De entrada voy a decir que en mi imaginario de lector Liev Tolstói tiene el privilegio de haber escrito la que considero la mejor novela que he leído nunca: Guerra y paz. Si alguien quiere saber hasta dónde puede llegar un novelista con talento, debería ya dejar todo lo demás y, si no lo ha hecho antes, leer Guerra y paz en la impecable edición del Taller de Mario Muchnik, con traducción y notas de Lydia Kúper. Cualquier sentimiento humano está contenido en los cerca de 600 personajes que Tolstói maneja en este libro, cualquier ambiente social, cualquier tipo de personalidad... Son 1.855 páginas que leí en 22 días febriles; era el verano de 2004.
Pero quizás lo más impresionantes es que si Tolstói no hubiera escrito Guerra y Paz, seguiría siendo uno de mis 5 ó 10 autores favoritos, porque ahí está Anna Karenina para seguir corroborando su talento inmenso. Y a un poco de distancia se encuentra Resurrección.
Estos tres libros, Guerra y Paz, Anna Karenina y Resurrección son, a mi entender, una de las cumbres de la narrativa mundial.
Y el caso es que lo primero que leí de Tolstói, La sonata a Kreutzer, no me gustó demasiado; contenía una moralina que a mis veintipocos años se me hizo anticuada, y me decepcionó.
Creo que lo siguiente que leí de Tolstói, unos años después, fue La muerte de Ivan Ilich, en una de esas feas ediciones de RTV, de la Biblioteca Básica Salvat, de los años 60. Lo leía poco a poco mientras estudiaba en casa para unos exámenes finales de la universidad. Y ya entonces, a mis 22 ó 23 años, me impresionó su fuerza para describir la agonía de un hombre.
Me ha gustado ahora, más de una década después, reencontrarme con Ivan Ilich, con su vida de burgués cumplidor con el trabajo y degustador de placeres mundanos, atrapado en un matrimonio con el que no se encuentra feliz.
Quizás el mayor talento de la narrativa de Tolstói resida en saber retratar la angustia y los abismos existenciales de sus personajes y a la vez la banalidad de la vida social que los rodea. La fuerza de los sentimientos intimos y las convenciones sociales, la influencia en las personas de estas dos tendencias es captada por Tolstói casi en cada párrafo de la novela. Así finaliza un capítulo (página 61), mostrando una escena entre la mujer y el marido enfermo:
“Mientras ella le besaba, él la aborrecía de todo corazón; y tuvo que hacer un esfuerzo para no apartarla de un empujón.
-Buenas noches. Dios quiera que duermas.
-Si”
Ivan Ilich, hombre poderoso, miembro del Tribunal de Justicia, capad de decidir sobre el futuro de otros, se encuentra ahora débil, a merced de la opinión de los médicos sobre su caso. Unos médicos engreídos, distantes, como no hace mucho lo fue él en su Tribunal. En este proceso hacia el dolor y la muerte Ilich tendrá que hacer balance de su vida; una vida en la que, como deberá reconocerse a sí mismo, no ha sido muy feliz, si descuenta ciertos momentos de la infancia. Además, ahora, en la enfermedad, “veía que nadie se compadecía de él” (página 71).
Me ha gustado encontrar un párrafo que adelanta unas décadas a la famosa magdalena de Marcel Proust: “Si se acordaba de las ciruelas pasas que le habían ofrecido ese día, su memoria le devolvía la imagen de la ciruela francesa de su niñez, cruda y acorchada, de su sabor peculiar y de la copiosa saliva cuando chupaba el hueso; y junto con el recuerdo de ese sabor surgían en serie otros recuerdos de ese tiempo: la niñera, el hermano, los juguetes”. (página 88)
Tal vez, si no fuese por el inmenso talento de Tolstói, esta narración -que puede ser leída como una novela de terror-, se podría ver lastrada al final por una idea de tesis de Tolstoi: la aparición del sentimiento religioso. “Fue cayendo por el agujero y allá, en el fondo había una luz” (página 95)
Hadyi Murad es una novela póstuma. El retrato despótico que hay en ella del zar Nicolás impedía en su momento que pudiera ser publicada. En esta novela, como ya hizo el autor en Guerra y paz con la invasión napoleónica, se refleja un hecho histórico: la invasión por parte de Rusia de Chechenia. Allí distintas tribus, aliadas o enemistadas según el momento, luchan entre sí o contra los rusos. Hadyi Murad, chechenio, se ha unido a los rusos, tras un enfrentamiento con su antiguo líder, Shamil.
