El pasado miércoles, 12 de
septiembre, acudí, junto a unos amigos, a la inauguración de la librería La Central de Callao, ubicada
en la calle Postigo de San Martin
(la calle paralela por la derecha a Preciados según se accede a Callao desde Gran
Vía).
Semanas antes mi amigo canario Samuel Rodríguez me había reenviado la
invitación que le había hecho llegar La Central a su correo electrónico. Yo,
aunque estoy suscrito a la página de novedades de varias editoriales, no lo
estoy a las de las librerías y no la había conseguido.
Nunca he estado en la mítica La Central
de Barcelona, librería de la que me han hablando muy bien muchas veces; pero me
gusta, y suelo visitar, la sucursal que tienen en el museo Reina Sofía. Una librería muy bien surtida, y con una buena
colección de libros de poesía y de narrativa hispanoamericana.
Había quedado con mis amigos a
las 18.30 en la puerta de la Fnac en
Preciados. Había cola en la calle para entrar a su sala de conciertos o
de presentaciones. No sé qué evento esperaban aquellas personas, pero la Fnac
debía de haber contraprogramado algo.
La apertura oficial de las puertas
de La Central era a las 19.00, y a las 18.35 ya había gente haciendo cola en la
puerta. Decidimos tomar unas cañas y volvimos a la calle Postigo de San Martín
a las 19.30. La cola era mayor y ya había gente dentro, que se asomaban a la
calle desde los balcones del segundo piso.
La presencia en la cola de
escritores, editores… cuya cara me sonaba de internet, los periódicos o la
solapa de los libros era notable.
Por supuesto, había gente que no
hacía la cola; por supuesto, hay gente que no ha nacido para hacer colas; no
vas a ser editor y conde y vas a hacer cola.
Al acercarse a la entrada, un
simpático joven catalán indicaba a los que esperábamos fuera que nos colocásemos
en la zona de la derecha y así dejar salir por la izquierda. Para que entrase
un nuevo grupo de curiosos debía salir otro antes, a no ser que ESTUVIESES EN
LA LISTA; es decir, que fueses editor, periodista, conde… Así, había gente en
la calle que agitaba su invitación a todo color o su acreditación de prensa y
quien incluso exhibía su invitación impresa del correo electrónico (no, chaval;
esa la tenemos todos, ¿eres conde además de tener ese folio de la impresora?);
y había gente que no tenía que agitar nada (como dije): su presencia corpórea
servía como invitación.
En realidad, todo no dejaba de
ser un poco ridículo, ¿por qué tanta gente queríamos ser los primeros en entrar
en una librería que cualquier otro día se va a poder ver mejor? ¿Por qué entrar
a un espacio físico saturado de gente donde vamos a tener que estar dándonos
codazos para movernos?
Conseguimos meternos dentro. Una
joven obsequiaba a cada visitante con una bolsa roja con el logotipo de la
librería. Según se entra al edificio, lo primero que te encuentras es el bar. También
hay un pequeño patio interior con un ciprés. Tomamos hacia la derecha,
siguiendo el letrero de BAÑOS; veo un futbolín y unas estanterías con
chocolates, pasta y tazas; un atisbo de libros: recetarios de cocina.
Vamos al baño, seguimos subiendo
por un lugar donde no hay nadie hasta que un guardia de seguridad nos dice en
la tercera planta que allí no podemos estar. Retrocedemos y empujamos una
puerta. Damos a la zona de la librería donde está hablando Mario Vargas Llosa. No consigo verle. Encuentro más estanterías con
bolsos, gomas de borrar con forma de dinosaurio, me cruzo con el hermano de Jorge Herralde. Vargas Llosa ya ha
acabado de hablar. Hay gente con vasos de vino blanco; conseguimos encontrar
donde los sirven. Sienta bien poder tomar algo fresco, el calor es
insoportable. Aunque las ventanas están abiertas no entra casi nada de fresco,
hay demasiada gente.
Observo las estanterías con
libros. Están separados por el idioma de procedencia. Observo la sección de
literatura hispanoamericana: parece bien surtida, con muchos títulos que hacía
tiempo que no veía en una librería, con libros de importación incluso. Tomo
uno: Sombras,
nada más de Antonio Di Benedetto,
de la editorial Adriana Hidalgo. Lo
había visto sólo una vez antes, en la
Casa del Libro de Gran Vía, antes del verano, y me había dicho: lo compró en
septiembre. Cuando llegué ya no estaba; lo que me alegró (a alguien más que a
mí le interesa Di Benedetto) pero también hizo que encontrar ese libro se
tornase imprescindible.
Me gusta la selección infantil de
la librería: en una esquina hay una cúpula (leo en internet que era una antigua
cripta del palacete de finales del XIX donde se ubica esta librería), con un
suelo muy pisado, con frescos en el techo.
Y al rato no podemos más. Hace
demasiado calor. Me cuesta encontrar una caja en la que pagar mi libro de Di Benedetto.
De hecho, parezco el único tipo extraño al que se le ha ocurrido comprar un
libro.
Nos vamos a tomar algo.
Y así puedo decir que estuve en
la inauguración de La Central de Callao. Y que no me hizo falta ni invitación
para entrar. Cuando salió un grupo de gente, nos permitieron entrar a los que
estábamos en la puerta y ni saqué la fotocopia del correo electrónico que
llevaba en el bolsillo trasero del vaquero. Entré casi como todo un conde.
