Hasta ahora había leído los dos
libros de cuentos que Patricio Pron
(Rosario, Argentina, 1975) ha publicado en Random
House: El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010) y La
vida interior de las plantas de interior (2013). Los dos, y sobre todo
el primero, me gustaron bastante y considero a Pron un buen cuentista. Tenía
pendiente leer alguna de sus novelas y cuando hace poco más de un mes apareció No
derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (a Pron le
encanta usar títulos muy largos para sus libros), empecé a leer comentarios
apuntando que era su novela más ambiciosa, y me apeteció leerla. Se la solicité
a Random House y la editorial amablemente me la envió a casa para que la
comentara en el blog.
El crítico Nadal Suau publicó a finales de febrero una elogiosa reseña del
libro en El Cultural, afirmando lo siguiente: «No derrames tus
lágrimas por nadie que viva en estas calles se convierte en firme
candidata, en el mes de febrero, a ser uno de los libros de la narrativa en
castellano de este año. Si es que eso tiene alguna importancia.», y también: «La
alusión a un congreso de escritores fascistas propiciará que reseñas y
comentarios online reproduzcan, casi serializadas, una cadena
de alusiones a Bolaño y su La literatura nazi en América, otro gran
libro que ciertamente puede relacionarse con este, pero con el riesgo de
inducir a equívocos.». La reseña de Nadal Suau, cuyos comentarios en El Cultural me resultan muy atractivos,
hizo que se incrementasen mis deseos de leer este libro, algo que hice durante
mis vacaciones de profesor en Semana Santa.
El tiempo de la novela se divide
en al menos tres momentos, que ordenados de forma cronológica serían los
siguientes: un primero a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando en 1945
tiene lugar un congreso de escritores fascistas en la ciudad italiana de
Pinerolo, en apoyo a la República Social Italiana; otro en 1978, cuando la
violencia política, que acabó con el secuestro y asesinato de Aldo Moro, se
desató en Italia; y un tercero en 2014, también en Italia, y en el contexto de
la crisis económica europea y sus políticas de recortes sociales.
La novela también se articula en
torno a tres generaciones de la familia Linden, italiana aunque el apellido sea
de origen alemán: el abuelo (1945) fue partisano en la Segunda Guerra Mundial,
el padre (1978) formó parte de un grupo terrorista de extrema izquierda, y el
hijo (2014) acabará viviendo en una casa okupa y participando en
manifestaciones antisistema.
Decía en su crítica Nadal Suau
que las reseñas y los comentarios online
nos remitirán a La literatura nazi en América de Roberto Bolaño. Lo cierto es
que este último título parece una influencia difícil de eludir: en el congreso
de Pinerolo, además de escritores nazis, y otros españoles (Luys Santa Marina,
Rafael Sánchez Mazas, Eugenio d´Ors y Juan Ramón Masoliver), principalmente
estarán los escritores del fascismo italiano que abrazaron las teorías
futuristas de Marinetti: “Apostábamos por una estética de violencia y por un
espíritu de revuelta y pensábamos que la guerra era la única forma de limpiar
el mundo”, le dice en 1978 uno de estos escritores futuristas que acudió al
congreso de 1945 al joven Linden, que ha acudido a él para preguntarle por Luca
Borrello, otro escritor futurista de quien conocía el nombre –y no la obra-
porque su padre –el partisano Linde- le había hablado de él.
En 1978 Pietro o Peter Linden
pertenece a las Brigadas Rojas, para las que hace seguimientos de posibles
objetivos a los que ejecutar. Así se encarga de seguir a uno de sus profesores
universitarios de ideas políticas opuestas a las suyas. Linden informará de sus
movimientos y el profesor será asesinado días después. En contra de cualquier protocolo
de seguridad, Linden sentirá curiosidad por los libros que el profesor había
dejado encargados en una librería. Los pedirá y leerá en sus portados los
nombres de algunos escritores del periodo fascista que no le suenan de nada. Sí
que le sonará, como ya he comentado, el nombre de Luca Borrello, aunque no como
escritor sino como el de alguien del que su padre le ha hablado. Decidirá
separarse de su grupo terrorista por un tiempo y tratar de entrevistar a los
autores fascistas que le pueden poner tras la pista de Borrello.
Si antes hablaba de La
literatura nazi en América, la parte en la que los escritores Oreste
Cadosso, Atilio Tessore, Michele Garassino y Espartaco Boyano le hablan a
Pietro Linden (y a su grabadora) de su experiencia en el congreso de escritores
de 1945 y la muerte en él de Luca Borello, desde sus casas de Roma, Florencia,
Génova y Ravena, en marzo de 1978, en los días previos al secuestro de Aldo
Moro, puede remitirnos también al Bolaño de Los detectives salvajes:
una investigación se ha iniciado (se buscaba a Ulises Lima y Arturo Belano en
la novela de Bolaño, y en ésta se busca a Luca Borrello) y Linden quiere
aclarar algunas sucesos que involucraron a su padre en 1945. Como resultado de
sus pesquisas Linden será delatado a la policía y recibirá también un arcón con
la obra inédita de Luca Borrello. Una de las partes del libro hace un
inventario de estas obras próximas al futurismo y que le serán resumidas al
lector: unas obras teatrales o novelísticas surrealistas, imposibles de llevar
a escena. Esto nos remite también al universo de Bolaño, pero también,
lógicamente, a Jorge Luis Borges, del que Bolaño, con más calle que Borges,
acaba siendo un seguidor.
