domingo, 20 de septiembre de 2020

La dama del lago, por Raymond Chanlder

La dama del lago, de Raymond Chandler

Editorial Debolsillo. 508 páginas. 1ª edición de 1943; Ésta es de 2017.
Traducción de Carmen Criado y Juan Manuel Ibeas

Ya en pleno confinamiento, después de leer El sueño eterno y Adiós, muñeca de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959), quise seguir con la saga de novelas protagonizadas por Philip Marlowe. Para ello traté de comprar, a través de la web de La Casa del Libro, el tercer y cuarto libro de la serie. No tenían el tercero –La ventana alta (1942)– y acabé comprando en esta ocasión el cuarto y el quinto, La dama del lago (1943) y La hermana menor (1949). La venta alta la acabé comprando en otra web de libros. La llegada a casa de La ventana alta (me parece que más por un problema de Correos que de la librería) fue bastante posterior a la de La dama del lago y La hermana menor. Así que, pese a decidir intercalar otros libros entre los de Chandler, que llegaron a ser tres, he acabado por leer La dama del lago antes que La ventana alta y he roto, por tanto, con mi idea inicial de leer la saga de Marlowe siguiendo su orden cronológico. Sin embargo, por lo que sé, las relaciones entre unas novelas y otras (salvado la obviedad de la misma voz narrativa) son pequeñas y creo que este mínimo contratiempo no tiene mayor importancia.

La novela empieza con Philip Marlowe visitando en Los Ángeles las oficinas de la Compañía Gillerlain, que se dedica a los perfumes. Derace Kingsley, uno de sus directivos, ha pedido ayuda a un policía que conoce para que le ayude a encontrar a su esposa Crystal, desaparecida unos meses atrás. En principio había supuesto que se había ido con alguno de sus amantes, algo que no le acababa de preocupar demasiado; pero Kingsley sabe ahora, que habla con Marlowe, que es posible que su mujer esté en algún lío y que no haya desaparecido voluntariamente, ya que recientemente se ha encontrado con el hombre con el que pensaba que se había fugado (un gigoló llamado Lavery) y no sabe nada de ella. Como es habitual, Marlowe empezará a trabajar por 25 dólares al día más gastos, que es la misma tarifa que ya aparecía en El sueño eterno. De 1939 a 1943 no ha cambiado la tarifa para Marlowe, inmune a la inflación.
El policía que ha puesto en contacto a Kingsley con Marlowe es el teniente Violent M´Gee, que ya aparecía en El sueño eterno. Si al leer seguidas El sueño eterno y Adiós, muñeca apunté que, además de la voz narrativa y el espacio físico, no había relaciones entre las novelas de Marlowe, ya observo ahora que sí que empiezan a filtrarse datos interconectados. Se le recordará al lector, que el apodo del teniente «Violets» se debe a que «masca constantemente unas pastillas para la garganta que huelen a violeta.» (pág. 11).
Marlowe le dirá a Kingsley que él no lleva a cabo cualquier tipo de investigaciones, «solo las razonablemente honradas» (pág. 13)
El primer paso de la investigación para Marlowe será visitar a Lavery en su residencia de Bay City. Esta localización, de nuevo, nos remite a otra de las novelas de Marlowe. Gran parte de la trama de Adiós, muñeca transcurría en Bay City, una población costera cercana a Los Ángeles y con altos índices de criminalidad.
En Bay City Marlowe también va a tener la oportunidad de conocer al vecino de Lavery, el doctor Almore, que no es un doctor al uso. «Un médico que atiende primordialmente a pacientes que viven al borde del colapso nervioso debido al alcohol y a la vida disipada, pacientes de esos a los que hay que suministrarles sin cesar sedantes y narcóticos. Llega un momento en que los médicos decentes se niegan a seguir tratándolos, a menos que ingresen en un sanatorio. Pero los médicos como el doctor Almore no actúan así. Continúan pinchándolos mientras sigan cobrando y el paciente no se muera, aunque con ello lo conviertan en un drogadicto. Es una práctica muy lucrativa –dijo amargamente–, y me imagino que bastante peligrosa para el médico.» (pág. 167). El doctor Almore también va a tener su protagonismo en esta nueva historia de trama densa y enrevesada, donde Marlowe va a tener que enfrentarse a más de una mujer desaparecida o muerta.

