El agosto nos vemos, de Gabriel García Márquez
Editorial Random
House, 142 páginas. Primera edición de 2024.
Cuando vi que se
anunciaba para
2024 –a diez años del aniversario de su muerte– la publicación de una novela
inédita de Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 – Ciudad de México, 2014),
sentí curiosidad por ella. La novela se titula En agosto nos vemos, y su
publicación ha suscitado polémica. García Márquez empezó a trabajar en esta
novela, en la segunda mitad de la década de 1990, a la vez que lo hacía con Memoria
de mis putas tristes, que apareció en 2004, y que se convertiría en su
última novela publicada en vida. El manuscrito de En agosto nos vemos quedó postergado porque García Márquez empezó a
escribir sus memorias, tituladas Vivir para contarla, publicadas en
2002. En 1999 García Márquez leyó en público el primer capítulo de En agosto nos vemos en la Casa de
América de Madrid y, cuando aún estaba sin pulir, se la envió a su agente, Carmen Barcells, quien le pidió a su
editor, Cristóbal Pera, que
trabajara con García Márquez para acabarlo. Sin embargo, en la etapa final de
su vida el escritor fue sufriendo una progresiva demencia senil, que le hacía
perder la memoria, y que cada vez fuese más difícil para él acabar su novela.
La frustración hizo que, en algún momento, García Márquez les dijera a sus
hijos: «Este libro no sirve. Hay que destruirlo». Pero, por otro lado, existe
una carpeta con una última versión de la novela, sobre la que están escritas
las palabras: «Gran OK final». Los hijos han tomado la decisión de publicar el
libro, y en el prólogo de la edición de Random House escriben: «Al juzgar el
libro mucho mejor de cómo lo recordábamos, se nos ocurrió otra posibilidad: que
la falta de facultades que no le permitieron a Gabo terminar el libro también
le impidieron darse cuenta de lo bien que estaba, a pesar de sus
imperfecciones. En un acto de traición, decidimos anteponer el placer de sus
lectores a todas las demás consideraciones. Si ellos lo celebran, es posible
que Gabo nos perdone. En eso confiamos.»
Lo
más normal es que la obra de un escritor, vivo o muerto, no interese a nadie, y
más raro es todavía que esa obra pueda generar dinero. Hay quien ha acusado a
los hijos del autor de querer hacer dinero con esta novela, como si eso fuera
algo malvado. Hacer dinero con la literatura es un milagro, no una maldad. Hay
quien opina, también, que publicar esta novela sin el consentimiento del autor
empeora el conjunto de su obra. Para mí esta última opinión es un sinsentido. El
valor artístico de una novela como Cien años de soledad es autoconclusivo.
Es independiente de las otras obras del autor, de sus acciones en vida, o de
sus declaraciones en privado.
Por
otro lado, no sé si todas las personas que afirman que son admiradoras de la
obra de García Márquez, pero apuntan que no van a leer En agosto nos vemos, porque lo consideran una traición a su legado,
han leído las novelas de Franz Kafka,
que este pidió a su amigo Max Brod
que destruyera. Si leyeron novelas como El desaparecido, El
proceso o El castillo, no entiendo ahora sus escrúpulos, y si no las
leyeron no sé qué hacen hablando de literatura.
En agosto nos
vemos
es una novela corta (bastante corta, en realidad), cuyo cuerpo real, quitando
prólogo y epílogos, apenas sobrepasa las cien páginas, de letra grande y
amplios márgenes. Consta de seis capítulos. La protagonista de la novela es Ana
Magdalena Bach, que es el nombre real de la mujer del compositor Johann
Sebastian Bach. Imagino que se trata de una broma, ya que la familia de Ana
Magdalena es una familia de músicos. Cuando empieza la historia sabremos que
Ana Magdalena, desde hace ocho años, cada 16 de agosto viaja desde la ciudad en
la que vive, ubicada en la costa (el lector entiende que del Caribe, pero no se
dice explícitamente en el texto) hasta una isla cercana, para dejar flores en
la tumba de su madre. Ana Magdalena tiene cuarenta y seis años y lleva veintisiete
años casada, «un matrimonio bien avenido con un hombre que amaba y que la
amaba» (pág. 18). Ana Magdalena tiene dos hijos ya criados. El mayor, siguiendo
la estela familiar, es el primer chelo de la Orquesta Sinfónica Nacional, y con
la hija menor, de dieciocho años, existe un pequeño conflicto, ya que quiere
meterse a monja. Esta subtrama de la novela no acaba de esta desarrollada, y se
pierde un tanto.