La novela es ambiciosa y compleja,
y el discurso se desarrolla desde diferentes perspectivas: las páginas en la
que el narrador se aproxima a Pietro Linden (“Al margen de lo que su padre
pudiera creer acerca de la literatura y de su utilidad –que para Linden sólo
puede existir con relación a otra pregunta, la de «para hacer qué» con la
literatura”, página 31), están particularmente bien escritas, con frases en
extremo largas, con subordinadas que matizan continuamente el pensamiento
principal. Después, cuando se cede la voz narrativa a los escritores fascistas,
el discurso de cada uno de ellos se vuelve más evocador, lleno de una épica tan
vez equivocada (como la de cualquier literatura) y de una presencia subyugante,
inquietante.
Al final de la novela se añade un
diccionario de escritores: algunos de sobra conocidos para el lector español,
como Ezra Pound. Lo lógico era pensar que se jugaba al diccionario de autores
falsos, y esto es cierto, pero no del todo: algunos son auténticos, como Aldo
Palazzeschi, al que he encontrado en internet, y otros no, como Flavia
Morlacchi que, descubro también en internet, es un personaje de Luigi
Pirandello. Algunos se delatan solos, porque resulta que han escrito los libros
del propio Pron. Quizás este final me ha resultado algo abrumador: entiendo el
juego literario a lo Bolaño, o más bien a lo Borges: con todos esos escritores
verdaderos y falsos, y esos resúmenes de una obra inexistente (cuando se
hablaba de la obra de Luca Borrello), que acaban siendo un conjunto de
microrrelatos, pero tal vez, o quizás, aquí puede encontrarse el mayor problema
para el lector: algunas de las páginas de este libro acaban siendo demasiado
distantes, disgregadas, un texto que habla sobre escritores auténticos o falsos
avanza y más de una vez el lector se pregunta hacia dónde. Algunas de sus
páginas, también, son realmente brillantes, páginas que reflexionan sobre la
función del arte, o la relación que se puede establecer entre arte y política.
Uno acaba el libro con la sensación de que la mayoría de los misterios que
propone se quedan sin resolver, pero también con la de haber leído una novela
compleja y ambiciosa (deudora de la obra de Roberto Bolaño), pero sin negarle su
gran personalidad. Si abandonas el camino trillado puedes perderte, Pron lo
sabe y a veces se aventura por ese camino y se pierde, pero posiblemente en lo
que uno (escritor o lector) puede encontrar en esos caminos perdidos resida
gran parte de la magia de la literatura.
Lo cierto es que los cuentos que
ya había leído me dejaron una sensación más clara de obra redonda y conseguida
que la que me ha dejado No derrames tus
lágrimas por nadie que viva en estas calles, pero también he decidido que
quiero seguir indagando en la obra novelística de Patricio Pron y en breve
volveré con alguna de sus otras novelas publicadas en Random House.
Prueba con la de Malvinas, es más "tranquilizadora" formalmente, más lineal y muy divertida. Un abrazo
ResponderEliminarHola Verónica:
EliminarAl final leí "El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia", que aunque es menos compleja que esta novela la disfruté más.
En unas semanas la comento por aquí. Y sí, la de las Malvinas la acabaré leyendo.
Un abrazo
"El espíritu de mis padres..." no estaba nada mal. Pero me gusta más el Pron cuentista. El problema que señalas del distanciamiento que te producen algunas partes de la novela me sucedió con algún relato de sus cuentos, esas "páginas a las que nos resignamos" que diría Borges. Pero aún así suelo salir satisfecho de su obra. Rara, a veces fría y distante, otras veces estimulante y casi siempre sorprendente. Esta novela que reseñas es de esas que imagino tal cual dices. La ambición que le haya echado no molesta porque el tipo es inteligente. Caerá. Saludos
ResponderEliminarHola Sergio:
EliminarA mí "el espíritu de mis padres..." me ha gustado bastante. Quizás mi libro favorito de Pron sea el primero de él que leí, el de "El mundo sin las personas...". Esta última novela está muy bien escrita y estructura, pero lo cierto es que los personajes no llegan a emocionar mucho. Es un tipo de literatura muy cerebral, que también tiene su razón de ser, claro.
Saludos
¡Os estáis dejando su mejor libro! Me refiero a 'El comienzo de la primavera', me gustó mucho...aunque el aquí reseñado no se queda atrás.
ResponderEliminarHola:
EliminarLe tienen en la biblioteca que frecuento. A ver si algún día me decido a leerlo. Saludos