Como ya ocurría en las otras novelas de la saga, Raymond Chandler se sirve de Marlowe para mostrarle al lector los rincones más turbios de la sociedad que habita. Así podemos leer en la página 184, hablando de Bay City: «Conocía a una chica que vivía en Twenty-fifth Street. Era una calle agradable y ella era una chica agradable. Le gustaba Bay City. Nunca pensaba en los barrios de negros o mexicanos que ocupaban los tristes terrenos llanos al sur de las vías del ferrocarril, ni en los antros que se abrían a lo largo de los muelles al sur de los acantilados, ni en los salones de baile de la carretera que apestaban a sudor, ni en los tugurios donde se fumaba marihuana, ni en los rostros enjutos y taimados que asomaban sobre periódicos desplegados en vestíbulos de hoteles demasiado silenciosos, ni en los rateros, ni en los tramposos, los borrachos, los chulos y los maricas que pululuban por el paseo de tablas de la playa.» Como ya ocurría en El sueño eterno, la voz narrativa de Marlowe es ligeramente homófoba, ya que en su lista de depravaciones de la ciudad, junto a los ladrones y los borrachos, vuelven a aparecer aquí los homosexuales.

He acudido a Adiós, muñeca para comprobar si esa amiga de Bay City que vive en «Twenty-Fifth» es Anne Riordan, la misma hija de un policía que Marlowe conoce en esa novela con la que parece que comienza un romance al final de sus páginas. En la novela se dice en la página 79 que Anne Riordan vive en la calle Veintiséis de Bay City, pero en El jade del mandarín, una de las novela corta que completan aquel volumen, el personaje de Carol Pride –el antecedente de Anne Riordan– vive «en la calle Veinticinco» de Bay City. Así que no acaba de encajar que Anne Riordan sea la amiga que evoca Marlowe en La dama del lago, aunque casi me inclino más por la teoría de que sí es la misma mujer, pero que Chandler se equivocó al recordarla mediante su dirección.
En cierto modo, me doy cuenta de que en estas novelas de género –muy bien hechas sin duda– siempre me quedo con la sensación de que me gustaría que Marlowe me hablara más de sí mismo, poder conocer su pasado, su infancia, sus opiniones sobre la vida fuera del caso que está investigando. Recuerdo que cuando leí varias novelas seguidas de Walter Mosley, un claro heredero de Chandler, sobre su detective negro Easy Rawlins sí que, según avanzaban las pesquisas del caso, Mosley filtraba información sobre el recorrido vital de su personaje, y eso me gustaba.

También en esta novela la libertad, sobre todo la sexual, de los personajes femeninos se vive en gran parte como una amenaza que rompe con el orden establecido que parece añorar Marlowe. También hay aquí pequeñas humoradas machistas. «Me hago una vaga idea de cómo es la señora Kingsley. Creo que es joven, guapa, alocada e indomable. Que bebe, y que cuando bebe hace cosas peligrosas. Que se deja engatusar fácilmente por los hombres y que es capaz de largarse con cualquier desconocido que luego pueda resultar un delincuente.» (pág. 19)

