domingo, 12 de mayo de 2024

En agosto nos vemos, por Gabriel García Márquez

 


El agosto nos vemos, de Gabriel García Márquez

Editorial Random House, 142 páginas. Primera edición de 2024.

 

Cuando vi que se anunciaba para 2024 –a diez años del aniversario de su muerte– la publicación de una novela inédita de Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 – Ciudad de México, 2014), sentí curiosidad por ella. La novela se titula En agosto nos vemos, y su publicación ha suscitado polémica. García Márquez empezó a trabajar en esta novela, en la segunda mitad de la década de 1990, a la vez que lo hacía con Memoria de mis putas tristes, que apareció en 2004, y que se convertiría en su última novela publicada en vida. El manuscrito de En agosto nos vemos quedó postergado porque García Márquez empezó a escribir sus memorias, tituladas Vivir para contarla, publicadas en 2002. En 1999 García Márquez leyó en público el primer capítulo de En agosto nos vemos en la Casa de América de Madrid y, cuando aún estaba sin pulir, se la envió a su agente, Carmen Barcells, quien le pidió a su editor, Cristóbal Pera, que trabajara con García Márquez para acabarlo. Sin embargo, en la etapa final de su vida el escritor fue sufriendo una progresiva demencia senil, que le hacía perder la memoria, y que cada vez fuese más difícil para él acabar su novela. La frustración hizo que, en algún momento, García Márquez les dijera a sus hijos: «Este libro no sirve. Hay que destruirlo». Pero, por otro lado, existe una carpeta con una última versión de la novela, sobre la que están escritas las palabras: «Gran OK final». Los hijos han tomado la decisión de publicar el libro, y en el prólogo de la edición de Random House escriben: «Al juzgar el libro mucho mejor de cómo lo recordábamos, se nos ocurrió otra posibilidad: que la falta de facultades que no le permitieron a Gabo terminar el libro también le impidieron darse cuenta de lo bien que estaba, a pesar de sus imperfecciones. En un acto de traición, decidimos anteponer el placer de sus lectores a todas las demás consideraciones. Si ellos lo celebran, es posible que Gabo nos perdone. En eso confiamos.»

 

Lo más normal es que la obra de un escritor, vivo o muerto, no interese a nadie, y más raro es todavía que esa obra pueda generar dinero. Hay quien ha acusado a los hijos del autor de querer hacer dinero con esta novela, como si eso fuera algo malvado. Hacer dinero con la literatura es un milagro, no una maldad. Hay quien opina, también, que publicar esta novela sin el consentimiento del autor empeora el conjunto de su obra. Para mí esta última opinión es un sinsentido. El valor artístico de una novela como Cien años de soledad es autoconclusivo. Es independiente de las otras obras del autor, de sus acciones en vida, o de sus declaraciones en privado.

Por otro lado, no sé si todas las personas que afirman que son admiradoras de la obra de García Márquez, pero apuntan que no van a leer En agosto nos vemos, porque lo consideran una traición a su legado, han leído las novelas de Franz Kafka, que este pidió a su amigo Max Brod que destruyera. Si leyeron novelas como El desaparecido, El proceso o El castillo, no entiendo ahora sus escrúpulos, y si no las leyeron no sé qué hacen hablando de literatura.

 

En agosto nos vemos es una novela corta (bastante corta, en realidad), cuyo cuerpo real, quitando prólogo y epílogos, apenas sobrepasa las cien páginas, de letra grande y amplios márgenes. Consta de seis capítulos. La protagonista de la novela es Ana Magdalena Bach, que es el nombre real de la mujer del compositor Johann Sebastian Bach. Imagino que se trata de una broma, ya que la familia de Ana Magdalena es una familia de músicos. Cuando empieza la historia sabremos que Ana Magdalena, desde hace ocho años, cada 16 de agosto viaja desde la ciudad en la que vive, ubicada en la costa (el lector entiende que del Caribe, pero no se dice explícitamente en el texto) hasta una isla cercana, para dejar flores en la tumba de su madre. Ana Magdalena tiene cuarenta y seis años y lleva veintisiete años casada, «un matrimonio bien avenido con un hombre que amaba y que la amaba» (pág. 18). Ana Magdalena tiene dos hijos ya criados. El mayor, siguiendo la estela familiar, es el primer chelo de la Orquesta Sinfónica Nacional, y con la hija menor, de dieciocho años, existe un pequeño conflicto, ya que quiere meterse a monja. Esta subtrama de la novela no acaba de esta desarrollada, y se pierde un tanto.

