Ayer,
después de tanto oír hablar en el trabajo sobre fútbol, sorteos y Lisboa; por
la tarde me acerqué a la librería Tipos
Infames para asistir a la presentación del libro de relatos Modo
Linterna del argentino Sergio
Chejfec; al que introducía el cubano José
Antonio Ponte. Cuando Chejfec empezó a alabar a Juan José Saer me sentí realmente en casa entre los escasos
desconocidos del público; por fin estaba con mi verdadera hinchada.
Pero
en realidad no era de esta presentación de lo que quería hablar hoy, sino de otro
asunto: por el camino iba barruntando sobre la entrada del blog de media
semana, ¿de quién cuelgo mañana poemas?, y no lo tenía muy claro. En la calle
Fuencarral me crucé, al ir hacia Tipos Infames, con el poeta Benjamín Prado (Madrid, 1961). Cuando a
la salida de la presentación me lo volví a cruzar, a la misma altura de la
calle Fuencarral, pero en sentido contrario; ya decidí sucumbir a la asociación
mágica –al más puro estilo Mario Levrero-
y percatarme de que Benjamín Prado en realidad estaba recorriendo la calle
Fuencarral en un sentido y otro indefinidamente, con la intención de mandarme
una señal: quería que colgase algún poema suyo en el blog.
Ok,
Benjamín, mensaje recibido.
De
Benjamín Prado he leído los poemarios Cobijo contra la tormenta (Premio
Hiperión 1995) y Todos nosotros (1998). Este último, que es mi favorito de los
dos, lo tengo dedicado.
Dejo
aquí dos poemas. El primero es del libro Todos
nosotros y el segundo de Cobijo
contra la tormenta.
Frío como en el infierno
(Roma, 1995)
Estamos en invierno y esto es Roma
y tú no estás.
Yo voy de un lado a otro
de tu nombre,
lo mismo
que un oso en una jaula;
marco un número;
pongo la radio, escucho una canción
de Patti Smith dar vueltas dentro de Patti Smith
igual que un gato en una lavadora.
Estamos en invierno y yo busco cuchillos;
miro la calle;
pienso en Pasolini;
cojes una naranja con mi mano.
Y esto es Roma.
La nieve
convierte la ciudad en una parte del cielo,
ilumina la noche,
deja sobre las casas su ángel multiplicado.
Y tú no estás.
Yo cierro una ventana,
miro el televisor,
leo a Ungaretti,
pienso: la distancia es azul,
yo soy lo único que hay entre tú y este frío.
Estamos en invierno y esta ciudad no es Roma
ni ninguna otra parte.
Miro atrás
(Roma, 1995)
Estamos en invierno y esto es Roma
y tú no estás.
Yo voy de un lado a otro
de tu nombre,
lo mismo
que un oso en una jaula;
marco un número;
pongo la radio, escucho una canción
de Patti Smith dar vueltas dentro de Patti Smith
igual que un gato en una lavadora.
Estamos en invierno y yo busco cuchillos;
miro la calle;
pienso en Pasolini;
cojes una naranja con mi mano.
Y esto es Roma.
La nieve
convierte la ciudad en una parte del cielo,
ilumina la noche,
deja sobre las casas su ángel multiplicado.
Y tú no estás.
Yo cierro una ventana,
miro el televisor,
leo a Ungaretti,
pienso: la distancia es azul,
yo soy lo único que hay entre tú y este frío.
Estamos en invierno y esta ciudad no es Roma
ni ninguna otra parte.
Miro atrás
y puedo
verlo: acabas de apagar una lámpara;
has cerrado los ojos
y sueñas con un bosque;
de repente
alargas una mano,
buscas una manzana
que está en el otro lado de la mujer dormida...
Mientras,
yo odio este mundo frío como el infierno
y el cansancio que caza lentamente mis ojos;
odio al lobo que has puesto en la palabra noche
y la forma en que llenas la habitación vacía.