La trama de La dama del lago transcurre en tres días frenéticos de junio, tres días cargados de acontecimientos. Sin embargo, y como ocurría en las otros dos novelas que he leído, el lector acabará descubriendo que la historia se narra desde algún punto indefinido del futuro. «Aún no había dado la orden de reducir al mínimo las luces de la costa como medida de seguridad y en el puerto deportivo brillaban muchas luces.», leemos en la página 192. Marlowe hace referencia aquí a sucesos de la Segunda Guerra Mundial, que es el trasfondo histórico de la narración. De hecho, las anteriores novelas parecían situadas en algún punto indefinido de la Gran Depresión de los años 30, pero aquí hay varias referencias sutiles, ligeras, a los tiempos de guerra. En la primera página, por ejemplo, hay una nota aclaratoria de la traductora, que informa al lector que las referencias de Marlowe al caucho se deben a las dificultades de conseguir este material durante la guerra.
El propio Chandler parece burlarse a veces de la condensación de sucesos violentos que dibuja en sus páginas (algo propio del género policial «Hard boiled»), así escribe tras una escena en la que Marlowe se topa con un nuevo cadáver: «No había motivo alguno para el nerviosismo. Solo ha ocurrido que Marlowe ha encontrado otro cadáver. A estas alturas lo hace bastante bien. Marlowe Crimen Diario, lo llaman. Lo siguen con un furgón para ir recogiendo todo lo que encuentra.» (pág. 123)
En otro párrafo brillante Marlowe se burla de las convenciones del género policial: «Nunca me han gustado esta clase de escenas –le dije–. Detective se enfrenta con asesino. Asesino saca pistola y pregunta detective. Asesino cuenta detective su triste historia con idea de matarlo después, perdiendo así un tiempo precioso aun en el caso de que al final lograra liquidarlo. Solo que el asesino nunca lo logra. Siempre ocurre algo que lo impide. A los dioses tampoco les gusta la escena. Siempre consiguen estropearla.»

El lenguaje de Marlowe sigue siendo afilado, aunque he tenido la sensación de que en La dama del lago estaba más contenido, y que enfadaba a menos gente. La fuerza de la prosa sigue cayendo, en gran medida, en el recurso de las comparaciones poderosas. Así por ejemplo podemos leer comparaciones como éstas: «Daba la impresión de ser tan peligroso como una ardilla y mucho menos nervioso.» (pág. 57), «Separé del muestrario otro billete que fue a parar al bolsillo del botones con un ruido como de orugas peleando.» (pág. 99)
También me estaba pareciendo que en esta novela a Marlowe le pegaban menos (en Adiós, muñeca recibe bastantes golpes), pero al final sí que va a recibir lo suyo.
Me gustan las descripciones de los escenarios que hace Chandler. Aquí se describen las montañas próximas a Los Ángeles, con sus casas de campo y sus lagos de un modo hermoso.
Si bien en El sueño eterno Marlowe tiene treinta y tres años y se encuentra en su plenitud de fuerzas aquí hay un momento en el que se mira al espejo y piensa esto: «Me cepillé el pelo y me miré las canas. Empezaban a salirme muchas. La cara que vi reflejada bajo el pelo tenía un aspecto enfermizo.» (pág. 162). El tiempo también empieza a pasar para Philip Marlowe.

La novela acaba en la página 275 y desde ahí, hasta la 508, este volumen de Debolsillo contiene las tres novelas cortas, publicadas unos años antes en revistas pulp, que Chandler «canibalizó» esta vez para La dama del lago. Leí las correspondientes novelas cortas usadas para escribir El sueño eterno y Adiós, muñeca. La primera vez, la experiencia de acercarme a estos textos me resultó muy curiosa, pero en la segunda acabé por no disfrutar de este material complementario. Tenía la sensación de haber leído una gran novela y de estar luego leyendo sus borradores descafeinados. En ellos aún no estaba presente la gran creación de Philip Marlowe y veía cómo Chandler tomaba varias de las tramas que había ideado en el pasado para reciclarlas ahora. Las tramas de las novelas son enrevesadas y complejas, y se podría pensar incluso que sin esa técnica de mezclar novelas cortas previas es posible que no hubiera conseguido escribirlas tal y como las conocemos ahora. Empecé la primera del volumen de La dama del lago, Blues de Bay City y decidí no acabarla. Elegí tomar otro libro. Prefiero quedarme con el recuerdo de las tres grandes novelas de Chandler que llevo leídas y que no se me entremezclen con sus borradores. 

2 comentarios:

  1. Buenísima, la he leído hace dos meses y me ha gustado mucho. De la serie de Marlowe mi favorita, sin duda, es "El largo adiós".

    Un abrazo, David.

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    1. Sí, ésta era muy buena, mejor que "La ventana alta".
      A ver si leo las tres que me quedan antes de que se acabe el año.

      Saludos

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