Nos fuimos a tomar algo.
Volví el domingo con mi novia,
que quería ver La Central y no se apuntó el día relatado. Por supuesto, había
mucha menos gente que el miércoles. Pedimos una coca-cola y una caña y nos
sentamos en una mesa de madera en la zona del bar. Me gustan los detalles de
las paredes: partes tomadas (imagino) del antiguo palacete, una puerta, un
tablero tallado…
El calor sigue siendo
insoportable; pobre camarero que nos sirvió las bebidas, como sudaba…
Subimos por las nobles escaleras
de madera, a la izquierda otras escaleras parecen bajar a un sótano, en el
dintel de la puerta se anuncia Garito.
Estaba cerrado. Me parece que el miércoles tampoco se podía entrar, aunque yo no supe de su
existencia hasta que había salido del lugar (en un momento dado me separé de
mis amigos por saludar a otro amigo al que hacía mucho que no veía).
Esta vez puedo observar mejor los
libros. Me gusta lo que veo, tienen muchos volúmenes de cada autor, y no como
pasa en otras librerías grandes sólo cuatro ejemplares de su última obra y nada
de lo anterior.
Sigue habiendo un tránsito de
visitantes mayor que el de una librería normal en domingo.
Puedo ver la planta de arriba. Me
gusta el efecto que crea una cristalera por la que se asome el torreón (leo en Internet que se llama cimborrio) de la
cripta donde está la sección de libros infantiles descrita antes.
Me gusta que los libros en el
idioma original estén junto a las obras traducidas o que tengan cuatro
ediciones en editoriales diferentes del mismo libro.
Quizás, como el lugar es una
antigua vivienda, el espacio a veces sea raro: se forman pasillos estrechos y las
personas tienen dificultades para pasar de una estancia a otra. Las cajas están
abajo y los chicos que ayudan a la búsqueda de libros están con su ordenador
situados en dificultosas esquinas.
Sólo un detalle negativo: imagino
que La Central no habrá hecho una inversión tan grande para fallar en algo tan
sencillo como la refrigeración. No basta con abrir las ventanas, en verano el
calor es excesivo, y el miércoles el malestar era normal por el gran número de
personas que allí había, pero el domingo el problema se mantenía.
En conclusión: la nueva librería
La Central de Callao es muy bonita y está muy bien surtida. Es toda una alegría
que alguien se atreva a invertir de un modo tan potente en los tiempos que
corren y en un sector en plena transformación (y/o decadencia).
Intuyo que voy a visitar con
frecuencia este nuevo espacio dedicado al libro. Sigo resistiéndome al e-book y
a comprar los libros a través del ordenador. Me gusta ir a las librerías de
primera mano y de segunda, a las bibliotecas, me gusta salir a la calle y tocar
los libros…
Y me gustaría recomendar a todo
aquel que se pueda pasar por Madrid y que le gusten los libros que se acerque a
visitar la nueva librería La Central de Callao.
(Nota: las fotos están tomadas de Internet)
I love reading and going to bookstores and libraries is great for me, too :)
ResponderEliminarHola Lea:
ResponderEliminarBienvenida a este espacio.
saludos
Una razón más para volver a tu ciudad. Tiene una pinta estupenda. Indudablemente, La Central es una de las mejores librerías de este país y es fantástico que se hayan decidido a montar una gran librería en Madrid. Creo que Martín López-Vega trabaja allí, no sé si como dependiente o en la zona de oficinas.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Detective:
ResponderEliminarSeguro que te encanta esta nueva librería.
A Martín López-Vega también lo vi el día de la inauguración. Creo que es algo así como el director de contenidos; es decir, la persona que se ocupa de ver qué libros hay que traer a la librería. Y por lo que he visto, está haciendo un gran trabajo.
saludos
El aire acondicionado lleva desde el día después de la inauguración estropeado. Están en ello. Me alegra que te guste el espacio, a mí me fascinó la primera vez y me alegra ver que ha tenido el mismo impacto en todo el mundo.
ResponderEliminarNos veremos por aquí.
Hola Anónimo:
ResponderEliminarLa verdad es que lo del aire acondicionado resultaba raro viendo la gran inversión hecha. Me aclaras el misterio.
Sí, el lugar es impresionante. Desde que colgué está entrada he vuelto una vez más: yo compré un libro infantil para una sobrina, y me contuve para no comprar para mí (estoy intentando racionalizar el tema de la compra de libros) y mi novia unos cuantos cómics. No lo dije en la entrada pero la sección de cómics también es muy buena, a mí novia (gran fans de las novelas gráficas) le sorprendió gratamente que hubiera cómics en inglés de algunos de los autores que sigue, y que no pudo resistirse a comprar.
Nos vemos por allí.
saludos
La sección de cómic es una auténtica joya, sobre todo de rarezas y cosas de importación. Y tener al frente a una experta (y dibujante) de cómic se agradece.
EliminarHola Wert:
ResponderEliminarNo nos puede dejar así: díganos por favor cómo se llama esa experta dibujante de cómics.
saludos
Es la cara bonita del negocio, la otra cara es la de horarios infames y sueldos traperos. La Central nació de Laie una gran librería a la que le robaron la base de datos, no hace falta que os dé muchas pistas. En definitiva: un escaparate bonito que esconde muchos puntos oscuros. Yo no compro en La Central por las mismas razones que no compro en otras grandes superficies.
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarVaya, qué mal suena eso...
saludos