jueves, 27 de febrero de 2014

Dos poemas de El bar de Lee

De la poeta Eva Vaz (Huelva, 1972) leí la antología Frágil, publicada por Baile del Sol. La reseñé en el blog (ver reseña AQUÍ). Gracias a aquella lectura, intercambiamos algunos correos y hace unos meses le envié a Eva mi poemario doble El bar de Lee, que ella leyó y me comentó amablemente. Le hice a Eva una pregunta que siempre le hago a aquellas personas que leen mis libros de poesía: ¿qué poemas le habían gustado más del libro? Me llama la atención ver cómo el título de algunos poemas se repiten, y a veces coinciden con mis favoritos y a veces no.
La elección de Eva fue original: me nombró un poema del primer libro -Móstoles era una fiesta-, titulado, Poda, y uno del segundo –El calvo del Sonora-, titulado Mecánica y Ondas. Creo que ella ha sido la primera persona que ha destacado estos poemas. El primero a mí también me gusta mucho, aunque para su perfecta compresión haría falta leer algunos otros poemas de ese libro, con los que están relacionados, y el segundo me gusta como quedó, pero no es de mis favoritos.



Los voy a dejar aquí, queriendo dar en público las gracias a Eva Vaz por sus amables palabras sobre mi libro:

PODA
Reducido a lentos muñones, el olmo encuadrado
en la ventana no alberga ya la visita del mirlo
a las 7 de la tarde. Mi paisaje de estudio ha sido
devastado. Las ramas borboteantes de viento y la humedad
de la lluvia excluidas, como los manotazos de niño
con que juega la muerte.

Son las 10 de la noche y tengo alergia al polen.
Una alergia en las venas manchadas de café,
una furiosa urticaria en la esencia podrida
del mundo. Hoy estoy sentado, derrotado, y no sueño contigo.
Me veo de nuevo buscándote camino de la biblioteca,
comprendiendo lo ridículo de mis quimeras de polen,
la intangible ausencia de mis palabras
no pronunciadas.

Oyendo afuera el escurrir de la lluvia
me imagino su ajeno resbalar en los muñones
grises del olmo, y bajo la lluvia oigo resbalar
todas mis palabras no pronunciadas, ausentes como
el mirlo negro que ya no puede posarse en
el desgarrado paisaje
de mi ventana.


MECÁNICA Y ONDAS

Mesas arañadas y resbaladizos peldaños,
me desprendí del examen antes de tiempo,
la mente embotada y el martillero punzante
de una canción de Nirvana en la cabeza,
sin tregua sobre los folios en blanco
(porque el tiempo de Einstein también
fue para mí el tiempo de Nirvana)
…come as you are, come as you are

Angustiado, vertiginoso, con esquinas
de filos muy agudos al girar la vista,
salí al remanso del pequeño parque
entre las facultades de ciencias.
No tomé el metro a casa, fui hasta
Recoletos, quería ver la exposición
al aire libre con las estatuas de Botero.
Adentrándome en el césped, me moví
alrededor de las rechonchas figuras, toqué
curvas de alegres gigantas, despreocupadas
y tónicas.
      En la mañana de febrero
calentaba el sol y la gente y los coches 
pasaban ajenos a los hamiltonianos,
a mi juventud ridícula y a los equilibrios
estables e inestables, más allá de las integrales
de delirantes cambios de ánimo y variable.

Había estado días (meses) inmóvil en la silla
de mi cuarto, sabiendo que no podía aprobar,
pero consciente también de la imposibilidad
de eludir el parvo rito de las horas de estudio.
Me asfixiaba al correr y mis perseguidores
iban a darme alcance: tras el extravío
de las sábanas, por las noches se repetía.
Sobre la silla de mi cuarto chapoteaba
en la seca inutilidad de mis esfuerzos,
peor aún: de mi fingir y mi yo fraudulento.

Pero allí, en aquellos minutos -que retengo
sobre este nuevo folio en blanco
donde pretendo ser yo ahora 
el que examine a la vida, a la que tuve—
con los pies en el césped y el calorcillo
de la mañana invernal, palpando
las voluptuosas curvas de las relajadas
mujeres de Botero, el sol derramado
sobre el rostro, sé que conseguí imaginar
que más allá de la pronta vuelta
a casa, el ¿qué tal? de mis padres
y de nuevo la silla de estudio
y el esfuerzo inútil del impostor,
podía existir para mí, todavía,
alguna clase de equilibrio –aunque
fuese inestable—en algún lugar
                    de las malditas coordenadas del espacio.


2 comentarios:

  1. ¡Hola! Me encanta la poesía desde siempre, así que estos dos poemas me han gustado mucho. Muy profundos, con un lenguaje atractivo y agradable... Muy buenos, desde mi punto de vista.

    Un abrazo y a seguir igual de bien...

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    1. Hola Chincla:

      Muchas gracias por tu lectura y tus amables palabras.

      Un abrazo

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