En Hadyi Murad confluyen fuerzas bárbaras, antiguas; él se encuentra atrapado entre el odio que le profesa Shamil, quien tiene secuestrada a su familia, y el recelo de su antiguo enemigo, al que acaba de unirse.
Se trata de una novela coral, donde se puede describir el avance de un ejército, y de entre todos esos hombres Tolstói centra su mirada en uno, tomado del grupo casi al azar.
Novela sobre el poder y la fuerza de los destinos, podría ser tomada como un ensayo a escala menor de lo que sería su gran obra, Guerra y Paz.
Quizás este doble volumen de Alianza sea una buena introducción al universo de Liev Tolstói, si alguien no ha leído nada de él. Además este parece un buen momento, en el 100 aniversario aún de su muerte.
David; andaba yo detrás detrás de "Guerra y Paz" en versión del Taller de Mario y justo ayer me lo regaló un buen amigo, atento él a mis paseos por las librerías. Poseer una buena edición es el primer paso. Cuándo me atraveré con ella, es ya otra historia.
ResponderEliminarRespecto a la "Muerte de Ivan..." lo que más me llamó la atención del relato es la evidencia de que la muerte no es la muerte. La verdadera muerte era la agonía del pobre Ivan. Al dejar de vivir llega la liberación y termina la muerte. No sé si esto venía marcado por la mística de Tolstoi, pero al morir Ivan Ilich, yo también me sentí liberado de la angustia en plan "joder, ya era hora que palmara de una vez".
En cuanto a Hadyi Murad, me gusta tu calificativo de obra coral. La leí como quien observa una pintura llena de personajes y situaciones simultáneas. No sobra ni falta una coma en cada párrafo descriptivo de un personaje o familia o una escena.
Hola Pet:
ResponderEliminarBienvenido a este espacio:
Ya sé que el volumen de Guerra y paz impresiona, pero aún impresiona más pasar sus páginas y sentir lo fácil que es leerlo. En ningún momento se hace pesado y el tamaño de letra del libro de Muchnik es bastante adecuado.
Otra cosa es tener que leerlo en el metro o algo así, pero si te gusta leer novela no te va a defraudar. Es lo más impresionante que he leído nunca, un antídoto ante todos lo agoreros que abogan por el fin de la novela, por su imposibilidad en el mundo actual...
A mí Ivan Ilich me causa un malestar profundo. Es un libro muy conmovedor.
Si te gustó Murad no lo pienses más y lánzate con Guerra y Paz. Éste supera a Murad con creces.
saludos
De las grandes cumbres literarias que me faltan por leer, sin duda creo hay dos: "Guerra y paz" y "Ulises". Por ahora, de Tolstói, estoy por terminar "Ana Karenina" en una edición espectacular de Alba, por ahora no me atrevo a seguir con Guerra y paz, y ando metido con "La muerte de Ivan Ilich" y tope aquí, muy interesante tu reseña, sin duda seguirá lo próximo que lea de Tolstói. Por mi escritorio literario han pasado Cervantes, Flaubert, Shakespeare, Proust, Goethe, Dostoievski... pero hablar de "Guerra y paz" me es por ahora imposible por sus dimensiones.
ResponderEliminarHola J. Luis:
ResponderEliminarYa he visto esa traducción de Alba de Ana karenina, que ha sido muy celebrada. Yo lo leí en la traducción de Alianza y me gustó mucho. Quizás, en algún momento, relea el libro en la nueva traducción.
Yo leí el Ulises hace bastante, cuando tenía 22 años creo, y fue un libro que me llamó mucho la atención entonces, combinaba capítulos sublimes con otros delirantes, en los que sospechabas a cada párrafo que te estaban tomando el pelo, pero luego, 30 páginas más allá había otras 50 páginas geniales. Un libro que hay que leer en todo caso para entender la narrativa del siglo XX.
Guerra y Paz es un libro entretenidísimo, esa edición de Mario Muchnik merece mucho la pena.
saludos