Además de viajar en barco a la isla, donde está enterrada la madre, y dejar esa misma tarde sobre su tumba un ramo de gladiolos, Ana Magdalena pasa, cada año, la noche de ese día sola en un hotel. Sin embargo, la noche del día en el que da comienzo la novela, va a sentir el impulso de acostarse con un desconocido al que va a conocer en el bar del hotel.

 

Es posible que este primer capítulo sea el más conseguido del libro. En él se pueden reconocer muchos de los rasgos de la escritura de García Márquez, como mostrar la naturaleza y el paisaje en la composición de sus escenas. Por ejemplo, en la página 14 (segunda de la novela), leemos: «Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales donde estaban las playas y los hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules.» También podemos acercarnos a esa adjetivación tan llamativa, habitual en sus libros, como «cerdos impávidos», o esos nombres que se convierten en adjetivos, como «pueblo indigente» o, mediante el uso de la preposición «de» y un nombre, darle a esa construcción el sentido de un adjetivo, como «pueblo de lástima» o «volumen de carnaval». También podría añadir que, la prosa, pese a estar cuidada, es más sencilla que la que podemos encontrar en las grandes obras de Gabriel García Márquez. Esto no implica que no sea, en cualquier caso, una prosa digna, superior a la de muchas novelas actuales que se venden como obras logradas.

 

«Nunca más volvería a ser la misma», así comienza el capítulo 2 en la página 35. Aunque el hecho de acostarse con un hombre ha sido casi fortuito, Ana Magdalena se ha sentido libre en esos momentos, descubridora de una nueva parte de su intimidad. Lo que no quiere decir que deje de querer a su marido o quiera romper su unión. La idea de un amante pasajero para cada noche del 16 de agosto que viaja a la isla empezará a formar parte de su ser, de su privacidad. De hecho, las características de ese amante tendrán capacidad para que, durante el año siguiente, Ana Magdalena se comporte de un modo o de otro.

Ana Magdalena volverá a la isla cada año y el pasar del tiempo irá haciendo mella en el lenguaje. En esta novela, aparece un nuevo tema en los intereses de García Márquez: la modernidad, que el personaje parece no entender y que no le hace sentir a gusto, y el deterioro de los paraísos naturales, a causa del turismo de masas. Me sentí raro al leer en un libro de García Márquez sobre puertas de hotel que se abrían con tarjetas de banda magnética.

También En agosto nos vemos es la primera novela de García Márquez con una mujer como personaje principal. En la página 120 leemos: «Entonces se acomodó en la cama, sin cambiarse de ropa ni apagar la luz, y volvió a dormirse llorando de rabia contra ella misma por la desgracia de ser mujer en un mundo de hombres.». Así que la obra de García Márquez, de un modo sorpresivo, acaba con este pequeño alegato feminista, que quizás esté provocado por haber sido acusada su última obra, Memoria de mis putas tristes, de machista. Ya dije al principio que García Márquez había empezado a escribir Memoria de mis putas tristes y En agosto nos vemos por las mismas fechas, y se pueden observar algunos temas comunes en las dos obras: las dos hablan del sexo como celebración de la vida y celebración de uno mismo.

En agosto nos vemos acaba con un interesante e inesperado giro final. A pesar de que a este sexto y último capítulo le falta algo de pulido, la novela sí deja la sensación de obra terminada.

Imagino que todo aquel que se acerque a esta novela, conoce las circunstancias en las que fue escrita y en las que se ha publicado. E imagino también que sus lectores van a ser admiradores de la obra de García Márquez, que sienten curiosidad por conocer este texto final. Lo que no tiene sentido, por supuesto, es que algún lector joven se acerque a la obra de García Márquez empezando por aquí, cuando claramente es el final. Para el lector que admira a García Márquez –y que ha leído toda su narrativa previa– y que sabe a qué tipo de obra se acerca, En agosto nos vemos es un libro disfrutable que, posiblemente, le hará añorar los libros de García Márquez que le hicieron pasárselo mejor, y puede ser una invitación o recordatorio para volver a ellos. Yo mismo lo he hecho. Leí en una reseña de En agosto nos vemos, que este libro era mejor que Memoria de mis putas tristes, y me apeteció volver a leer este libro, después de veinte años, para poder comentarlo. Ya hablaré también de él.

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