Editorial Funambulista. 113
páginas. 1ª edición de 2006.
Ya comenté en el blog, hace unas semanas, el libro El
premio Herralde de novela de Jordi
Bonells (Barcelona, 1951), y escribí entonces que me apetecía leer alguna
obra más del autor. Paseando por la biblioteca de Móstoles, y consultando en un
ordenador de la sala su base de datos, me fijé en que tenían esta otra novela, Esperando
a Beckett, aunque en la biblioteca se hubiesen confundido al
clasificarla y la hubieran ubicado en la sección de Biografías en vez de en la
de Narrativa. Un error que parece un guiño a las primeras páginas del libro,
pues en ellas Bonells declara –con la arbitrariedad de argumentos que empiezo a
considerar una de las características de su estilo– que principalmente hay dos
tipos de escritores, los escritores B y los K; y él está unido a Beckett por la
B. Así que le haría gracia a Bonells saber que en la biblioteca de Móstoles, en
vez de estar clasificado por N/Bon (Narrativa/Bonells) está clasificado como
B/Bon (Biografías/Bonells), escapando así de ser un escritor N para tener que
ser irremediablemente un escritor B.
He decidido llamar a Esperando a Beckett narración en vez de
novela, pues en ella Bonells vuelve a jugar al memorialismo y al ensayo
digresivo. Muchos de los temas autobiográficos de los que el autor habla aquí los
trata también en El premio Herralde de
novela: en Esperando a Beckett
aparecen los dos tíos que tanto le inspiraron; la casa en la que vivía en uno
de los mejores barrios de Barcelona, donde su padre trabajaba de chófer para
una familia de alemanes; la imprenta en la que empieza a trabajar; la librería
que visita... pero ahora el enfoque, en vez de ser (principalmente) el de
hablarnos de su vocación literaria, es el de hablar de la vocación lectora,
simbolizada en la temprana admiración por la obra de Samuel Beckett: “Hoy en día no deja de sorprenderme que un
adolescente no muy ducho en cosas literarias se haya sentido subyugado de forma
espontánea e inmediata por la escritura de Samuel Beckett” (pág. 59); y Samuel
Beckett simboliza también la autoafirmación y la madurez, ya que hasta entonces
los gustos lectores de Bonells venían determinados por las recomendaciones de
su tío Flores; pero a Beckett llega por sí mismo y de casualidad, a través de
una obra de teatro (Esperando a Godot) vista en un televisor en el que falla la
imagen. Me gusta también la exposición de la teoría de los agujeros a que da lugar el visionado de obras de
teatro en ese televisor que perdía la imagen.
Creo que debido a un comentario
de El premio Herralde de novela, en Esperando a Beckett pensaba que Bonells
iba a hablar más de la figura del alemán en cuya finca vivía (uno de los tres “nazis
hipoputas” de su vida), y lo hace, pero no hasta el grado en que yo había
supuesto; en realidad, Esperando a Beckett
es una narración bastante corta: las escasas 100 páginas de texto están
amenizadas con fotografías, en las que se muestran objetos, lugares o personas
citadas en la obra.
En la página 93 Bonells habla de
nuevo, igual que en El premio Herralde de
novela, del double bind o la doble
atadura; es decir, del deseo de algo y a la vez del deseo de no conseguir ese
algo, recurso con el que en El premio
Herralde de novela jugaba a la contradicción continua. Ese recurso está
presente en su anterior obra; por ejemplo, leemos en la página 32: “Sólo la diferencia
permite el parecido”. El lenguaje vuelve a tener rasgos orales en muchas
ocasiones; por ejemplo, leemos en la página 74: “Yo pensaba que como el libro
era delgadito iba a ser barato. ¡Un cuerno! Era carísimo. Para mí. No me
alcanzaba con lo que tenía. No me alcanzaba, no. Ni con lo que tenía ni con lo
que no tenía”. En este párrafo volvemos a encontrarnos con recursos que ya
señalé en la otra obra comentada, como el de colocar puntos en lugares
aparentemente inapropiados para dar a su prosa un aire entrecortado propio del
discurso oral.
La digresión literaria es profusa;
así, escribe Bonells cuando trata de aclararnos las coincidencias que encuentra
entre él y Beckett: “La segunda coincidencia es caligráfica: Beckett tiene una
letra minúscula. No tanto como la de Robert Walser, pero casi. La mía está
entre las dos: más pequeña que la de Beckett, pero menos que la de Walser,
dificultándome bastante la relectura de lo que escribo a mano –sospecho que
cuando uno escribe con letra minúscula es para no tener que releerse” (págs.
22-23).
Además de las reflexiones
literarias me han llamado la atención los comentarios puramente bibliófilos,
como éste: “Recuerdo siempre dónde he comprado los libros que han contado en mi
vida, e incluso dónde he comprado algunos que no han contado. Es importante el
lugar donde uno compra los libros” (pág. 52). Coincido con él: a mí también me
parece importante el lugar donde uno compra los libros; y sé que en muchos
casos me causa una impresión distinta un libro sacado de la biblioteca,
prestado o comprado; si es de primera o segunda mano; si es una edición de
bolsillo o de tapa dura; si la letra del libro es diminuta o no..., lo que
probablemente sea absurdo salvo si considero que no lo es para mí, y con esto,
para una pasión personal, basta.
Me ha dado la impresión de que Esperando a Beckett es en cierto modo
una avanzadilla de El premio Herralde de
novela. Siento que en la primera de estas obras Bonells ensaya recursos y
trata temas con los que va a trabajar con más profundidad en la siguiente obra.
Mucho de lo mostrado en un libro se muestra en otro; aun así, las diferencias
hacen interesante la suma de ambos, que pueden leerse como complementarios. No
obstante, para mí El premio Herralde de
novela es una obra superior a su predecesora.
Sigo teniendo curiosidad por la
obra de Jordi Bonells, y creo que el siguiente libro que voy a leer de él va a ser
La
segunda desaparición de Majorana, porque me parece que las intenciones
narrativas varían respecto a los libros comentados; aquí Bonells investiga el
rastro del físico Ettore Majorada, desaparecido en 1938 en extrañas
circunstancias.
Una reseña muy interesante. No sé si sería el libro más adecuado para empezar con el autor, es el único que conocía por el paralelismo con Godot del título. En todo caso lo anoto. La reseña ha sido infalible. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Yossi:
ResponderEliminarYo te recomendaría que empezases con El premio Herralde de novela, que me parece mejor.
saludos
¡Qué ganas me dan de comenzar con este autor y leer El premio Herralde de novela después de leer tus comentarios! Me los apunto e iré a las bibliotecas (qué costumbre más sana) para buscarlos. Saludos.
ResponderEliminarHola Mike:
ResponderEliminarSí, creo que Bonells es un escritor que merece la pena apuntar.
Yo estoy ahora con un libro de la biblioteca; me gusta mucho ir de bibliotecas.
saludos
Hola David:
ResponderEliminarQuería compartir contigo un sitio que puede ser de tu interés, pues está dedicado a la literatura de nuestro idioma: www.mastraviesa.com
Hasta ahora.