Además
de viajar en barco a la isla, donde está enterrada la madre, y dejar esa misma
tarde sobre su tumba un ramo de gladiolos, Ana Magdalena pasa, cada año, la
noche de ese día sola en un hotel. Sin embargo, la noche del día en el que da
comienzo la novela, va a sentir el impulso de acostarse con un desconocido al
que va a conocer en el bar del hotel.
Es
posible que este primer capítulo sea el más conseguido del libro. En él se
pueden reconocer muchos de los rasgos de la escritura de García Márquez, como
mostrar la naturaleza y el paisaje en la composición de sus escenas. Por
ejemplo, en la página 14 (segunda de la novela), leemos: «Al final del pueblo
se enfiló por una avenida de palmeras reales donde estaban las playas y los
hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de
garzas azules.» También podemos acercarnos a esa adjetivación tan llamativa,
habitual en sus libros, como «cerdos impávidos», o esos nombres que se
convierten en adjetivos, como «pueblo indigente» o, mediante el uso de la
preposición «de» y un nombre, darle a esa construcción el sentido de un
adjetivo, como «pueblo de lástima» o «volumen de carnaval». También podría
añadir que, la prosa, pese a estar cuidada, es más sencilla que la que podemos
encontrar en las grandes obras de Gabriel García Márquez. Esto no implica que
no sea, en cualquier caso, una prosa digna, superior a la de muchas novelas
actuales que se venden como obras logradas.
«Nunca
más volvería a ser la misma», así comienza el capítulo 2 en la página 35.
Aunque el hecho de acostarse con un hombre ha sido casi fortuito, Ana Magdalena
se ha sentido libre en esos momentos, descubridora de una nueva parte de su
intimidad. Lo que no quiere decir que deje de querer a su marido o quiera
romper su unión. La idea de un amante pasajero para cada noche del 16 de agosto
que viaja a la isla empezará a formar parte de su ser, de su privacidad. De
hecho, las características de ese amante tendrán capacidad para que, durante el
año siguiente, Ana Magdalena se comporte de un modo o de otro.
Ana
Magdalena volverá a la isla cada año y el pasar del tiempo irá haciendo mella
en el lenguaje. En esta novela, aparece un nuevo tema en los intereses de
García Márquez: la modernidad, que el personaje parece no entender y que no le
hace sentir a gusto, y el deterioro de los paraísos naturales, a causa del
turismo de masas. Me sentí raro al leer en un libro de García Márquez sobre
puertas de hotel que se abrían con tarjetas de banda magnética.
También
En agosto nos vemos es la primera
novela de García Márquez con una mujer como personaje principal. En la página
120 leemos: «Entonces se acomodó en la cama, sin cambiarse de ropa ni apagar la
luz, y volvió a dormirse llorando de rabia contra ella misma por la desgracia
de ser mujer en un mundo de hombres.». Así que la obra de García Márquez, de un
modo sorpresivo, acaba con este pequeño alegato feminista, que quizás esté
provocado por haber sido acusada su última obra, Memoria de mis putas tristes, de machista. Ya dije al principio que
García Márquez había empezado a escribir Memoria
de mis putas tristes y En agosto nos
vemos por las mismas fechas, y se pueden observar algunos temas comunes en
las dos obras: las dos hablan del sexo como celebración de la vida y
celebración de uno mismo.
En agosto nos
vemos
acaba con un interesante e inesperado giro final. A pesar de que a este sexto y
último capítulo le falta algo de pulido, la novela sí deja la sensación de obra
terminada.
Imagino
que todo aquel que se acerque a esta novela, conoce las circunstancias en las
que fue escrita y en las que se ha publicado. E imagino también que sus
lectores van a ser admiradores de la obra de García Márquez, que sienten
curiosidad por conocer este texto final. Lo que no tiene sentido, por supuesto,
es que algún lector joven se acerque a la obra de García Márquez empezando por
aquí, cuando claramente es el final. Para el lector que admira a García Márquez
–y que ha leído toda su narrativa previa– y que sabe a qué tipo de obra se
acerca, En agosto nos vemos es un
libro disfrutable que, posiblemente, le hará añorar los libros de García
Márquez que le hicieron pasárselo mejor, y puede ser una invitación o
recordatorio para volver a ellos. Yo mismo lo he hecho. Leí en una reseña de En agosto nos vemos, que este libro era
mejor que Memoria de mis putas tristes,
y me apeteció volver a leer este libro, después de veinte años, para poder
comentarlo. Ya hablaré también de él.
Mi encanta, este libro
ResponderEliminarYo también lo disfruté.
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