Odio lo que veré
desde hoy y para siempre: tus pisadas
en la nieve de Roma, donde nunca has estado.
has cerrado los ojos
y sueñas con un bosque;
de repente
alargas una mano,
buscas una manzana
que está en el otro lado de la mujer dormida...
Mientras,
yo odio este mundo frío como el infierno
y el cansancio que caza lentamente mis ojos;
odio al lobo que has puesto en la palabra noche
y la forma en que llenas la habitación vacía.
Odio lo que veré
desde hoy y para siempre: tus pisadas
en la nieve de Roma, donde nunca has estado.
4
de octubre en el Landmark Hotel
Si es un sueño no quiero que nada me despierte
-decías con El ángel que nos mira en la mano
y corriendo bajo la lluvia- decías
la tormenta es un tigre,
el tigre tiene un movimiento de árbol
que va entrando en la noche.
Bajo la lluvia,
a solas con tu vida entre cielos e infiernos,
entre nada ya es suficiente y demasiado no basta,
mirabas caer la oscuridad en los parques
-como un sonido de campanas sobre el agua-
y decías una canción es sólo
la forma de salir de un callejón sin salida,
mirabas la oscuridad,
con tu corazón perseguido por los leones,
con tus plumas azules y tus sortijas árabes.
20 años después, mientras me hablas
de pequeñas ciudades -me pregunto
si un recuerdo es algo que conservamos
o algo que hemos perdido-, de pequeñas ciudades junto al mar,
yo comprendo que sólo fuiste un sueño. Y como dice
Delmore Schwartz en una canción de Lou Reed, en nuestros
Si es un sueño no quiero que nada me despierte
-decías con El ángel que nos mira en la mano
y corriendo bajo la lluvia- decías
la tormenta es un tigre,
el tigre tiene un movimiento de árbol
que va entrando en la noche.
Bajo la lluvia,
a solas con tu vida entre cielos e infiernos,
entre nada ya es suficiente y demasiado no basta,
mirabas caer la oscuridad en los parques
-como un sonido de campanas sobre el agua-
y decías una canción es sólo
la forma de salir de un callejón sin salida,
mirabas la oscuridad,
con tu corazón perseguido por los leones,
con tus plumas azules y tus sortijas árabes.
20 años después, mientras me hablas
de pequeñas ciudades -me pregunto
si un recuerdo es algo que conservamos
o algo que hemos perdido-, de pequeñas ciudades junto al mar,
yo comprendo que sólo fuiste un sueño. Y como dice
Delmore Schwartz en una canción de Lou Reed, en nuestros
sueños
comienzan nuestras responsabilidades.
La última playa es fría y tiene una luz extraña,
una luz blanca hecha de pájaros caídos.
20 años después, desde este mundo
de las cosas tal como son, tenemos
nuestras propias preguntas. Y respuestas
que huyen de tu nombre
como animales asustados por un trueno.
El sueño es dulce, sientes
grandes ruedas de fuego en el calor del día.
Y Lou Reed también dice
que si cierras la puerta
tal vez la noche dure para siempre.
La última playa es fría y tiene una luz extraña,
una luz blanca hecha de pájaros caídos.
20 años después, desde este mundo
de las cosas tal como son, tenemos
nuestras propias preguntas. Y respuestas
que huyen de tu nombre
como animales asustados por un trueno.
El sueño es dulce, sientes
grandes ruedas de fuego en el calor del día.
Y Lou Reed también dice
que si cierras la puerta
tal vez la noche dure para siempre.
A los invisibles tambien nos nombra la luna
ResponderEliminarLos invisibles algún día salvarán el mundo
EliminarEs un poeta que descubrí hace poco y me sorprendió mucho. Tengo que seguir leyendo poemas suyos. Los que dejas me gustan.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola:
EliminarLo cierto es que yo leí a Prado hace ya mucho, cuando yo tenía 25 años o así, y Todos nosotros fue un poemario que me gustó mucho.
Besos