar a tiempo para las noticias de la tarde
y llevaba bajo el brazo una botella de Roederer –regalo de un cliente
agradecido a quien le había vendido la casa-. Tres jóvenes, uno de los cuales
me pareció conocido –un asiático-, aunque no pude identificarlo posteriormente,
pasaron zigzagueando como flechas por la acera en sus minimotos, me pegaron en
la cabeza con una botella de Pepsi y se alejaron dando fuertes gritos.”
Además una joven negra que
trabajaba en la agencia de Frank, y con la que éste tuvo una breve relación,
fue asesinada cuando acudía a mostrar una casa. Y en el transcurso de la
narración, el propio Frank será testigo de un asesinato en el motel en el que
se aloja para ir a Deep River y recoger a su hijo.
Hace quince años leí estos dos
libros con una diferencia de cinco meses, ahora los he leído seguidos, y aunque
sé que muchos de los lectores de Ford opinan que el nivel de la serie de
Bascombe va subiendo con cada nueva entrega, creo que he disfrutado más con la
lectura de El periodista deportivo
que con El Día de la Independencia.
De este último me gusta mucho la primera mitad, la venta de la casa y el
encuentro con Sally, pero me parece que baja un poco su intensidad cuando se
habla de la relación con Paul, el hijo. Pero sin duda, el nivel es muy alto y
bastante parejo, en realidad. Ya estoy leyendo Acción de Gracias, toda una aventura literaria.
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